En los años 90, el reservado del hotel Landa, en Burgos, se convertía en el restaurante preferido en el que Xabier Arzalluz y Txiki Benegas zanjaban sus discrepancias y sellaban sus acuerdos con un recio menú castellano que terminaba con un chupito de licor de hierbas Benedictine. Lejos de aquel espíritu gastronómico de la transición, el encuentro entre el lehendakari Iñigo Urkullu y Pedro Sánchez simboliza la vuelta del entendimiento, eso sí, con otros protagonistas y otras circunstancias, sin el terrorismo de ETA en la trastienda, con la sensación de que el ciclo de la Constitución de 1978 está prácticamente agotado.
Como telón de fondo, vuelve la música del acuerdo entre dos tradiciones centenarias, el PNV y los socialistas, adversarios muchas veces pero que se conocen muy bien. Una dinámica de pactos iniciada ya en diputaciones y ayuntamientos vascos tras los comicios del 24 de mayo ahora puede tener su recorrido en la próxima legislatura en el Congreso de los Diputados, en donde el PSOE liderado por Pedro Sánchez busca la implicación del PNV en una mayoría política a favor de una reforma federal de la Constitución. El lehendakari Urkullu, por su parte, ya ha anticipado que vería con buenos ojos un acuerdo con el PSOE en Madrid. La nueva palabra de moda es estabilidad.
En Ajuria Enea hubiera gustado celebrar antes esta entrevista. No obstante, las bambalinas discretas han funcionado. El PSOE, tanto en la última época de Alfredo Pérez Rubalcaba como con Sánchez, ha mantenido abierta una línea de diálogo reservado con Sabin Etxea y con Andoni Ortuzar. Hay trabajo de cocina avanzado, pese a que desde las dos partes se lanzan mensajes para marcar sus respectivos territorios de partida en una negociación que encierra dificultades y desconfianzas.
Los jeltzales quieren participar en el debate de una reforma constitucional y recalcan la idea de que esa operación contemple gestos con el ‘hecho nacional vasco’. El PNV aspira a que esta reforma constitucional sea cualitativa y no una reedición cosmética del ‘café para todos’ del Estado de las Autonomías, y que entre al debate del reconocimiento del derecho a decidir vinculado a un pacto con el Estado español. Ortuzar lo resumió el pasado jueves en un curso de verano en San Sebastián cuando propuso que una futura reforma constitucional reconociera «el sujeto político vasco» dentro de un modelo de corte más confederal que federal. Su mensaje –escéptico– fue claro y pretendía evitar que se generasen excesivas expectativas.
Lealtad federal. El PSOE acota también su territorio y se opone a que esta reforma vaya a reabrir el debate sobre el principio de la soberanía española. Los socialistas desearían enfriar la vertiente más simbólica de una discusión que les provoca sus propias tensiones territoriales internas. De entrada, sostienen que a Euzkadi le interesa participar en un nuevo pacto constitucional para otros 30 años que profundice la calidad del autogobierno y que ése es el quid de la cuestión. La reforma federal de España supondría, en su opinión, un fortalecimiento del sistema político vasco en un momento clave en el que Euskadi necesita disponer de herramientas propias para hacer frente mejor a algunos peligros que se ciernen en el horizonte: el estancamiento demográfico y las sombras vulnerables de su tejido económico.
Aunque la propuesta de reforma constitucional socialista aún no está elaborada, los expertos constitucionalistas que ha propuesto este partido han publicado trabajos teóricos en los que reflexionan sobre el modelo federal y, por ejemplo, se inclinan por profundizar en la capacidad de decisión de las comunidades autónomas, en el marco de sus competencias propias, de manera que sean compatibles «el principio democrático con la lealtad federal». En este marco se insertaría la conversión definitiva del Senado en una Cámara territorial. Los mismos especialistas descartan el reconocimiento del derecho a decidir, en línea con el dictamen del Tribunal Supremo de Canadá, que no ve viable jurídicamente la secesión unilateral de la provincia de Quebec. Este tribunal, no obstante, admite para Quebec la posibilidad de una negociación constitucional en Canadá que abriera la puerta a un proceso de separación si se constata, con claridad, una amplia mayoría a favor.
