CÁRCELES DEL FRANQUISMO (IV). LARRINAGA
EL ECO AHOGADO DE LOS FUSILAMIENTOS
La cárcel de Larrinaga en Begoña, en cuyo lugar se alzan ahora unos grandes edificios de más que regular altura, es la cárcel de los fusilamientos. De sus puertas salieron para ser rematados, en las tapias del cementerio de Dorio, centenares de ciudadanos cuyo único delito había sido su patriotismo y su fidelidad a unas instituciones democráticamente elegidas.
Los testimonios de las últimas horas y del valor de tantos compatriotas ante la muerte, han sido recogidos en estremecedores relatos. Ramón de Galarza y José Estornés Lasa lo han hecho con estimable fidelidad. Desgraciadamente son muy incompletos y apenas se refieren a la suerte de una decena de compañeros. Recogemos estos testimonios pero que conste que hubo otros muchos Azurmendi, Larrañaga, Lurgorri, Leturia, Barandika… que como ellos se enfrentaron con dignidad y valentía a los tiros del paredón o la crueldad del garrote. Hubo, incluso, alguno que logró hurtar la muerte, escapando de la camioneta fúnebre cuando le llevaban por la cuesta de Artxanda a Derio. Es el caso de "Polvorilla", un guardia de asalto que, esposado, consiguió tirarse del vehículo y desaparecer en las sombras de la madrugada. Hubo también varias mujeres fusiladas, haciéndose notar algunas de ellas por su especial valentía; Aurora Mir, redactora del diario bilbaíno «La Tarde», una socialista de Sestao, la sobrina del dirigente comunista Torrijos, que se pintó los labios antes de enfrentarse" al piquete, etc.
JOSÉ LETURIA ARAMBURU
Nos vino al grupo un anochecer. Entró en la sala comiendo pan. La Imilla sobre las cejas.
Se sentó en un rincón y siguió comiendo pan. Cuando terminamos de rezar el rosario, él, que no había hecho otra cosa que quitarse la boina, seguía comiendo pan.
¡Quién será este bicho raro! No le hacemos demasiado caso y... a dormir.
Al día siguiente nos contó su historia. Ha sido sargento de un batallón de Jagi-Jagi. Es de Lequeitio, en su pueblo era jefe del grupo de Mendigoixales.
En mi pueblo hay un pájaro que se mete conmigo, me la tiene prometida— nos dice. Soy José Leturia Aramburu. Lequeitiano desde la perilla de la boina hasta la punta del calcetín.
Con 1,75 de altura, nariz y mentón de arrantzale como para esculpir todas las virtudes y defectos de los de su pueblo. Simpático, cariñoso, abierto, socarrón, despreocupado, «viva-la-pepa».
Son la 8. Lo de la tragedia es seguro.
Se abre la puerta. En el dintel, Iradi, un chaval donostiarra que está en la celda con nuestras autoridades. ¡Mal asunto!
Le hace señas a Elorriaga para que salga. Otra vez el zumbido de las moscas. ¡Silencio total! ¡Algo gordo!
Entra Elorriaga, pálido, con cara de mármol.
Elorriaga habla con Andini y Zarrabeitia. Salen al pasillo. Entran.
— Esta noche sacan a uno de nosotros y sabemos quién es.
Andini, hombre- singular como pocos.
Tengo que escribir mucho de él. Era para nosotros «el viejo», el capitán del barco. Duro, inflexible, no he conocido a nadie que razonase tan maravillosamente como él, pero... para el prójimo. Para él mismo fue siempre una verdadera calamidad. Siempre tenía el rostro de color ceniza; en aquel momento, ¡qué momento!, era de hueli. -Sacan a uno de nosotros-, repite — ¿Lo digo?
Mira a su alrededor, rígido, seco.
— Bueno, primero tenéis que levantar la mano dando el consentimiento. Si hay alguno que no lo haga, me lo callo.
Creo que mi brazo pesa 50 kilos pero... ¡lo levanto!
Todos lo hacemos: no hay ningún cobarde. Nos pasa revista.
¡San Dios, qué momentos!
— ¡Tú, Leturia!
Un mazazo en el cráneo le hace el mismo efecto. Se desploma sobre el petate.
— ¡Qué va a ser de mis hijos! — es lo primero que dice.
Le miramos angustiados. Sin embargo ¡qué raro, qué hernioso! Un hombre que le anuncian que le van a fusilar, lo primero que dice es:
— ¡Qué va a ser de mis hijos! ¡Yo, no! ¡Mis cachorros!:
¿Verdad que hay misterios entrañables?. Eso pienso cuando le estoy mirando.
