Por: Josu Hormaetxea (HISTORIADOR)
Apostaría un puñado de doblones de oro, y dudo que los perdiera, a que en el momento en que oigamos en el día de hoy, año de Nuestro Señor de dos mil catorce, palabras tan evocadoras como corsarios, piratas o abordajes, nos vendrán a la cabeza cofres repletos de oro y joyas escondidos en islas caribeñas o bribones con pata de palo y loro al hombro. Sin negar estos tópicos, fruto de la literatura y del cine, justo es reivindicar, rescatando casi del olvido más absoluto, el pasado corsario de nuestra ría.
Si es bastante conocida la larga historia de piratas y corsarios de toda la costa vasca, desde Pobeña hasta Baiona, no lo es tanto que este tramo de costa fue el escenario en el que innumerables naves fueron víctimas de estos ladrones del mar (itxaslapurrak, en euskera) que zarpaban de Bilbao, Pasajes, Hondarribia o Donostia y también desde Hendaia, San Juan de Luz, Biarritz o Baiona. Desde estos auténticos nidos de corsarios, e incluso de piratas, partían hacia la aventura hombres (no he llegado a saber de mujeres involucradas en estos menesteres) intrépidos, con necesidades económicas, aventureros, a veces crueles, que optaron por dedicarse al corso o a la piratería como modus vivendi. O al menos como complemento ocasional a escuálidos ingresos tras malas campañas de pesca en Terranova en busca del bacalao o la ballena. Al fin y al cabo, en la mar imperaba la ley del más fuerte, aún más que en tierra firme.
En resumen, y por abordar (nunca mejor dicho) con detalle la diferencia entre corsario y pirata, podemos afirmar que la frontera entre un comerciante o un arrantzale y un corsario era muy difusa y dependía del grado de necesidad de aquellos hombres así como del contexto político y bélico de cada época. Pero es que, a su vez, no era menos difusa la frontera entre el corsario y el pirata. El primero posee una “carta de corso”, un documento oficial del monarca de turno, autorizándole a atacar a las naves de países que en ese momento son enemigos de la corona; es una actividad regulada. El pirata en cambio actúa libremente y no rinde cuentas a rey ni autoridad alguna; el botín será repartido entre el capitán, oficiales y tripulación, incluso en este caso siguiendo estrictamente códigos y leyes de honor. Pero el corsario tendía a ampliar las prerrogativas concedidas por el monarca, a favor de sus propios intereses, rozando ya por lo tanto la piratería. De esta transición corsario-pirata algo sabía, por ejemplo, el bilbaíno Pedro de Larraondo.
Para los monarcas castellanos, a falta todavía de una Armada, el corso se convirtió a partir del siglo XVI en un instrumento necesario para asegurar el tráfico con las Indias, pues sus riquezas despertaron la codicia de las potencias marítimas europeas; principalmente Francia, Inglaterra y Holanda. A su vez, para los armadores corsarios era una ocasión de oro para hacerse con el ídem, atacando a barcos mercantes sin grandes posibilidades de defensa. A modo de ejemplo incluimos aquí una patente de corso otorgada por el rey Carlos II a una fragata donostiarra, Nuestra Señora del Rosario:
“En virtud de la presente, permito al dicho capitán, Pedro de Ezábal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso de 29 de Diciembre de 1621 y 12 de Septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de España, Berbería y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la nación francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella Corona; y a los demás corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fueren de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaración que no pueda ir ni pasar con su fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ningún pretexto… Dada en Madrid, a 28 de Agosto de 1690. Yo, el Rey.”
Como afirmaba el escritor y marino Antón Mentxaka: “Estos vascos son a la vez pescadores y corsarios. Luchan casi de continuo contra navíos franceses para asegurar el dominio de los bancos de pesca. Y al volver a casa, el Rey les ofrece luchar en corso, con lo que se pasan el invierno dedicados a pillar las costas enemigas. Todo era cuestión de cambiar el arpón por la espada”. Si se me permite la añadidura, ni siquiera era preciso este cambio. El arpón también era usado para“ convencer al otro de la conveniencia de que arriase su bandera. Y pobre de él si el arponero acertaba…
‘invitados’ en Bilbao
Otro hecho que no deja de llamar la atención es que existía una especie de trato de favor con los oficiales ingleses apresados. Resulta que en muchos casos permanecían en calidad de invitados en las casas de los armadores cuyas fragatas los habían capturado. Luego, estos armadores intentaban que la Corona corriese con los gastos generados por su manutención (comida y alojamiento), a lo que desde la capital del Reino solían hacer oídos sordos. En algunos casos, estos oficiales, huéspedes a la fuerza al principio, eran contratados para trabajar en Bilbao, e incluso se alistaban como corsarios pero en naves vizcaínas. Esto sí que era integración.
