POR: Julián Zubieta Martínez
Es cierto que la expresión de una guerra, por desgracia, nos es más familiar. Pero sobre el significado de la posguerra existe una noción confusa respecto a lo perjudicial de las condiciones que creó, ignorando lo dañina que fue, pues afectó destructivamente a la ciudadanía tanto física como moralmente, cuyas consecuencias son todavía menos conocidas y mucho menos reconocidas. Hay que decir que la realidad de esta lectura no debe extrañarnos, puesto que durante toda la posguerra, incluso tras la muerte del dictador, primero asesinaron y luego encarcelaron la otra historia, la del pueblo derrotado, evocando solamente la escrita por los curas, los militares y los tecnócratas del Opus Dei. ¿Qué se puede esperar del actual sistema gubernamental cuyas cenizas respiran junto a las brasas franquistas, que nunca reconocieron, ni por asomo sospecharon, que los rojos tuvieran sentimientos humanos? Su máxima preocupación ha sido asesinar también el recuerdo de la posguerra, sembrar de cemento las tumbas del olvido y renunciar a su renacimiento, enlosando el suelo que refugia una memoria de muerte, en su tiempo castrada bajo el lema que les otorgó el poder: ¡Muera la vida, viva la muerte, arriba el orden!