‘MORTS POUR LA PATRIE’
158 localidades de Iparralde celebraron el viernes el armisticio de la Primera Guerra Mundial, que dejó 9,4 millones de víctimas, 6.000 de ellas vascas
FRANCK DOLOSOR. BAIONA
La canción Azken agurraren negarra de Gorka Knörr resume perfectamente el sentimiento que evoca el recuerdo de los miles de hombres que murieron en el frente de batalla durante la Primera Guerra Mundial, cuyo armisticio se celebró este pasado viernes en las 158 localidades de Euskadi norte. Algunos de esos soldados eran vascos y, como dice esta canción, la única lengua que conocían era el euskara. El shock que tuvo que suponer para ellos alejarse de su tierra y tener que relacionarse en un idioma, el francés, que no les resultaba familiar. Muchos murieron o resultaron heridos por no entender las órdenes.
La Primera Guerra Mundial fue el primer gran conflicto internacional del siglo XX. El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austro-húngara, y de su esposa, la archiduquesa Sofía, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, dio inicio a las hostilidades, que comenzaron en agosto de 1914 y continuaron en varios frentes durante los cuatro años siguientes.
Al término de la guerra habían muerto en toda Europa 9,4 millones de personas, seis mil al día, y veinte millones más resultaron heridas. Iparralde perdió a un 3% de su población, movilizada para alimentar las trincheras como carne de cañón. En total, 6.000 ciudadanos vascos perdieron la vida, la mitad tenía menos de 28 años.
En agosto de 1914, cerca de 25.000 vascos, todos los hombres de entre 18 y 49 años, fueron movilizados por el gobierno francés. En 1870 Francia había perdido la guerra contra Prusia y recuperar los territorios de Alsacia y Lorraine se convirtió en una cuestión de honor. Este entusiasmo no fue compartido por los vecinos del interior de Iparralde. Y tenían razón, el precio iba a ser muy elevado. Zuberoa, que tenía entonces 22.000 habitantes, perdió a un millar de hombres.
El primer vasco que falleció en combate fue Joseph Andrieu, un vecino de Bidaxune de 21 años. En el libro Lehen Mundu Gerra eta Euskal Herria (Elkar), el periodista y profesor Eneko Bidegain recuerda que la mayoría de los vascos fueron incluidos en el 49º Regimiento de Infantería de Baiona y en el 18º de Pau. El 20 de agosto de 1914, otros 47 vascos murieron en Gozée, cerca de Charleroi y dos días más tarde otros 69 vecinos de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa perdieron también la vida. Era el principio de un goteo que duraría cuatro años. En pocos días, 266 vascos perdieron la vida y el eco de esta tragedia no tardó mucho en llegar a Iparralde donde la población comprendió entonces la catástrofe que se cernía sobre ellos, una guerra que iba a durar más de lo previsto.
Baiona perdió a 580 de sus vecinos (un 2% de su población) y en Basusarri el numero de víctimas ascendió a 36, casi el 10% de sus habitantes. Los dramas familiares se sucedían: ocho hermanos naturales de esta localidad participaron en la guerra en la que cinco de ellos murieron. Eran hijos de Etienne Davril y Marie Anne Driollet, una pareja que sufrió de forma trágica y directa las consecuencias del conflicto.
Ellande Garikoitz nació en la localidad bajo navarra de Hozta en 1891. En una entrevista concedida en los años ochenta al periodista de la emisora Gure Irratia Xipri Arbelbide y publicada por Maiatz bajo el título de “Hamalaueko gerla, hamalau lekuko”, Garikoitz explica que fue movilizado el mismo día en el que terminó el servicio militar. Desconocía que Francia estaba en guerra y de camino a casa fue movilizado, en medio de la estación de Burdeos. Tuvo que volver al cuartel de Rochefort y en pocos días fue enviado a Arras dónde se encontró cara a cara con un ejército alemán fuertemente armado. El primer día un obus mató a cuatro de sus compañeros. Días después una bala alemana le alcanzó en una pierna y aún así no pudo volver a casa. Las autoridades le mandaron a descansar y acto seguido, de vuelta al frente. Volver a casa, para soldados que vivían tan cerca de la frontera con Nafarroa, era alimentar la tentación de desertar, y eso era algo impensable.
Poco antes de la movilización general, el delegado del gobierno francés en tierras vascas advirtió de la preparación de un éxodo masivo de jóvenes hacia el sur de los Pirineos. La emigración era habitual a principios del siglo XX. Miles de vascos fueron a América y muy pocos volvieron para participar en la guerra. En 1918, el departamento vasco-bearnes de Bajos-Pirineos contabilizó 16.889 insumisos y 1.086 desertores. Muchos hombres se afincaron en el norte de Nafarroa y Gipuzkoa. Entre los insumisos más famosos destaca el pelotari labortano Jean Baptiste Dongaitz que renunció a ir a la guerra y prefería participar en festivales de partidos de pelota durante las fiestas patronales de Lesaka en 1915.
El bertsolari saratarra Michel Dargaitz llegó a entrar en combate, pero aprovechó unos días de reposo en casa de su hermana en Baiona para cruzar la muga y afincarse en Amaiur. Durante décadas no pudo volver a su localidad natal de Sara...
Las comarcas de Garazi y Baigorri registraron 2.612 insumisos y 94 desertores. 1.908 hombres optaron o se vieron obligados a ir al frente. En 1916, decidieron no participar en la guerra 7 de cada 10 varones.
En Iparralde, los cargos electos, las autoridades eclesiásticas y el principal semanal Eskualduna apoyaron la participación en la guerra y animaron a los jóvenes a acudir al frente. Muchas voces criticaron esta posición, entre ellas la del mejor bertsolari de la época, Matxin Irabola. En 1914, el senpertarra tenía ya 35 años y era padre de dos niños. Sin embargo tuvo que combatir durante cuatro años y volvió herido tras exponerse a gases venenosos como el yperite.
