Manuel de Irujo, el mozo navarro, era todo un personaje. Diputado, ministro, navarro hasta las cachas, fue esa clase de hombre que no deja indiferente a nadie. Su físico, su voz, su oratoria, su humanismo, su sentido del humor, sus expresiones hacían de él, sobre todo para un joven, el arquetipo del político a tiempo completo que encandilaba hasta por la forma de dar la mano.
Irujo había tenido dos hermanos en Caracas, Eusebio y José Ignacio, y cada cierto tiempo les visitaba. Una vez vino por allí y quiso mantener una reunión con los jóvenes. Previamente, al ir a la Universidad, se me paró el coche en una autopista. Era un Ford Cónsul inglés al que en el Centro Vasco de Caracas le llamaban el Apolo. Se lo había comprado a una tía mía y cuando pasaba de 70 a 80 kms por hora vibraba hasta el volante, como la nave Apolo, al entrar en la atmósfera. Total, que dejé el Apolo en la autopista, en mitad de ella, y me fui al Centro Vasco a la reunión con Irujo. Para mí, en ese momento, era más importante hablar con Don Manuel que mi viejo cacharro. Cuando terminé el encuentro volví a la autopista pensando que la grúa se habría llevado el coche. Pues no. Allí estaba como un monumento pidiendo a gritos que lo sacasen de en medio. Con mi amigo, Lacasa, y con una batería nueva, sacamos el artilugio.
Posteriormente trabé una estrecha relación con Irujo y así como con Rezola tengo la correspondencia que editó, con Irujo tengo cartas y más cartas pues la "enfermedad" de esta generación era la correspondencia. Creo que se podría reescribir la historia de estos años al minuto en virtud de los miles de papeles que por cualquier cosa remitían a todo el mundo. Ellos eran líderes democráticos y en democracia lo que impera es la palabra y la letra, y ellos estaban en la vanguardia de la misma. Con una máquina de escribir, dominaban al mundo.
Irujo escribía unas muy bellas y oportunas colaboraciones para Radio Euzkadi con su nombre y apellido y con el seudónimo de Lizarraga, habida cuenta que era de Estella. Y colaboraba mucho comentando, noticias de prensa, polemizando con navarros del régimen, destacando hechos históricos, proclamando que todas las libertades eran solidarias, difundiendo la idea europea, ensalzando el Gobierno Vasco en el exilio, en fin, divulgando en clave positiva todo lo que podía ser interesante para un medio como aquel. Irujo fue, por tanto, uno de los mejores colaboradores de la Txalupa.
Pero no solo escribía, sino, cuando venía por Venezuela, lo llevábamos a los estudios y le hacíamos grabar sus propias charlas. Todo un lujo. Tras su fallecimiento lo que pude encontrar de ésta época lo editamos y ahí se puede ver el amplio abanico de lo que tocaba semanalmente Lizarraga.
Así las cosas, estando ya Franco en las últimas, propuse al Grupo EGI el que para celebrar con redoble de tambores el Aberri Eguna del año 74 invitásemos a Don Manuel a visitar Venezuela. Se aprobó y con Perú Ajuria de secretario le recibimos por todo lo alto y lo movimos con las autoridades de todos los cuerpos, con los medios de comunicación y con el Centro Vasco. Fue un viaje magnífico donde el viejo león pudo sacar sus garras y demostrar lo que era un político en estado puro. Aquello para mí fue inolvidable.
Muerto Franco y comenzando a regresar del exilio las viejas figuras de la República comentamos en el E.B.B. que Don Manuel no podía volver un buen día sin más y habida cuenta que la Asamblea de salida del PNV se iba a producir en Iruña, lo que sería conveniente era alquilar un avioncito y hacerlo aterrizar en el aeropuerto de Pamplona al comienzo de la Asamblea.
Cuando se lo propusimos a Don Manuel nos torció la nariz. Aquello no le parecía serio, pero, como hombre disciplinado, accedió. Y en marzo de 1977 salió del aeropuerto de Biarritz, para, con escala en Hondarribi, aterrizar en Noain. Al salir dijo aquella bella frase: ''Cuarenta años de exilio, os contemplan",
A partir de entonces lo movimos a modo. En momentos en los que pocos sabían hablar en público, Don Manuel, con toda su dignidad histórica, era una mina. Convocadas las elecciones de junio de 1977 organizamos una candidatura para el Senado con el Partido Socialista y con ESEI. De esta forma salió elegido en Navarra senador y era tanto su carisma y sus buenas formas que le dieron el Premio Naranja.
Cuando abrimos la campaña por el Estatuto Vasco él y la Pasionaria dieron un mitin en la Casilla de Bilbao que marcó toda una época.
Un mal día Don Manuel se nos murió. Su funeral y entierro fueron multitudinarios. El sacerdote en la homilía dijo que, "hombres así justifican una generación". Y tenía razón porque su fallecimiento fue todo un impacto donde se destacó la pluralidad de sus afectos y apoyos.
Posteriormente, y siendo Juan Alberto Belloch ministro, le pedimos se hiciera justicia histórica con el ex-ministro Irujo y encargara y colocara en sitio preferente un cuadro del líder navarro. Nos hizo caso y Don Manuel cuelga de una de las paredes del Ministerio de Justicia.
Por todo esto deseo abrir esta parte dedicada a las gentes que conocieron a Rezola y colaboraron con la Txalupa con el trabajo que nos remitió nada más fallecer "su amigo Joseba" como tituló el trabajo. Lo editamos en aquel Gudari clandestino y queda para el recuerdo de una generación irrepetible.
