El Dueso y Santoña tienen un especial significado para los combatientes vascos. Allí son recluidos, en primera instancia, miles de componentes de los batallones de gudaris que se rindieron a los italianos, confiando ingenuamente en palabras que se llevó el viento. A pesar de que ya funcionaban ¡y a qué ritmo! Las cárceles de Euzkadi, iniciamos esta serie con Santoña por su especial significado y por la importancia cualitativa de los fusilamientos de los que damos cuenta aquí.
Hemos recurrido a memorias y testimonios de los que allí estuvieron presentes. Ramón Galarza, con su impresionante “Diario de un gudari condenado a muerte”, José Estornés Lasa (recientemente fallecido) y Julio Ugarte, son las fuentes a las que recurrimos este domingo.
CÁRCELES DEL FRANQUISMO (I) EL DUESO EN SANTOÑA
El grupo de Laredo y el de Castro Urdiales son espurgados de elementos peligrosos que son enviados al Dueso, custodiados por el Regimiento de América cuyos soldados van llenando sacos con los relojes, cadenas, medallas, dinero y demás objetos de valor en la misma puerta de entrada al Penal.
Luego, los guardianes nos van encerrando en las celdas en grupos de a siete. Cada celda tiene dos metros de ancho por tres de largo: seis metros cuadrados.
Más tarde nos llaman a todos a la parte baja de las galerías y nos mandan a un lado para formar las listas pasando al otro lado. Es increíble la incapacidad de aquellos guardianes para formar unas listas tan fáciles. Se equivocan una y otra vez. No da el recuento de los presos lo mismo que las listas.
Empieza la vida de la cárcel para aquellos hombres que jamás han perdido la libertad por delitos comunes.
Un verdadero presidio
El Presidio del Dueso es una verdadera fortaleza. Un muro exterior, bastante apartado de las edificaciones internas, con puestos de vigilancia en número considerable. Un foso interior con puentecillos custodiados. Varios edificios destinados a talleres, escuelas, etc.
En el centro se levanta «El Período», lugar donde los condenados a presidio pasan un cierto número de días en un régimen severísimo, antes de ser incorporados al resto de los presidiarios.
«El Período» está formado por un pentágono, dos de cuyos lados están edificados formando galerías de dos pisos, comunicadas por el centro con una escalera. Todo es de cemento y de hierro incluso las puertas. Otros dos lados lo constituyen dos largas vallas y en su punto de unión, formando el quinto lado del pentágono, está la enfermería. «El Polígono» así descrito encierra un hermoso patio para pasear, para formaciones, para celebrar las misas, etc.
Es un modelo de presidio. Tiene retretes y lavabos modernos.
Las celdas son individuales. Como han encerrado siete presos en cada una, se comprende que los servicios de higiene sean insuficientes.
Los WC están siempre llenos. Largas colas de hombres esperan, retorciéndose, su turno en este miserable servicio. Los cólicos y las diarreas son numerosos. El espectáculo es espantoso. Los guardianes miran indiferentes tal estado de cosas. Según ellos todo es normal en la cárcel.
En una de las celdas vemos una inscripción recordando que allí estuvo el mártir Sanjurjo encerrado después de la sublevación fracasada del 10 de agosto.
Los piojos y otros parásitos se apoderan de nuestros cuerpos que han sabido evitarlos en la campaña durante año y medio.
En el patio, cara al sol, nos despiojamos como podemos, mientras estudiamos diversas materias: idiomas, matemáticas, etc.
¡Nadie vio ni soñó jamás Academia tan original! ¡Ni en la Grecia de Sócrates y Platón!
La comida se compone muchas veces de una lata de alubias en conserva de un kilo para siete. Debe servir para las dos comidas. El cálculo y reparto de las raciones es un poco enojoso.
Las latas tienen etiquetas con la bandera bicolor rebelde y tenemos mucho cuidado de echarlas al suelo. Al rato todo el pavimento está cubierto, alfombrado con los colores gloriosos de nuestros enemigos que son pisoteados con gran satisfacción. Parece que tampoco les gustan a los guardianes.
Juicios sumarísimos
Se organizan en seguida los juicios sumarísimos en serie y corren toda clase de rumores. Cada día toman declaración a un montón de presos. Han habilitado varias celdas para esos efectos sumariales.
El número de penas de muerte que se va pidiendo es muy elevado, tanto que parece mentira. Es, sin embargo, una gran verdad, la mayor verdad que puede imaginarse. Estamos convencidos de que va a haber una gran matanza.
El primero que fusilan es el Cte. Eguidazu, de un batallón que defendió la margen derecha del Nervión. Fue el 4 de octubre y parece un hecho aislado.
