Escuché estos días en la radio una pegadiza canción de Rubén Blades que hablaba del Camaleón y le decía que aunque cambiara de color, él sabía por dónde "tú vienes". "Ten cuidado con el camaleón, aprende a conocerlo aunque cambie de color. Ten cuidado con el camaleón, con anzuelo tan chiquito, no se pesca tiburón".
Seguramente Blades supuraba por las heridas que le ha dejado la política ya que fue candidato presidencial y ministro de turismo cinco años, además de cantante, compositor, músico, actor, abogado y político panameño. Su estilo ha sido calificado como "salsa intelectual" y en muchos países se le conoce como el poeta de la salsa. Y, ¡qué cosa!, a mí, la salsa me gusta escucharla cada cierto tiempo. Me recuerda el Caribe, su luz y su alegría. Yo nací a cinco metros de ese Caribe y lo primero que escuché fue el “Aurtxo Txikia” y "Aitana la Maracutana" mientras me mecían en el chinchorro, así he salido yo.
Viene a cuento esto para recordar a un vasco que se camaleonizó en Amberes y se convirtió en un hacendado panameño de San Félix, en la provincia de Chiriquí, con bigote y gafas de concha bajo el nombre de José Andrés Álvarez Lastra, más conocido en Euzkadi como José Antonio Aguirre y Lekube, del que acaba de salir una novela en Panamá. El nombre coincidía con las iniciales de su camisa y gracias a las argucias del Camaléon, salvó afortunadamente su vida. Seguramente el lehendakari se acordaría de sus estancias en el Hotel Panamá de la Gran Vía madrileña en sus tiempos de diputado de la República así como de las vueltas que da la vida.
Pero vayamos a 1983. Un buen día me llamó el Lehendakari Garaikoetxea. Le había visitado en Ajuria Enea el entonces embajador en Madrid y ex presidente de Panamá Arístides Royo quien le había invitado a visitar su país y el lehendakari quería hacerlo pero aprovechando el viaje para tocar otros países y a las Comunidades Vascas. Le sugerí ampliarlo a Venezuela y Colombia donde la organización del viaje era fácil habida cuenta de las colectividades existentes y de las personalidades que nos podían ayudar como Patxi Abrisketa (Colombia), Jon Aretxabaleta, el Grupo EGI y todo el equipo que había trabajado en la Radio Euzkadi clandestina (Venezuela). En el caso panameño, primer toque, lo teníamos fácil. Allí reinaba con total autoridad el Nuncio de su Santidad, el pasaitarra José Sebastián Laboa, "Josetxu", decano del Cuerpo Diplomático extrovertido, simpático, camaleónico, directo y con un liderazgo en el país incuestionable. Seis años después aquel dictadorzuelo apellidado Noriega se asiló en su Nunciatura y fue él quien negoció su salida. En otro tiempo había logrado que el Nuncio en Paris, Angelo Roncalli, futuro Papa Juan XXIII visitara su pueblo. Todo un personaje, toda una personalidad.
Tras este viaje había asimismo el interés en no estar aquí el día de las Fuerzas Armadas que aquel año se celebraba en la VI Capitanía General con sede en Burgos de la que la Comunidad Autónoma Vasca dependía. La invitación le había llegado, el rey insistía en la importancia de su presencia y al Lehendakari no le apetecía lo más mínimo copresidir un acto como aquel. Se juntaban pues el hambre con las ganas de comer. Visitar a los vascos y a los países citados y tener una excusa seria para estar ausente de semejante ceremonia militar.
Y allí nos fuimos, tras todos los preparativos, empezando por Panamá del 17 al 20 de mayo de aquel año 83, siguiendo por Caracas y terminando en Bogotá. Un viaje de gran impacto político, institucional y humano. Y aunque no es el caso pormenorizarlo si decir que en Panamá estuvimos en la Isla Contadora y visitando la residencia donde se había alojado el Sha de Persia con todo su séquito cuando ningún país le daba cobijo, vimos el canal desde un helicóptero, nos recibió y le ofreció al lehendakari un almuerzo el presidente Ricardo de la Espriella, cenamos con Dña. Berta Torrijos, hermana de Omar Torrijos y directivos del Partido Revolucionario Democrático de la mano de Iñaki Martínez sobrino de Ramón Atxa que había enseñado a los panameños a degustar el marisco caribeño, estuvimos con empresarios, fuimos también donde Simón Bolívar celebró su Congreso Anfictiónico de 1826, convocando el Congreso de Panamá para aprobar los protocolos del Istmo y finalizamos la estancia panameña con una cena junto a la pequeña colectividad vasca de Panamá.
