CÁRCELES DEL FRANQUISMO (XI). “CURAS VASCOS”
La historia de la represión de los curas vascos que supieron estar junto a su pueblo en los difíciles momentos del aplastamiento franquista, es una página más en este serial de las cárceles que venimos siguiendo, domingo a domingo.
Los cientos y cientos de curas represa-liados, unos en las cárceles, otros en el destierro y el exilio, la mayoría discriminados a lo largo de muchos años, algunos hasta hace bien poco, es uno de los datos más inasimilables para un régimen que, apoyándose en una Jerarquía católica, ferozmente aliada al bando del vencedor, necesitaba presentar al mundo, como parte importante de su imagen, el de una Cruzada a la vieja usanza, en el que el "infiel" eran los comunistas y separatistas.
Los sádicos fusilamientos de una veintena de sacerdotes vascos, sacados muchos de ellos al "paseo" con el papel de libertad en el bolsillo, fueron suspendidos únicamente por un simple argumento de propaganda.
Hubo instrucciones para que no se siguiese matando, por puro pragmatismo, pero la represión contra este clero vasco, siguió de forma permanente. Estos son algunos de los datos que hemos recogido acerca de esa represión de estos primeros años. Con ellos va nuestro homenaje a quienes entendieron el mensaje evangélico, como un compromiso de fidelidad con el pueblo, por encima de consignas y dogmatismos.
J.S. Erauskin
EL DURO ÉXODO CARCELARIO DE LOS CURAS VASCOS
Después del pacto incumplido de Santoña, los capellanes del ejército vasco quedaron a merced de los franquistas. Los primeros días, del 28 de agosto al 4 de septiembre, estuvieron bajo la custodia de los italianos que se condujeron de modo humano. Desde esa fecha falangistas y requetés se vengaron de ellos como quisieron. Comenzaron por robarles todo lo que llevaban consigo: dinero, medallas, cadenillas de oro o plata, todo lo que tuviera algún valor, por pequeño que fuese.
Los infelices capellanes, que nunca soñaron sino en hacer el bien que podían en la asistencia espiritual de los que veían en grandísimo peligro de la vida, se vieron ahora presos unos sobre otros en estrechísimas celdas donde toda incomodidad tenía asiento.
En Santoña
Copio de un relato del momento: «En un cuarto de 2,35 metros por tres y pico, correspondiéndoles a cada uno dos baldosas, había hasta siete sacerdotes presos, algunas veces mezclados con civiles asturianos, padeciendo con ellos enfermedades de todas clases. En un solo día un sacerdote recogió en su cuerpo más de trescientos piojos y tenían tantas chinches que en una sola noche, en la pared, un sacerdote mató 37, y lo tomaban tan a risa que se efectuaban campeonatos. ..»
«De alimentación recibían por la mañana una onza de chocolate, al mediodía un cazo sobre cuyo contenido hacían campeonatos, pues hubo muchos días de contener el cazo 14 garbanzos, e igual por la noche...».
Las condenas
Del Dueso fueron transferidos los más al Carmelo de Bilbo convertido en cárcel común, y aquí estuvieron aguardando su turno para ser juzgados por los que ahora se podían permitir todo. El juicio consistía en oír pacientemente cada uno las acusaciones que les echaban encima, sin que les fuera lícito defenderse. El único que les podía amparar era el abogado defensor, el cual no los había visto en todos los días de su vida, aunque, la verdad, tampoco lo necesitaba porque el delito no tenía nada de personal. Tres de los capellanes fueron condenados a muerte, y muchos a penas de treinta, veinte y doce años de reclusión.
Nanclares de la Oka
Del Carmelo los llevaron a la prisión de Nanclares de la Oca en Álava. El régimen carcelario era muy duro. Se dirigían al recreo formados en filas militarmente, rompiéndolas a la voz de mando de un guardián, y las volvían a formar, no sólo para volver a sus quehaceres, sino con cualquier pretexto, como la visita de algún personajillo del régimen. Por supuesto que ellos limpiaban el suelo, fregaban, limpiaban los retretes y hacían cuantos trabajos lleva consigo el amontonamiento humano. El edificio en que se vieron había pertenecido a religiosos fundados por Juan María Lamennais, hermano del célebre escritor, pero ellos estaban a las órdenes de la autoridad civil, allí representada por un director del cuerpo de prisiones y tres guardianes.
La trapa de Dueñas
De Nanclares los llevaron a otro convento, el que los trapenses tenían en Dueñas, diócesis de Palencia, siendo alojados en una tejavana, que servía para guardar aperos de labranza. Abierta al principio a todos los vientos, se construyeron con el tiempo techos, retretes y otros pormenores que disminuyeron algo la incomodidad; pero fue cuando decidieron llevarlos a otra parte.
Aquí murió don Juan Izurrategui, aquel ejemplar sacerdote de 76 años. Mes y medio duró su enfermedad, teniendo por cama dos tablas de andamio, por médico un cura preso poseedor de buenísima voluntad a falta de conocimientos médicos para arreglar aquello lo mejor que pudo; conocimientos que, por lo demás, hubieran sido de poco provecho al faltar totalmente los medicamentos, y asistencia exterior de amigos nula al no estar autorizadas las visitas ni en la hora de la muerte.
Chantaje de un obispo
Estando en el Carmelo el nuevo obispo don Javier Lauzurica, les pidió una adhesión incondicional a Franco. Se negaron a hacerlo noblemente, aceptando tan sólo el acatamiento al poder constituido, conforme a las enseñanzas generales de la Iglesia.
