Francisco Rubio Llorente
Hace ya mucho tiempo, cuando la doctrina marxista no había caído aún en el olvido, era frecuente que quienes luchaban por ella o contra ella la sintetizasen en unas pocas frases rotundas. Entre ellas, las de que tras la revolución socialista “el gobierno de los hombres será sustituido por la administración de las cosas” y “el Estado se extinguirá e irá a parar al museo de antigüedades, junto con el hacha de piedra y la rueca de hilar”. Salidas ambas de la pluma de Engels, estas frases simplifican un pensamiento que en Marx es más complejo y, sobre todo a partir del golpe de Estado de Luis Bonaparte, más dubitativo, pero no lo traicionan.
Muy lejos de Hegel, Marx no veía el Estado como una realización del Espíritu Objetivo, sino como el instrumento del que a todo lo largo de la historia se han servido las clases dominantes para asegurar su dominación. Condenado a desaparecer por tanto en una sociedad sin clases, capaz de organizarse espontáneamente porque todos sus miembros están de acuerdo en que cada uno ha de producir de acuerdo con sus capacidades y ha de recibir según sus necesidades. Marx no era un fanático del Estado, sino todo lo contrario: su sueño utópico era el de una sociedad civil pura e intrínsecamente justa, desembarazada del Estado.
La utopía no se realizó nunca ni es probable que como tal se realice jamás, pero no es imposible que en Europa estemos en camino hacia sociedades que, sin prescindir por entero del Estado, han conseguido liberarse en buena parte de él, reduciendo su tamaño hasta el mínimo indispensable para mantener el monopolio de la violencia legítima, la capacidad para actuar como gendarme en el interior, y poco más que como gendarme, también hacia el exterior. Aproximadamente el mismo que tenían cuando Marx aventuraba la hipótesis de su extinción.
Para todos o muchos de los partidos que hoy gobiernan en Europa, este es un futuro deseable por el que hay que luchar, pero estoy seguro de que en todos nuestros países hay también muchos ciudadanos (de que haya partidos, no lo estoy tanto) que lo vemos como una amenazante pesadilla. Dos actitudes opuestas nacidas de dos razonamientos radical y paradójicamente enfrentados. Quienes propugnan la jibarización del Estado asumen, tal vez sin conciencia de ello, la perspectiva propia del materialismo histórico, la idea de que la economía es la infraestructura sobre la que se construye todo lo demás. La imagen que de ella tienen es por eso asombrosamente semejante a la que el marxismo tenía de la revolución: más que una exigencia de la moral es una predicción de la ciencia. La idea que del Estado y su relación con la economía tenemos quienes vemos con horror el riesgo de su cuasi extinción está, por el contrario, bastante alejada del marxismo. Tendemos a creer que en su versión democrática el Estado puede ser un instrumento (tal vez el único) capaz de impedir que la lógica propia del capitalismo lleve a una distribución cada vez más desigual de la renta y la riqueza.
O dicho más simplemente, creemos que el Estado puede y debe seguir siendo lo que en mayor o menor medida, según los diferentes países, ha sido en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta finales del siglo pasado. Economía de mercado (es decir, capitalismo) y democracia no son sistemas incompatibles, sino en cierta medida complementarios, aunque la relación es asimétrica. Como bien sabemos en España, puede existir capitalismo sin democracia, pero no se ha logrado construir la democracia sin capitalismo. La complementariedad entre ambos es, sin embargo, una complementariedad tensa (los antiguos dirían dialéctica), porque sus lógicas inherentes son contradictorias: la del capitalismo conduce a la desigualdad, en tanto que la democracia tiene la idea de igualdad como principio y fin.
En el primer tercio del pasado siglo, el estallido de la tensión llevó, en el Este del continente, al naufragio conjunto de capitalismo y democracia, en tanto que en Europa Occidental, fue esta sobre todo la que se vio amenazada y en algunos casos derrotada por los fascismos de distinto pelaje. Tras la tragedia de la Segunda Guerra, se estableció un equilibrio que se creyó duradero, basado en una intervención activa del Estado en la economía con la finalidad principal, aunque no única, de corregir la iniquidad del mercado en la distribución de la renta. La “economía social de mercado” y la “economía mixta” no son sino variantes de un sistema único, que Tony Judt identifica con la socialdemocracia. En la Europa de la posguerra, dice (cito de memoria), la política era sustancialmente socialdemócrata, aunque la intensidad de la intervención estatal estuviese en función de la orientación (conservadora, liberal, democristiana o específicamente socialdemócrata) de los gobiernos. Una denominación menos polémica es la de “modelo social europeo”.
