En el curso de la presente publicación ha quedado demostrado que los bombardeos de los días 25 y 26 de setiembre y 21 de octubre de 1936 sobre la población civil de Bilbao y la zona internacional de Las Arenas, fueron consumados por personal alemán y utilizando material de fabricación alemana.
Ya nadie duda en el mundo que todo el material aéreo que utilizan los rebeldes es de procedencia italiana o alemana. Pero Euskadi puede demostrar con hechos y documentos incontrovertibles la afirmación de que todo el material y personal de aviación que actúa en nuestros frentes y contra las poblaciones civiles es de origen alemán. A costa de sufrir criminales atentados y de pagar el tributo dolorosísimo de su propia sangre. Euskadi ofrece al mundo la prueba de la inicua invasión de su suelo patrio por gentes venidas de Alemania con instrumentos de desolación y de muerte.
De un tiempo a esta parte son frecuentes las incursiones por nuestro cielo de estos piratas del aire que matan porque cobran, y que asolan y destruyen para robar; para robarnos las riquezas de nuestro suelo, de nuestra economía, de nuestro progreso industrial, fruto de nuestro esfuerzo financiero y de nuestro trabajo: para robarnos el tesoro inapreciable de nuestra libertad.
La prueba que vamos a brindar, y que va dirigida de un modo especial al Comité de No Intervención, fue puesta en nuestras manos por los propios alemanes el día 4 de enero de 1937. Ese día vinieron los alemanes a bombardear Bilbao. Ese día y el anterior y otros muchos más después. Pero el día 4 de enero dejaron en nuestro poder pruebas abundantes, testimonios fehacientes, vivos, de su intervención criminal.
Uno de los trimotores de bombardeo que volaba sobre Bilbao fue derribado por los aviones de defensa de Bilbao, comprobándose que tanto el aparato como la tripulación eran alemanes.
Los periódicos de Bilbao han relatado con todo detalle aquel suceso. Vamos a ofrecer un resumen de aquellas informaciones:
"Poco después de las tres de la tarde —escribía Euzkadi— sonaron las sirenas instaladas en Bilbao y en las márgenes de la ría con el toque preventivo de alarma, indicando que en el límite de Vizcaya habían entrado aviones enemigos. Cursado el oportuno aviso, se elevaron ocho aviones "cazas" que evolucionaron en vuelo de defensa sobre Bilbao. A los diez minutos se observó en los aparatos leales un movimiento extraño. Los aviones se alejaban en dirección al mar y regresaban poco después a una gran altura.
En este momento, tres y cuarto de la tarde, sobre la villa se divisaron nueve aparatos enemigos. A juzgar por su gran porte, parecían de los llamados de bombardeo; poco después ojos escrutadores del horizonte señalaban a un costado de los citados aparatos rebeldes otra escuadrilla de doce aparatos, cuyas líneas más ligeras y su vuelo más rápido denunciaron sus características: aparatos de caza.
No se amilanaron nuestros "cazas" por la presencia del enemigo y salieron a su paso con objeto de que aquéllos no dejaran caer su mortífera carga sobre Bilbao. El empuje valeroso de nuestros aviones hizo abandonar la formación que traían los enemigos; esto ya era algo para comenzar a combatir. Acto seguido nuestros antiaéreos disparaban contra los aviones enemigos, bien que teniendo cuidado de que éstos se encontraran aislados, con objeto de no tocar a nuestros "cazas".
Sobre las calles bilbaínas no transitaba en este momento nadie; se hallaban desiertas, siguiendo las órdenes emanadas de la autoridad, que quiere evitar víctimas inútiles.
Bilbao daba la sensación de hallarse artillado magníficamente. De todas partes surgen cañones antiaéreos que hostilizan al enemigo, de suyo amenazado por nuestros aviones. Los zig-zag en el aire llevan una música trágica de ametralladoras."
Los ocho aparatos de caza leales habían de presentar una desigual pelea —decía Tierra Vasca—, pero no dudaron un solo instante y con una gran pericia y un gran valor desplegaron en línea de combate, enfrentándose con los enemigos.
Nuestro cielo pudo ser pronto escenario de una lucha épica. Los treinta y dos aparatos que se cernían sobre la capital en duelo a muerte, se confundieron entre sí zigzagueando en su vuelo para hallar la ocasión propia de abatir al enemigo. Las ametralladoras funcionaban constantemente y su tableteo, unido a la detonación de las bombas que los aparatos de bombardeo adversarios descargaban para librar su peso y el ruido de los motores percibido esporádicamente en su intensidad, prestaba al cuadro una emotividad y belleza inigualables.
Al presenciarlo casi nos olvidábamos del peligro que con nosotros corría el pacífico vecindario que se hallaba refugiado en los lugares de mayor seguridad.
Seguíamos la lucha sugestionados no sólo por el espectáculo que se nos deparaba, y en el cual el peligro era un incentivo más, sino por la valentía, por el heroísmo de que daban muestras en el combate nuestros bravos aviadores.
