Por José Ramón Scheifler
Los pitidos al himno o al jefe del Estado español implican el rechazo de ciertos vascos a lo que se les obliga a parecer pero, éticamente, la libertad de expresión absoluta no existe
Hasta los alcaldes de Barcelona y Bilbao han aportado ideas al debate suscitado por la final del Barça y el Athletic en el campeonato de la Copa del Rey, la sede del partido, el himno nacional español y la persona del monarca ante los posibles pitidos a estos últimos por parte de los seguidores de los dos equipos. Un "no claro a la suspensión del partido" y "no confundir las dos pasiones, la futbolística y la política". Poco antes, la candidata a la alcaldía de Madrid por el PP, Esperanza Aguirre, partidaria de suspender la final si suenan los pérfidos pitidos, había solicitado a los dos clubes que renunciaran al partido para no dar ocasión a sus seguidores de "exhibir su odio al resto de los españoles".
Con anterioridad, en las páginas de Opinión de un diario, se habían publicado dos artículos en espacios paralelos que concluían así; el de la izquierda: "conductas como la pitada al himno, en relación con el discurso del odio, en este caso al resto de los españoles, ni se pueden ni deben ser toleradas"; el de la derecha: "lo del himno y lo del Rey, no es sino una anécdota... Cuanto menos caso se les haga más indiferente. Como tantas otras cosas de la vida". El autor del primer artículo es profesor de Derecho Constitucional de la UPV; el del segundo, exrector de esa misma universidad. Aun a riesgo de complicar el debate, me animo a ofrecer mi solución. A simple vista, la más sencilla seria la supresión al menos del himno o incluso de la presencia y actuación del rey. En el campeonato de Liga y nombramiento del campeón no existe ni himno ni presencia del monarca -tampoco hay final-, con ser un campeonato más meritorio. El campeón suma sus puntos al cabo de 38 partidos: dos veces con cada uno de los demás equipos. Para llegar a finalista en el campeonato de Copa basta superar, por eliminatorias, ocho partidos, sacados al azar. De esa manera puede suceder que los mejores equipos -los primeros en la tabla de la Liga, reconocidos como tales-, pueden caer eliminados jugando entre sí; que es lo que ha sucedido esta vez y otras al Real Madrid, al Atlético, al Valencia..., mientras un mediano en la tabla como el Athletic actual ha llegado varias veces a la final, y, últimamente, tres veces con el Barça. Hay quien trata de justificar el protocolo del himno y de la presencia y entrega de la Copa por el monarca, puesto que así se la denomina actualmente y él es el jefe del Estado. En cualquier caso, el himno y la presencia del rey pertenece al protocolo de esta final y cambiarlo, para evitar unos pitidos probables dadas experiencias pasadas, sería una claudicación comprensivamente intolerable. No recuerdo si este campeonato durante el reinado de Alfonso XIII se denominaba Copa del Rey. Durante la II República, desde 1931, ciertamente no. En todo ese tiempo, las finales en que participó el Athletic no hubo, que recuerde, problema político alguno. Sí lo hubo, a raíz de ser elegido algún jugador del Athletic, reconocido como nacionalista vasco, para la selección española. La idea reinante era que debía renunciar. Pero aunque recuerdo el nombre de uno de ellos he olvidado cómo se resolvió el conflicto. Otra solución sería la propuesta por el alcalde de Barcelona: "No confundir pasiones, la futbolística y la política". En un acontecimiento futbolístico debería primar el deporte y pasar a la sombra lo político. Es evidente que jugadores o seguidores independentistas de los dos equipos tienen otros muchos campos distintos de los de fútbol para propagar las razones o motivos de sus convicciones independentistas y antimonárquicas. Pero también es verdad que no son ellos los que introducen la política en la final de la Copa. Está ahí por el protocolo del evento impuesto o aprobado por la Federación española de fútbol. En otra ocasión se introdujo la política en el fútbol. El 5 de diciembre de 1976, jugaban en Anoeta, Donostia, la Real Sociedad y el Athletic. Cuando los dos equipos salieron al campo, con sus respectivos capitanes al trente, empuñando los dos la misma ikurriña, una explosión de júbilo puso en pie a todo el graderío que aplaudía y lloraba de emoción. Fue la legalización espontánea y plebiscitaria de la ikurriña por el pueblo vasco. Los cuarenta años de represión de todo símbolo identitario de los vascos justificaron de sobra aquella intromisión de lo político en lo deportivo. Aquel partido lo ganaron los dos