Es este modelo, este equilibrio, el que se ve amenazado por la reducción del Estado y el agigantamiento de los mercados, por el predominio creciente de la lógica propia del capitalismo sobre la de la democracia. Wolfgang Streeck sostiene en un libro reciente (Gekaufte Zeit) que la ruptura era inevitable, que las distintas vías que han permitido el sostenimiento de la “economía social de mercado”, inicialmente el rápido crecimiento económico de los primeros años de posguerra, después el endeudamiento privado originado por el consumismo (el “keynesianismo privatizado”), no han sido sino modos de “ganar tiempo” hasta llegar al “Estado deudor”, impotente ya para preservar la lógica de la democracia frente a la del mercado. No sé si esta tesis, aunque expuesta con brillantez y apoyada en datos estadísticos, es la única explicación posible de nuestra situación. En la extensa reseña que ha hecho de este libro, Habermas parece darla por buena. Cree sin embargo, y no le falta razón, que Streeck se equivoca de medio a medio al pensar que el equilibrio sólo puede restablecerse devolviendo a los estados los poderes cedidos a la Unión. La resistencia frente a lo que púdicamente se llama “los desafíos de la modernidad” sólo pueden hacerla estados muy grandes, continentales. Otra cosa es que la Unión, tan directamente responsable de esta situación por la política seguida a partir de los años finales del siglo, esté dispuesta a cambiarla. Un giro sobre el que también Habermas alberga algunas dudas y que en buena parte depende del resultado de las elecciones celebradas el pasado día 25.
Si no lo hace, el terreno de la acción del Estado continuará reduciéndose y creciendo la desigualdad. Y no sólo su terreno de acción, sino su terreno a secas, su territorio. Hace unos días, un amigo joven (más joven que yo en todo caso) y sabio, que ha echado sobre sus hombros la tarea de mantener al día mi información bibliográfica, me decía que tal vez la multiplicación de los nacionalismos tenga que ver algo con esto. Una idea que no cabe descartar, no sólo porque es evidente que la capacidad para enfrentarse al mercado es menor en los estados pequeños que en los grandes, sino porque es altamente probable (y deseable para el mercado) que nuevos estados basados en la identidad nacional tiendan a transformar en nacionales los problemas sociales, como según el célebre dictum de Ralf Dahrendorf sucede en Alemania. Así, ironía final, el camino hacia la desaparición del Estado pasaría por su multiplicación.
"... cada uno ha de producir de acuerdo con sus capacidades y ha de recibir según sus necesidades...".
Esto únicamente se termina logrando mediante coacción y amenaza... LA ESCLAVIZACIÓN del TALENTO. Si mi subsistencia está garantizada nada me impide rascarme la tripa.
"Dos actitudes opuestas nacidas de dos razonamientos radical y paradójicamente enfrentados".
... De la tesis y su antítesis surgirá la síntesis ...
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En su tesis doctoral (base de su pensamiento posterior y punto de inflexión respecto a Hegel), Demócrito vs. Epicuro (no recuerdo el título exacto), Marx se decanta por este último y su ética de la libertad: "una sociedad realmente LIBRE y HUMANA".
Pese a que no se adentra en la concepción de Epicuro sobre economía ... digamos que proponía como solución a la escasez la reducción de la demanda, la no ostentación de riqueza para evitar la ambición y la envidia, entendía como verdadera riqueza aquello que cada cual necesita para llevar una vida feliz (imposible la aplicación de estánderes) y que defendía la mediocridad (utilidad marginal de la riqueza) tan solo en economía.
(En posición contraria a Molpágoras de Cius que provocaba revueltas y masacres en aras de un latrocinio colectivo)
De ahí que en el Libro I Capítulo XXV "La Teoría Moderna de la Colonización" de "El Capital" Marx diferencie entre:
La propiedad privada fruto de un esfuerzo personal (de uno mismo o de sus antecesores) de aquella obtenida de la...
Propiedad privada fruto de la explotación de otros seres humanos... (pero supongo que este concepto puede ampliarse cuanto se quiera).
... pero como de costumbre, la ambición y envidia definidas por Epicuro torturan las palabras de Marx para que parezcan que dice lo que no quiere, ni piensa: la abolición de TODA propiedad privada y de la LIBERTAD humana...
Como otras tantas las manipulaciones del mismo tan solo han servido a lo largo de toda la historia para procurar un CAMBIO DE MANOS DEL PODER Y LA PROPIEDAD y NO para transformar la sociedad A MEJOR lo cual es imposible cuando tan solo se ambiciona lo que otro tiene, y que se de a cada cual según las necesidades que cada uno, se cree o trabaje a cambio, poco o nada.
A partir de aquí... yo saco mis conclusiones... que cada cual se analice en conciencia... sobre lo que es JUSTO o no.
¿Cuan profundo será el conocimiento de Marx por todos los que se declaran Marxistas? ... para lo que les conviene o gustaría... ¡claro!
Publicado por: ocasional | 06/25/2014 en 03:12 p.m.
Y aquello publicado en 1848 por Engels en el diario propiedad de Marx, que decía:
"Escoceses,vascos, bretones, servios, húngaros y otros, son Escoria racial, en una Europa futura socialista, desaparecerían"
Luego sigue un comentario de Marx que dice:
"En los pueblos sanos, no contaminados por la miseria liberal, nuestro movimiento (Comunista.)no tiene posibilidad de actuar."
"Escoria Racial" dicho dos judíos alemanes
que se reian de la ascendencia negra del yerno de Marx.
Sus seguidores actuales procuran que no se divulgue nada de esto. pero quedó escrito y
esta en las hemerotecas.
Publicado por: Juan sin Tierra. | 06/26/2014 en 10:06 p.m.