El corsarismo existió desde el siglo XIV al XIX, si bien se considera a los siglos XVII y XVIII como los de su apogeo en nuestro país. Al barco pirata se le llamaba en euskera vizcaíno “ogetabostekue”, el de veinticinco, por ser éste el número habitual de sus tripulantes.
La mayoría de nuestros piratas-corsarios eran guipuzcoanos y vasco-franceses. Curiosamente, es sin embargo de Bizkaia de donde proceden los dos más antiguos de quienes se tiene noticia: el citado Pedro de Larraondo y Antón de Garai.
Larraondo (Larrondo, según otros autores) era bilbaíno y comerciante y harto de ser víctima de abordajes en el Mediterráneo, en los que perdía toda su mercancía a manos de los catalanes, él mismo comenzó a dedicarse al corso a partir de 1405 y luego directamente a la piratería. Padecieron sus andanzas en puertos como Génova y Alejandría, pero también en Brujas o Southampton. Su especialidad, los mercaderes catalanes. Fue ejecutado por orden del Sultán de Egipto cuando se negó a cambiar su religión cristiana por el Islam.
Antón -Antton- Garai, en cambio, era arrantzale nacido en Gorliz a fines del siglo XV. A bordo del bergantín La Trinidad asaltó numerosos buques, convertido ya en pirata. Cuando volvía a tierra y estaba con los suyos, llevaba una vida absolutamente normal. Lo malo es que algunas víctimas lo reconocieron y lo denunciaron ante el Corregidor, algo así como el gobernador civil de la época. Sucedió que a sus habituales presas (holandesas, inglesas, bretonas, portuguesas…) añadió por su cuenta las castellanas. Y lo pagó caro. En el juicio negó los cargos y solo se reconoció culpable ya en el patíbulo. Prometió que iba a restituir todo lo sustraído, pero el juez se limitó a ordenar que se cumpliera la sentencia y murió ahorcado.
Y de nuevo en Bilbao como escenario, nace en el barrio de San Nicolás, el de los pescadores, un 8 de Julio de 1679, Joseph de Burin y Leizaola. Por el lado paterno, la familia desciende de la Baja Navarra, concretamente de la pequeña aldea de Larribarre-Sorhapürü, próxima a Saint-Palais. Por parte de la madre, son todos de Mutriku. En el año 1742 (el corsario bilbaino, ya un sesentón,) era miembro de la tripulación del portugalujo barco Nuestra Señora de la Soledad y Santo Cristo del Portal (es curiosa la costumbre de poner nombres tan religiosos a los barcos, incluso a aquellos que se dedicaban a la nada cristiana costumbre del asalto y el robo).
Burin se alistó en tan católico buque el 14 de junio del año referido, en calidad de capitán de fusileros. Era el único con el que contaba el barco. La mayor parte de los fusileros a sus órdenes (un fusilero sería hoy lo que entendemos como un marine, un infante de marina) eran sobre todo de Portugalete así como de Zalla, Gipuzkoa y Cantabria. Lamentablemente, poco más sabemos de sus andanzas. Joseph murió cuando terminaba el año 1755, a la edad de 76 años. Fue enterrado en el Convento de San Agustín de Bilbao, o sea, en el espacio donde un siglo y pico más tarde se levantaría el nuevo edificio del Ayuntamiento de Bilbao, pues el anexo a la Iglesia de San Antón se había quedado pequeño (recordemos aquí que compartía espacio además con el Consulado de Bilbao). Su familia debió de hacerse cargo de los gastos de sepelio, “por no tener bienes” el fallecido. Nada menos que un capitán de fusileros, sin cargas familiares, y que murió sin un real.