Este hombre jovial, como es, joven, fuerte, en la plenitud de la vida, no se acuerdo de él. Lo primero que viene a su memoria son sus hijos. ¡Qué hermosa es la vida y la muerte si nos dan esos ejemplos!
Se incorpora. Se sienta. Un compañero le da un trago de licor.
— Gracias — le dice — nunca he tomado alcohol, y ahora tampoco lo haré.
— Rafael — me llama — dame la pluma. Luego te la dejaré como recuerdo.
La pluma con que escribo estas memorias es de él.
Todos callamos. Escribe. Le estamos mirando. De pronto suelta:
— ¿Ya sabéis lo que hacen con nuestros cadáveres? A la fosa común ¡Qué escalofrío!
¿Qué le vamos a contestar?
Son las 11 de la noche. Como siempre se acerca la parca.
— Por lo menos —dice— cualquiera no sabe cuándo y dónde va a morir. Ya es un triunfo.
Ya he relatado momentos como éste. Los guardias, el vestirse y las caras lívidas. Son todos iguales. Sin embargo hay algo, algo que no he olvidado.
En el momento de salir para la eternidad me da la pluma, nos mira a todos y dice:
«¡No olvidaros de mí!».
Ramón de Galarza «Diario de un gudari”
PELI LARRAÑAGA ARRESE
Por los pasillos anda la guadaña.
Sería alrededor de las 11 de la noche del día 15 de diciembre. Por los pasillos se oían las pisadas de la bota militar y la lúgubre canción de los cerrojos en movimiento.
No se entendían los nombres que sonaban por la galería. En la sala 4, tres, en la 7, dos, en la 11, uno, en la...
Esto no se decía, se hablaba por dentro. Echo una mirada a mi alrededor. Aquel mira al techo, otro tiene una estampa en la mano, otro mira una mosca que pasea por la pared. Una asquerosa rata sale de su escondrijo del techo y se sumerge en el depósito de agua del retrete. Era su ducha diaria, los nervios están a flor de piel.
Creo que en este momento no se piensan en nada ni en nadie. Solamente en las pisadas que se acercan. Todos despiertos. Es decir, todos no. Un bendito está durmiendo. Es sordo.
Se mueve el cerrojo. La estampa clásica. Dos guardias de asalto con el mosquetón en la mano. Otros en la puerta. Un funcionario de prisiones con un papel en la mano. Reconozco. Estos hombres sufren. El papel que les han asignado les repugna. Hay que ser hiena para estar impasible. ¡A alguno ya he conocido, sin embargo, que gozaba!
Levanta el papel. Va a leer los nombres. Le taladro. ¿Dos segundos? ¡tres años! ¡qué angustia, Dios mío!
¡Félix Larrañaga!, resuena como un trallazo. Félix Larrañaga, pobre, está a mi lado. Es el único que duerme. ¡Es el sordo!
—Peli, Peli —le digo, mientras le sacudimos Beistegui y yo.
—¡Qué, qué pasa!
—Te llaman
¡Así, con ese laconismo, le digo a un amigo entrañable que le van a matar!
Mira atónito. No se explica lo que pasa. Poco a pocos se recobra. Me mira, mira a la puerta donde están los verdugos. Mira a su primo Felipe Zarasketa y a Beistegui, que se encuentran alrededor de él. Los tres eibarreses.
¡Qué momento, Dios mío! El organismo se paraliza.
Las sienes únicamente hacen ¡pun! ¡pun! Lo demás, la mente, no trabaja.
Cinco de la mañana. Como siempre, por la pequeña ventanilla se oye el trasiego de los que sacan de capilla para llevarlos al paredón de Derio. El frío debe ser horrible, el agua azota la pequeña ventana. ¡Qué escenario! ¡Agur Jaunak! ¡Goian begoz!
Amanece. Toca diana.
Se abre la puerta. Nos quedamos mudos, petrificados, entra... ¡Peli Larrañaga!
Pálido como un muerto, pero alegre. Ha pasado una noche en capilla.
Nos abraza. Nos abrazamos. ¡Ahora sí que lloramos! ¿Qué ha pasado? ¿Cómo has conseguido salir de capilla?
Zarasketa le abraza y no le suelta. Lloran como dos tontos.
Nadie habla. No podemos. Esta emoción no puede explicarse. No conocemos caso parecido. ¿Salir de capilla? ¡Estás salvado, Peli!
Si alguno ha tenido fuerza para sacarte de capilla, la tendrá también para salvarte la vida.
