Bizkaia contó en el primer tercio del siglo XX con una asociación que atendía a los más desfavorecidos, que no eran solo mendigos, sino familias de trabajadores que necesitaban ayuda.
UN Almanaque de hace un siglo, concretamente de hace 103 años, publicado para el año de 1914, me trajo información de una asociación ya no muy recordada, la Asociación Vizcaína de Caridad, pero que fue muy importante para la vida de miles de las personas que vivieron en Bizkaia a principios del siglo pasado.
Comenzando el siglo XX la situación en la que se encontraban las personas más desfavorecidas se hizo notar por el aumento de la mendicidad especialmente en las calles de Bilbao, práctica que en muchos casos estaba organizada por redes de explotación de los mendigos. En palabras de los primeros impulsores de la asociación caritativa mencionada se pensó que esta situación hacía “necesario fundar en Vizcaya un organismo de beneficencia (…) cuyos fines más salientes son la recogida de limosnas, su administración entre los indigentes de modo constante, de modo que, satisfechas las necesidades más apremiantes, no existiera pretexto para que se explotara la miseria, convirtiéndola en una profesión.”
La iniciativa partió de la Diputación de Bizkaia, presidida por Enrique Aresti, que planteó a finales de 1902 crear una comisión mixta al efecto junto al Ayuntamiento de Bilbao, compuesta por dos diputados provinciales y dos concejales bilbainos. Esta comisión, atendiendo también la opinión de representantes de instituciones benéficas ya existentes así como de todos los demás sectores de la sociedad vizcaina, acordó para principios de 1903 un reglamento de la nueva asociación que pudo de esta manera constituirse e iniciar su actividad tras su aprobación oficial en agosto.
La Asociación Vizcaína de Caridad se organizó con un Consejo directivo y otro general del que sería presidente quien ostentase ese mismo cargo en la Diputación; vicepresidente, el alcalde de Bilbao; dos concejales y miembros de numerosas instituciones: el arcipreste del Partido (como representante de la Iglesia católica) y representantes del Asilo de San Mamés, del Santo Hospital Civil (de Basurto), de la Beneficiencia Domicialiaria, de la Junta de Salas Cunas, de la Conferencia de San Vicente Paúl, del Centro Obrero, del Patronato de Obreros, de la Junta de la Casa de Expósitos, del Colegio de Sordomudos, del Centro Industrial, del Círculo Mercantil e Industrial, de la Cámara de Comercio, de la Asociación de Navieros, del Círculo Minero, del Pan de los Pobres, del Colegio de Abogados, del Médico Farmacéutico y del de la Prensa local.
A nivel territorial se organizó la Asociación por juntas auxiliares de los nueve distritos de Bilbao y municipales del resto de localidades vizcainas.
ASILOS PARA MENDIGOS La principal acción que se emprendió fue la creación de dos asilos para mendigos en sendos lugares cedidos por el Ayuntamiento bilbaino. Uno en el barrio del Cristo, reformando las instalaciones de lo que había sido el matadero de Begoña, y otro en los barracones que existían en el barrio de Mena. En el primero, se construyeron cocinas, comedor, cuarto de baño y un dormitorio con 19 camas y en el segundo lo mismo, siendo la capacidad de su dormitorio de 54 camas. Contratado el personal necesario, estos dos asilos comenzaron a funcionar desde el 1 de enero de 1905. Desde este momento quienes practicaban la mendicidad y los necesitados de ayuda fueron dirigidos a los nuevos asilos, en los que se les ofrecía, además de alojamiento, desayuno, comida y cena. A lo largo del año se sirvieron 26.370 desayunos, 218.853 comidas y 201.670 cenas.
La Asociación, además de lo anterior, procuró también facilitar ropa y calzado a quienes la necesitasen pidiendo para ello la colaboración de los vecinos de Bilbao, lo que, no resultando suficiente, se complementó con encargos de confección de ropa de verano e invierno en Barcelona que permitieron cubrir las necesidades. Se especificaba en una memoria de 1905 conservada en el Archivo de la Diputación de Bizkaia que este año se encargaron 200 camisas, chaquetas y pantalones para hombres y 200 camisas, chambras y faldas para mujer para verano e iguales cantidades de ropa equivalente para invierno.
Además de eso, la misma memoria indicaba que a lo largo del año se había conseguido empleo para 164 de los mendigos recogidos en sus asilos gracias a la colaboración de los propietarios de minas y fábricas vinculadas a la Asociación. También se habían procurado medios para retornar a sus lugares de origen a 40 personas que lo habían solicitado.
En este primer año de existencia de la Asociación Vizcaína de Caridad ya se constató que más de la mitad de las personas atendidas no habían sido mendigos sino que se trataba de familias de trabajadores necesitadas de ayuda. Se propuso para aliviar su situación que se crearan comedores económicos a precio de coste, ofreciéndose desde la Asociación para colaborar en esa iniciativa con la experiencia que ya había adquirido.