El 14 fusilan a dos representantes de cada partido. Son destacados miembros de las agrupaciones políticas y sindicales que caen fusilados en una brillante mañana de otoño, en la playa de Santoña. Desde las celdas se oyen las descargas.
Todo el Penal se conmueve y sacude con una ola de firmeza y de coraje. Nadie se acobarda. Un aire de serenidad y de fortaleza se nota en todos los rostros. Comienza la última batalla. Es el cuerpo que se desliga de la tierra y mira a Dios y a la Patria en ofrenda sublime de vidas jóvenes, de afanes, de ilusiones que van a ser truncadas «fría, cruel e implacablemente».
La vida en la cárcel es inferior a la vida animal. La alimentación es insuficiente. Unos llevan la cuenta de las alubias o garbanzos que se encuentran difícilmente en un caldo parecido a una sopa. Otros, intentan averiguar la composición del desayuno que sólo se parece al café con leche en el color.
En una mañana de sol brillante, oímos cantar al ruiseñor en los barrotes de nuestra celda.
Ya no es libre más que el ruiseñor en Santoña. Hasta los mismos guardianes son presos, pues el que tiene esclavos es esclavo de sus es clavos, doblemente esclavo.
Tenemos un sistema de comunidad entre los ocupantes de la celda. Tabaco, papel y otras cosas las tenemos en común. Claro que es una economía rudimentaria.
Nos afeitamos todos los días con gran sorpresa de los guardianes que insisten en buscar las hojillas de afeitar sin resultado alguno. Cuando hay registro las colgamos con un hilo fino a la parte de la ventana que da al patio y atamos el hilo a un barrote. Tan sencillo, posiblemente hacen la vista gorda.
Un día mi padre viene a verme y me llevan a una sala de visitas. Ha conseguido este favor extraordinario gracias a que conoce a un Coronel de Burgos.
Me trae un bocadillo y me lo como allí mismo porque sospecho que no me lo van a dejar llevar a la celda.
A resultas del atracón paso varios días con indigestión. Parece que el estómago se ha achicado mucho.
José Estornés Lasa
“Un gudari navarro en los frentes”
Edit. Itxaropena
Ramón de Galarza, cubriéndose bajo el seudónimo de Rafael de Gárate publicó hace años el famoso «Diario de un gudari condenado a muerte» que pasó de mano en mano, en tiempos de la clandestinidad del último franquismo. He aquí recogidos algunos de sus pasajes en los que habla de los fusilamientos. Recogemos igualmente la carta que Juan de Ajuriagerra escribió como testamento, cuando pensaba que iba a ser fusilado inmediatamente.
EL DIARIO DE LOS HORRORES DE EL DUESO
15, viernes
Han tocado diana media hora más tarde de lo corriente. Se olfatea algo anormal. Más seriedad en los guardianes, más disciplina. ¿Qué ocurre?
¡Dios mío! Han fusilado 14 hombres. Se ve, además, que han sido buscados: ¡Qué selección han hecho!: Azkue, López Otamendi, Markiegi, Ibarbia, Markaida y Zabala.
Dos miembros del Consejo del Partido Nacionalista Vasco.
Dos miembros del Ejército Vasco pertenecientes al PNV.
Dos miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos.
Dos miembros del Partido Republicano.
Dos miembros del Partido Socialista.
Dos miembros del Partido Comunista.
Dos miembros de la CNT.
Un mazazo en pleno cuello no produce más efecto. Nos deja anonadados. Parecemos una banda de sonámbulos. Comentamos.
Hay en esto, además, una sombra, una nube negra de tragedia. ¡Dos de cada grupo, de cada partido! Es una forma de cebarse, de sadismo, de inquisición. Parece que nos dicen: ¡Esto es una advertencia, podéis prepararos!
Sin embargo, ¿qué tiene la juventud cuando tiene la conciencia tranquila? Hay alguien, algo, que nos anima por dentro y dice:
¡Hay que vivir! ¡Hay que sobrevivir! A las pocas horas la reacción general ha sido plena.
Han muerto como héroes. Azkue, organizador Jefe de Eusko Gudarostea (Ejército vasco) ha dicho en los últimos momentos:
¡Ahora nos veremos ante el verdadero juez!
En el juicio de hoy sale absuelto Eribe.
17, domingo
Misa. Durante ella, un señor al que por lo visto le importa un higo la ceremonia se ocupa solamente de cómo estamos formados y anda a empujones con todo el mundo. ¿La misa? ¡Va!
Llegan a mis manos cartas de los fusilados ayer.
Markiegi
Florencio de Markiegi, Alcalde de Deba y miembro del Gipuzko Buru Baizar, fue llevado a una celda aparte con otros seis compañeros de pena capital una vez que se les comunicó que iban a ser ejecutados a la mañana siguiente.