Balbucea. Da la impresión de que ha subido a un octavo piso.
— Aquello —empieza— es una mezcla de infierno y cielo. Conmigo éramos 34. Todos callados, unos torvos con los ojos medio fuera de sus órbitas, otros tranquilos, serenos. Nos han dado café con un poco de licor. Han venido varios confesores
—Sin embargo, me aferré a la vida.
Tengo en Bilbao un buen amigo, cacique de la situación... buena persona. He hablado de ésto con el señor Pajares, jefe de Servicios.
Este hombre ya le conocéis, estaba deshecho. Es superior a sus fuerzas el ver aquel rebaño humano que va al matadero. Le he convencido para que telefonee a mi amigo. Podéis daros una idea de mi ansiedad. No sé más, eso es todo, al amanecer me han llamado y notificado que se suspende la ejecución durante veinticuatro horas, para mientras tanto tramitar el indulto. ¡Los ojos de «Lur-Gorri» sonreían más y con más dulzura cuando al abrazarme me ha dado la enhorabuena! Y... aquí estoy.
Brindamos. Cantamos. Nadie duda de que te salvas, Peli.
Hay que celebrarlo con lo único que se puede. Con vino. Este está racionado y requiere que el guardián de turno firme un vale con una ración, dos deditos, para cada uno y día.
Corre el vino y cantamos. ¡Sí, señor, cantamos! Extraño ¿verdad? Cantamos en nuestra lengua o en español, es igual. Hemos arrancado una víctima, y hay que festejarlo.
Peli está sentado. Parece un cervatillo nervioso mirando a todo y a todos.
Son las 11. Llueve torrencialmente. Nuestro hombre mira por la pequeña ventana.
—¿No os parece? —nos dice cándidamente— que con este tiempo infernal se pueden averiar las líneas y no llegue a tiempo el telegrama?.
¡Venga hombre, venga, no digas tonterías! —es lo único que se nos ocurre contestarle.
La una del mediodía. Ya nuestras risas son un poco forzadas, así como las conversaciones.
Viene el rumor —acertará sin duda— de que esta noche también habría danza.
Un par de tragos da algo de alegría al cuerpo.
Las cuatro de la tarde. A pesar de nuestros esfuerzos la comida ha transcurrido casi en silencio. No hay noticias. Se acrecienta el nerviosismo de Peli. Se encoge. El movimiento del cervatillo es más acusado, más acorralado. Como el animalito que atiende a todos los ruidos, él atiende a las pisadas del corredor por si viene la buena nueva. Nosotros también.
Cinco y media. Noche total. Frío, agua, vendaval. Lo que nos ha podido calentar el vino se ha disipado.
Le miro, le remiro. ¿Es posible que quieran matar mañana a este hombre?
Nuestro amigo se va derrumbando. Balbucea: ¿Creéis que llegará? No sabemos si llorar, rezar o... romper algo.
Más noche, más lluvia. Nuestros castillos, nuestras ilusiones se van derrumbando.
Las siete —entra un funcionario. No me cansaré de decir que algunos sufrían terriblemente con aquella misión.
—Larrañaga, lo siento —le dice— tengo orden de llevarlo, pero, no a capilla. Usted no puede seguir en compañía de sus amigos. Le llevo a una celda. Tenga confianza, yo también la tengo en sus poderosos amigos; todavía, de aquí al amanecer (sudaba a pesar del frío), revolverán media España para salvarle.
La mente, los miembros, se paralizan.
Peli se abraza a sus más allegados, Zarasketa y Beistegui, y les dice:
—Aquí, en esta chaqueta, tengo las cartas de despedida que escribí anoche en capilla. Si me sacan de la celda dejaré allí la chaqueta colgada.
¡Se va! ¡Agur!
JOSE MARI AZKARRAGA “LURGORRI”
El lúgubre rito de los fusilamientos ha quedado indeleblemente ligado a la leyenda de cárceles que como Larrinaga, Ondarreta y Gasteiz, siguen siendo parte de la historia de Euzkadi, a pesar de su desaparición física. Los testimonios de los últimos momentos de tantos compatriotas son el mejor legado para un pueblo que nunca olvidará a los que cayeron en el camino de las libertades.
Para este periódico, los cincuenta años no sólo no son una barrera insalvable sino que, por el contrario, son un buen pretexto para acercarse, en la memoria, a aquellos que supieron enfrentarse con dignidad a la muerte porque sabían que su causa era la del pueblo, y un pueblo acaba siempre ganando.