España aún está lejos de la onda de Quebec. Otro asunto es la filosofía sobre el principio democrático, que liga la dinámica de mayorías –la vía de los consensos amplios– con el principio de legalidad. La apuesta que trazan PSE y PSOE reivindica que el proceso de reformas –primero de la Constitución y luego del Estatuto– blinde las competencias vascas ante la legislación básica del Estado, y contemple la implicación de las Comunidades Autónomas en la elección de magistrados del TC, y la presencia de las autonomías en la UE en defensa de sus intereses.
Derechos históricos. Los socialistas se muestran prudentes, conscientes de que el territorio de prejuicios es aún considerable. Pero estiman que la encrucijada sobre el modelo territorial exige diálogo y que no se puede enquistar el problema, a no ser que se opte por un colapso desestabilizador. Sobre todo en un contexto en el que la demanda independentista de Cataluña marca una espiral de grave tensión y va a ahondar la diferencia con el pragmatismo vasco durante 2016. Un año clave.
La negociación se antoja compleja. La propuesta sobre el ‘sujeto político’ vasco reabriría el debate sobre los derechos históricos, reconocidos en la Constitución en su Disposición Adicional Primera, que sostiene que quedan actualizados en el marco constitucional.
A su vez, el principio de la bilateralidad política que propone el PNV suscita una considerable reserva entre estos expertos constitucionalistas a los que el PSOE ha pedido una propuesta. Aflora el temor a que explicitar constitucionalmente la bilateralidad haga sencillamente inviable el funcionamiento de un Estado complejo que ya asume una asimetría puntual con el reconocimiento del Concierto vasco y del Convenio navarro. Los mismos especialistas sostienen que el consenso sobre la Disposición Adicional Primera, que reconoce los derechos históricos y su actualización, «es intocable», tanto para su ampliación como para una lectura más restrictiva.
Los nacionalistas se muestran también cautos. Primero, ven con recelos el comité de expertos designado por Pedro Sánchez. Aitor Esteban, de hecho, advirtió ayer que algunos de sus integrantes son partidarios de modificar la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional para poder recuperar los recursos previos de inconstitucionalidad contra los proyectos de estatutos de autonomía o su modificación. El PNV cree que hay algo que no encaja» entre el discurso del PSOE y «los hechos». Los jeltzales subrayan que el modelo de Estado no puede repetir los mismos errores de la generalización y la uniformización, derivados más de la interpretación constitucional posterior y de la LOAPA -la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico que pactaron en la transición UCD y PSOE-que del propio acuerdo de 1978. Y señalan que ya hay madurez para abordar una revisión que posibilite un encaje distinto de los 'hechos nacionales'.
Si en algo están de acuerdo las fuentes consultadas del PNV y del PSOE es que la evolución del Estado autonómico, con sus aspectos positivos y modernizadores, ha extendido un autogobierno “de baja calidad” que hace falta corregir con una nueva mirada. Con un nuevo pacto de Estado.
Sin puenteo. Los socialistas vascos, valedores de Sánchez en su apuesta por asentar su liderazgo, no temen que la relación directa de su candidato a presidente del Gobierno con el PNV pueda puentear al PSE-EE. «Pedro no es Zapatero”, asegura un dirigente de forma reservada, sin ocultar su resquemor por el ninguneo que sintió el PSE en la época del anterior presidente del Gobierno, que llegó a acuerdos con el PNV en el Congreso que comprometían en ocasiones a los socialistas vascos.
El secretario general del PSOE, aseguran esas fuentes, tiene “un enorme respeto” al PSE-EE. De hecho, cuenta con Patxi López en la Ejecutiva federal como secretario de Justicia y Libertades, y acaba de incorporar como coordinador electoral a un veterano como Rodolfo Ares.
El Frente Autonómico. La vuelta del pactismo permite al PSE reconstruir su identidad sobre el relato del “acuerdo entre diferentes”. Ahora bien, no son las mismas circunstancias que en los años 80 y 90; ETA ha dejado el terrorismo y Podemos emerge como un rival del PSE en la izquierda no nacionalista de cara a las próximas elecciones generales. En este panorama el PNV y los socialistas hacen de la necesidad virtud. En la memoria resuenan los ecos del Frente Autonómico de 1977 en el que los dos partidos, junto con ESEI, pilotaron una coalición autonomista para el Senado.