Caminó sereno hacia la playa de Barría, donde había de ser fusilado con sus compañeros. Tuvo un recuerdo para su hermano sacerdote fusilado por los franquistas en Mondragón: «Pronto nos abrazaremos», dijo.
Frente al pelotón de ejecución se adelantó unos pasos y pronunció unas palabras de perdón para cuantos habían contribuido a su muerte, y exclamó en voz alta: «Muero contento porque doy la vida por mi Patria Euzkadi, y porque todos nos hallaremos pronto juntos en el cielo».
Azkue
Otro de los fusilados, Ramón Azkue, era lo que se puede decir un chico bien de Bilbao. Tenía 38 años, era soltero cuando empezó este lío. Vivía poco menos que de las rentas, y todo su trabajo, que lo llevaba a rajatabla, era servir a la patria. Estudios, conferencias, agrupar, reunir, empujar. Todo en él era patria y estaba dedicado exclusivamente a ella.
Había sido miembro ejecutivo en la primera directiva del Bizkai-Buru-Batzar (PNV) después de la dictadura. El Ejército Vasco necesitaba un hombre que lo dirigiera. Este fue Ramón Azkue.
Aquí está su testamento, suave, cálido, como cuando meses antes hablábamos en aquel despacho:
A los jefes del partido escribe así:
«Con entereza y ánimo
esperamos el final.
Faltan tres horas.
Despídenos de todos los compañeros,
A mis sobrinos, Juan María Yandiola,
Fede y Jesús de Zabala,
firmes en el ideal.
Un abrazo muy fuerte.
Hasta la eternidad en J.E.L. Azkue».
Los catorce murieron con valentía. ¿Quién les condenó? Un juez cómodamente sentado en un sillón y probablemente haciendo una buena digestión, que ni siquiera se fijó en ellos a la hora de dictar la sentencia y que se quedó tan campante después de haber jugado con vidas humanas.
18, lunes
Han repartido entre la población reclusa (¡bonito nombre!) pastillas antitíficas. Ha habido una pequeña y leve salvedad. A los condenados a muerte no nos han dado la ración.
Tengo que hacer constar que anteayer me cortaron pelo a rape y estoy precioso. Parezco el vivo retrato de Juan de Landa en la película «El Presidiario».
24, miércoles
Ayer a última hora sacaron para Bilbao a 20 sentenciados a muerte. Entre ellos va Ramón de Lekanda. He pasado mala noche por culpa del forúnculo.
Anoche, en la hora trágica de ese teatro de todos los días, en el que cien personas enemigas deben estar firmes bajo la bandera roja y gualda mientras tocan histéricamente los himnos de reglamento y se obliga a contestar:
«Una, Grande, Libre», cada vez que el oficial dice: «¡España!».
¡Qué ridículo! ¡Cuántos juramentos, blasfemias y recuerdos «cariñosísimos» a padres y madres... como es natural, como lo harían los otros si se les obligara a lo mismo! ¡Qué manera de humillar, de rebajar, de fomentar más odio! No lo entiendo; bueno, probablemente quieren lavar cerebros; pero, ¿así?
Losada
Anoche (como he empezado a mencionar este suceso) Losada, anarquista gallego afincado en Trintxerpe, ha sido el que ha manifestado el sentir general. Estaba harto, quería morir.
Ha dado un paso al frente y anticipándose a los «¡Vivas!», etc., con voz fuerte, valiente, ha gritado:
«¡Viva la República! ¡Viva la Libertad!».
Cerrojos de fusil, ametralladoras y pistolas. No lo he visto, me lo han contado en caliente. Creían que fusilaban a todos en aquel momento. Se han llevado en volandas a Losada.
25, jueves
La misa estaba anunciada para las 7 y 1/2 y todavía no nos abren la puerta. Se conoce que alguno ha dado el chivatazo del día que es y no dejan celebrarlo.
Cuando nos abren para lavarnos nos enteramos del por qué de la suspensión. Es que esta madrugada han fusilado a Losada, el que ayer dio los gritos. Le han fusilado delante de los mismos que ayer estaban presentes. Al izar la bandera y a los acordes de la «Marcha Real». Pero, todavía ha tenido tiempo de volver a exteriorizar su orgullo, ahora ha dicho:
«¡Viva la República! ¡Viva el Nacionalismo Vasco!».
El que me lo cuenta, el testigo de lo ocurrido, es un comandante de un batallón comunista. Me dice:
-Oye, suponte que ganamos la guerra, que éstos estén prisioneros, que yo soy el bruto ése que lanza los gritos de «¡España, España!»... ¡qué horror sería para ellos y... para la persona decente que les obligáramos, como ahora lo hacen con nosotros, a decir:
«¡ Muera Cristo!... ¡ Muera!».