La pelea que sobre nosotros se sostenía entablada con gran fiereza en una acometividad constante de unos aviones contra otros, pronto tuvo consecuencias. Uno de nuestros "cazas", pilotado por un experto aviador, sembraba el pánico entre sus adversarios, volando entre ellos con gran pericia y ametrallándoles de forma constante. En magnífica acrobacia aérea se colocó remontándose encima de tres aparatos de caza adversarios que daban escolta a un trimotor de bombardeo.
Con rapidez vertiginosa, cual si hubiera entrado en barrena, el "caza" leal se lanzó vertical-mente sobre el grupo enemigo, haciendo funcionar sus ametralladoras.
El trimotor de bombardeo aparecía a los pocos instantes alcanzado por el fuego de una de las ametralladoras, envuelto en llamas.
En seguida se vio que dos de sus tripulantes se lanzaban al espacio provistos de paracaídas y que comenzaba el descenso pausadamente al abrirse aquéllos.
En tanto el trimotor, en el que hacía presa con furor la llama de fuego que lo devoraba, entró en barrena, cayendo pesadamente al suelo.
El aparato vino a caer en el monte Arraiz, en las proximidades del caserío "Arana", por el lado de Alonsótegui, poniendo fin una gran explosión, seguida de una fuerte humareda, a sus hazañas aéreas.
Dentro, dos de sus tripulantes, que sin duda no tuvieron tiempo o no se atrevieron a lanzarse en el paracaídas, aparecían carbonizados completamente.
LOS TRIPULANTES DEL TRIMOTOR ERAN ALEMANES
Uno de los dos tripulantes del trimotor lanzados en el paracaídas vino a posarse no muy distante del lugar en que había caído el aparato.
Cerca de Torre-Urízar y a espaldas del grupo de casas baratas que dan nombre al barrio, a unos cien metros en la iniciación de la subida al Pagasarri, encontró la muerte.
Por la documentación que se halló al cadáver, se supo que se llamaba Adolf Herrmann, de nacionalidad alemana, profesión montador, natural de Geisenkirchen, de veinticuatro años de edad y domiciliado en Berlín.
El piloto muerto, Adolf Herrmann, llevaba además en sus bolsillos una documentación muy interesante, que denotaba no solamente su nacionalidad, tiempo de residencia en España, etc., sino otros muy curiosos detalles.
En el carnet alemán de identidad se hace constar, además de su categoría de alférez de la aviación alemana, la fecha de su nacimiento: 14 de diciembre de 1912.
En dicho carnet, visado en Berlín y firmado por las autoridades del Reich, aparece también en sello la techa de su arribo a Sevilla: 14 de noviembre de 1936.
Una factura del Hotel Pasaje, de Salamanca, donde sin duda estuvo hospedado y que aparece atravesada, como el resto de su documentación, por alguno de los disparos que le alcanzaron durante su vuelo.
Llevaba también una factura de la Casa Moneo e Hijo (S. A.), de Salamanca, por un total de 23 pesetas, por tubos de chapa con destino al avión.
Un vale de gasolina, redactado en italiano y fechado en Sevilla, por 2.284 litros con destino al aparato Junker, núm. 25.147, que es el trimotor que tripulaba y cuyo documento lleva la fecha del 15 de noviembre del pasado año.
Otra factura con recibí por 40 pesetas de la Casa Pedro Roldan, establecida en la Plaza del Pan, núm. 3, de Sevilla, y cuya Casa, según leímos en el membrete, se dedica a la confección de ropas para caballero y que lleva fecha 23 de noviembre de 1936.
Una tarjeta postal en blanco, en la que aparece el barrio de Triana de Sevilla.
Unas cuantas fotografías de grupos familiares, en los cuales aparece el piloto muerto.
Un cuaderno de anotaciones técnicas y fechas de sus vuelos redactado en alemán.
Una cartera de piel con algunos documentos y cartas familiares y personales de escasa importancia y, finalmente, un carnet militar del ejército del Sur, con la fotografía del piloto sacada en Sevilla, y que dice literalmente lo que sigue:
"UNIDAD-GRUPO DE COMBATE
Al portador de este carnet, Adolf Herrmann, alférez de Aviación. Se autoriza la libre circulación por todo el territorio ocupado por el ejército nacional.
Se ruega a todas las autoridades civiles y militares le presten toda clase de facilidades, manifestándose al mismo tiempo que dicho señor está autorizado a llevar armas.
De orden de S.E.—EI teniente coronel de E. M. (ilegible)."
El otro paracaidista lanzado desde el trimotor incendiado, a impulsos del viento, fue desviándose en otra dirección y fue a caer en las proximidades de Enécuri.
Al llegar al suelo sano y salvo y ver que se le acercaban distintas personas que habían presenciado su descenso, empuñó una pistola de que era portador y atrincherándose en un desnivel del terreno intentó hacerse fuerte, ofreciendo resistencia.
Sin embargo, y sin que su osadía pudiera causar víctimas, se le hizo prisionero.
Es un joven alemán, rubio, de amplio pelo y pequeños ojos de verdes pupilas, de veintiún años, soltero, llamado Karl Gustav Schmidt.