Escribió así:
Era un día de primavera de 1931. El teléfono me ponía en contacto con Ordizia. Joseba Rezola, joven abogado, me llamaba para decirme en sustancia que el 12 de abril iban a reñirse unas elecciones municipales que, además de su interés general, entrañaban gran trascendencia en aquella localidad guipuzcoana. Hecho el cómputo del cuerpo electoral, resultaba que decidían la suerte del día los navarros allí residentes. Era preciso que yo, personalmente, acudiera al mitin que debiera tener lugar en fecha determinada, invitando de manera singular a los navarros a acudir al mismo. Así fue concertado. ¿Quién era capaz de decirle que no a José? Se celebró el mitin. Los navarros votaron la candidatura nacionalista vasca, que triunfó espléndidamente. Las elecciones habían de producir el derrumbamiento de la Monarquía y la proclamación de la República. Este hecho me relacionó con Ordizia y personalmente con Rezola, con mayor intensidad que antes de producirse.
Se repitió años después, aunque con diversa fisonomía. Fue organizado un acto en Ordizia y designados tres oradores para cubrir la tribuna. Solamente uno de ellos -el Sr. Leizaola, el actual Presidente de Euzkadi- se presentó en la plaza, repleta de público. Mientras el Sr. Leizaola llenaba la cabeza de sus oyentes con estadísticas, Joseba se fue al teléfono y me llamó. Era preciso que. dejándolo todo, tomara el camino de Ordizia. Y así lo hice. Con todo, el señor Leizaola hubo de prolongar su intervención durante hora y media. Cuando llegué, al acercarme a él. Leizaola me dijo: "Ya me alegro de que hayas llegado al fin: yo los estaba durmiendo a fuerza de estadísticas". Me hizo mucha gracia el comentario y comencé haciéndolo público. Todos los dormidos se despertaron con la clamorosa carcajada. Durante muchos años, Joseba solía recordarme la anécdota cuando nos encontrábamos.
Aquellos días de Donostia que se sucedieron al 18 de julio de 1936 -los peores de mi vida- mantuve frecuente contacto con Rezola, destacado en el Comisariado de Defensa. Mientras hubo teléfono lo utilizaba yo para hablar con Vallespín, el teniente Coronel Jefe de los Cuarteles de Loyola. José me solía recordar cuando Je decía a Vallespín "que le huele a usted la cabeza a pólvora". Al quedar inutilizado el teléfono hubo que enfrentarse con los sitiados cara a cara. Lo hicimos personalmente los diputados. Cuando salía para una de aquellas entrevistas que dieron como resultado la rendición de los cuarteles. José me advirtió: "No quedan más que dos cajas de munición en el depósito".
El curso de la guerra nos separó. Rezola fue Secretario de Defensa, realizando, junto a José Antonio Aguirre, una labor callada, silenciosa y eficaz. Como resultado de la Rendición de Santoña fue a la cárcel. Condenado a muerte y conmutada la pena, aprovechando la incidencia de un viaje escapó de entre las manos de la guardia civil. De la prisión sacó su cuerpo enfermo. El año 1969, mediante una aplicación eléctrica instalada para reforzar su corazón mejoró extraordinariamente. Una peritonitis ha puesto fin a sus días.
Rezola era trabajador, constante, tenaz hasta lo inverosímil, vivía para su cargo y para las funciones inherentes al mismo. Al fallecer Landaburu fue nombrado Consejero y Vicepresidente del Gobierno de Euzkadi. Su radio de acción tenía penetraciones insospechadas. Las relaciones mantenidas en tiempos anteriores como Secretario del Partido Nacionalista Vasco y como Presidente de Sabindiar Batza no las abandonó jamás. A ellas unía la espléndida colaboración de sus familiares y amigos. Era difícil que un hecho de algún interés pudiera suceder sin que sus diversas cadenas de información lo acusaran. Fue el alma de Radio Euzkadi en sus dos épocas y Radio Euzkadi lo ha agradecido en emisiones que comenzaron la noche misma de su muerte, calificadas de extraordinarias por muchos oyentes.
Mi confianza personal con Rezola me daba un cierto derecho a la broma y al insulto. El último día en que cené en su casa, en septiembre u octubre pasado, al tratar de uno de los temas fuimos a parar en la conversación a la frontera de malhechores, asegurándome él formalmente que se había novelado mucho a cuenta de las barbaridades cometidas en el pasado por guipuzcoanos y navarros, pero que no eran más suaves las represalias de los de la Barranca y la Burunda que los de Ordizia, Lazkano y Ataun. Porque Rezola, con todo lo que trabajaba, tenía tiempo para leer y estar al día. Y lo que nos refería era producto de sus últimas lecturas. No conocía el descanso.
El sacrificio de su salud negó a Joseba sucesión de su carne y de su sangre. Fue un duro calvario que se añadió a otros muchos. Pero la verdad es que tuvo el coraje de superarlo volcándose en el trabajo por los demás. Yo que he visto lo que ha sido capaz de hacer, de trabajar, en un solo día, me maravillaba de cómo les hacía durar a las horas. De cuerpo enfermo y alma fervorosa, Joseba era un hombre de actividad asombrosa. Su mujer, aurora, ángel de Dios que velaba sus días, sabe bien de qué era capaz Joseba en orden al trabajo, a la asiduidad, al esfuerzo ordenado, metódico y constante.
El Gobierno pierde en Rezola un miembro preeminente, el P.N.V. deja de disponer de uno de los afiliados que más y mejor le han servido, Euzkadi ve desaparecer un hijo predilecto que tanto le supo amar. Los que tuvimos fortuna de disfrutar de su amistad, con las flores de nuestro cariño elevamos a Dios una oración por el eterno descanso de su alma. Goyan Bego.
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