«¡Muera la Virgen!... ¡Muera!».
«¡Más fuerte que no se oye bien!».
-Qué salvajes ¿verdad? y... ¿esto?... Para mí es lo mismo. ¡Hay que humillar al vencido!
Me llaman: tengo visita. Peso 20 kilos menos que hace dos meses. Tengo fiebre, sarna y piojos; el forúnculo apenas me permite andar. Esto es una birria de persona. ¿Quién me visitará? Necesito ayuda para llegar al locutorio.
Es Carmen, mi hermana Carmen. Llora al ver aquella piltrafa de hermano. Se ha enterado de mi condena y me trae un documento a firmar; es la petición de indulto. Lo hago de mala gana porque sé que nada se adelantará.
Juegos crueles
A las once de la noche se encienden las luces. ¡Ya está La Parca! Pasos, voces. Se abre nuestra celda. Miedo, miedo.
-José María... -dice el guardián. No le dejamos terminar:
-Aquí no hay ningún José María. Vuelve a mirar el papel:
-Ah, no: Antonio Landajuela.
¡Otro jarro de agua helada! Antontxu, nuestro Antontxu, con su barba negra, se levanta. Está blanco, pero con gesto valiente, duro, dice:
-Servidor.
El guardián se sonríe.
-Toma -le dice- José María Iruarrizaga me ha dado estos dos paquetes de cigarros para tí esta tarde en Santoña. La mirada que le echamos a este hombre, a éste energúmeno, tiene que hablar de matar. ¿Borracho, imbécil? Nos ha dejado sin aliento.
-Os he asustado, verdad? -dice todavía el chistoso de él.
¡Qué rato nos ha hecho pasar! No tenemos aliento ni para comentarlo.
26, viernes
El forúnculo me tiene deprimido. Parece una mandarina. No puedo andar. La sarna me corroe. La lepra debe ser parecido a esto. Tiro agua apestosa por el pecho, los sobacos, las piernas.
Obsesionados
Me cuentan...
De la celda n° 3 sacaron la última noche a un hombre. Tenía la difícil costumbre de dividir su pan en tres trozos iguales. Comida, cena y desayuno.
En la celda tenemos una pequeña taquilla o caja metálica en donde dejamos los pocos enseres que tenemos, platos, cucharas y... éste también había dejado su tercio de «ceneque» y... allí se quedó.
Sus compañeros inmóviles, silenciosos, pasaban revista a su tragedia. Nadie dice nada pero, todos tienen la misma obsesión, la misma idea fija. ¡En el pedazo de pan que había dejado aquel pobre hombre en la balda.
Cada quién hace su composición. Nadie lo comenta, pero... ¡esperaré hasta que se duerman!, ¡me levantaré a la madrugada! ¡sin que me vean me comeré luego ese mendrugo debajo de la manta!
Todos, los seis, piensan lo mismo.
Se oyen pasos, se encienden las luces. ¡Ringui-ranga!, se abre la puerta. Caras lívidas, el ritmo del corazón se acelera.
—¡A ver! -dice el guardián- ¡no os apuréis que no es nada! El hombre que hemos sacado de aquí dice que se ha dejado un pedazo de pan y... voy a llevárselo.
No estás
No se apagan como de costumbre las luces a las nueve. Malo. Cerrojos. Nombres, gritos desusados por las galerías. Se abre la celda de al lado. Se oyen nombres. Están pasando la lista fatídica. Hoy no quedamos ni uno. Son las once de la noche.
Suena el cerrojo de nuestra celda...
Cinco estamos tumbados en el suelo y dos en el camastro.
Dos guardianes y cuatro grises en la puerta. Uno de los guardianes trae una lista en la mano. Nos mira seriamente. Al que está primero tendido en el suelo le interroga:
— Tú, ¿cómo te llamas?
— Ignacio Sáez de Zaitegui — contesta con voz ronca.
— ¡No estás! — dice después de recorrer la lista pausadamente.
— A ver, tú.
— Andrés Ormaeche Eguiluz. Vuelve a mirar la lista.
— ¿Andrés Ormaeche? ¿Segundo apellido?...
— Eguiluz — Se ha puesto verde.
— ¡No estás!.
El tercero es Antontxu Landajuela, que también es aprobado. Yo soy el cuarto. Tengo pues más del 60% en esta elección. Le digo mi nombre. Dos segundos quizás tardará en recorrer la enorme lista. ¿Dos segundos? ¡Dos lustros! ¿qué se siente? Creo que nada. Es el miedo que paraliza el organismo.