En "La Cocina Vasca" nos reunimos unas cien personas entre las que destacaban por su historia Doña Berta Conte, viuda de Germán Gil de Guardia Jaén, el cónsul panameño de Amberes que salvó la vida del lehendakari cuando éste perseguido por la Gestapo, recurrió a él. También se encontraba en el restaurante una delicada señora panameña viuda del primer Delegado del Gobierno Vasco en Panamá, el alavés Juan González de Mendoza Garayalde, una personalidad a rescatar, y la esposa de Juan Astigarrabia quien había sido consejero comunista del primer Gobierno Vasco.
El lehendakari tras diversos parlamentos agradeció a los allí presentes su participación señalando la presencia de las señoras Mendoza, Guardia y Astigarrabia y los servicios prestados por estas familias a la causa vasca.
Y como colofón Garaikoetxea les entregó varios reconocimientos. A Dña. Berta Conte una placa en plata con la siguiente dedicatoria: "A la familia de D. Germán Gil de Guardia Jaén en reconocimiento por su importante colaboración para salvar la vida de D. José Antonio de Aguirre y Lekube". En pocas palabras se concentraba lo mucho que se le debía a aquel Cónsul centroamericano que arriesgó su bienestar por ayudar al Lehendakari cuando huía de los nazis en plena Alemania.
Han pasado 31 años de aquel encuentro y, en el pasado mes de noviembre, Xabier Ormaetxea me hizo llegar la noticia de que en Panamá había salido editado un libro dedicado a la familia Aguirre y a la familia Guardia Jaén escrito por la sobrina del cónsul panameño, Gloria Guardia, novelista, narradora y ensayista panameña. La escritora es miembro de número de la Academia Panameña de la Lengua e Individuo Correspondiente de la Real Academia Española y de las Academias Colombiana y Nicaragüense. Vicepresidente del Pen Internacional escribe, da conferencias, recibe numerosos premios y en este libro "En el Corazón de la Noche" ha utilizado el libro del Lehendakari "De Gernika a Nueva York...." y los apuntes diarios y la correspondencia dirigida a su esposa, hermanos, amigos y mentores políticos del Dr. Guardia Jaén durante el periodo de 1931 a 1947 donde arriesgaron sus vidas para proteger de la persecución y la muerte a aquellos condenados por las leyes criminales del Tercer Reich y de la dictadura de Franco.
María Esther Vázquez dice que "En el corazón de la Noche" es un libro conmovedor y cautivante, el suspenso de esas vidas siempre al borde del desastre y de la muerte crean un clima donde el lector, que ve en eso seres a hermanos perdidos, siente que el aire le falta para avanzar, como al nadador lejos de la orilla le falta el aliento para seguir. Magnífica novela de la panameña Gloria Guardia, que prueba, una vez más, su talento como narradora, su maestría en el manejo del idioma y, quizá lo más importante, su fe en los valores esenciales del ser humano".
Leyendo la novela no creo que ningún jelkide, ni ningún aguirrista del PNV, supere en elogios lo que fue aquella aventura increíble del Lehendakari que todavía espera su película. No se entiende como 75 años después de aquella odisea no hayamos sido capaces, instituciones y mundo del cine, en abordar con un guión decente una historia tan apasionante en una película que fije aquellos hechos. Algo está fallando como repiten con razón Gontzal Mendibil y J.J. Bakedano clamando en el desierto...
Ojalá haya, asimismo, más gentes sensibles como el parlamentario alavés Juan Carlos Ramírez Escudero que escribió un libro notable con la historia de los últimos días de Irún y la tragedia de unos fusilamientos en una historia novelada, ”Gabarain”, que recomiendo vivamente por estar bien escrita y tener una trama de interés y muy bien llevada.
Desgraciadamente las nuevas generaciones ya no saben de estas cosas y dentro de poco no sabrán ni lo que es un libro a cuenta de tanta tableta y tanto cacharro cibernético, pero estas historias, y las hay a centenares, no se pueden perder porque son patrimonio de un pueblo y parte de su identidad. ¿O no?.
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