En sus bertsos, que demuestran que no todos estaban a favor de la guerra, Irabola criticó que “los más humildes tienen que pagar por los caprichos de los más vagos alejados del frente”. Denunció que algunos se enriquecían mientras otros perdían la vida.
Matxin nunca perdonó que 400 senpertarras fueran movilizados de un día para otro. 85 murieron y muchos de los que volvieron sufrieron lesiones y minusvalías de por vida. Los combatientes de Senpere nunca olvidaron las malas condiciones en las que tuvieron que sobrevivir en las trincheras. Los más ancianos todavía recuerdan las historias de sus padres. Historias ambientadas en el barro, el frío, la suciedad, los ratones, los piojos, en las que la falta de comida y de sueño eran una constante.
Durante la Primera Guerra Mundial, España optó por no participar en el conflicto. Sin embargo, algunos navarros, guipuzcoanos, alaveses y vizcainos se incorporaron en las filas de la Legión Extranjera.
Eneko Bidegain relata en su libro que 77 víctimas mortales eran naturales de Hegoalde: 14 de Donostia, 12 de Bilbao y 8 de Irún. Además, desde el sur de la bahía de Txingudi, iruneses y hondarribitarras solían oír las campanas de Hendaia que anunciaban entierros, un día si y otro también. En total, 120 hendaiarras murieron durante el conflicto según Pierre Ghigliazza el autor del libro Des Basques au Front (Kilika).
En Iparralde, la Primera Guerra Mundial fue utilizada para alejarse de los territorios vascos del sur y reforzar el sentimiento de pertenencia a Francia, país que ganó la guerra y por el que murieron miles de vascos. Con todo, muchos se preguntan cómo se puede hablar de victoria tras perder un millón y medio de habitantes en tan solo cuatro años. La asimilación a la nación francesa se impuso y se acentuó pocos años después durante la Segunda Guerra Mundial. En estas dos ocasiones, faltaron agricultores, obreros, profesores, párrocos, poetas y músicos porque todos los varones sanos tuvieron que ir a luchar; crecieron los cementerios y el papel de las mujeres fue determinante para sacar el país adelante.
Fue la guerra que lo cambió todo. Cuando terminó 4 grandes imperios europeos habían sido destruídos y aparecieron todo tipo de nuevas naciones. Incluso a los vencedores se les escapó alguna nación como fue el caso de Irlanda. Además la Revolución Rusa de 1917 marcaría todo el siglo XX y haría subir los conflictos políticos a temperaturas nunca vistas. Las clases privilegiadas tuvieron que ceder privilegios y así por ejemplo en Gran Bretaña se introdujo el sufragio universal en 1919. También las mujeres cosecharon sus esfuerzos en las fábricas durante la guerra con la generalización del voto femenino después de la guerra. La gran excepción fue Francia, país en el que las mujeres no pudieron votar hasta después de la 2a Guerra Mundial.
La clase social más perjudicada fue claro está la aristocracia ya que perdió gran parte de su prestigio y poder. Los aristócratas siempre habían estado ligados a los ejércitos y con las carnicerías absurdas que organizaron perdieron gran parte de su prestigio y poder. En Rusia muchos incluso perdieron el cuello.
Al sur de los Pirineos también llegaron los efectos de la Gran Guerra. Especialmente en forma de fuerte inflación y de una frenética actividad económica. Las fábricas catalanas por ejemplo trabajaron sin parar para cumplir con los pedidos franceses. Si hacía falta se rebajaba la calidad de los tejidos, pues según se decía con humor negro los tejidos seguro que durarían más que los soldados que los llevarían. Los gabachos también compraron todo tipo de animales de tiro, caballos, mulas y asnos, y los campesinos tuvieron problemas para adquirirlos. La combinación de fuerte inflación y bajo paro llevó a grandes conflictos sociales. En Cataluña la CNT creció como la espuma y llegó a tener 700.000 afiliados. En 1917 hubo la huelga general y en 1919 estalló la mítica huelga de la Canadenca. Con esta huelga los trabajadores catalanes consiguieron la jornada de 8 horas.
Las fronteras que se trazaron entonces aún marcan la historia a día de hoy. Y si no miremos hacia el Oriente Medio y pensemos en las fronteras totalmente artificiales de aquellos países árabes. Los franceses y británicos se repartieron aquellas tierras que habían sido otomanas pensando muy poco en los intereses de las poblaciones locales.
Sobre lo de Euskal Herria me parece triste que tantos hombres murieran luchando por una nación que quiere destruir tu lengua y tu cultura. Algo parecido pasó en Cataluña porque también unos centenares de catalanes se alistaron en el ejército francés pensando que así luchaban por la democracia. La mayoría de los intelectuales catalanes eran muy francófilos y asociaban al estado francés con los valores republicanos que les hubiera gustado extender en Cataluña. Con lo cuál se solidarizaban con un estado que maltrataba la lengua catalana en el Rosellón.
Para terminar recomiendo unos documentales de la BBC sobre las consecuencias de la Gran Guerra:
http://www.dailymotion.com/video/x2en9lb_the-long-shadow-e01-remembering-and-understanding_news
Publicado por: Señor Negro | 11/25/2016 en 07:28 p.m.
Nora zoaz eskual semea,harma hori eskutan?...harmenaratzera deitzen naute Frantzian aldera
Eskuara baizik etzakiten haiek... morts pour la patrie.
Publicado por: Iñaki | 11/26/2016 en 01:59 p.m.