Paso lista, y también Capetillo, que está a mi lado. Quedan los dos del camastro, Andini y Chomin Mayayo.
Primero Andini. Da su nombre. Tiene la cara del color de la piedra. No se mueve, espera el veredicto. ¡Tampoco!
Sólo queda uno. Mayayo; mi entrañable Mayayo. Se sienta en el jergón, sonríe mientras empieza a atarse la camisa. Nos mira. ¡Este hombre esté al 100 x 100; no tiene escape.
— Tu nombre.
— Domingo Mayayo Arbea.
— ¿Has dicho Mayayo, Mayayo?
¡Qué raro que el corazón me anda todavía. Debe ser una máquina maravillosa, y ... ¿el de Mayayo?
— Tampoco... dice el guardián y... cierra la puerta.
Nadie habla. ¡Vaya ratito! ¡Qué raro! ¿Qué andarán buscando? Sacamos nuestras reservas de tabaco.
— Txomin, ¿qué tal? le preguntó.
— ¿Qué tal? — que ahora mismo me cambio de sitio. No quiero ser más el último. ¡Qué susto he pasado!
La una de la mañana, las dos, sigue la danza. Más puertas, más miedo. ¡Mucho más miedo! ¿Qué va a pasar esta noche? Al fin apagan las luces.
Fusilados
28, jueves
Seis y media de la mañana. Desde la playa llegan los tiros, las descargas. No quiero pensar en mi familia. Hago examen de conciencia. Pienso, 1° que iba a morir en gracia de Dios: 2°. que debo estar hastiado de este mundo, ¡con veintitrés años! y, 3°, que he cumplido con mi familia y con mi patria, y que la conciencia me rebosa tranquilidad.
No puedo enterarme de cuántos ni quiénes son los fusilados, porque todo el penal está incomunicado desde que ocurrió la tragedia.
Zaitegui tiene diarrea y desocupa en un tanque. Hacemos comentarios sobre lo que haríamos si nos llevaran a la muerte. Criterio general: lo mismo da.
A las 10 nos sacan para lavarnos. Nos enteramos que han sido 42 los infelices. Entre ellos un vasco, de Vitoria: Espada; fue aviador.
Según parece han hecho una especie de sorteo, y del fichero han ido sacando vidas para el sepulcro. ¡Qué frío hay que tener el corazón!.
Disciplina, palo duro, ¡terror! Hay que sembrar el terror! Estamos incomunicados totalmente. No nos falta más que la bola en el tobillo.
Efectivamente los fusilamientos han sido a voleo y no se han andado en chiquitas: 42 fusilados; el 1% aproximadamente. Los han sacado de todo el presidio. Lo mismo de nuestra galería de condenados que de las otras.
El horror del hombre que todavía no le han juzgado o el que dormía tranquilo porque le habían pedido 20 años tiene qué haber sido mucho mayor que el nuestro cuando le han dicho como a Lázaro ¡Levántate y anda!... ¡pero para la playa, que te vamos a dar diez tiros!.
Muchos se han resistido, han suplicado, llorado. ¡Aquí hay una confusión!. Nada, no ha habido disculpas; medio arrastras se los han llevado a la playa.
Aquí viene la explicación de lo de anoche. En lugar de llamarnos por nuestro nombre, preguntaban ellos. Alguno o algunos no aparecían.
Ramón de Gaiarza. «Diario de un gudari condenado a muerte».
Ediciones Vascas
LOS PRIMEROS FUSILAMIENTOS
15 de Octubre de 1937:
Manuel de Egidazu.— Ex-comandante del Batallón «Perezagua». Comunista.
Florencio de Markiegi.— Consejero del «Euzkadi Buru Batzar», Partido Nacionalista Vasco. Alcalde de Deba (Gipuzkoa).
Ramón de Azkue.— Consejero del Bizkai Buru Batzar, Partido Nacionalista Vasco. Jefe de Euzko Gudarostea.
Tomás López de Otamendi.— Afiliado al Partido Nacionalista. Maestro en Bilbo. Jefe del Servicio de Radio de la Presidencia del Gobierno de Euzkadi. Desde su niñez le faltaba el brazo derecho.
José Ibarbia.— Afiliado al Partido Nacionalista Vasco, de Beasain (Gipuzkoa). Miembro del Consejo Regional de Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV).
Felipe Markaida.— Afiliado al Partido Nacionalista Vasco. Segundo Maquinista del «bou» «Gasteiz». De Sopelana (Bizkaia).
Jesús de Zabala.— Afiliado al Partido Nacionalista Vasco, consejero regional de STV. De Begoña (Bizkaia).