Les exigió asimismo una declaración condenatoria de la unión «rojo-separatista», aceptando ellos tan sólo el juicio y dictamen de la Iglesia sobre la unión guerrera de los nacionalistas con los de otras tendencias, llamados rojos.
En este sentido, firmaron un escrito en número de 55 el día 21 de septiembre. Pero ese escrito no fue del gusto de todos y se negó a firmarlo don Francisco Errasti, coadjutor de Barakaldo, por lo que el consejo de guerra le condenó a muerte; pena que, sin embargo, no fue ejecutada.
Otros chantajes
Más tarde, estando en Dueñas, Franco les ofreció la libertad con las condiciones siguientes:
1.— Los sacerdotes presos deben reconocerse culpables de los delitos de antipatriotismo y separatismo.
2.— Reconocidos delincuentes, se acogerán a la generosidad del caudillo.
3.— Los sacerdotes presos, reconociendo su delito, aceptan como medio de redención de su culpa el trabajo y se comprometen a efectuarlo en la diócesis del sur de España.
4.— Para que se les pueda conceder el perdón, deberán renunciar a su propio nombre.
Huelga decir que se negaron.
Carmona
La escala final del grueso de los curas vascos condenados por los tribunales franquistas sería la cárcel de Carmona en la provincia de Sevilla, donde pasarían varios años y donde tendrían por compañero al antiguo presidente del Parlamento de la República, el socialista Julián Besteiro, que moriría en la misma prisión.
Por toda la geografía estatal
No menos que en las cárceles tuvieron que sufrir varios sacerdotes en los campos de concentración o en los batallones de trabajadores. Los hubo en el campo de Miranda de Ebro y también en el de San Pedro de Cerdeña, ambos de la provincia de Burgos. Otros fueron mandados a abrir trincheras en el frente de Madrid, y los hubo, ya lo llevo dicho, hasta en las unidades morunas, donde los metieron para aumentar su número, tan precioso, sin duda por apreciar en ellos mayor flexibilidad para adaptarse a su género de vida.
- ITURRALDE.
"El Clero Vasco y la Cruzada de Franco"
A la hora de hacer un seguimiento de las vicisitudes y andanzas carcelarias del grueso de los curas vascos, hemos ido a recurrir al libro de uno de ellos, Julio Ugarte que, en "Odisea en cinco tiempos" hace un relato interesante, no exento de humor, de la peripecia recorrida por el grupo más numeroso de colegas represaliados, viaje carcelario que comienza en El Dueso, en Santona, y termina para casi todos en el lejano Carmona. La "Historia General de la Guerra Civil en Euskadi", editada por Haranburu Altuna, dedica al tema tres de sus tomos, preparados por "Euzko Apaiz Talde". Quede claro, sin embargo, que el relato que ahora ofrecemos es debido a la pluma de Julio Ugarte.
EL DUESO, PRIMERA PARADA Y FONDA
En el momento de franquear el umbral, un requeté, subido a un poyo, nos contempla con mirada feroche, como buscando alguna presa donde saciar su odio. Al oír algunas frases en euskera, sale de sus casillas y nos grita: «¿Todavía con eso? Se acabó el cuento...» No le dimos importancia.
Grandes esperanzas
Teníamos la impresión de alojarnos allí por unos días, mientras se ventilaba nuestro pleito entre los dos países, y no valía la pena. «El Dueso» era un «hotel» incómodo pero seguro en semejante circunstancia. No sé si por la corrección de la guardia italiana; por sus promesas «latinas»; o por nuestro ingenuo y juvenil optimismo; el hecho es que mientras estuvimos allí custodiados por los «Flechas» y alimentados a base de pan y latas de sardinas, no nos cabía duda de que el embarque no tardaría en realizarse. Confirmaba nuestra esperanza la creencia, según todas las informaciones, de que los barcos británicos no habían zarpado todavía del puerto.
Presidio de desolación
En todo caso; el panorama del «Hotel» era desolador. Sus antiguos «inquilinos», los presos franquistas, en su delirio, al verse libres, lo habían convertido, al salir, en una pocilga. Todo estaba por los suelos... botes de conserva, orinales, basura, etc. La desolación subía de punto al ver desvalijado el ropero. Las mantas, las almohadas, las colchonetas, se habían evaporado como por encanto. Encontrar una manta olvidada era tanto como descubrir un tesoro.
Nuestro acomodo en las celdas fue completamente «ad libitum»... Yo, después de andar de la Ceca a la Meca; pues ninguna celda me parecía «confortable», me decidí por una del primer piso del Período, en el ala que da al patio de la enfermería. Allí me refugié con León Barrenechea, Ramón Fernández y X. Ubillos, tres conocidos militantes de ELA-STV. Entre los cuatro, a duras penas, conseguimos una manta y un estrecho petate del ropero común. Ese era todo nuestro ajuar. Para colmo de indigencia, ninguno de los cuatro disponía de plato ni cubiertos. ¡Vaya problema el día en que nos sirvan comida caliente. Con vistas a esa eventualidad, yo me metí a fabricante de cucharas... Sobre un trozo de tabla delgada —no había otra— dibujé una cuchara. A fuerza de paciencia y de raspar con un trozo de hojalata, logré dar forma a la madera... Le faltaba fondo. Sólo servía para remar en piragua...
