Radiografía de los presos políticos hasta Diciembre 2016
104 venezolanos: 9 mujeres y 95 hombres, componen el actual rostro de la injusticia. Sus caras constituyen un mosaico de arbitrariedades e ilegalidades que anulan los dos pilares sobre los que se asienta la dignidad de cada persona: libertad y justicia.
“La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, dice, en su primera línea, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948.
Ese día, 48 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas, entre ellos Venezuela, ratificaron la Declaración. En 1999, Venezuela le dio carácter constitucional a los tratados internacionales en materia de derechos humanos, de allí que el artículo 8 de la Declaración sea un precepto válido para cada venezolano: “Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley”.
El rostro de la injusticia demuestra cuán lejos está el Estado de respetar los derechos humanos: los presos políticos han sido sometidos, en promedio, a 16 diferimientos antes de llegar a una audiencia preliminar; 79 alcanzaron el estatus de procesados y luego sus casos entraron en un limbo legal. 25 están cumpliendo su condena.
¿Los delitos?: “Detenido por manifestar”; “Detenido por el uso de redes sociales”; “Detenido por refugiar a estudiantes durante las protestas”; “Detenido por planificar un supuesto golpe de Estado”, son solo algunas de las razones que se describen en la ficha de cada preso político en el portal del Foro Penal Venezolano.
Ese rostro es la cara de la injusticia venezolana en este momento, pues la “imagen” varía casi a diario según la voluntad de los que dirigen el Estado. También es la cara de un Gobierno que optó por utilizar el sistema judicial con fines políticos -y que decidió ignorar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben y que pueden ser juzgados en cualquier parte del mundo-. Ese rostro también es la cara que mira, desde hace 13 años, a cada venezolano.
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