En la madrugada del 16 de diciembre de 1937, a la edad de veintiún años recién cumplidos, cayó en el cementerio de Derio José María de Azkarraga, «Lurgorri». Peli de Larrañaga nos dio a conocer la serenidad y grandeza de alma de este muchacho, cuando volvió a, nuestra celda, habiendo logrado se le aplazara veinticuatro horas la ejecución.
José María de Azkarraga nació en Rentería (Guipúzcoa) el 29 de octubre de 1916. Cursó el bachillerato y hasta el 5° año de su carrera de Derecho en Madrid. Mientras realizaba estos estudios se preparó para oposiciones de ingreso en el Cuerpo Técnico-Administrativo del Ministerio de Instrucción Pública, obteniendo el n° 1 entre más de 4.000 opositores.
Pero sus más fervientes actividades las consagró a la patria. Fue presidente de Euzko-Ikasle-Batza de Madrid. Colaboró en diversos diarios y revistas, «Euzkadi», «Euzko-Langille», etc., con el seudónimo de «Lurgorri». Fue orador y conferenciante en actos de afirmación nacionalista. Aconsejó a los obreros vascos de Mondragón en diversas ocasiones. Fue Tesorero de los Luises de Aramayona, donde habitualmente pasaba sus vacaciones y residía. Aunque guipuzcoano de nacimiento, era un alavés más por su convivencia con los patriotas de esta región.
Al estallar la sublevación militar de 1936 y, como consecuencia suya, la guerra, se puso incondicionalmente a las órdenes del Partido Nacionalista Vasco, al que pertenecía.
Al organizarse la resistencia vasca, dejó Aramayona, marchando a Bilbao e incorporándose al Batallón “Amayur”. Después fue nombrado comisario político del Batallón “Ariztimuño” y, más tarde, del “San Andrés”.
Azkarraga se rindió a los italianos como todo el Ejército vasco, el mes de Agosto del 37, y encerrado en el Penal del Dueso por los españoles, al no cumplirse las cláusulas de la rendición.
En aquella prisión fue juzgado José María de Azkarraga. Al preguntarle el Tribunal si tenía algo que alegar, contestó que estaba orgulloso de haber defendido su ideal de Dios y Patria. El presidente le preguntó airadamente cuál era su patria, y Azkarraga contestó: «Mi patria es Euzkadi». Respuesta que produjo un gran revuelo en el tribunal. La sentencia fue de pena de muerte.
Después de celebrado el juicio, le preguntó el juez si quería ser canjeado juntamente con el también condenado a la última pena, José María de Almandoz, patriota y joven navarro; y después de consultar con el que había sido jefe de las Milicias Vascas, Ramón de Azkue, contestó que sólo deseaba un canje colectivo.
Ramón de Azkue fue fusilado el 15 de octubre de 1937, José María de Azkarraga el 16 de diciembre, dos meses más tarde.
José María de Azkarraga dejó varias cartas de despedida, escritas en capilla, y de las cuales muy pronto circularon copias en la misma cárcel.
En sendas cartas escritas en esa trágica noche del 15 al 16 de diciembre, Azkarraga se despedía de sus padres y hermanos.
«Mis queridos padres y hermanas:
Valor para leer la despedida postrera de vuestro hijo. Ante el piquete, sereno, tranquilo, sin el más leve temblor en mis labios ni en mi pulso, con esa tranquilidad que proporciona la conciencia limpia de falta alguna de las que me imputaren, voy ante el Supremo Juez, el verdadero. Agur.
He amado mucho a mi patria. Esa es la única falta que se me pudiera imputar, para mí gran honor. Y sólo os pido que la améis vosotros también.
Ni una venganza quiero para mi muerte. Valor y patriotismo, patriotismo. Esa es la única venganza que solicito.
Ya los que dijeron que habíamos manchado el apellido, decidles que los que mueren por un ideal lo honran eternamente.
Hasta la eternidad. Agur. Vuestro hijo que hoy más que nunca os ama,
José Mari».
A su hermano, muchacho de dieciocho años, también condenado a muerte —¿qué delito habría cometido aparte de ser hermano de José Mari?— le dirigid la siguiente carta:
«Querido hermano:
Jaungoikoa me llama y a Él voy tranquilo, sereno, con el alma henchida de gozo y con la conciencia sin un remordimiento al presentarme ante el Juez Supremo, el que no se equivoca en sus fallos.
Despídeme de los compañeros de celda y Batallón, así como de los que en El Dueso sufrieron conmigo por Euzkadi. A ellos, y a todos, Agur. No lloréis mi muerte. Gozad y alegraos, pues gozoso y alegre voy a ella. Agur. Tu hermano que de veras te quiere hoy más que nunca.
