La oratoria no es el punto fuerte de los políticos españoles,
y los ciudadanos se confiesan aburridos de sus discursos; por eso algunos se atreven con nuevos formatos y técnicas para hablar en público.
Sólo la vuelta ciclista o hacer cola en el banco aburre a los españoles más que los discursos políticos. Para la mitad de los ciudadanos, las intervenciones de los dirigentes públicos son soporíferas; mucho peores que un atasco o que comer en casa de los suegros, según constataba hace unos meses una encuesta realizada con motivo del día mundial del Sueño. No es de extrañar que los políticos busquen nuevas formas de presentar su discurso para que el ciudadano no desconecte. Hace Tres semanas, el president Artur Mas presentaba su propuesta política en un formato de conferencia, con un atril para apoyar los folios, y así lo hizo esta semana también el socialista Miguel Iceta. Unos días antes, el republicano Oriol Junqueras hizo una presentación sin papeles, introduciendo anécdotas y moviéndose por el escenario, con un micrófono de solapa. Junqueras utilizó un formato más atractivo, aunque con eso no basta para hacer eficaz un discurso. El texto tiene que estar bien estructurado, hay que hablar con ritmo, entonando, y acompañarlo con gestos. Basta echar un vistazo a los asistentes para saber si un orador está acertando con su estrategia comunicativa. Las señales no verbales que envía la platea son inequívocas, empiezan moviéndose en su asiento y terminan bostezando. Y si eso ocurre, sólo hay dos alternativas: o se levanta de nuevo el discurso, o se da por acabado.