Una misa "molto bella"
Volviendo al Dueso. El domingo, 29, se celebró en el patio de la enfermería una misa cantada, en sufragio de nuestros muertos. Al final, de memoria y sin acompañamiento, ejecutamos el conocido «Libera me», de Perossi, a tres voces. Dirigió el coro Ángel Lizarraga, subdirector del Euzko Abesbatza de Donosti. Junto con los presos, asistió la guardia interior italiana. Finalizada la misa, el sargento responsable de la disciplina nos felicitó calurosamente: “Una messa molto bella; molto bella”. Por su parte, los “cruzados trasalpinos” se mostraron flojos de latines. Ninguno de ellos se sumó al coro general en la misa gregoriana, la de “Angelis”, ni el responso de su compatriota Perossi. Sus voces se reservaban para la diana, en cuyo momento entonaban diariamente el «Giovinezza». Este himno nos servía de despertador.
Y caímos de la nube
Así fueron discurriendo los días hasta que llegó el gran jarro de agua fría; mejor dicho, helada. El 7 de septiembre se consumó la traición «latina» con nuestra entrega en bloque a la «Justicia Española». En esa fecha se hicieron cargo del Penal un grupo de oficiales y guardianes del Cuerpo de Prisiones, reforzados por guardias de asalto, los «pichis» de Celia Gámez. A su vez, la guardia exterior italiana es relevada por un batallón de soldados canarios. Los de Asalto, haciendo honor a su definición, sólo piensan en el botín. Los soldaditos de Franco, excluidos del reparto, se divierten jugando al «pim, pam, pum», cada vez que un recluso asoma la cabeza tras la reja de la ventana. En resumen: tres plagas añadidas a las incomodidades propias de nuestra situación de vencidos. Con el hambre llegarían otras tres: la avitaminosis, los estafilococos y los piojos. Como remate, estaríamos un mes entero sin agua en los waters. Entre tanto plaga, yo no sabría decir cuál de ellas me resultaba más insoportable.
Cantos patrióticos
Grosso modo, nuestro reglamento era el siguiente: Diana a las siete. A continuación el desayuno: un sucedáneo indefinible. Entre éste y la comida, una hora de patio. Por la tarde, otra hora de patio. Las bajadas y subidas se hacían en formación rigurosa. Al llegar al patio, hasta tanto no diera la orden el guardián, tras la ejecución de los himnos de rigor, cantados brazo en alto, no se rompían las filas. La bajada del brazo se hacía en dos tiempos acordados con las dos sílabas correspondientes a la palabra Franco, dichas en voz alta.
Esta liturgia fascista daba lugar a reacciones diversas, según la distancia de las filas con respecto al guardián. Los más alejados de éste desahogaban su rabia con lo más selecto del diccionario. «Hasta aquí de mierda»... era la frase más suave, al elevar el brazo. Las dirigidas al caudillo de «cabrón» para arriba... Cuando se notaba cierta desgana en la ejecución de los himnos, los guardianes nos exigían más entusiasmo. Tejeiro, el gallego, nos interrumpía con estas palabras: «Vos voy dicir que gritéis más»... Cuando el «Napoleón» de turno juzgaba que el desfile no era correcto, nos gritaba en torno burlón: Pero, ¿éste es el famoso ejército rojo? Si no sabe desfilar...».
Dentro del recinto había una explanada en cuyo centro destacaba un mástil con la bandera roji-gualda. Ésta se izaba por la mañana y se arriaba al atardecer en dos ceremonias a las cuales asistía, por turno, un grupo numeroso de reclusos pertenecientes a las brigadas del rastrillo y talleres. Con tan fausto motivo, se repetía la liturgia anterior: saludos brazo en alto; himnos, etc. con parejo «entusiasmo» entre los internos y con idénticas reacciones del «preste», un comandante patata, a juzgar por su edad, viejo y esmirriado. A diferencia de Tejeiro, hacía repetir los gritos de rigor: ¡Viva España! Arriba España! y ¡viva Franco! ordenando con gesto amenazador: ¡Más fuerte!
Hambre
Organizada la cocina, a cargo de reclusos, empezamos a «comer caliente». Lo de caliente puede pasar; lo de comer, lo dejaremos en simulacro. El menú consistía en un sucedáneo negro de café, sin pan, al levantarnos; un cazo de caldo con diez o doce garbanzos a flote y un mendrugo de pan, al mediodía; y otro caldo semejante, sin pan al anochecer. Según me tocó ver después, ese era, más o menos, el régimen alimenticio en todas las prisiones franquistas. En Madrid dominaba el boniato, tubérculo desconocido por mí hasta entonces.
Consejos de guerra
Pronto nos llegó otra plaga; la más peligrosa; unos señores, llamados jueces, que jugaban con vidas y haciendas con la misma desenvoltura que los soldaditos canarios al pim-pam-pum con las cabezas asomadas a las ventanas. Algunos capellanes fueron tan ingenuos en sus declaraciones que dieron excesivas facilidades a la vindicta militar. Isaac Sola me lo comentó: «Hay que estar loco para hacer semejantes declaraciones». Están jugando con fuego. Por lo visto; quieren que se les fusile»...
Nuestra «comedia jurídica» se celebró el 19 de setiembre. Fue un juicio colectivo contra José María Dañobeitia Arruza y treinta y siete más, según reza el documento firmado por don Emilio Bollain Atienza, secretario habilitado del Juzgado n° 1, por supuesto delito de rebelión militar.
La parodia se celebró en una sala del Penal. Se trataba de meter en cintura al Clero Vasco; a esa especie de «katipunán». como lo llamó en cierta ocasión el Padre Ascunce, jesuita, en un acceso de fiebre hispanófila.