P.D.: Despídeme sinceramente de la familia de D. Santos, Salaberri, Zarandona, Ormaetxea (Ramón tiene otras cartas de mí) y de todos mis buenos amigos,
José Mari.»
José María de Azkarraga cayó en un frío amanecer del 16 de diciembre de 1937, y con él fueron fusilados también otros 33 amigos entrañables de nuestras, luchas y de los primeros meses de presidio.
ANTÓN BARANDIKA
Han caído 28. Junto a Leturia, también Barandika. Barandika había nacido en Algorta hacía 23 años. Figuró en las filas de Acción Nacionalista Vasca, y en uno de sus batallones sirvió hasta ser capitán.
Esta última carta está dirigida a su hermano José Manuel, que está preso con nosotros, pero no condenado a muerte.
Cárcel de Larrinaga 12-31-38 «Inolvidable José Manu:
Espero te repongas pronto de esta noticia que recibirás esta mañana. Tu misión no es desanimarte, es reponerte de la impresión, tener entereza y cumplir tus sagrados deberes para el día de mañana. Tengo el presentimiento (y los presentimientos de los reos de muerte pocas veces fallan) de que a ti no ha de pasarte nada, pero, si, así fuera, tengo la convicción de que morirás valientemente y dejarás muy alto el apellido Barandika.
José Manu: procura que a amatxu se le dé la noticia con todo género de precauciones, ya sabes de qué padece la pobre y temo por ella.
Espero que llegues a querer mucho a Celia, lo merece. Si tengo el hijo que espero, quiérelo como si fuera tuyo, y enséñale a querer y respetar la memoria de su padre.
Para tu tranquilidad y contento he de decirte que mi pulso es firme y mi ánimo sereno, y en el momento supremo miraré a los cañones de los fusiles cara a cara y como un hombre.
Tu misión más importante para el día de mañana es endulzar la vida de nuestros seres queridos.
Si tengo el hijo, deseo que se le dé educación y cultura y se le inculque un acendrado amor a Euzkadi. Todas estas cosas te las pido con la seguridad de que tu noble corazón y tu cariño lo harán.
Hermano: me despido con todo el cariño que pueda desbordar de un corazón al que le quedan pocas horas de vida.
Abraza a mi mujer y a mi madre y protégelas.
Hasta la eternidad. Agur.
- de Barandika
JOXE AZURMENDI GOIKOETXEA
José de Azurmendi Goikoetxea-
Jefe de Brigada, Ex-capitán del Batallón separatista «Euzko-In-darra». Modelo de industrial y de esposo. Valiente militar, él solo hizo más bajas a las filas nacionales que algunos batallones «rojos».
Así constaba en el certificado que desde San Sebastián, su pueblo, mandaron a José Azurmendi, el fusilado esta mañana. Querido por todos, yo le traté poco, pero era de esos elementos envidiables. Bien dotado físicamente, irradiaba simpatía. Tenía 30 años. Los que le vieron salir hacia el cementerio, esposado a Gallego, ambos con un cigarro en la mano, no podían creer que aquella pareja de colosos iban a la tumba.
A sus amigos donostiarras les dedicó esta carta.
«Mis queridos compañeros: Voy a dedicaros estas pocas líneas como recuerdo de la amistad y compañerismo que nos unió.
No pretendo hacer literatura ni hablar de cosas, tristes; solamente deciros que voy a morir como mueren los gudaris de Euzkadi, con la cabeza alta y dando mi más entusiasta: «Gora Euzkadi Azkatuta».
Ya me figuro la sorpresa y el disgusto que os habréis llevado al verme salir. Quiero que estéis contentos como lo estoy yo en estos momentos y que Dios quiera sea el último en caer.
¡Qué mal les debe ir a estos la guerra! No me cabe duda de que nuestra muerte es por este motivo.
¡Animo a todos! Y tú, amigo Patxi, como director de “nuestro casino” quedas desde este momento propietario de mi banqueta, que tanto te gustaba.
Os envía el último abrazo a todos vosotros, a los de la 21, 30, a Iñaki Orbegozo y Cía. en fin, a todos, y que tengáis la suerte de salir con salud y con el triunfo definitivo de nuestra causa, y todos unidos hacer que nuestra patria sea próspera como la queremos. Agur danari, biotz-biotzetik. ¡Gora Euzkadi Azkatuta!
Azurmendi tar José.
