En esta parte de su relato, Jokin hace una pausa para expresar sus reflexiones sobre la calidad humana de tanta gente con la que se había entrecruzado en las cárceles y en la resistencia. «Había de todo, incluyendo auténticos imbéciles, pero también te encontrabas con mucho «oro molido». Para Jokin, «oro molido» había sido, entre otros muchos, Agustín Egaña Mintegi, un buen tipo en toda la buena acepción de la palabra. Sigue lamentándose, al igual que con respecto a Unzurrunzaga «Xabale», de que no se le haya dedicado un recuerdo especial, una calle o un monumento, que, en el caso de Agustín Egaña, se había realmente “cargado” el monumento erigido en el Arenal bilbaíno al General Mola, quien, con arrogancia amenazante, se había permitido anunciar que de Bilbao «no iba a dejar piedra sobre piedra».