Francisco Rabaneda.— Del Partido Comunista. Ex-Comandante del Batallón «Perezagua». Jefe de Brigada.
Subtil.— Socialista de Tolosa (Gipuzkoa).
Isidro Nieves.— Teniente del Batallón Malatesta, de la CNT.
Críspulo San Miguel.— Comandante del Batallón de UGT «González
Peña»; socialista.
Y tres más, cántabros.
28 de Octubre de 1937:
42 presos del penal. Entre ellos cinco vascos: Espada, afecto al cuerpo de Aviación; Fuente y Unibaso, desconociéndose los nombres de los otros dos. El resto, o sea, 37, eran cántabros.
2 de Noviembre de 1937:
Daniel Losada Secane.— Afiliado a la CNT.
LA CARTA «DE DESPEDIDA» DE AJURIAGERRA
Mi querido amigo y presidente La contestación que los españoles han dado a su carta optimista del día pasado no ha podido ser más trágica, esta mañana han fusilado a 14 presos del Dueso, 6 nacionalistas, 2 socialistas, 2 de la CNT y un comunista, todos ellos de los que con nosotros han luchado en Euzkadi y tres más de Santander. De los nacionalistas, a Ramón Azkue y Markiega que estaban en la misma celda que Unzeta, Arzeluz y yo; a Ibarbia y Zabala, de las regionales STV de Guipúzcoa y Bizkaia respectivamente, Otamendi, del gabinete de Radio y Markaida, tercer maquinista de bou «Gazteiz».
La muerte de los nacionalistas ha sido ejemplar, dirigidos con un temple magnífico por Markaida, han caído al grito de «Gora Euzkadi Askatuta», coreado por un grito de viva España, del pelotón que los fusilaba. No sabemos aún todos los detalles de lo que ha sucedido esta noche, pero ya les mandarán noticias o bien nosotros u otros, según se vayan conociendo.
Como supongo que pronto iremos cayendo los demás, quiero antes de hacerlo, hacer a usted patente, quizás por última vez, mi razonada, firme, inquebrantable adhesión a las doctrinas del PNV en las dos partes del lema, como católico y como patriota, y la esperanza, la seguridad más bien de que la sangre que aquí se derrame no será baldía sino que ha de dar en Euzkadi tiempos de libertad en tiempo próximo y que los sufrimientos nuestros se han de transformar para la patria en días de felicidad y de ventura.
Tenga usted y los burukides y los demás que con nosotros han trabajado, de que les recordaré a la hora de morir con el cariño de quien con ustedes han pasado días duros y alegres, días difíciles y gloriosos.
Les ruego que cuando esto pase, trasladen mi cuerpo a tierra de Euzkadi de acuerdo con mis padres y hermanos.
La gente aquí ha sufrido un gran golpe con las ejecuciones de esta mañana, pero todos están con un ánimo elevado y dispuesto a sacrificar sus vidas por Euzkadi.
Abrace usted a Solano, Arredondo, Aguirregoitia, Arregi, Zarrabeitia, Bereciartua, Eli, Gamarra, a los de consultivo, a José Antonio y a los consejeros del Gobierno y a todos los demás que por ahí se encuentran. Espero que niegue usted a Dios por mi alma y sigan trabajando para hacer pronto una Euzkadi libre, feliz en Jangoikoa eta Lagizarra.
GORA EUZKADI ASKATUTA
AJURIAGERRA tar JON
Santoña Dueso, 15-10-87
EL DUESO EN SANTOÑA. UNA CÁRCEL MUY ESPECIAL
Nuestro acomodo en las celdas fue completamente «al libitum»... Yo, después de andar de la Ceca a la Meca; pues ninguna celda me parecía «confortable», me decidí por una del primer piso del Período, en el ala que da al patio de la enfermería. Allí me refugié con León Barrenechea, Ramón Fernández y X. Ubillos, tres conocidos militantes de ELA-STV. Entre los cuatro, a duras penas, conseguimos una manta y un estrecho petate del ropero común. Ese era todo nuestro ajuar. Para colmo de indigencia, ninguno de los cuatro disponía de plato ni cubiertos. ¡Vaya problema el día en que nos sirvan comida caliente. Con vistas a esa eventualidad, yo me metí a fabricante de cucharas... Sobre un trozo de tabla delgada —no había otra— dibujé una cuchara. A fuerza de paciencia y de raspar con un trozo de hojalata, logré dar forma a la madera... Le faltaba fondo. Sólo servía para remar en piragua...
La primera comida, tras dos jornadas de ayuno, nos la repartieron a eso de las cinco: Un trozo de pan y una lata de sardinas. No hay cena. A la hora de acostarnos —con las celdas abiertas— surge el inevitable dilema: ¿cómo arreglarse, a base de una manta y una colchoneta para cuatro personas? Trato hecho.