Las penas
De los varios «resultandos» y «considerandos- surgieron las penas siguientes: “A Santiago Onaindía, "carmelita", y a Eugenio Larrañaga, treinta años de reclusión perpetua. "Veinte años y un día de reclusión perpetua" a Juan Marquiegui y Pio Jauregui. A todos, a las accesorias correspondientes de interdicción civil durante la condena e inhabilitación absoluta». «A los procesados: Damián Celaya: Juan Aldecoa y Saturnino Ganchegui, a la pena de veinte años de reclusión temporal». «A los procesados José María Dañobeitia; Juan José Aguirre; Daniel Torrontegui; Julio Ugarte; Aquilino Ayerdi y José Antonio Loinaz; a la pena de doce años y un día de reclusión temporal». «A todos a las accesorias correspondientes e inhabilitación absoluta durante el tiempo de la condena». Y a todos los procesados citados a la responsabilidad civil subsidiaria que se fije en el período de ejecución de esta sentencia. «Absolviendo a los procesados: Antonio Amuchategui; Antonio Otegui; Hernando Amundarain, Isaac Uribesalgo, Jesús Nagore; Salvador Rada; Luciano Urruzuno; Juan Iriondo, Vicente Urquiza; Ramón Ormaechea; Anastasio Urruchurtu; Zoilo Achurra; Ignacio Zamalloa; Francisco Iraola; José Juaristi; Florentino Garabieta; Pedro Juan Amuchategui; Jesús Jaio; Benito Apoita; Carlos Anasagasti; José María Amuchategui; Asensio Etxeberria; Genaro Elizondo; Domingo Loinaz».
En realidad; no es fácil decir quiénes de entre nosotros salieron mejor librados, si los condenados o los absueltos. Buen número de estos últimos fueron enviados a campos de concentración, a tirar de pico y pala.
Entre los sacerdotes juzgados en Bilbao hubo casos fuera de serie. A uno se le acusa de leer prensa nacionalista; a otro de predicar en vasco; a don Santiago Villanueva le condenaron a seis años de prisión, por criticar a la aviación alemana durante un bombardeo; al seminarista, hoy sacerdote, Ortuzar, le aplicaron otra condena idéntica, por haberse confeccionado una camisa con un trozo del paracaídas de un aviador alemán derribado por nuestros cazas y aterrizado cerca de su domicilio. La denuncia venía firmada por un religioso forastero alojado en su casa “gratis et amore”.
LAS SALIDAS DE LAS CÁRCELES DE LOS CURAS VASCOS.
Resulta difícil reunir todos los datos referentes a las salidas de los eclesiásticos vascos de las muchas prisiones y casas de detención. Por eso nos limitamos a dar aquí las fechas de salida de las prisiones de Carmelo de Begoña (Bilbao), Convento de Padres Pasionistas de Deusto (Bilbao), Nanclares de la Oca (Álava), San Isidro de Dueñas (Palencia), Carmona (Sevilla), Yeserías y Porlier (Madrid), Hellín (Alicante) y Daroca (Zaragoza).
Salidas del Carmelo de Begoña (Bilbao)
VII-37. Lopategui Maurolagoitia, Ruperto. Libre sin Juicio. Destierro: Huesca.
10-VIII-37. Acha Echebarria, Juan Antonio. Detenido 2a vez, sale el 20-XII-40.
13-VIII-37. Bilbao Urrutia, Pedro. Libre en Juicio. Destierro: Logroño.
13-VIII-37. Municha Irazola, Juan. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
13-VIII-37. Zamalloa Gorriño, Félix. Libre en Juicio. Destierro: Asturias.
18-VIII-37. Barturen Múgica, Eduardo. Libre en Juicio. Traslado.
18-VIII-37. Gallastegui Gallastegui, Nemesio. Libre en Juicio. Destierro: Guadalajara.
23-VIII-37. Ardanza Ibarra-Arauna, Salustiano. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
23-VIII-37. Arrupe Ortúzar, Pedro. Libre en Juicio.
23-VIII-37. Eguzkiza Meabe, Juan Bautista. Libre en Juicio. Sin destino.
23-VIII-37. Acha Barañano, P. Dagoberto, jesuita. Libre sin Juicio. Destierro: Canarias.
¿-VIII-37. Abrisqueta Barrenechea, José Ramón. Libre sin juicio.
¿-VIII-37. Echebarria Zuluaga, Víctor. Libre sin Juicio. Destierro: Canarisa, etc.
¿-VIII 37 Arrazuria Sojo, Manuel. Libre sin Juicio. Destierro: Soria.
¿-VIII-37. Sagarduy Ochoa, Domingo. Libre sin Juicio.
2-IX-37. Basabe Asteinza, Juan Bautista. Libre en Juicio.
5-IX-37. Abaunza Salterain, Donato. Libre en Juicio.
5-IX-37. Bustinza Artabe, José. Libre en Juicio.
5-IX-37. Elordi Egaña, Guillermo. Libre en Juicio. Destierro: Huelva.
5-IX-37. Ereñozaga Begoña, José María. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
5-IX-37. Gangoiti Llona, Felipe. Libre en Juicio. Destierro: Asturias.
5-IX-37. Rementeria Uribe, Antonio. Libre en Juicio.
5-IV-37. Ugartechea Urquieta, Domingo. Libre en Juicio.
¿-IX-37. Aguirregoicoa Derteano, Higinio. Libre en Juicio.
11-IX-37. Larrinaga Aristondo, Tomás. Libre en Juicio.
16-IX-37. Ogara Urquiola, Bernardino. Libre en Juicio. Destierro: Tánger.
16-IX-37. San Sebastián Lapeira, Domingo. Libre en Juicio. Destierro: Asturias.
16-IX-37. Urcelay Aldalur, Ángel. Libre en Juicio. Destierro: ¿Cádiz?
17-IX-37. Arachaederra Ibarrola, Juan José. Libre en Juicio.