Es natural de Rostock (Mecklenburg). Llegó a Sevilla a fines de setiembre del año 1936. Hizo el viaje desde Hamburgo en un buque de guerra alemán; su oficio es de radiotelegrafista de Aviación. De Sevilla fue trasladado a Salamanca, Burgos y Vitoria, actuando en repetidos vuelos aéreos. Ha volado dos veces sobre Bilbao. En la conversación mantenida con él, en la que facilitó los datos que vamos consignando, nos dijo, además, que había venido a España por habérselo ordenado la Asociación nazista a que pertenece en Alemania, porque era preciso ayudar al ejército fascista que acaudilla el ex general Franco. Se les había hecho creer, a él y a los que vinieron con él, que era necesario auxiliar al ejército faccioso para librar a España de una dominación soviética. Al llegar aquí advirtió que no era cierto lo que se le había asegurado en Alemania. Esta manifestación la hizo Schmidt con toda espontaneidad, como afirmó también que no podía formular queja alguna del trato que como prisionero se le daba en Bilbao.
A impulsos de la ira producida por el bombardeo, de que se había pretendido hacer víctima a Bilbao, no faltó en el valle de Asúa quien pretendiera que el aviador Schmidt debía ser fusilado en el acto. Uno de los que protegió, pistola en mano, al paracaidista fue, precisamente, un aviador leal que poco antes había tomado tierra con su aparato, víctima de la metralla alemana.
El trimotor alemán junker de bombardeo derribado quedó, al caer, destrozado y convertido en un montón de herrajes calcinados. Sin embargo, se recogieron piezas y trozos del mismo que demuestran su procedencia alemana.
LOS DAÑOS Y LAS VÍCTIMAS DEL BOMBARDEO
En el transcurso del combate aéreo que se libraba sobre la villa, los nueve aparatos de bombardeo enemigos procedieron a descargar algunas de sus bombas, haciéndolo desordenadamente y sin duda con el único objeto de verse libres de la carga para emprender la huida, ya que su característica pesadez y la fisonomía desfavorable que iba tomando el combate para ellos representaba un peligro para su segundad.
En la calle de Iturribide fueron a caer cinco bombas, que derribaron las casas: número 42, propiedad de Guillermo Basaldúa; números 44 y 46, de Tiburcio de Urrutia, y la número 48, de Julio Guillamón. También quedó completamente deshecha la carpintería propiedad de Nicanor Fernández y el lavadero municipal, de donde fueron extraídas dos mujeres con ligeros síntomas de asfixia.
No ocasionaron estas bombas más que los daños materiales producidos en las mencionadas casas, ya que sus ocupantes al oír las sirenas se apresuraron a hallar cobijo en lugares de mayor seguridad.
Otras tres bombas fueron a caer: una en la recta de la Salve, no ocasionando más que daños en el empedrado de la calle; otra en un chalet cercano a la Universidad Comercial de Deusto, y otra tercera en el Campo de Volantín, cerca de la ría, abriendo un boquete en el suelo y yendo a hacer explosión la metralla en el agua, sin que hubiera que lamentar desgracias personales.
A consecuencia del bombardeo resultaron las siguientes víctimas:
Severo Torcadillo, alférez de aviación, de veintiún años, soltero, natural de Barcelona. Herido leve.
Federico Fernández, de veinticinco años. En Artxanda sufrió una herida de metralla en la pierna derecha.
Luis Conde, de cincuenta y nueve años, natural de San Román (Coruña), herido de metralla. Pronóstico gravísimo.
José de Atxaga Chacón, natural de Orexa (Guipúzcoa), de treinta y dos años, mikelete. Hubo de sufrir la amputación de una pierna por el muslo en el Santo Hospital Civil. Pronóstico gravísimo.
Carmen Rodríguez, de dieciséis años. Herida de metralla. Pronóstico grave. Araceli de Oses Elortza, de dieciocho años. Llegó cadáver al Santo Hospital Civil.
¿Qué ha hecho el Comité de No Intervención ante pruebas tan contundentes y tan terminantes que acreditan de modo indubitable la intervención de Alemania en la guerra en apoyo resuelto de los rebeldes que acaudilla el ex general Franco?
¿Necesita el Comité de No Intervención más pruebas? ¿Más todavía? Pues se las daremos en esta publicación. Y pruebas bien contundentes, más terribles aún.
Ich bin mit der Behand,
Lung, die mir váhrend meiner
Gefangenschaft zuteil gerorden
Ist zupreden, da ich Unterkunft
Und Kerpflegung behom men
Habe und nicht schlecht behan,
Delt worden bin.
Karl Gustav Schmidt
Autógrafo de la declaración escrita redactada espontáneamente por el aviador alemán KARL GUSTAV SCHMIDT, después de permanecer prisionero en poder del Gobierno de Euskadi por espacio de más de tres meses. He aquí la traducción del documento: "Estoy contento con el trato que se me ha dado durante mi prisión, pues he recibido habitación y comida, y no he sido maltratado.-KARL GUSTAV SCHMIDT."
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