equipos para siempre. Al mes siguiente, enero de 1977, llegó, a remolque de lo de Anoeta, la legalización oficial de Madrid a la bandera vasca. Con razón o sin ella, el himno y el rey integran el acto de la final de la Copa, añadiéndole solemnidad estatal. Ambos clubes y respectivos equipos lo sabían desde que, una vez más, decidieron voluntariamente competir en este campeonato. Y parece ser que la sede de competición preferida era la capital del Estado. Que yo sepa, sus respectivas aficiones nunca se han opuesto a esta participación. Si no me equivoco, el Athletic lleva ganadas 24 copas. Más aún, probablemente desde su fundación, ambos clubes ingresaron en la Federación Española de Fútbol y, dentro de ella, han paseado su juego por toda la geografía del Estado español. Ni el Barca ni el Athletic limitaron su juego a Catalunya o al País Vasco. Todo ello implica un reconocimiento de hecho del Estado español actual Esto supuesto, sostengo: quien se haya jugado el tipo y la cárcel por la ikurriña durante los años más duros del franquismo, o fuera del País Vasco se haya emocionado hasta las lágrimas al escuchar el Gora ta gora Euzkadi..., el Gernikako arbola, o el Ara nun diran, jamás aprovechará un partido del Athletic en España para herir a los españoles en sentimientos tan nobles por España como los semejantes vividos y alimentados por Euzkadi. Y menos utilizando un medio tan vil. "No a los pitidos al himno ni al rey". Por coherencia, por ética: no hay libertad absoluta de expresión, no para ofender; por humanidad, por caballerosidad. No y no.
En cuanto vasco y seguidor del Athletic, de toda la vida, me avergonzaría si tal bajeza sucediese. No y no. Lo cortés no quita lo valiente. Mi cariño por el Athletic se centra en sus notas características: los límites de la cantera -Williams, de color, pero bilbaíno de nacimiento-y del presupuesto; fuera cifras exorbitantes y escandalosas. Me resulta incomprensible -quizá por estrechez de miras o por anticuado- que la población de una ciudad o región se sienta representada por individuos de cualquier parte del mundo sin el menor lazo personal con ella hasta que han sido comprados con sumas de ocho cifras, que no se pagan al mejor investigador del fármaco contra el cáncer, y que está dispuesto a marcharse en cuanto otro club le ofrezca nueve números, mientras tanta gente no tiene para comer decentemente en esa misma ciudad. Pues bien, a esas dos características, añadiría yo la caballerosidad, siempre, extendida a la afición. San Mames Barría ha conocido ya, a mi juicio, demasiadas victorias del visitante. Cuando eso sucede, mi pregunta es siempre la misma: ¿cómo se ha portado el público? Porque la tradición de San Mamés es que, si el triunfo ha sido limpio, La Catedral despide al vencedor con cerrada y larga ovación. Esa es una muestra de la caballerosidad que quiero en el Athletic. "Lo cortés no quita lo valiente". Y, por otra parte, quiero hacer constar que los pitidos al himno o al rey en la final de la Copa no tienen que "guardar una peligrosa relación con el denominado discurso del odio", "ni exhibir el odio a todos los españoles". El vasco puede sentirse y ser solo vasco; no sentirse español ni querer serlo, ni siquiera en cuanto al carné de identidad obligatorio o al pasaporte, que le catalogan como tal contra su inamovible voluntad. En las circunstancias de la final de Copa, los pitidos al himno o al jefe del Estado español, implican este rechazo de ciertos vascos a lo que se les obliga a parecer y, consecuentemente, mostrar lo que en verdad no son. Puede ser que alguien abrigue algún sentimiento de odio, pero será debido a alguna de esas ideologías negativas equivocadas y perniciosas. Puedo asegurar que se puede ser independentista vasco, también de toda la vida y considerar que el "ansia de máxima libertad y autogobierno para su pueblo" es la quinta esencia del alma vasca a millones de años luz de la cloaca del odio hacia nadie. Para él, España y los españoles, representan un país extranjero, como Francia, Alemania, Suiza, Egipto u otro, aunque más cercano que todos ellos, cuyas personas aprecia o quiere, así como también sus valores, costumbres y cultura, agradecidos siempre al país que le ha acogido, en el que ha trabajado y de cuyo pan ha comido. Se puede apreciar, admirar y querer muchas cosas de España y de los españoles, de todos los países en que se ha vivido, y desearles lo mismo que para Euzkadi; pero si he nacido vasco moriré siendo vasco en amorosa relación de fraternidad con el mundo entero. ¡Ah!, se me olvidaba: el puro si el Athletic gana la Copa.