17-IX-37. Torre Echebarria, Mariano. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
18-IX-37. Angoitia Uriarte, Fabián. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
18-IX-37. Garro Basterrechea, Antonio María. Libre en Juicio.
20-IX-37. García de Azilu Sagasti, Victorino. Libre en Juicio. Destierro: (Jaén), Logroño.
22-IX-37. Angoitia Uriarte, Luis. Libre en Juicio. Destierro: Guadalajara.
22-IX-37. Labiduria Laca, Teodoro. Libre en Juicio. Destierro: Logroño.
23-IX-37. Uriarte Zabala, Pedro. Libre en Juicio. Destierro: Huesca.
25-1X -37. Alcibar-Arichuluaga Aranceta, Luís. Libre sin Juicio. Destierro Badajoz.
25-IX-37. Iturbe Inchausti, Isidoro. Libre en Juicio.
¿-IX-37. López-Larrucea Oar-Arteta, Juan Cruz. Libre en Juicio. Destierro.
IX-37. Achurra Zubillaga, Antonio. Libre sin Juicio.
¿-IX-37. Arrita Eguren, Nicolás. Libre sin Juicio.
¿-IX-37. Larrinaga Aristondo, Julián. Libre sin Juicio.
¿-IX-37. Llona Barbier, Juan. Libre sin Juicio. Destierro: Huesca.
¿-IX-37. Ordeñabe Gabicagogeascoa, Juan. Libre sin Juicio.
¿-IX-37. Uriarte Acerecho, Pedro. Libre sin Juicio.
3-XII-37. Bustinduy Idoeta, Félix. Libre con pena cumplida (6 meses y un día).
¿-¿-37. Garay Bascaran, Isidoro. Libre sin Juicio.
12-1-38. Meñaca Artaza, Ignacio. Libre con pena cumplida (seis meses y un día).
¿-V-38. Naberan Ormaechea, Ángel. Libre en Juicio.
¿-VI-38. Marcaida Maurica, Valentín. Libre sin Juicio. Destierro: Huesca?
16-VI-38. Olasagre Cibera, P. Ramón, carmelita. Libre sin Juicio.
?-?-38. Uriarte Odriozola, P. Martín, carmelita. Libre sin Juicio. Destierro: Cádiz.
?-?-38. Linaza Garmendia, P. Avelino, carmelita. Libre sin Juicio.
Salidas de Nanclares de la Oca (Álava)
7-VII-38. Perea Bernaola, P. Samuel, carmelita. Pena cumplida, un año.
17-VIII-38. Lahuerta Echeandia, Félix. Fallece en Santa Águeda con hemorragia cerebral el 17-VIII-38.
13-X-38. Amorrotu Aspegorta, Lorenzo. Trasladado al Hospital de Basurto (Bilbao) para ser intervenido.
16-X-38. Landaburu Madrina, Juan José. Trasladado a Vitoria para Juicio el 16-X-38. Destierro: Navarra.
16-X-38. Latatu Urquijo, Cayetano. Trasladado a Vitoria para Juicio el 16-X-38.
Salidas de San Isidro de Dueñas (Falencia)
30-XI-38. Izurrategui Berrosteguieta, Juan. Fallecimiento.
23-III-39. Arrieta X. Juan, colegial carmelita. Trasladado a Pamplona para Juicio, el 23-III-39.
23-III-39. Laiseca Zalbidegoitia, Rufino, marianista. Ordenado de Menores. Traslado a Alcalá de Henares (Madrid). Sin datos posteriores.
Salidas de Carmona (Sevilla)
27-VI-40. Aguirre Lazcano, Juan José. Destierro: Teruel.
4-VII-40. Ortuzar Laca Ramón, seminarista. Libertad absoluta.
16-VII-40. Michelena Ortíz, Germán, seminarista. Libertad absoluta.
23-VII.-40. Agirre Ocerin, P. Lucio, carmelita. Destierro: Santander.
23-VII-40. Arriaga Agüera, Enrique. Destierro: Almería.
23-VII-40, Jauregui Plaza, José Pío. Destierro: Almería.
23-VII-40. Sarasola Acarregui, Nazario. Destierro: Almería.
23-VII-40. Torrontegui Mendiburu, Daniel. Destierro: Toledo.
23-VII-40. Ugarte Bicuña, Julio. Destierro: Toledo (Detenido nuevamente en Toledo (1941), salió definitivamente de Porlier (Madrid) en marzo-abril de 1944.
29-VII-40. Acha Sasía, Bernabé. Destierro: Sevilla.
29-VII-40. Aguirre Lasa, P. Estanislao, pasionista. Destierro: La Coruña.
29-VII-40. Aguirre Bergara, Luis. Destierro: Ciudad Real.
29-VII-40. Aldama Guinea, Ángel. Destierro: Sevilla.
29-VII-40. Aldecoa-Otalora Beitia, Juan. Destierro: Sevilla.
29-VII-40. Aquesolo Olivares P. Lino, carmelita. Destierro: Santander.
29-VII-40. Arechabaleta Bengoechea Ignacio. Destierro: Sevilla.
29-VII-40. Atucha Atucha P. Sebastián, carmelita. Destierro: Santander.
29-VII-40. Ayerdi Goicoechea Aquilino. Destierro: Córdoba.
29-VII-40. Barrenechea Garaitabarrena Florencio. Destierro: Avila.
29-VII-40. Batiz Bilbao P. Nicolás, carmelita. Destierro: Santander.
29-VII-40. Celaya Acarregui Damián, Destierro: Córdoba.