Un jarrillero en el Canal Sobre esos años, concretamente en 1746, nos encontramos con la fragata Nuestra Señora de Begoña, también conocida como el Marte Vizcaino, al mando del jarrillero Bartolomé de Mendívil, especializada en abordar naves inglesas. Lo curioso es que lo hacía en las mismas barbas de su Graciosa Majestad, a la que sospechamos no le hacía mucha gracia, en la boca del Canal de La Mancha. Pues bien, la ruta que seguía esta fragata con su presa anglosajona de turno era, rumbo sur y a través del Abra, hasta la capital vizcaína. En abril de dicho año se hace con los barcos Agnes, Saint. John y Chim, con mercancías que viajaban de Virginia (todavía las colonias no habían conseguido la independencia) a la metrópoli, Londres.
La inquieta fragata prosigue con su frenesí captor y en mayo apresa dos navíos ingleses más, el John the Poole y La Diligencia, el primero con barricas de tocino, carne y sal, de Irlanda a Terranova, y el segundo con 169 barricas y 19 barriles de azúcar y once de aguardiente y ron, de América para Londres.
Si alguien piensa que el hiperactivo navío descansó o tomó vacaciones en el mes de junio, se equivoca. Los días 2 y 3 entró de nuevo en Bilbao (recordemos que Bilbao solo era entonces lo que hoy denominamos el Casco Viejo) con dos barcos ingleses, el Sumerset y el Newypswich (sic). El primero traía desde Maryland hojas de tabaco, cinco toneles de pieles de castor y 7.000 duelas o tablas para la fabricación de toneles. La segunda víctima de ese mes traía a su vez azúcar, algodón y ron de la Isla de la Antigua, todo ello hacia Londres.
La Begoña tampoco descansó en agosto, y se le conocen dos capturas más. Y todavía en 1748 se tiene conocimiento de otra presa, pero en esta ocasión fue conducida hasta el puerto de Vigo (Pontevedra). Se trataba de la fragata inglesa Hore, que desde Jamaica pretendía arribar a Londres. Incauta…
No sabemos qué fue de esta fragata bilbaíno-portugaluja ni de su capitán Mendívil. Del capitán de fusileros Joseph Burin solo tenemos la escueta partida de defunción. Pero a saber por qué mundos navegará su alma.
Este "fiscal" es una vergüenza para la justicia, cuando lo van a detener por defender a un presunto delincuente. El sueldo que gana es un robo para los impuestos de los españoles. Entérese de una vez, ha robado a hacienda por lo tanto a todos los españoles, váyanse que da vergüenza verle la cara. Seguro que se ensañaría con cualquier otro ciudadano que hiciera algo similar. Esto hay que pararlo.
Publicado por: MLuz Aparicio | 12/30/2014 en 01:20 p.m.
Ataques de piratas vascos a Inglaterra (o Gran Bretaña)
1º En 1282, un cuerpo de voluntarios vascos tomó parte activa en la
conquista del País de Gales, junto con el ejército anglonormando. Y como recoge un cronista
genovés en 1304,...”pasaron el estrecho (de Gibraltar) gentes del golfo de Gascuña, con navíos
llamados cocas y entraron en corso para nuestras naves haciendo no poco daño”.
Los vascos sabían navegar muy poco y aprendieron algo de los romanos (aunque estos tenían prohibido enseñar a los bárbaros), fue de los Vikingos (que habrían aprendido de los holandeses frisios, que habían aprendido de los romanos), de los que los vascos aprendieron a navegar.
2º En el siglo XIV, la presencia vasca era tan temida que el propio rey inglés se quejaba de que "Tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro Reino", y se tienen noticias de que, a principios del siglo XV, barcos vascos atacan la costa inglesa, en busca de confrontación o de ventajas comerciales.
En este caso del siglo XIV y XV (durante 2 siglos), no se trató de una expedición militar de invasión o castigo o de piratería denominada "corsa" al servicio de un rey, sino de particulares marineros que además de dedicarse a pescar y como barcos mercantes, "cuadraban" sus cuentas uniendo a la pesca y el comercio, la piratería, tanto en mar (atrapando barcos) como atacando la propia tierra a poblaciones inglesas y de otras zonas (es decir lo mismo que los wikingos), esto respondía a intereses propios de esos marineros, hombres anónimos, no a un rey, ni trabajando para el.
3º Durante el siglo XVI, XVII, XVIII e incluso XIX si actuaron mas como corso (independientemente de acciones puntuales), tanto vascos franceses para Francia como vascos españoles para España, como enemigo común Gran Bretaña (aunque a veces los vasco españoles atacaban a Francia y los vasco franceses a España), aquí se les atacaba por todo el mundo y generalmente no se atacaba costa inglesa, sino se capturaban sus barcos en la mar (algunos recién salidos de los puertos británicos).