Cama y comida
Tres dormirán en el suelo, sobre la colchoneta, sin almohada y con la mima extendida a lo ancho, de forma que nos cubra hasta la rodilla. El cuarto, por turno, se acostara, sin nada, en la «cama»... Esta consiste en un enrejado de hierro sobre cuatro patas fijado a la pared. Una verdadera tortura medieval.
Aún era peor el caso de Manolo Nogueira médico del batallón Araba y el de sus “compañeros mártires”. A falta de todo, se tumbaban en el suelo; se levantaban las solapas de la chaqueta, para “abrigarse” durante el sueño y, al despertar, se las bajaban. Todo ello sin perder el humor. Era una manera original de protestar contra la “Sociedad de Consumo”… Hay, también varios grupos de amigos instalados en las salas de waters y lavabos, durmiendo sobre el cemento y sin cobertura alguna.
Una misa cantada
Volviendo al Dueso. El domingo 29, se celebró en el patiio de la enfermería una misa cantada, en sufragio de nuestros muertos. Al final, de memoria y sin acompañamiento, ejecutamos el conocido “Libera me” de Perossi, a tres voces. Dirigió el coro Ángel Lizarraga, subdirector del Euzko Abesbatza de Donosti. Junto con los presos, asistió la guardia interior italiana. Finalizada la misa, el sargento responsable de la disciplina nos felicitó calurosamente: «Una messa molto bella; molto bella». Por su parte, los «cruzados trasalpinos» se mostraron flojos de latines. Ninguno de ellos se sumó al coro general en la misa gregoriana, la de «Angelis», ni el responso de su compatriota Perossi. Sus voces se reservaban para la diana, en cuyo momento entonaban diariamente el «Giovinezza». Este himno nos servía de despertador.
La entrega
- Así fueron discurriendo los días hasta que llegó el gran jarro de agua fría; mejor dicho, helada. El 7 de septiembre se consumó la traición «latina» con nuestra entrega en bloque a la «Justicia Española». En esa fecha se hicieron cargo del Penal un grupo de oficiales y guardianes del Cuerpo de Prisiones, reforzados por guardias de asalto, los «pichis» de Celia Gámez. A su vez, la guardia exterior italiana es relevada por un batallón de soldados Nuestros nuevos «ángeles custodios del interior tienen cara de esbirros. Sus ojos despiden chispas de odio africano: el clásico “Odium theologicum” español: característica que atribuye don Miguel Unamuno a los habitantes de la piel de toro en su libro “En torno al Caticismo”.
Ladrones de guante azul
Los de Asalto haciendo honor a su definición, sólo piensan en el botín. Los soldaditos de Franco, los “guanches” excluidos del reparto, se divierten jugando al «pim, pam, pum», cada vez que un recluso asoma la cabeza tras la reja de la ventana. En resumen: tres plagas añadidas a las incomodidades propias de nuestra situación de vencidos. Con el hambre llegarían otras tres: la avitaminosis, los estafilococos y los piojos. Como remate, estaríamos un mes entero sin agua en los waters. Entre tanta plaga, yo no sabría decir cuál de ellas me resultaba más insoportable.
Los primeros días, cosa extraña en un penal, dormíamos con las celdas abiertas. Pero, viendo que los de «asalto» aprovechaban nuestro sueño para desvalijarnos, se impuso el régimen penitenciario normal. Hubo recluso a quien le habían robado los zapatos y la camisa... Escándalo farisaico de los responsables del «orden». El verdadero expolio lo llevarían a cabo, poco después, los oficiales y guardianes con los cacheos extrarreglamentarios en el patio y las celdas... Relojes, plumas estilográficas, anillos, alianzas, dinero... El futuro de la razzia, que llenó varios cestos, fue a parar a un cuarto.
Locos
El día 28 de setiembre separaron a los locos y los reunieron en la misma sala. Eran diez. A Elías Elejalde lo internaron en un manicomio. Entre los locos estaba un aldeano vizcaíno. Había perdido la razón, al verse despojado por las autoridades «nacionales» de su libreta de ahorro. Se pasaba el día entero repitiendo con aire triste el mismo estribillo: «¡Ay mi libreta! ¡Ay mi libreta!». Otro de los locos se fumaba el pelo.
La primera víctima
La primera víctima de El Dueso fue Eguidazu, un ingeniero bilbaíno comandante del batallón «Perezagua». Yo lo había conocido en Asturias, y ello me daba pie, de vez en cuando, para comentar con él las incidencias de aquella ofensiva tan absurda, durante las horas de patio. Me pareció hombre inteligente.