Los protagonistas han cambiado desde entonces. Cuando Idoia Mendia se afilió al PSE corría el año 93. En el 98, el PSE liderado por Nicolás Redondo -con Mendia en su Ejecutiva-decidía la salida de los tres consejeros socialistas Rosa Diez, José Antonio Maturana y Francisco Egea del Gobierno Ardanza. Lo hizo por la deriva soberanista del PNV y en contra de la opinión de algunos socialistas históricos como Felipe González, que se reunió en secreto con Xabier Arzalluz e Iñaki Anasagasti para intentar no romper todos los puentes. El servicio de inteligencia había informado al Gobierno del PP y al PSOE sobre los movimientos secretos del PNV en aras a buscar un pacto soberanista.
La ruptura de aquella coalición dio lugar a una radicalización de la política vasca. Los puentes entre nacionalistas y no nacionalistas -el Pacto de Ajuria Enea fue el mejor exponente- se fueron quebrando, el enfrenamiento entre nacionalistas y no nacionalistas se endureció y ETA aumentó su presión terrorista hacia los sectores más críticos con el Pacto de Lizarra. La llegada del Lehendakari Ibarretxe embarcó al PNV en el proyecto de nuevo Estatuto de libre asociación, cuya admisión a trámite fue rechazada por el Congreso de Diputados. El corolario fue la elección del socialista Patxi López como lehendakari con el apoyo del PP.
Sin embargo, la llegada de la era Urkullu marca un punto de inflexión. El lehendakari ha apostado por los acuerdos con el PSOE y por una dinámica de amplios consensos para impulsar reformas estructurales. La relación nacionalista con el Ejecutivo del PP ha tocado fondo y los nuevos partidos emergentes –Ciudadanos y Podemos- son vistos con desconfianza desde el PNV, que vuelve la mirada hacia la «política seria de los «partidos clásicos».
Lo plurinacional resbaladizo. Las líneas rojas del PSE se centran en el rechazo al derecho a decidir entendido como derecho unilateral de autodeterminación. Fuentes socialistas recalcan que para Pedro Sánchez tampoco resulta una prioridad el reconocimiento de una realidad plurinacional en España. «Mantendrá un perfil bajo en este asunto», aprecian. Sobre todo cuando acaba de reivindicar el patriotismo constitucional y se ha envuelto en la bandera de España. Tampoco entre los expertos constitucionalistas del PSOE se ve factible el “federalismo plurinacional' en la medida en la que, a juicio de algunos de ellos, puede fijar dos categorías en el diseño territorial: las naciones (Euzkadi, Cataluña y Galicia) y las otras comunidades. Otra cuestión es cómo encauzar con flexibilidad el debate simbólico de la diversidad, cuando la propia Constitución admite la existencia de nacionalidades y de regiones. O como interpretar la capacidad de decisión sujeta a una serie de límites. El PSOE andaluz ya ha marcado su terreno de juego al advertir que no aceptará “dos velocidades” que discriminen a unas comunidades y beneficien a otras. Todo un aviso para navegantes que inquieta en el PSOE.
“Desarme inútil”. El otro capítulo que deberá ser abordado en Ajuria Enea es la gestión del final de ETA. PSOE y PNV mantienen una fluida relación sobre la reinserción y la conveniencia de una nueva política penitenciaria. No obstante, el PSOE empieza a discrepar, al menos en privado, de la estrategia del Gobierno Vasco para pedir el desarme de ETA. “El debate sobre el desarme no sirve para nada, hay que exigir la disolución”, asegura una fuente socialista autorizada, que insiste en el riesgo de enredo que supone alentar esta discusión.
Emprendamos jubilosos y cogidos de la mano el camino hacia ninguna parte.
Repitamos la historia, recordemos a Benegas y su deriva de ir detrás de la pancarta de autodeterminación a estar en las cloacas del estado.
Confiemos en Felipe, digo en Pedro.
Publicado por: CAUSTICO | 07/30/2015 en 08:05 a.m.