P.D. Otarbe, Ramón, a vosotros, que habéis convivido y luchado conmigo desde el primer momento, os envío un saludo, y quiero que lo hagáis extensivo a todos nuestros gudaris. Agur.
¡Qué sencillo! ¡Qué fácil! El detalle de la banqueta. Yo la conocía. Una birria hecha con cuatro listones; es conmovedor. Es algo como entregar el mando de mariscal.
Ya llevaba ocho meses condenado. ¡Qué martirio! ¡Qué cruel es el destino y qué grande es a veces el ser humano!
Su esposa, Delia, esa esposa por la cual, según leeremos luego en las cartas escritas en distintos días, era adorada por su esposo, llegó el mismo día a Bilbao con encargos para los donostiarras y orden de recibir lo que le dieran desde dentro.
Llegó a la cárcel y vio en la pared, en la lista: «Hoy son baja en este», etc., el nombre de su marido.
Tenía un deber que cumplir, los encargos; hizo los de fuera y los de dentro. Luego, luego, sin fuerzas, con el corazón roto, cayó desmayada en medio de la calle. ¡Qué pareja! .
Delia, querida. No te conozco, pero sé de tu fidelidad a la memoria de tu marido y a nosotros. De tus esfuerzos para aliviar nuestros sufrimientos durante años.
El grandullón de José, con aquella cara guapa que tenía ¡que tiene!, estará sonriéndote desde arriba. ¿Verdad que muchas veces le sentirás junto a ti?
Estas dos cartas que copio, escritas a lápiz y como se ve muchos meses atrás, cuando no pensaba… bueno, pensar sí, pero cuando no veía todavía el negro agujero de la tumba, son un exponente maravilloso; entonces decía:
Cárcel de Larrínaga, diciembre 37
«Queridísima esposa:
Después de largos meses de ausencia y después de haber perdido a seres queridos me encuentro en esta prisión.
A tí, Delitxu, te voy a exponer de una manera clara y sencilla tal y como es mi verdadera situación.
Estoy en una situación precaria, no tengo ningún miedo a morir, pero, lo sentiría, por ti y por amatxo que se me fusilara sin ser juzgado, sin verdadera justicia.
Estoy condenado a muerte así como otros muchísimos compañeros, y estos días han empezado a ejecutar a algunos. Yo no sé cuál ha de ser mi suene, pero caso que la Divina Providencia no me ayudara, moriré con la conciencia tranquila porque no he tenido ningún delito de sangre ni la falta más mínima a nadie.
Mi única falta ha sido el haber sido oficial del Ejército Vasco, y puedo comprobar que en toda mi campana me he panado como un caballero y con honradez, y por tanto no creo que sea motivo para una pena tan grave.
Ahora bien, si mis jueces no lo creen así, aceptaré la muerte con resignación porque tengo la certeza que quien nos ha de juzgar en el otro mundo me ha de perdonar.
Estos días han muerto unos amigos y probablemente ha sido por error o por alguna denuncia falsa, porque no les creo a ellos capaces de haber cometido ninguna falta grave.
No digas nada de ésto a tus padres ni a mi amatxo, no quiero que se disgusten.
Cumple con todos mis amigos y conocidos, y, para ti, queridísima, muchos ánimos y ten confianza en Dios.
Te quiere y no te olvida.
José
Pasó aquella semana trágica, del mes de diciembre. Mas la sed de sangre de nuestros verdugos no se había apagado. Hubo nuevos fusilamientos en masa por los meses de enero y de marzo, como lo habrán podido comprobar en este Diario. Azurmendi no fue incluido entonces en la lista fatídica, hasta ese aciago día 27 de mayo.
Escribió entonces a su esposa serenamente la postrera carta de despedida que copio a continuación: Cárcel de Larrínaga 28/5/38
A lápiz
Mi queridísima Delitxu:
Ha llegado mi turno y voy a la eternidad con todo el conocimiento y animado; ya ves Delitxu mía, cuál ha sido mi final; he luchado en la guerra por defender a nuestra Euzkadi y no tienen estos señores contra mí más acusación que el haber sido un soldado que no tenía el mismo ideal que ellos. No tienes por qué avergonzarte, puedes andar con la cabeza muy alta, me he portado siempre como un buen cristiano y no he cometido jamás mal a nadie.
Es triste, sí, que en la flor de la vida y cuando teníamos ya los proyectos para vivir una vida feliz, caiga abajo como castillo de naipes, pero ten resignación y confía en Dios, que él te dará los ánimos suficientes y salud para sobrellevar esta desgracia.