El fusilamiento de Eguidazu tuvo lugar el 5 de octubre.
Viernes, 15 de octubre. Han tocado diana media hora más tarde de la reglamentaria. El aspecto serio de los guardianes nos indica que algo gordo pasa. Pronto lo descubrimos. Han fusilado a 14 vascos: cuatro del PNV, dos de ELA-STV, dos republicanos, dos comunistas, dos socialistas, y dos de la CNT.
De los nacionalistas, Azcue y Marquiegui, son miembros del Euzkadi Buru Batzar. Los otros cuatro han debido ser «elegidos» por otras razones.
En el momento de llamar a los reos de muerte, para entregarlos al piquete de ejecución, Marquiegui se retrasó unos segundos, buscando algo. Heleno, «alma negra», se inquieta y le dice en tono sarcástico: «¡Anda listo!; que vas a perder el tren»... En esas manos estábamos.
Domingo 17 de Octubre.— Misa en el patio. Celebra el capellán, don Anselmo. Actúan de monaguillos, Juan Marquiegui, primo carnal del fusilado y José María Dañobeitia. Durante la misa, Saturnino Ganchegui, junto al altar, reza el rosario en voz alta, como todos los días festivos. Al final, añade una oración por los fusilados el viernes anterior... Emoción entre los reclusos. Agitación y nerviosismo entre las «fuerzas del orden».
Terminado el acto litúrgico, el comandante «patata», fuera de sí, llama a Ganchegui y le increpa como si hubiera cometido un delito de «auxilio a la rebelión»... Sin más explicaciones, fulmina su sentencia: un mes de arresto en la celda, por atribuir «valores eternos», según la definición Joseantoniana, a unos miserables rojo-separatistas.
Por extraña que parezca, la reacción del viejo comandante tenía cierta base legal. La prohibición a rajatabla en toda la zona franquista de honras fúnebres en sufragio de los «rojos» asesinados; sea en las carreteras, sea en las prisiones, disparan al aire, sembrando la confusión. Apagado el tumulto, vienen las consecuencias disciplinarias: un mes de incomunicación en las celdas a todo el colectivo. La incomunicación se lleva con tal rigor que sólo se interrumpe durante unos minutos al día, los necesarios para ir al water, a una hora determina. Para cada cincuenta y dos celdas hay un water con tres o cuatro cabinas...
Un marinero gallego
27 de Octubre.— Un marinerito gallego desertor se había colado en el patio durante el paseo de los condenados a muerte, para ver a un amigo. A la vuelta lo descubre un guardián. Este la emprende a vergazos con el marinero, derribándolo. El galleguito se revuelve en el suelo, insultando al guardián. La escena coincide con nuestra bajada al patio y con el momento en que el esbirro saca la pistola. De nuestras filas surgen gritos airados: ¡Asesino! ¡Hijo de tal! Arrecia el escándalo, acuden los oficiales.
28 de Octubre.— Al amanecer se oyen tiros. El ruido viene de la playa, donde están fusilando a cuarenta y dos prisioneros. Entre ellos se encuentran el marinerito gallego y un aviador de Vitoria, X. Espada.
29 de Octubre.— Diecisiete fusilados.
14 de Noviembre.— Nos levantan el arresto. Ya podemos mear fuera de la celda. Ya no necesitamos botes vacíos que la apestaban.
24 de Noviembre, miércoles.— El anarquista donostiarra Losada acude con su grupo a la «liturgia de la bandera». En el momento de arriarla, adelantándose a los vivas de rigor del comandante, gritó: «¡Viva la República! ¡Gora Euskadi! ¡Viva la Libertad!»... El escándalo entre los adoradores del símbolo patrio es de órdago a la grande. La impresión entre los presos, de escalofrío. Esa misma noche se formó un Consejo de Guerra ante el que comparece Losada, siendo condenado a muerte. A la mañana siguiente, Losada es fusilado en presencia de sus compañeros y en el mismo lugar en que había «blasfemado» la víspera. Esta vez, Losada, segundos antes de caer ante el pelotón, aprovechó la ocasión del enarbolamiento de la bandera para repetir su desafío y sus gritos.
Julio Ugarte. «Odisea en cinco tiempos»
Estupenda la inicitaiva de dar a conocer trocitos del régimen terrorista que implantaron en Euskadi los nacionalistas españoles.
La sociedad no afectada por esta barbarie miraba para otro lado u opinaba que cuando el asesino fusilaba a alguien "algo habría hecho".
Esa parte de la sociedad española debería sentirse una mierda, pero callaron y callan cobardemente.
Publicado por: CAUSTICO | 10/19/2016 en 02:24 p.m.