Telleria desmonta el título de un libro nuevo que apunta a otro soldado como el único vivo del batallón de ELA-STV
Un reportaje de Iban Gorriti
Errar es humano. No hacerlo, inhumano. Ahora bien, la falta de rigor conduce a inevitables sorpresas. Días atrás, un autor publicaba un libro bajo el siguiente título: José Moreno Torres, el último gudari del batallón San Andrés. Un sabio escribió: “Tu mejor maestro es tu último error”. Además de José Moreno, y por fortuna, vive igualmente el gudari Antonio Telleria Bilbao, también exsoldado del batallón San Andrés encuadrado dentro de las milicias de Euzko Gudarostea y quizás pueda haber alguno más. DEIA ha dado con él gracias a la colaboración de su familia, Sabino Arana Fundazioa y la sociedad Aranzadi.
Antonio Telleria Bilbao nació en la calle Erremedio de Bermeo el 18 de abril de 1918. El zapatero jubilado y exmiembro de la banda municipal local en la que tocaba el fliscornio tiene hoy 96 años y sigue viviendo en este municipio costero. Formó parte del batallón de ELA-STV que se organizó en Gernika y hasta la caída de Bilbao tuvo cuartel en Bermeo y hay datos en la sociedad Aranzadi de un Antonio Telleria, sin segundo apellido- que también militó en el batallón Arana Goiri del PNV.
El hijo del marino Laureano Telleria y Josefa Bilbao, uno de los dos varones de cinco hermanos, se alistó al batallón San Andrés cuando sus compañeros ya estaban luchando en Sollube. “Recuerdo que me alisté voluntario, me dieron un fusil y fui a incorporarme a la guerra en Sollube con el traje que llevaba puesto. Hacía un frío terrible”, explica en las cercanías de este puerto de montaña. Más adelante también combatiría en Jata.
Desde las montañas asegura que de noche presenció el fuego del bombardeo de Gernika-Lumo del 26 de abril. Cuatro días más tarde, el batallón evacuó Bermeo hacia Sollube. Tras la ocupación fascista de Bilbao el 19 de junio de 1937, Telleria pasó a Cantabria. Allí fue apresado. A día de hoy, aún lamenta el Pacto de Santoña acordado el 24 de agosto de 1937. “Los italianos no cumplieron”, manifiesta.
Su primer destino como ya preso de Franco fue la cárcel de Iruñea. Y continuaría su actuación en la guerra por Salamanca o Almendralejo (Badajoz). Recuerda que tomó parte en la Batalla del Ebro, en julio de 1938. A este nacionalista y otros republicanos los franquistas les usaban “como parapeto”, como escudos humanos.
En la contienda del Ebro le pegaron un tiro que le afectó a una pierna, herida que mantiene, y un amigo cántabro le salvó llevándole a un lugar seguro. Fueron los marroquíes afectos a los franquistas quienes le portaron en camilla hasta el punto “más lejano” de recogida de heridas. “Aquellos me llevaron al sitio más lejano, para usarme de excusa y volver a la línea de frente lo más tarde posible”, se ríe el gudari. El de Bermeo se curó en el hospital de Vinaroz y fue destinado a un cuartel de Zaragoza.
La memoria le lleva a recordar a un amigo de Donostia que perdió la vida en primera fila de fuego. “Era muy prudente y cobarde. Siempre llevaba el casco y para un día que no lo tuvo puesto le pegaron un tiro. Fue en un contraataque y el resto éramos más espabilados”, mantiene.
Otro episodio que narra a la grabadora junto a su hija Jone Miren y su nieta Ainhoa Ortube es “un hecho que se conoce muy poco y fue verdad”, enfatiza al tiempo que lo evoca: “En aquellos días de guerra hubo unas terribles inundaciones en Bermeo. A la altura de donde hoy se encuentra el bar Artza confluían los riachuelos que iban a desembocar al mar. Allí estaban resguardados o escondidos unos italianos y con las aguas murieron unos cuantos”. Telleria hace referencia a un capítulo que aconteció el 2 de mayo de 1937 y en el que hay constancia de que fallecieron varios fascistas de las Flechas Negras.
También rememora una anécdota. “Tenía un perro que se llamaba Bat que cuando llegaba la Guardia Civil o monjas a la zapatería se ponía a ladrar. No fallaba”, saca de nuevo el humor. Acabada la guerra volvió a su Bermeo natal, fue a la mili, y continuó con el oficio que había comenzado a aprender con el famoso entonces zapatero Sánchez. En esta ocasión, fue él quien abrió taller en la calle Santa María, lugar donde hoy hay una casa nueva construida. “Entonces se le conocía como Anton, zapaterue”, aporta Jone Miren, hija del matrimonio formado por Telleria y Miren Etxebarrieta, también de Bermeo.
Aquellos novios contrajeron nupcias en Santa Eufemia, en una boda oficiada a las seis de la mañana y, como era la tradición, la mujer vestida de negro. El matrimonio dio a Euskal Herria dos hijos: Jone Miren y Josu. “El padre nunca ha sido de política, nada de nada; sin embargo amuma era nacionalista... ¡Bueeeno! Y eso me lo transmitió a mí de tal manera que en los años 50 yo decía a los curas que no mintieran, que a los que ellos decían rojos no habían quemado Gernika, que lo habían bombardeado ellos... Se lo eché en cara incluso a un cura cuando fui a confesarme. Le dije: si usted es nacionalista como nosotros, ¡cómo puede decir esas cosas!. No me callaba y así me metí en más de un lío”, sonríe Jone Miren, a quien las monjas no le dejaban llamarse así, sino Juana María “e, incluso, Mari Juana”, se echa a reír.
Ahijado de Nardiz La vena nacionalista vasca también le llegaba por parte del padrino de Telleria, que fue Gonzalo Nardiz (Bermeo, 25 de noviembre de 1905-Bilbao, 2003), militante de Acción Nacionalista Vasca (ANV) desde su fundación. Fue concejal de Bermeo y consejero de Agricultura del primer gobierno autonómico vasco constituido el 7 de octubre de 1936. Durante la Guerra Civil fue comisario de Abastos y Armamento. Se exilió en Francia, aunque pasó un tiempo en México. Otro hermano de Antonio también fue soldado del Euzko Gudarostea. Jesús Telleria Bilbao, quien falleció en verano a los 93 años, perteneció a un batallón comunista. “Fue un gran deportista. Hasta los 90 años, se bañaba todos los días del año en Aritzatxu, donde daba una vuelta al peñón”, subraya la familia. Antonio mira al futuro con tranquilidad en el habla. Su guerra es hoy el Bermeo, el Athletic, la pelota y la trainera de Urdaibai. La sinrazón es pasado, aunque olvidar... no olvida.
Es un privilegio poder leer sobre los recuerdos de estos hombres sencillos y valientes que vivieron una época horrorosa.
Sus historias me recuerdan a las que contaba mi aita y a las que quizás no prestábamos la atención que merecían.
Estos recuerdos imborrables son Historia con mayúscula.
Publicado por: CAUSTICO | 01/30/2015 en 10:17 a.m.