HISTORIAS DE LOS VASCOS
JOSEBA ELOSEGI, CENTENARIO DE UN ABERTZALE IRREDUCTIBLE
Joseba Elosegi llevó ante los ojos del dictador Francisco Franco el fuego con el que los fascistas destruyeron Gernika durante la guerra civil. Fue un acto más de rebeldía de un hombre que se marcó como meta vivir y morir por algo: su Patria
Un reportaje de Luis de Guezala
Fotos de Sabino Arana Fundazioa
El 6 de diciembre se cumplieron cien años del nacimiento en Donostia, el 6 de diciembre de 1915, de Joseba Elosegi. Como le ocurrió a tantos jóvenes de su generación su vida se vio truncada por el estallido de la Guerra Civil tras fracasar el intento de golpe de Estado que tuvo lugar entre el 17 y el 18 de julio de 1936. Ese mismo día se presentó voluntario para combatir frente a los militares sublevados y comenzó una larga lucha en la que se distinguió ya desde los primeros momentos, suponiendo su destacada actuación en los combates que tuvieron lugar en Asteasu su ascenso a teniente de gudaris.
Tras la ocupación de la mayor parte de Gipuzkoa por los rebeldes pasó a ser uno de los oficiales del batallón Saseta organizado en Bermeo y compuesto en su mayoría por gudaris procedentes de la parte oriental de Gipuzkoa. Sus compañías estuvieron repartidas en diferentes frentes. Parte de la unidad tuvo como cuartel el convento de los Agustinos en Gernika y allí le sorprendió a Joseba Elosegi el bombardeo de esta localidad, que le marcaría, como a todos los que lo sobrevivieron, profundamente.
Tras el final de la guerra en territorio vasco fue uno más de los miles de gudaris capturados en Cantabria. Juzgado en la prisión de El Dueso por la justicia inversa franquista por el delito de “adhesión a la rebelión”, fue condenado a muerte. Trasladado a la cárcel bilbaína de Larrinaga, esta sentencia no llegaría a ejecutarse ya que el 20 de enero de 1938 resultó canjeado. No buscó su seguridad una vez libre sino que, a través de Francia, pasó a Catalunya para continuar la lucha, como capitán de unidades del ejército republicano. Su participación en las cruentas batallas que se dieron en la campaña del Ebro le valió el ascenso a comandante. El 10 de febrero de 1939 volvió a cruzar la frontera con Francia con los restos del ejército republicano derrotado.
Se puso a disposición del Gobierno vasco en el exilio en Iparralde, y allí le sorprendió el estallido de la II Guerra Mundial. Una vez más se presentó voluntario para combatir el fascismo procurando alistarse en el ejército francés, pero tanto él como otros gudaris fueron rechazados por su condición de extranjeros. Tras la derrota francesa en 1940 el lehendakari Aguirre le encomendó trasladarse a la zona francesa bajo directa ocupación alemana para organizar los servicios de inteligencia contra el ejército ocupante. Tras una detención pasó a colaborar con Pepe Mitxelena en la organización de la Red, dedicada a facilitar la evasión de Francia de aviadores aliados abatidos sobre su territorio. En esta tarea llegó a participar en 44 pasos clandestinos de la muga, salvando así muchas vidas.
Tras el final de la II Guerra Mundial y el abandono progresivo de los Aliados a las demandas vascas de libertad frente a la dictadura franquista Joseba Elosegi regresó a Hegoalde para luchar en la resistencia antifranquista. El 18 de julio de 1946 colocó una ikurriña en el pararrayos de la catedral del Buen Pastor de Donostia resultando detenido. Pudo recobrar la libertad engañando a las autoridades al identificarse como un hermano suyo que había hecho la guerra en el bando franquista. Se trasladó a Barcelona en 1947 donde, en colaboración con nacionalistas catalanes, continuó desarrollando actividades de resistencia hasta ser detenido, una vez más un 18 de julio, en 1950. Tras seis meses en la cárcel de Martutene recobró nuevamente la libertad.
Nunca dejó de combatir a la dictadura y su acción en esta lucha que tuvo más repercusión ocurrió con motivo de una visita del dictador a territorio vasco. El 18 de septiembre de 1970 Francisco Franco acudió al frontón de Anoeta en Donostia a participar en la inauguración de los mundiales de pelota vasca, circunstancia que Joseba Elosegi aprovechó para rociarse con alcohol y prenderse fuego lanzándose en llamas ante la tribuna en la que estaba Franco gritando Gora Euzkadi Askatuta! Y Gernika, Gernika! Era el último rescoldo de aquel bombardeo que iluminaba así a uno de sus principales responsables.
