POR Julián Zubieta Martínez *
Reinventar el pasado siempre ha sido un negocio próspero. Sobre todo para esa clase dominante dispuesta a continuar privilegiándose permanentemente del poder por encima de todo y de todos, con el único mérito de creerse superiores bajo el salvoconducto de las artimañas más escabrosas. Bajo esta referencia, lo único que puede servir para esclarecer el pasado es que casi siempre cometen el mismo error. Inconscientemente cegados por el absolutismo, afectados por la soberbia y la prepotencia de la fuerza bruta, siempre acaban grabando el reflejo de su conducta en los soportes de la historia. Por eso, el paso del tiempo, junto con la reinterpretación sesgada y tendenciosa, hacen que los hechos del pasado sean por sí solos argumentos que obligan a los historiadores a utilizar el azadón de la investigación, escarbando en las entrañas de la historia, con la pueril finalidad de esclarecer esos puntos ciegos que la realidad del pasado no nos ha dejado ver.