29-VII-40. Dañobeitia Arruza José María. Destierro: Ciudad Real.
29-VII-40. Ereño Dañobeitia Mariano. Destierro: Córdoba.
29-VII-40. Ganchegui Lascurain Saturnino. Destierro: Ciudad Real.
29-VII-40. Guisasola Artamendi Ezequiel. Destierro: Huesca.
29-VII-40. Jauregui Urizar Román. Destierro: Huesca.
29-VII-40. Loinaz Otaño José Antonio. Destierro: Ciudad Real.
29-VII-40. Onaindia Baseta P. Santiago, carmelita. Destierro: Santander.
29-VII-40. Orbea Bergareche Federico. Destierro: (Huesca), Cádiz.
29-VII-40. Ortuzar Eguiluz Manuel. Destierro: Córdoba.
29-VI1-40. Sagarraga Mendezona Florentino. Destierro: Huesca.
29-VII-40. Sainz Rodríguez Vicente. Destierro: Huesca.
29-VII-40. Urgoitia Esturo Honorio. Destierro: Huesca.
29-VII-40. Uriuonagüena Garro P. Rafael, carmelita. Destierro: Santander.
29-VII-40. Villanueva Aramburu Santiago. Destierro: Avila.
29-VII-40. Zorrozua Arandia Federico. Destierro: Avila.
9-IX-40. Marañón Muguruza Castor. Destierro: Toledo.
21-IX-40. Iturbe Alberdi P. Ángel, carmelita. Destierro: Santander.
21-IX-40. Zabaleta Arrizabalaga Juan. Destierro: Asturias.
9-X-40. Ugartechea Urquieta P. José Domingo, carmelita. Destierro: Santander.
10-X-40. Legarra Maguregui P. Bautista, carmelita. Destierro: Navarra.
17-X-40. Arana Fuldain Modesto. Destierro (Badajoz) Santander.
17-X-40. Goti Basterra Fermín. Destierro: Badajoz.
17-X-40. Marcuerquiaga Itza Fernando. Destierro: Badajoz.
¿-X-40. Larragan Landa Victoriano. Destierro: Badajoz.
¿-X-40. Marquiegui Maya Juan. Destierro: Badajoz.
6-VII-41. Arana Bergareche Santos. Destierro: Sevilla.
8-V-41. Larrañaga Landaburu Eugenio. Destierro: Málaga.
9-1-43. Aranguren Astola P. León, carmelita. Confinamiento: Álava.
26-1-43. Errasti Albizu Francisco. Destierro: Logroño.
?-?-44. Morilla Luengas Heriberto. En marzo de 1943 se hallaba en la prisión de Porlier (Madrid).
?-?-44. Llados Arsuaga Manuel. Trasladado de Carmona a Alfaro (Rioja) en ¿febrero? de 1943, y de Alfaro a Daroca (Zaragoza) en mayo-junio de 1943. Salió en libertad en junio de 1944 y, al parecer, falleció al mes siguiente en su casa.
Salida de la prisión de Yeserias (Madrid)
2-III-44. Echeverría Artola José Damián. (Proceso 1941). Destierro: diócesis de Sevilla. Se negó. Confinado en Larraul (G.).
Salida de la prisión de Hellín (Alicante)
¿-III-44. Goñi Latasa Rafael. (Proceso 1941). Destierro: Ciudad Real (Alcázar de San Juan).
Salidas del convento de Pasionistas Deusto (Bilbao)
IX-37. Alday Echebarri P. Damián, pasionista. Libre en Juicio.
IX-37. Argaiz Echebarria P. Raimundo, pasionista. Libre en Juicio.
IX-37. Guerricagoitia Urionagüena Honorio (estudiante). Libre en Juicio.
IX-37. Ibarguren Mendizabal P. Severino, pasionista. Libre en Juicio.
IX-37. Letamendi Muguire P. Gregorio. Libre sin Juicio. Destierro.
NANCLARES DE LA OCA, SEGUNDA ESTACIÓN
Pese al gran número de sacerdotes cautivos en la zona roja, a nadie se le pasó por la cabeza proponer un intercambio con nosotros. Aquellos servían mejor a la "Cruzada" como víctimas inocentes de los "Sin Dios". El clero vasco debía rentar en aquel momento mucho más dentro que fuera.
Más tarde, sin embargo, en nuestra estancia en Dueñas pudimos comprobar la obsesión que tenían los "nacionales" por sacarnos del escenario, pero, eso sí, convencidos y derrotados.
Aislarnos de los nuestros
La solución momentánea era separarnos de los gudaris y aislarnos del mundo vasco, con vistas a una maniobra de largo alcance. Ésta tendría lugar al final de la contienda... si nos prestábamos a bajar la cabeza y a perder la dignidad. Salimos del Penal el 29 de Marzo, hacia las 7 de la mañana, con destino de Nanclares de la Oca, custodiados por una pareja de la «benemérita», tras una despedida con todos los honores por parte de los gudaris: abrazos, lágrimas... «Agur Jaunak».
Un viaje inolvidable
Hasta Cicero hicimos el viaje en autobús. Allí tomamos el tren de Bilbao. Llegamos a la capital vizcaína a la una. En la estación nos esperaban las familias Marquiegui y Candina. Dada la hora de llegada, tenían encargada la comida para todos nosotros en el restaurant «La Bombilla». Huelga decir que hicimos honor al excelente menú, vengándonos a fondo del «Ramadán» penitenciario. Los dos guardias civiles terminaron la comida borrachos perdidos.