* Profesor emérito de la Universidad de Deusto
El articulista da por hecho de que pitar al Rey y al Himno español es señal de odio hacia los españoles en general. Este no es el caso.
Uno pita al Rey porque es anacrónico hoy día que una sociedad moderna se rija por principios de braguetazos en vez de electivos.
Uno pita al Rey por que es el mas claro representante de esta España corrupta en la que la institución monárquica es activa participante.
También uno pita al himno español por que representa la imposición a los pueblos catalán y vasco a los que no se les ofrece otra salida política mas que la impuesta.
Los medios españoles al servicio de la unidad de España que no al servicio de sus lectores quieren mostrar que catalanes y vascos odiamos al pueblo español y no es cierto.
Intentemos diferenciar entre españoles de a pie y los que les representan tan mal.
Publicado por: Cangorileiro1 | 04/28/2015 en 07:01 a.m.
Cuando en los estadios españoles se pita al Athletic, se queman ikurriñas, se oye vascos h..de p.. o asesinos o simplemente se le pega un navajazo a un hincha gipuzkoano, ¿eso qué es, odio o amor fraterno?
Los intelectuales españoles son muy hipócritas y los polítiquillos son los que más nos odian.
Así que no se la cojan con con papel de fumar y si la gente chilla, pita o expresa su hastío de la única forma que conoce, a aguantarse.
Dicen que una de las razones por las que se precipitó el 23F fue el cabreo real por la pitada en la Casa de Juntas de Gernika unos días antes.
Quienes no toleran los silbidos no merecen ser escuchados.
Publicado por: CAUSTICO | 04/28/2015 en 07:44 a.m.
Como dije hace un par de años... yo no pitaría. Simplemente me levantaría y giraría dando la espalda, eso sí, en absoluto silencio. Ahora imagínense todo el estadio dando la espalda...
Publicado por: ocasional | 04/28/2015 en 09:45 a.m.
1º Esperanza Aguirre quiere expulsar a los pobres de Madrid por que "asustan" a los turistas (los del "relaxin café con leche"), muy bien, primero crean una crisis con sus robos y políticas y luego quieren expulsar a los pobres que ellos han creado, por cierto Esperanza Aguirre cada día parece mas vieja (recuerda un poco a Rosa Diaz).
2º Igual lo que habría que hacer, por parte de la afición, con F6 el preparao, es regalarle en mitad del partido una copia de "Juego de tronos".
Publicado por: jk | 04/28/2015 en 10:26 a.m.
Una puntualización: Cuando en 1976 Iribar y Kortabarría al fente de sus equipos con la Ikurriña alzada, no fué en Anoeta sino en el viejo campo de Atotxa. Estuve presente, junto con una cuadrilla, que desde Gernika animamos a ambos equipos.
Publicado por: Miguel Angel Makazaga Alberdi | 04/28/2015 en 10:47 a.m.
El hecho de que el cuadro de Picasso "El Gernika", no se haya podido exhibir nunca en Euskadi, es una muestra visible de que España no está normalizada, pese a las historias que se empeñen en contar, ahí está una muestra de que no es así (y además, como tantas otras veces en el pasado, seguramente vamos a peor).
Publicado por: jk | 04/28/2015 en 12:52 p.m.
Sr. Anasagasti...A quien lo le guste el himno que se quede en su casa. Se juega la COPA DEL REY. Y ESTE PAIS ES ESPAÑA.
Lo que se tendría que hacer es que a la mínima pitada, desalojo y se juega a puertas cerradas. Deberíamos hacer como Sarkozy que creó una ley y ahora nadie pita la Marsellesa.
Libertad de expresión? Pitar al rey? Esa es la educación que va a dar a sus nietos...venga por favor un poco de educación que somos mayorcitos para silvitidos y eso es inadmisible. La gente con clase no silva, ni abuchea... ni libertad de expresión ni nada.
Publicado por: Ana | 05/28/2015 en 12:53 p.m.