Los trabajos forzados constituyen una de las facetas menos conocidas de La represión franquista. Se nos presentan como un castigo político controlado por el Estado y los militares, basado, fundamentalmente, en la combinación de la privación de libertad con la imposición de disciplina militar y la explotación de mano de obra esclavizada. Así, se convertían en un instrumento para el adoctrinamiento político y social; muy efectivo a la hora de conducir la sumisión -tanto física como ideológica- del prisionero y su entorno.
Según el momento, la explotación de la oposición política iba a responder a diferentes objetivos. Principalmente a fines bélicos durante el transcurso de la guerra, mientras que, en los primeros años de posguerra, sin olvidar del todo los aspectos militares, en su lógica iban a predominar los económicos. Por otra parte, además de dar salida al problema de sobresaturación de cárceles y campos de concentración, con su consiguiente carga para la hacienda estatal, suponía un revulsivo para la diezmada economía de guerra de los franquistas. Permitía superar la carencia de mano de obra a causa de la guerra misma y la represión, de forma que permitía a los militares sublevados y a los sectores rebeldes reactivar la economía en las zonas que iban ocupando. No obstante, no hay que olvidar que, en todo momento, subyacía el objetivo de inculcar a los castigados el dogma de la Nueva España. Al fin y al cabo, los trabajos forzados se presentaban como una forma de castigo ejemplar para toda la sociedad, para la oposición política concretamente y para los indecisos en general.
TRABAJOS FORZADOS: UN SISTEMA EN EVOLUCIÓN
De la misma forma que el modelo represivo de los golpistas se fue definiendo en base al desarrollo de la guerra, el sistema de trabajos forzados se fue definiendo alrededor de dos factores fundamentales. Por una parte, el aumento de población reclusa, tanto de los detenidos bajo acusaciones de delitos concretos como de quienes eran hechos prisioneros en el frente o en sus casas, sin mediar ningún delito manifiesto. Por otra, el cambio de concepción respecto a la guerra; 1937 se considera el punto de inflexión, cuando se hizo evidente que la guerra iba para largo. Supuso un cambio de estrategia bélica que se materializaría en el desarrollo de nuevos métodos represivos. Los trabajos forzados sustituyeron a la política de tierra quemada o del terror y el exterminio generalizado. Destacamentos de Penados, Colonias Penitenciarias Militarizadas, Batallones de Trabajadores, y Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores muestran las diferentes caras de este sistema de explotación y desideologización que abarcaba amplios espectros sociales. Todos ellos conformaban las unidades de trabajo esenciales en las que eran confinados los detenidos, tras ser clasificados en cárceles y campos de concentración.
En Euskal Herria, estas variantes muestran realidades diferentes en cada uno de sus territorios. Durante la guerra, la mano de obra de los prisioneros de guerra se empleó en labores bélicas, tanto en la retaguardia como en línea del frente. Una vez finalizada, los trabajos forzados estuvieron dirigidos principalmente a trabajos de interés militar en la retaguardia. Aun así, se puede pensar que, en su conjunto, la incidencia de éstos en la economía de posguerra fue considerable, especialmente en determinados sectores. En total, se calcula que alrededor de 36.000 presos y prisioneros fueron obligados a trabajar como mano de obra esclava. Estas cifras, hacen referencia a las personas que, desde diferentes puntos de Euskal Herria y del Estado español fueron destinadas en alguno de los emplazamientos que albergaron las diferentes modalidades de trabajos forzados. De esos 36.000 prisioneros, alrededor de 18.000 fueron destinados en Nafarroa. De los restantes, se estima que unos 2.000 en Araba y otros 8.000 en Gipuzkoa y Bizkaia respectivamente.
FORTIFICACIONES Y CARRETERAS
En cuanto a la mano de obra empleada -dos terceras partes de los prisioneros- sobresalen los trabajos de fortificación de fronteras y la apertura de carreteras militares de montaña; se calcula que fueron más de 13.000 en Nafarroa y unos 7.380 en Gipuzkoa. Estos trabajos aparecían unidos a la fortificación defensiva del Pirineo Occidental. No obstante, el trabajo de presos y prisioneros fue utilizado en un amplio abanico de sectores económicos. Algunos de estos trabajos fueron significativos por su peso en la economía y en la reconstrucción de posguerra, otros, especialmente, por su carga simbólica.
Así mismo, fueron varias las instituciones oficiales y, también, las empresas privadas que gestionaron y se beneficiaron de la explotación de presos y prisioneros. Mediante ellas los franquistas gestionaron dicha reconstrucción, al tiempo que la construcción de nuevas infraestructuras y el desarrollo de vías de transporte. Las instituciones creadas por el régimen, en general, se encargaron de gestionar los grandes proyectos que difícilmente hubieran sido costeables por las arcas del Estado sin la utilización de mano de obra esclava. Así, en los trabajos unidos al ferrocarril se empleó una proporción considerable de mano de obra. Se barajan cifras de más 5.000 prisioneros y presos en batallones de trabajadores y destacamentos penales. Fueron especialmente importantes en Nafarroa, principalmente en diferentes puntos de la Ribera, y, entre Altsasu y Agurain, en la línea férrea que las unía con Miranda de Ebro. También, en el ferrocarril del Irati.