Incapacitados los guardias para tomar decisiones, la iniciativa recayó sobre nosotros. Obligados a viajar juntos y no habiendo plazas libres suficientes en el autobús de línea, alquilamos uno especial de la misma compañía hasta Vitoria. Durante el trayecto, los guardias mandaron parar el autocar para mear en el campo. En la parada de la capital alavesa topamos con don Carlos Lorea, canónigo-chantre de la catedral. «¿Qué quieres para Estella?», me dijo en tono simpático, al reconocerme. «Julio le soltó lo suyo», anota en su diario José Antonio Loinaz. Es verdad. Recordando en ese momento lo sucedido en mi pueblo y el calvario de mi familia, le solté unas cuantas burradas. Desde luego; él no se las merecía.
Entre tanto, los guardias, dominados por el brandy, seguían adosados a la pared, medio dormidos e incapaces de decidir sobre nuestro viaje a Nanclares. Lo estaban pasando tan bien en nuestra compañía, comiendo y bebiendo gratis, que no mostraban ninguna prisa por dar fin a su servicio. Uno de ellos, no pudiendo sostener el fusil, se lo pasó a José Mari Dañobeitia. El otro, menos dormido, nos propone «ir de putas», antes de ingresar en la nueva cárcel... Al fin, decidimos alquilar el mismo autobús hasta nuestro destino, Nanclares de la Oca.
Prisión de Nanclares
La prisión, antiguo balneario, era propiedad de los hermanos de las Escuelas Cristianas y servía de colegio para sus novicios. En adelante, por orden del Ministerio de Justicia, debían ceder la mitad, aproximadamente, de su espacio al Cuerpo de Prisiones. La separación entre habitantes tan diversos habría de ser absoluta; algo así como la de los leprosos de un lazareto. Sólo los novicios encargados de servir la mesa tendrían acceso, durante la comida, a un espectáculo tan deprimente y peligroso. Es de suponer que los jóvenes elegidos para misión tan arriesgada estarían previamente vacunados contra el virus rojo-separatista.
Un director, don Manuel Sanz, y dos guardianes con uniforme de Falange estaban ya «in situ» esperándonos. La primera frase de saludo del director estuvo precedida de un latinajo horrible. Nos bastó ese lapsus para definirlo: un tipo afrailado, pedante y chinche. Había sido novicio de la Orden Claretiana. Esclavo del reglamento general de prisiones, no se daba cuenta de la especifidad de su nuevo cometido y pretendía dirigir un establecimiento tan atípico como un alcalde vulgar.
José Antonio Loinaz le encajó, esa misma noche, el apodo de «Potolomeo» y con él se quedó.
La primera medida fue exigirnos el dinero, el peculio, según la terminología carcelaria. Sabia medida para dificultar nuestra evasión; cosa que le obsesionaba, dada la poca seguridad del edificio y la ausencia de guardia exterior.
Pequeño diario
12 de Abril.— Llega a Nanclares una expedición de sacerdotes presos. Vienen de la prisión del «El Carmelo», de Bilbao, con varias guardias.
13 de Abril.— Llega otra expedición procedentes de la misma cárcel. La componen dieciséis sacerdotes y religiosos, conducidos por dos guardias en una camioneta de asalto. Nos contamos nuestras respectivas odiseas. Lo más interesante en «El Carmelo» fue la visita a los sacerdotes presos del Nuncio Monseñor Antoniutti, un fascista de cuerpo entero. Cumplido el «expediente», prometió volver con más detenimiento y hablar con cada uno por separado: «Singulatim», dijo, al no encontrar el término castellano adecuado. Palabra de latino... que vuelve a dar la razón, una vez más, a Bernanos. Ya no se le vio más el pelo.
7 de Julio.— Sale en libertad el Padre Samuel. Ha cumplido su condena. Para despedirlo, se organiza una velada. Errasti le felicita en inglés, lengua no prohibida. En inglés, también, se lo agradece vuestro primer «liberto». Ese mismo día, se incorporan a nosotros dos nuevos carmelitas presos; los padres Legarra y Atucha. Vienen de Bilbao.
21 de Julio.— Queda prohibido recibir correspondencia del extranjero, aunque sea de padres y hermanos.
22 de Julio.— El hermano Demetrio, ex-provincial y ex-superior del colegio de Mundaka, asiste, como observador, a la lectura espiritual de ese día en la capilla. En esto, oye algo que le escandaliza y sale, nervioso, aponerlo en conocimiento de «Potolomeo», Se trata de «La vida interior» del cardenal Mercier, allí donde el autor habla de la resistencia al invasor alemán... El hermanito sacó la moraleja: nuestra intención, sin duda, no podía ser otra que la de aplicar a nuestro pueblo vasco y a nuestra guerra. «Potolomeo» llamó inmediatamente al lector ordenándole traer el libro. Lee el párrafo incriminado, lo examina detenidamente, y no encuentra en él nada especial. No obstante, aconseja al lector que suprima textos de esa índole.
23 de Julio.— Félix Lahuerta cae gravemente enfermo. En pleno delirio, tan pronto canta como llora. A veces, da gritos espantosos. «Potolomeo» nos prohibe visitarlo. Su diagnóstico es gravísimo: hemiplegia con derrame cerebral. Llega el mayordomo del Obispado, para informarse del caso. «Potolomeo» sigue en sus trece: prohibidas las visitas.
26 de Julio.— En vista de su gravedad, se administra el Viático a Lahuerta. Se lo administra don Teófilo, capellán del colegio.
28 de Julio.— Vuelve el doctor Peña. Vuelve asimismo el mayordomo del Obispado, obteniendo la misma negativa del director para visitar al enfermo. A las cuatro de la tarde, llega una ambulancia y el enfermo es trasladado al manicomio de Santa Águeda.