La financiación de la Asociación Vizcaína de Caridad provenía de presupuestos públicos, especialmente de la Diputación y en menor medida del Ayuntamiento de Bilbao, y del patrocinio de las entidades mencionadas como participantes de su Consejo, además de otras destacadas como fueron las Sociedades Papelera y Resinera Españolas y los Bancos de Bilbao y de Vizcaya. Además de eso, tuvieron una gran importancia los donativos de particulares que contribuyeron con suscripciones mensuales, trimestrales, semestrales, anuales o únicas. Llama la atención, considerando la población de Bizkaia en aquella época, el elevado número de suscriptores, que superaba, en las donaciones periódicas, las 2.300 personas.
CEPILLOS Y TÓMBOLAS Otras formas de obtener ingresos lo constituyeron cepillos de la Asociación distribuidos por toda Bizkaia, testamentarías, y muy diversos actos organizados para recaudar fondos, como funciones teatrales, competiciones deportivas o festivales benéficos. Una actividad en este sentido que destacó por su originalidad fue la organización de tómbolas y rifas de muñecas que muy numerosas personas donaban para este fin. La realizada en 1925, recuperando una primera iniciativa de 1915, llegaría a tener nada menos que 661 donaciones de muñecas de los orígenes más diversos, hasta el punto de que la lista de donantes que se publicó la encabezaba el rey de España pero también se refería la contribución del Círculo Republicano, alumnos de prácticamente todas las escuelas de Bizkaia, sociedades deportivas, comercios y, sobre todo, niños particulares de toda condición social. El texto con el que se consiguió tan abundante participación decía, entre otras cosas: Adquirir una figurita de cartón, de trapo o de celuloide, vestirla y adornarla con arte a la Asociación Vizcaína de Caridad, son cosas que exigen poco sacrificio pecuniario y que proporcionan a quien las haga la inmensa satisfacción que acompaña siempre a un acto caritativo.
Entre los proyectos que se planteaba realizar con los beneficios estaba construir un Pabellón para matrimonios ancianos que, en el ocaso de su vida, cuando más necesitados están de mutuo consuelo, se veían separados por la rigidez de los reglamentos de los establecimientos de beneficencia.
El éxito de este año supuso que a partir de entonces las exposiciones y tómbolas de muñecas se repitieran prácticamente todos los años, por noviembre o diciembre, hasta la Guerra Civil.
La actividad de la Asociación se mantuvo a lo largo del primer tercio del siglo XX con gran fuerza. En el aludido Almanaque para 1914 se indicaba que más de 500 personas acudían diariamente a los comedores de sus asilos. Para este almanaque colaboraron varios artistas vizcainos con ilustraciones para cada mes, algunas de las cuales componen este reportaje, uniéndose así arte y caridad con dibujos de Alberto Arrue, Aurelio Arteta, Antonio de Guezala, Gustavo de Maeztu, Quintín de la Torre, Agüero e Isidoro Guinea.
En 1915, se sirvieron 24.764 desayunos, 280.531 comidas y 275.850. Las cifras descendieron muy notablemente en 1916, pasando a 23.436, 188.324 y 186.087 respectivamente, lo que se valoró muy positivamente por esta institución caritativa, al considerar que el descenso se debía principalmente a una mejora de la situación económica general, necesitando menos personas su asistencia. La gran inflación experimentada en este periodo, por el lado negativo, había supuesto que el coste de la comida en 1916 había sido prácticamente equivalente al de 1915.
La beneficencia y la caridad, según la forma en la que se ejerza y a los ojos del siglo XXI, un siglo más tarde, pueden considerarse, y lo han sido, de forma muy peyorativa, y sobre todo en su parte más criticable referida a constituir una forma más de asegurar y mantener el control político por parte de las élites.
Sin descartar lo anterior, los documentos y argumentos que se conservan de aquella Asociación Vizcaína de Caridad resultan sorprendentemente modernos y actuales, humanos, positivos y ejemplares, fruto de muy buena intención, sacrificio y dedicación de muchos vizcainos que nos precedieron hace cien años, de los que podemos sentirnos orgullosos. Así como de los que hoy en día pueden considerarse como más que dignos sucesores suyos al trabajar altruistamente para garantizar que nadie pueda pasar hambre y quedar sin asistencia, en Bizkaia, y en Bilbao en los comedores de los Padres Franciscanos de Iralabarri, el Comedor Conde Aresti y las Siervas de Jesús en San Francisco y las Damas Apostólicas (Cáritas) en Indautxu. No solo en Navidad.
UN REPORTAJE DE LUIS DE GUEZALA
Estamos yendo a una situación en la que la ayuda a los desfavorecidos depende de la iniciativa privada mientras que los impuestos se destinan a cosas como subir el presupuesto de defensa y a mantener a ladrones, vagos, parásitos, bancos, constructoras y demás calaña
Publicado por: CAUSTICO | 12/29/2016 en 05:46 p.m.