Fuiste muy buena siempre conmigo, me has querido de todo corazón y no tengo para tí más que admiración y agradecimiento. Yo te he querido y te quiero de todo corazón también. Si he cometido alguna falta, perdóname. Ya sabes que en este mundo no estamos nadie libre de pecar, pero mis faltas no son grandes y me he conducido como un buen marido y compañero.
Tengo confianza en tí, sé que eres una mujer con bastante entereza y sabrás animar a mi querida amatxo y a tus no menos queridos aitatxos y tías.
Y SIGUIÓ LA ESTELA TRÁGICA DE LOS FUSILAMIENTOS
Lista de reclusos ejecutados en la prisión de Larrinaga durante los años 1939-1940.
Todos, menos uno, fusilados en Derio (Notas tomadas por el P. León Aranguren Astola, carmelita, durante su estancia en la prisión de Larrinaga.
- Manuel Andrés de las Rosas, de Baracaldo (V). Fusilado.
- José Royuela Espina, de Carranza. Fusilado, 4-VII-39.
- Joaquín Vidal Munarriz (teniente coronel del Carellano). Fusilado, 14-X-39.
- Hilario Ibieta Albizua, de Erandio. Garrote vil en Larrinaga, 13-XII-39.
- Alejandro Gordoa Bergaretxe, de Araya (Álava). Fusilado.
- Raimundo Uriarte Astigarraga, de Durango (V.). Fusilado.
- José López, de Allende del Hoyo (Santander), Fusilado.
- Florencio Zorrilla Gutiérrez, de Espinosa de los Monteros (Burgos). Fusilado.
- Luciano Iturrieta Mendizabal, de Durango (V). Fusilado.
- Nicanor Gómez Domínguez, de Espinosa de los Monteros (Burgos). Fusilado.
- Segundo Arnaiz López de las Rosas ( Burgos). Fusilado.
- Fernando Velarde Ruíz, de Potes (Santander). Fusilado.
- Julián Uriarte Zuazua, de Gallarta (V). Fusilado.
- Julio Gangoitia Berganza, de Portugalete. Fusilado.
- José Velasco Pascual, de Portugalete (V.). Fusilado, 13-XII-39.
- Luís Quiñoa Aretxaga, de Baracaldo (V.). Fusilado.
- Sebastián Morán Ruiz, de Reinosa (Santander). Fusilado.
- Severiano Fernández Lasa, de Sestao (V.). Fusilado.
- José Higuera Castillo, de Liérganes (Santander). Fusilado.
- Ramón Olivares Larrondo, de Algorta (V.). Fusilado.
- Santiago González Saratxaga, de Portugalete (V.). Fusilado, 19-XII-39.
- Jesús Basabe Saiz, de Portugalete (V.). Fusilado.
- Pedro Núñez Eskurza, de San Salvador del Valle (V.). Fusilado.
- Ignacio Urizar Etxebarria, de San Miguel de Basauri (V.). Fusilado.
- Luís Gallardo Pedrosa, de Renedo de Piélagos (Santander). Fusilado, 22-XII-39.
- Luís del Río Illera, de Las Arenas (V.). Fusilado.
- Mariano Gandarillas Arenal, de Liérganes (Santander), Fusilado.
- Jesús Díaz, Sáiz de Molledo de Portolín (Santander). Fusilado.
- Antonio Blanco Rivera, de Carrana (V.) Fusilado, 13-1-40.
- Juan Lerena Mekoleta, de Bilbao. Fusilado.
- Pío Gómez Pedraja, de Portugalete (V.). Fusilado.
- Félix Ortega González, de Abanto y Ciervana (V.). Fusilado.
- Pedro Coterillo Pérez, de Abanto y Ciervana (V.). Fusilado.
- Francisco San Pedro Molleda, de Sanfelices (Santander). Fusilado, 15-1-40.
- José Fernández Alonso, de Rumorosa (Santander). Fusilado.
- Justo Gómez Ceballos, de Revilla de Camargo (Santander). Fusilado.
- Andrés Martínez Vázquez, de Cortes de la Frontera (Málaga). Fusilado.
- Basilio Rodríguez López, de Barriopalacios (Santander). Fusilado.
- Eulogio Peña Gómez, de Allende del Hoyo (Santander). Fusilado, 21-1-40.
- Luís Torre Zorrilla, de Regules de Soba (Santander). Fusilado.
- Luis Campo González, de Solares (Santander). Fusilado.
- Luis Martínez Fernández, de Camargo (Santander). Fusilado.
- Manuel Ruiz Manus, de Caldas de Besaya (Santander). Fusilado, 17-IV-40.