17 de Agosto.— Se recibe un telegrama «Anoche falleció Lahuerta». Pronto se rectifica este texto por otro, diciendo que Félix vive todavía. Al parecer, había sufrido un colapso muy fuerte y en momento de introducirlo en el ataúd dio señales de vida. Al final, se confirmó su muerte.
9 de Agosto.— Por la tarde, recibimos la visita de Cuervo, director general de Prisiones. Nos trae una buena noticia... Se pondrá una guardia en la puerta principal del edificio. «Potolomeo» no se da por satisfecho. El pretendía algo más seguro, una guardia exterior alrededor. Desde su discusión con Ganchegui no piensa en otra cosa.
14 de Agosto.— Orden de la Dirección General. Antes de la comida, un guardia deberá leernos el parte oficial de guerra y la crónica correspondiente. Durante su lectura, deberemos estar en pie.
25 de Agosto.— Traen el cadáver de un hermano, Aniceto, natural de Munguia, muerto en el frente. Solicitamos asistir al funeral. «Potolomeo» nos responde: «Ustedes están muertos al mundo...».
30 de Agosto.— Don Juan Izurrategui acaba de cumplir 76 años. Junto con Aldama, de 73, envía una cartas a don Tomás Eguidazu, abogado de Vitoria, solicitando explicaciones sobre los beneficios que las leyes y reglamentos vigentes otorgan a los mayores de 70 años», según se lee en la sentencia de nuestros dos septuagenarios. Eguidazu responde que tiene posibilidades de conseguir la libertad con arreglo a dicha ley. Con ese motivo, «Potolomeo» acude a la Dirección General, con sede en Vitoria, llevando una copia del Decreto enviado por el abogado a los dos viejos. El 19 de septiembre, «Potolomeo» llama a los interesados. Desilusión... las leyes y reglamentos a los que pretenden acogerse están abolidos. Con todo, nada les impide presentar una instancia al Ministerio de Justicia... tanto como decir: «al maestro armero».
Los estafilococos
Antes de cerrar este capítulo de Nanclares, quiero añadir algo tocante a mi persona. Lo que ni el hambre ni los piojos consiguieron en el Dueso lo lograron en Nanclares los estafilococos. Estos encontraron, por fin, mi talón de Aquiles en el sentido más literal del vocablo. Comenzando por la planta del pie, recorrieron toda mi anatomía, hasta llegar al cuello y la cara, teniéndome envenenado durante seis meses. El primer forúnculo, el de la planta del pie, era tan enorme y la piel tan dura, que tras una semana de maduración, acompañada de dolores agudísimos, fue necesario recurrir al bisturí. El médico del pueblo, al terminar su labor con éxito, no cesaba de aplaudirse a sí mismo: «No se crea usted que esta operación está al alcance de cualquier médico rural». Es verdad. Mi cirujano demostró tener una habilidad y un pulso nada común.
Noche de crímenes
Otro recuerdo de Nanclares es el de una noche de luna... el testigo de tanto crimen. Regalándonos en su contemplación. Estábamos a media noche los tres compañeros de celda: Larrañaga, Torrontegui y yo. En esto, pasa un coche. Su marcha lenta nos da la impresión de que se va a parar. El detalle y la hora comienzan a intrigarnos. Un segundo detalle: el hecho de apagar los faros nos da la clave... un «paseo». En efecto, segundos después, suenan tiros de pistola. Tras el último tiro, el de gracia —suponemos— el automóvil da media vuelta y retrocede hacia Vitoria.
A la mañana siguiente, en cuanto llega Lasaga, le preguntamos: ¿ha encontrado usted algo en la carretera? Nuestro buen guardián, que ya venía desencajado, ante el hallazgo macabro, soltó su lengua como nunca lo había hecho, desatándose en improperios contra los asesinos y sus cómplices. A partir de entonces, nos abrió su pecho y nos descubrió toda la trama del aparato represivo. Andando el tiempo yo llegaría a conocer y hablar con el jefe de aquella banda de asesinos. No cito su nombre y apellido por no amargar la vida a su hija...
Julio Ugarte
"Odisea en cinco tiempos"
Me acuerdo todavía del paalcete de la calle Henao de Bilbao donde residían los obispos franquistas.
Recuerdo el Mercedes con chófer en el que se trasladaba el colaboracionista franquista Gúrpide, látigo de los "curas nacionalistas vascos".
Tiempos de plomo, en los que un asesino nombraba obispos ante la babosería de la sociedad española, cuando los vascos eran los únicos que continuaban la lucha antifranquista.
Publicado por: CAUSTICO | 10/27/2016 en 09:48 a.m.
Me pregunto qué pensarían estos curas vascos cuando el Vaticano firmó el concordato con Franco. ¿Maldecirían a Pío XII?
Publicado por: Señor Negro | 10/27/2016 en 08:47 p.m.
¿Alguno de los curas vascos fusilados por Franco ha sido beatificado? ¿O el Vaticano sólo reconoce como mártires a los eclesiásticos asesindados por los izquierdistas?
Publicado por: Señor Negro | 10/27/2016 en 08:48 p.m.
uno de estos sacerdotes es un familiar de primer grado del cual no hemos vuelto a tener noticias desde esa epoca por diferentes circunstancias politicas del momento y nos separamos desde entonces con toda la familia y despues de tanto tiempo no es imposible localizarlos. El sacerdote es Victoriano Larragan Landa, si alguien sabe algo de él y familiares agradeceriamos nos informasen.
Publicado por: Isaac García Gonzalez | 11/02/2023 en 04:35 p.m.