Por ejemplo en el siglo XVII,
“El espanto de la Gran Bretaña”
Firmada la paz con Francia, los corsarios vascos, volvieron la vista a Inglaterra.
Según asegura Camino, más que nunca en la década del 50 al 60 “aterraron los mares los
famosos corsarios donostiarras, causando espanto a todo el poder marítimo de la Gran Bretaña”.
Antonio de Oquendo, por su parte, asegura que “las hostilidades que sentía Inglaterra de las fragatas
de San Sebastián y Pasajes, fueron uno de los motivos que le obligaron a desear la paz”.
Para comprender mejor este temor a Donostia, figura el dato proporcionado en 1682 por el
Consulado donostiarra, que aseguraba que...”en 1656, había en los puertos de esta ciudad de
naturales de ella y de la provincia, cincuenta y seis navíos, con que hacían hostilidades a los
enemigos de la Corona, siendo constante que el grave daño que de éstos había recibido la
navegación y el comercio de Inglaterra, había obligado a aquel reino, a hacer las paces”.
En esta línea actuó Fermín de Alberro, quien se situó en 1684 a la altura de Gales y allí
aguardó y abordó a un navío de Bristol, que iba a Bilbao con plomo, lienzos y planos. Aquel navío
entró de vacío en la capital vizcaína, mientras que su carga entró en el muelle donostiarra, entre la
algazara del vecindario que participaba en las novedades.
4º Es de destacar también entre otros muchos Jean Lafitte, se cree que su padre era vasco francés y su madre judía sefardí española, luchó contra los ingleses en la independencia de USA y hoy en día es considerado un héroe en USA.
http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Lafitte
Esto entre muchísimas otras cosas, claro ...
5º Ataques de piratas vascos a Inglaterra (no fueron ni los primeros, ni los últimos y no solo como piratas, sino también como corsarios o militares), pero por recordarlos.
"El peor enfrentamiento entre vasco-cántabros e ingleses se produjo en 1350 cuando 26 de los 40 barcos de mercancías que iban a Flandes fueron hundidos por los ingleses en lo que ellos llamaron la “Batalla de Winchelsea”, pero el relato parece fantasioso pues no existían cañones y las batallas era cuerpo a cuerpo, por lo que era muy difícil hundir un barco.
Tras esta batalla los ingleses acuñaron monedas con el lema “El rey del mar”. Pero la venganza de la marina nabarra debió de ser importante pues el rey de Inglaterra, a la sazón Eduardo III, expidió ese mismo año un breve en Retherter dirigido al arzobispo de Canterbury y de York invitándoles a que en su diócesis se hagan rogativas para aplacar la ira de Dios e imperar la protección contra los vascos que hostigaban sus costas y el comercio rezando de éste modo: "Líbranos, Señor, de la peste de los vascos".
Al año siguiente, la Hermandad de las Marismas y el rey inglés, firmaron en la Torre de Londres 20 años de paz y el primer acuerdo comercial para faenar en aguas británicas, por el cual Inglaterra dejaba mercadear en sus puertos a los vascos a cambio de que éstos no atacaran sus naves. Por tanto parece que la marina de la costa nabarra era mucho más importante que toda la marina inglesa en ese siglo. Todavía en 1482 la Junta de Usarraga firmaba un Tratado con Inglaterra donde se disponía que Gipuzkoa permaneciera neutral en una guerra contra Castilla."
http://www.nabarralde.com/es/component/content/article/10610
Publicado por: Sebastián | 12/30/2014 en 01:57 p.m.
Vascones en el ejército romano en Mauritania, Gran Bretaña y Alemania, así como de guardias de defensa del emperador Augusto.
Se tiene constancia de la presencia de vascones en el ejército romano al menos desde el siglo I a. C., tanto en cohortes como en las legiones y en los pretorianos. Igualmente se sabe de la existencia de cohortes de vascones; La Cohors II Vasconum Civium Romanorum estuvo destinada en Germania. Esta cohorte fue posteriormente destinada a Britannia y el año 156 a la Mauritania Tingitana. Augusto tuvo su guardia personal formada por vascones y berones calagurritanos, que fueron licenciados tras vencer a Marco Antonio. La costumbre de guardias personales formadas por hispanos fue muy común entre los generales, debido a su fides y devotio hacia su jefe.
Publicado por: Sebastián | 12/30/2014 en 02:03 p.m.