- Simón Paz Fernández, de Camargo (Santander). Fusilado.
- Victoriano López Rivero, de Argüeso (Santander). Fusilado.
- Gonzalo Puente Abad, de Celada de los Calderones (Santander). Fusilado.
- Lorenzo Lledías Gómez, de Cabezón de la Sal (Santander). Fusilado, 11-V-40.
- Manuel Castañón García, de Agüeria (Asturias). Fusilado.
- Joaquín Higuera Ahedo, de Villaverde de Trucios- (V.). Fusilado, 30-V-40.
- José María Aldana Peña, de Villaverde de Trucios (V.). Fusilado, 18-VI-40.
- Félix Benito García, de Burgos. Fusilado.
- Antonio Ugarte Larrazabal, de Las Arenas (V.). Fusilado, 1-VIII-40.
- Victoriano Fernández X., De Santander. Fusilado, 5-IX-40.
¿54. Juan Miguel Galdeano X., alavés, vecino de Dos Caminos (V.). Fusilado.
?55. Anastasio Larizgoitia Perea, de Miravalles (V.). Fusilado.
Qué serenidad y qué altura moral en los que están esperando a que "les llamen"
Qué repugnacia por los verdugos, sus jejes y la sociedad que les amparó y jaleó.
Pasito a paso se construye el relato de los años de terror.
Publicado por: CAUSTICO | 10/22/2016 en 09:26 a.m.
¿Para cuándo una exposición en las capitales vascas de todo esto...?.
Se hacen cosas similares en Europa contra el fascismo y a las víctimas del franquismo se lo deben, en Barcelona se está haciendo ya algo, hacerlo solo es entrar en la normalización y empezar a pasar página pero como se debe (por supuesto me refiero a hacer una exposición de estas cada cierto tiempo, claro, hacerlas además en sitios emblemáticos y céntricos, Gugenheim por ejemplo).
Le lanzo el guante, señor Anasagasti.
Publicado por: Sony | 10/22/2016 en 10:44 a.m.
Y si alguien quiere que se haga también exposiciones de ETA, por mi bien, no hay problema, pueden hacerse conjuntas o cada una por su lado, lo único si se quiere hacer una exposición completa de lo que ha sido ETA, claro..., sus inicios están siempre en el franquismo... (lo mismo que en esa época había numerosos movimientos de liberación nacional marxistas anti colonialistas por todo el mundo, línea a la que ETA se circunscribe y de los que habría que hablar, claro, además de tener que hablar en la exposición del Batallón Vasco-español, Triple A, Guerrilleros de Cristo Rey, GAL, determinadas actuaciones policiales como Vitoria, San Fermines, Montejurra, etc.), y todo eso es imposible de cambiar... (por ejemplo el nacimiento de ETA en el franquismo y el resto), otra cosa es que se quiera hacer exposiciones concretas de hechos concretos (el tema de Hipercor, el asesinato de Yoyes, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, GAL, etc.), que eso es posible de hacer, lo mismo que es posible también hablar de hechos concretos del franquismo (asesinatos de la guerra civil masivos, muerte de Companys, muerte de Lorca, últimos fusilados del franquismo, etc.), o hablar de todo, es decir desde el levantamiento en la II República, hasta la muerte de Franco y la transición (aquí un tema muy importante es el de la impunidad que salpica hoy en día, jueza Servini), se podría hacer también una exposición sobre Hitler, Mussolini, Franco y Salazar (o incluso meter otros regímenes totalitarios-autoritarios como las dictaduras militares latinoamericanas y las del este de Europa).
Desde luego temas hay, para hacer exposiciones repetidas y nuevas, desde diferentes enfoques, durante años (por que no se han hecho y por algún lado hay que empezar, hay que educar a la población para que hechos así no se produzcan de nuevo).
Podría estar la UPV-EHU tras la muestra (también debería de ser expuesta en la universidades de Deusto y UPV-EHU), de esta forma sería una muestra científica, académica y con respaldo, la exposición podría luego llevarse a diversos sitios como Madrid, Bruselas, Lóndres, Berlín, Roma, París, New York o donde interese (habría que pensar si es una muestra del franquismo en Euskadi o en todo el estado o se pueden hacer también ambas).
Publicado por: Sony | 10/22/2016 en 02:16 p.m.
Mi abuelo estuvo en Larrinaga, en la universidad, en la provincial, etc. por ser un defensor de su cultura y de la libertad.
Publicado por: Aitor | 06/23/2017 en 08:06 p.m.