17 DÍAS EN COMA Con graves contusiones y quemaduras el comandante de gudaris fue detenido y trasladado al Hospital Provincial, permaneciendo allí en coma diecisiete días. Tras una convalecencia de cuatro meses fue trasladado al Hospital Penitenciario de Yeserías, donde pasó cuatro meses más. Recuperado de sus heridas fue ingresado en la cárcel de Carabanchel. Otro 18 de julio fue trasladado a la cárcel de Palencia, de donde se le puso en libertad el 12 de octubre de 1973. Casi se podría decir que sus carceleros tuvieron siempre en cuenta las efemérides más señaladas, desde el día del Alzamiento al de la Raza o la Hispanidad.
En 1971 se publicaron sus memorias con un expresivo título que explicaba el porqué de su sacrificio: Quiero morir por algo. Que comenzaba también con una expresiva frase: “Gernikako sua eraman nahi dut, haren erretzailearen begietaraino”. (Quiero llevar el fuego de Gernika a los ojos de su incendiario). Los breves títulos de sus capítulos revelaban, aparte del contenido de la obra, una gran claridad expositiva: Camino de mi hora. El fuego de Gernika. Españolizarnos antes que educarnos. El fuego de la improvisación. Un clero para la guerra. El Pasado, caudal de enseñanza. El fuego de la mentira. La Honradez, riqueza del pobre. El vencedor siempre es juez. Ilusiones y desengaños. La mentira y la opresión se hacen viejas.
Tras la muerte del dictador, Joseba Elosegi se dedicó a conseguir la libertad para sus antiguos compañeros de prisión, como miembro activo de las Gestoras Pro-Amnistía hasta la liberación de todos los presos políticos en octubre de 1977. Propuso, como la mayoría de sus componentes, que, ya que no quedaban presos políticos, se disolvieran las Gestoras, pero algunos se opusieron. Desde entonces recordaba que databa su oposición a la “instrumentalización de desgracias ajenas con fines partidistas y revolucionarios”. Fue elegido senador por la candidatura de EAJ/PNV en 1979, 1982 y 1986. No acomodado a esta nueva situación institucional mantuvo su carácter indomable toda su vida. Precursor del actual movimiento de reivindicación de la memoria histórica, hizo justicia con una enseña de gudaris, la ikurriña del batallón Itxarkundia, cautiva y expuesta en el Museo del Ejército (franquista y el que le sucedió) en Madrid. Expuesta en un sector definido como de enseñas del bando republicano durante la guerra de liberación, Elosegi la liberó sustrayéndola de aquel lugar ignominioso.
Su condición de senador electo hizo que fuera necesario por parte del juez que se ocupó de este delito presentar un suplicatorio al Senado que sería denegado por la comisión correspondiente de este parlamento, por lo que finalmente no pudo ser juzgado.
Le tocó vivir al final de su vida la difícil experiencia de la escisión en EAJ/PNV que daría lugar a la constitución de Eusko Alkartasuna, partido político del que pasó a formar parte. Falleció, ahora hace poco más de 25 años, el 4 de noviembre de 1990. En una entrevista que le habían realizado algunos años antes para la revista Euzkadi, dos palabras suyas sirvieron para el titular y fueron un buen resumen de su personalidad y de la del nacionalismo vasco al que dedicó su vida: “Somos irreductibles”.
Nos dejó, aparte de un gran ejemplo, de toda una vida, buenos consejos, como los que escribió para concluir su libro Quiero morir por algo:
Lucha cada día en busca de la libertad. La tuya y la de tu Pueblo: que imperialismos de todos los colores - más o menos disfrazados - han tratado, tratan y seguirán tratando de sojuzgar o absorber.
Siempre encontrarás el camino. Y en el camino a muchos otros que -dejando de lado secundarias diferencias- marcharán contigo por la senda que lleva a vivir en el respeto al hombre, en el amor al Pueblo en que naciste y trabajas, en la tolerancia y la fraternidad.
Todos los años reverdece…
Como escribiera George Steer a sus compañeros de armas inmolados en la batalla de Artxanda, en junio de 1937: Mientras el laurel brote de la tierra generosa, habrá hojas con que coronar a tu memoria. Joseba Elosegi, Héroe, yo te saludo. Agur eta ohore.
Fue un auténtico "subidón" emocional el acto de Elosegi.Todos quisiéramos haber estado allí para ver la cara de susto del asesino Franco.
Publicado por: CAUSTICO | 12/31/2015 en 07:45 a.m.
Se roció con alcohol y se pegó fuego y resulta que nos dejó "un buen ejemplo". Un buen ejemplo para vulgares fanáticos.
Publicado por: Ramon | 12/31/2015 en 10:00 a.m.
Ramón, la pena es que no se pegó fuego el asesino Franco, pero igual se meó en los pantalones ese día.
Joseba era un valiente y tú un vulgar fanático del fundamentalismo ejjjpañol neofranquista.
Publicado por: CAUSTICO | 01/02/2016 en 10:58 a.m.