Jacinto Otxoa, es el navarro de los últimos tiempos que más cárcel ha sufrido, concretamente 26 años y 9 meses. Fue detenido el 18 de julio de 1936 a los 19 años, y salió definitivamente el año 64. Entre tanto protagonizó varias fugas y sufrió varios consejos de guerra. Ha estado en las cárceles de Pamplona, Fuerte de San Cristóbal, Ondarreta, Palier, Yeserías, Carabanchel, Puerto de Santa María y Burgos. Jacinto Ochoa fue uno de los principales protagonistas del Fuerte de San Cristóbal, puesto que participó en dos fugas, la masiva en que fue detenido y más tarde otra en compañía de uno de las Abaurreas que lograron llegar a Francia.
—¿Qué impresión te causó el fuerte cuando llegaste por primera vez?
—«Aquello era sucio, parecía una guarida de bandidos, hacía mucho frío. El jefe de servicios dijo: «Estos son los hijos de Lenin y su madre es la pasionaria». No había agua, ni comida y los presos tenían una cara de hambre como no había visto en mi vida. Sólo te permitían tener dinero y piojos que eran abundantísimos. Para comer nos daban caldo de agua a todas horas».
—¿Qué tipo de presos había y qué relación teníais?
—«La mayoría de los presos eran preventivos, nosotros fuimos los primeros que entramos con la condena dictada. La mayoría eran comunes, los más combativos de todos los centros penitenciarios eran traídos a San Cristóbal. No existía una relación directa política entre los presos, cada uno se juntaba con los de su pueblo. Nos unía el riesgo y la actitud combativa para salir de aquel agujero en busca de la libertad y motivado también por el aplastamiento al que éramos sometidos diariamente».
—¿Cuántas fugas hubo en realidad?
—«Que yo recuerde tres: la masiva, la que protagonizamos el de las Abaurreas y yo, y por último otra protagonizada por otras dos personas que fueron detenidos uno en las inmediaciones del fuerte y otro por la Ribera».
—¿Cómo fue la gran fuga?
—«Cuanto estás ahí dentro sólo piensas en escapar y vimos que la única posibilidad era copar la guardia interior y así lo hicimos sin afán de revancha hacia la guardia y a los funcionarios. Si hubiera habido ánimo de venganza hubiéramos matado a funcionarios y al mismo teniente de la guardia exterior con quien nos topamos a la salida, cuando venía de Pamplona y no le hicimos nada. Solamente resultó muerto un soldado de forma fortuita puesto que comenzó a gritar, le dieron un golpe con tan mala suerte que cayó muerto.
A mí me cogieron en Sorauren y puedo decir que un sargento de requeté me salvó la vida, puesto que un grupo de carlistas la había tomado conmigo diciendo que había disparado, yo le juré y perjuré que no había sido y me mandó en un autobús al fuerte, si no es por su mediación ahora posiblemente estaría muerto. La caza al preso fue impresionante, al último que detuvieron por ejemplo en agosto, cuando la fuga fue en mayo, le llamábamos Tarzán porque estuvo todo ese tiempo en el monte de San Cristóbal, realizando incursiones por las huertas de los alrededores».
—¿Tuvisteis represalias?
—«No sé si eran 14 ó 16 los que fusilaron, al resto nos metieron en celdas sin luz en la parte que da a la carretera Guipúzcoa, sin mantas, sin cama, sin tabaco ni dinero, ni platos ni cucharas, sin visitas, cinco minutos al día para salir a beber agua. Recibíamos continuos bergazos y palizas por parte de los funcionarios, esto duró cinco meses».
—¿Cómo fue tu segunda y definitiva fuga?
—«Mi amigo el de las Abaurreas trabajaba en el comedor de los funcionarios de ayudante de cocina, allí había una reja con barrotes. Nosotros conocíamos todo el monte porque bajamos al pueblo de Ártica a reparar la bomba de agua. Decidimos serrar los barrotes, lo hacíamos en día de tormenta ya que entonces no pasaba la guardia exterior, con un serrucho que lo cogíamos y dejábamos en el puesto de guardia. Cuando los barrotes estaban con un hilito nos fugamos dejando los barrotes de tal forma que no parecía que habían sido serrados. Nos dirigimos a Soraruren, pasamos la carretera, y monte a través fuimos hasta las Abaurreas allí nos dieron pan y jamón y nos dijeron que pasásemos cuanto antes a Francia como así lo hicimos. Desde que salimos del fuerte pasamos dos noches en España y la tercera ya fue en Francia, pasamos por Irati».
—¿Cómo era la situación médica del centro?
—«Desastrosa, el médico era entonces García San Miguel, que luego pasó a ser el director del centro sanitario penitencial de San Cristóbal. Estaba tumbado en el suelo te preguntaban que tenías y con el pie te daba la vuelta y te recetaba un purgante, no sé para que servía ese purgante porque no comíamos apenas. Cuando la fuga masiva, un preso quedó herido por rebote de bala en una pierna y no siguió la fuga, tras el apresamiento nos encontramos en el fuerte y tenía la pierna totalmente infectada y alguien dijo que era bueno la orina, total que todos pasábamos a orinar en su herida. Con unos alambres le sacamos un pedazo de bala que tenía incrustado y un pedazo de calcetín. Cuando venía el médico íbamos para que nos diese pomadas y se las aplicábamos a las heridas, no sé cómo no se murió aquel hombre intoxicado con las mezcolanzas que le aplicábamos».
Vidas de película. ¿Le ha pedido perdón alguien a esta víctima?
Publicado por: CAUSTICO | 09/29/2016 en 05:43 p.m.