POR: Koldo Mediavilla
DE mi época de estudiante -era fiel seguidor de la doctrina del estudiante del último día-, recuerdo dos citas memorables. Una, pintada como un vestigio de conocimiento popular, se podía leer junto a la pizarra del aula de la facultad de Periodismo: Al pan, pan... y Albino Fernández, criador de canarios.
Ante aquel sofisma, mi subconsciente me conduce a un recuerdo. Un concurso televisivo, Las diez de últimas, presentado por José Luis Pécker. En aquella emisión -en blanco y negro-, un hombre menudo de mirada estrábica reconocía aves simplemente por su canto o trino. Su sapiencia ornitológica le hizo famoso en la época. Pero no, el recuerdo era falsario. El concursante silbador no era Albino Fernández. El portento se llamaba Secundino Gallego, quien ganó el millón de pesetas de premio. Así que el grafiti universitario continúa insertado en mis neuronas como un enigma que solo conseguirá salir de mi cabeza cuando descubra el origen y la relevancia popular del tal Fernández, a la sazón, criador de canarios.
La segunda cita literaria -esta vez filosófica- la encontré en un ambiente mucho más dispuesto a la libre expresión y la comunicación de masas: la puerta interior del excusado de un bar. La máxima decía Sólo sé... que no sé... nadar. La firmaba, como homenaje póstumo, un seguidor de Sócrates, de quien se indicaba muerto por ahogamiento en el mar Egeo. Estremecedor. Solo de leerlo se quitaron las ganas de miccionar.
La presente semana he tenido la enorme fortuna de asistir, en vivo y en directo, al alumbramiento de otra expresión que dejará huella en mi limitada masa gris cerebral.
Contextualizo el acontecimiento para comprensión general: la agudeza expresiva tuvo como caldo de cultivo un debate parlamentario, el pleno de las Juntas Generales de Bizkaia celebrado el pasado miércoles en Gernika. En la cámara territorial se debatían dos propuestas normativas para modificar el catastro y el Impuesto sobre los Bienes Inmuebles (conocido vulgarmente como “la contribución”). El tono técnico y sosegado de la discusión auguraba una sesión plomiza y aburrida. Pero no. Allí donde hay talento, brilla la luz. Y la luz se hizo a modo de innovación política.
Sin desmerecer los argumentos y la dialéctica utilizada por la mayoría de los intervinientes en el debate, destacó la creatividad de una portavoz perteneciente al grupo Podemos. Se analizaba la actualización de los valores catastrales, una materia sin grandes discrepancias ya que lo pretendido, asignación de un valor a determinados inmuebles, obedecía exclusivamente a criterios técnicos (un determinado bien, en un lugar y con unas características reconocibles debe tener una valoración específica según criterios objetivos). Sin embargo, para la portavoz de Podemos, a las cuestiones puramente físicas y demostrables (superficie edificada, lugar...) había que incorporar otros criterios valorativos de difícil concreción. “Lo subjetivo -sentenció- es objetivable”. Es decir, que lo interpretable puede convertirse en verdad no discutible. Todo depende del color del cristal con que se mira.
Pero no fue esa su mayor aportación filosófica ni la cita que hizo saltar mi curiosidad.
Estudiados los pros y contras del proyecto normativo presentado, valorando positivamente unas cuestiones o de forma contraria otras, la juntera de los círculos aclaró su posición definitiva para las votaciones al anteproyecto. “El voto del grupo Podemos-Bizkaia será negativo, un no constructivo”. ¿“No constructivo”? Harrituta. Tomé nota de inmediato. Miré a las bancadas de unos y otros y sentí la misma impresión de sorpresa. Había nacido un nuevo concepto en la acción política y los allí presentes éramos testigos privilegiados del evento.
Hasta entonces, había percibido maneras diferentes de sentir una negativa. La que más me había costado interpretar hasta ahora había sido un aforismo mexicano. Ejemplo práctico: si en aquel país preguntas a una persona sobre la viabilidad o no de una cuestión (“¿podría usted decirme si la comida es picante?”), la respuesta que te suelen dar es “sí, cómo no”. ¿Sí, cómo no? Una contestación equiparable a la inmediatez del “ahorita mismo”. Es decir, que esperes sentado. Pero un “no constructivo” es toda una innovación. Una muestra incontestable de ingenio y creatividad. Cosas de la nueva política.
La verdad es que eso del “no constructivo” casi me deja en shock. Tanto como cuando Podemos celebró un Aberri Eguna sin patria. Es el “cambio” social que algunos atolondrados no somos capaces de interpretar y que, a tenor de las encuestas electorales que estos días se prodigan, tiene una gran aceptación entre la ciudadanía de a pie.
Quedan todavía muchos días hasta que a finales de junio repitamos la liturgia de acercarnos a las urnas. Y, probablemente, los avatares y los golpes de efecto comunicativos incidirán en estos indicadores de la opinión pública. Pero ya se pueden ver tendencias. En el Estado, el equilibrio entre bloques sigue dando una foto similar a la producida en las elecciones de diciembre. Por la derecha, el PP, con su campaña del miedo a los radicales, gana espacio a Ciudadanos. Pero no demasiado. La suma de ambos sigue sin ser suficiente para prometer una mayoría gubernamental.