De la misma manera, se ha documentado el trabajo de destacamentos de penados en la línea entre Bermeo y Sukarrieta. En Nafarroa, por otra parte, se empleó mano de obra esclava en trabajos hidráulicos, alrededor de 500 prisioneros, y, de la misma manera, se hace referencia a trabajos forestales. En Bizkaia, uno de los focos principales fue la construcción del aeropuerto de Sondika, donde trabajaron más de 1.600 presos y prisioneros. Igualmente, en un primer momento, tuvieron relativa importancia e sector minero, donde se emplearon a casi mil presos y prisioneros, y, también, ciertos sectores industriales de especial interés.
La industria vasca, pese a su importancia, acaparó tan sólo una mínima parte de la mano de obra esclava -destinada a suplir la carencia de mano de obra especializada- en empresas que, durante la guerra, adaptaron su producción a necesidades bélicas. La fábrica de armas químicas de Kortes es un ejemplo significativo. Y, ya en la posguerra, en diferentes tipos de empresas. El sector empresarial empleó alrededor de 500 presos en diversos trabajos y empresas. Entre las empresas más importantes, destacaban La Naval y Babcock Wilcox en Sestao, y, S.E. Dinamitas en Galdakao; empleaban a 229, 50 y 84 presos respectivamente. También, la fábrica de cemento de Arroa, vinculada a la empresa Ferrocarriles y Construcciones ABC, y, S.A. Placencia de las Armas, (SAPA), ubicada en Andoain; empleando a 60 y 36 presos respectivamente.
Finalmente, los trabajos de reconstrucción, cargados de connotaciones simbólicas, ilustraban a la perfección el mensaje propagandístico que, por medio de los trabajos forzados, quiso transmitir el régimen franquista: "Con el trabajo, el pan y la justicia de la Patria, poco a poco van los prisioneros reconstruyendo lo que ellos mismos deshicieron antes con la dinamitaV El caso más significativo fue el de Gernika, aun así, se documenta el trabajo de mano de esclava en diferentes pueblos de la geografía vasca. En total, unos 1.500 presos trabajaron en los distintos tajos. En Bilbo, unos 400 prisioneros realizaron diferentes trabajos de reconstrucción. En los trabajos realizados en Alesbes, Amorebieta y Durango se superaron holgadamente el centenar de condenados. Bermeo, Lezama, Mungia, Ondarroa, Orozko, Portugalete, Donostia, Eibar, Zumarraga y Tutera completan la lista por el momento, si bien en algunos de estos lugares no se dispone de cifras concretas.
Si, la ONU (y organizaciones de derechos humanos internacionales), han hablado del genocidio franquista no resuelto en España (como el de Argentina, Chile, Alemania nazi, etc.), algo que los jueces y políticos españoles ignoran... .
Ahora se que por parte de jueces y políticos españoles (de momento no por parte de la ONU, ni por organizaciones de derechos humanos internacionales), se está tratando de ver si las acciones de ETA han sido o no genocidio, yo digo lo de siempre, no me parece mal, siempre y cuando se incluyan a todas las clases de genocidio.
Por ejemplo el del franquismo (Billy el Niño, Muñecas y demás).
Pero también si se incluye en genocidio de ETA a personas que no pensaban como ellos o que no eran vascas o que se decían ser españolas, me parece bien, pero habrá que incluir el genocidio franquista a personas que no pensaban como ellos o por ser vascas o por no considerarse españolas, así como el cultural de persecución de la lengua y cultura vascas, de esto nunca se habla y hay que incluirlo expresamente (igual hay jueces en el país vasco que pueden juzgarlo y sinó quieren habrá que pedir una judicatura propia como tiene Escocia, además habría que denunciarlo ante la ONU, Europa y asociaciones internacionales de derechos humanos).
Por otro lado, si se juzga a ETA como genocida (no me opongo), también hay que juzgar por los mismos motivos como genocidio a los guerrilleros de Cristo Rey, a la Triple A, al Batallón Vasco Español, al GAL, etc., por ejemplo aún está por aclarar quien era la "X" del GAL (se dice que podía ser el presidente del gobierno, pero también podía ser el jefe del estado o ambos...), habría que juzgar a aquellos amnistiados por estos delitos, a los impunes, etc., habría que ver que pasó con los miembros de ETA amnistiados en el 78 y mas tarde con ETA PM, ya que el genocidio ni prescribe, ni se puede amnistiar, Juaristi, Uriarte, Lertxundi, etc., también habría que ver si se aplica aquí la doctrina de "el entorno" para simpatizantes (Savater escribía en Egin, etc.), todo esto es lo que habría que hacer, si se quiere hacer y de forma justa, de otra forma sería injusto y denunciable.
Publicado por: Sebastián | 12/31/2014 en 12:43 p.m.