Por la izquierda, lo previsible se afianza. La suma de Iglesias y Garzón suma posibles votantes y supera a los socialistas, pero no en escaños. Casi empate técnico sin que la adición de unos y otros permita despejar una alternativa triunfante en una investidura. En resumen, el dibujo político sigue igual que está.
En Euskadi sí hay algún movimiento. La confluencia de Podemos e IU obtiene sus réditos aritméticos. Y, por la distribución de la ley d’Hont rentabiliza el pacto con dos posibles diputados más. Uno a costa del PSE y otro del PNV. El primero en Araba y el segundo en Bizkaia. La operación electoral puede resultar exitosa. En principio, ha conseguido movilizar a los antiguos peceros que albergan ahora la expectativa de recobrar protagonismo en Euzkadi. Y esa no es poca cosa.
Lo demás, dependerá del grado de fidelidad de cada familia electoral. El PNV deberá hacer comprender a sus votantes que, pese al cabreo por la repetición de las votaciones, la ociosidad del calendario o la lejanía con que puedan percibirse unos comicios generales, su movilización es crucial para el mantenimiento de una presencia decisiva en las nuevas Cortes. O consigue motivar a su electorado y este responde o se puede ver sorprendido negativamente. Lo mismo le ocurre a EH Bildu, que no consigue polarizar su opción como alternativa a Podemos. El resto, a intentar sobrevivir y no desaparecer en el reparto.
Pese a los vaticinios, la política no es una ciencia exacta. Ni mucho menos.
Lo que sí resulta predecible es la torpeza de quienes, una y otra vez, hacen de la provocación un instrumento reactivo. La decisión de la Delegación del gobierno en Madrid de prohibir la exhibición de la bandera estelada en la final de Copa de fútbol, además de una vulneración flagrante del derecho a la libre expresión, es un rasgo de incompetencia y de insensatez que merecería el cese inmediato de su titular. So pretexto de una ilegalidad inexistente y de motivos de seguridad que nadie encuentra, la prohibición gubernativa no hace sino incendiar un panorama político -en relación a Catalunya- que comenzaba a sosegarse. Salvadas las distancias, es como si se pretendiera un “no constructivo” a la diferencia, al respeto de los sentimientos y a la pacífica convivencia.
Del mal el menos, una última decisión judicial ha revocado tal estupidez democrática y permitido a cada cual expresar libre y civilizadamente qué siente y con qué símbolos se encuentra identificado. Libertad desde el reconocimiento a la diferencia y el respeto mutuo. En definitiva, sentido común, que, una vez más, algunos demuestran el menos común de los sentidos.
Parafraseando a Van Gaal en otra cita meritoria, seamos “siempre positivos. Nunca negativos”. Aunque algunos crean que lo “negativo” pueda ser “constructivo”. Falta que lo demuestren.
"Albino Fernández, el criador de canarios, recita mejor que cualquier actor de los dramáticos." Debía ser un spot publicitario, según "interné".
Publicado por: Maestro Soda | 05/28/2016 en 09:18 a.m.
La fuente es un artículo de 1978 de "El País" criticando la programación de TVE 1.
Da cosa comparar el periodismo de entonces con el de ahora.
http://elpais.com/diario/1978/11/21/agenda/280450805_850215.html
Publicado por: Maestro Soda | 05/29/2016 en 07:22 a.m.
España es un pais feliz por la victoria de los mercenarios extranjeros del Real Madrid frente a los mercenarios extranjeros del Atlético de Madrid.
España feliz porque está en la cabeza del fútbol mundial.
Mientras tanto Francia es un estado infeliz que explota en las calles contra la reforma laboral.
Publicado por: CAUSTICO | 05/29/2016 en 10:08 a.m.
¿Ha ganado el Real Madrid o Florentino? Vamos a ver si empezamos a hablar con propiedad.
España es una potencia mundial en pagar salarios a extranjeros para que den patadas a un balón. Es el silicon valley del fútbol pero con escaso talento patrio.
El once oficial del Atlético de Madrid para la final de la Champions League contaba con 5 jugadores nacionales. Y el del Real Madrid con 2. Es decir, 7 jugadores de 22. España incluso donde y cuando parece que triunfa resulta que fracasa.
Por lo menos mantienen entretenido al personal con chorradas.
Publicado por: Maestro Soda | 05/29/2016 en 11:48 a.m.
Iba a añadir que si jugaran con futbolistas nacionales o "de su tierra", como el Athletic, las brutalidades que les pagan, por lo menos, las reinvertirían en su propio país o tierra, como muchos jugadores del Athletic. De esta manera aun creyendo muchos que fracasan, en realidad, terminarían triunfando. Pero luego me he acordado de Imanol Arias y sus inconmensurables gónadas al ocultar dinero público y he pensado: "Bah! "Es lo mesmo". Hagan lo que hagan el dinero se pira y así, por lo menos, los tienen anestesiados".
Publicado por: Ocasional | 05/29/2016 en 04:52 p.m.
"Por ocultar, supuestamente, dinero cobrado de un ente público" quería escribir. Fallo mío, disculpen.
Publicado por: Ocasional | 05/30/2016 en 08:05 a.m.