LA realidad ha sido siempre algo más bien de derechas: traer a colación un hecho parece implicar que no se admiten interpretaciones y recordar los límites de lo posible. Quien se refiere a algo como un hecho, con frecuencia quiere que se interrumpa un debate o, todavía peor, limitar nuestras aspiraciones. Que no hay alternativa ha sido el típico argumento de la derecha y, mientras tanto, criticarlo se ha convertido en un tipo de discurso que forma parte de lo políticamente correcto en la izquierda. Así se ha configurado nuestro campo ideológico: las derechas defienden los hechos y su vocabulario correspondiente (objetividad, limitaciones, la dificultad de la tarea, la escasez de recursos, lo posible); las izquierdas están por las alternativas e incluso por la utopía y de ahí que suelan hablar de imaginación y crítica, facultades que no se llevan demasiado bien con la realidad e incluso la combaten abiertamente.
Reflexionar sobre estos casos puede servirnos para entender mejor el mundo en el que vivimos y, más concretamente, el tipo de cultura política que estamos configurando. Seguramente, esta falta de aprecio hacia los hechos es uno de los factores que explica la creciente polarización de la vida política.
LA ESPECTACULARIZACIÓN
¿Cómo está constituido el espacio público para que ese menosprecio por los hechos encuentre eco en vez de reproche? De entrada, todo esto tiene mucho que ver con la creciente espectacularización de la política y ya se sabe que una buena historia, aunque sea delirante, entretiene más que los hechos. Timothy Snyder, en su estupendo libro Contra la tiranía, afirma que “renunciar a los hechos es renunciar a la libertad” y que “si nada es verdad, todo es espectáculo”. Los hechos no son divertidos y por eso son marginalizados en una política que se ha instalado desde hace tiempo en el puro entretenimiento, en la que actuamos como clientes, como espectadores que se divierten o se indignan según el caso, y cuya lógica tiene más que ver con el consumo que con la deliberación o el compromiso activo.
Llevo tiempo examinando lo que pasa en Estados Unidos y veo muchas similitudes con la actual política basura en Navarra. Desde hace al menos dos años, la política en Navarra se parece cada vez más a una Trumplandia foral donde rige el reino de la posverdad, se intoxica con datos falsos y el tripartito de la oposición lo pone todo perdido de miedos completamente infundados.
Vivimos en una sociedad plural y es lógico que no valoremos del mismo modo los datos económicos, ni tengamos la misma opinión acerca de las infraestructuras y discrepemos abiertamente de la política lingüística. Todo esto es absolutamente normal. Lo que ya no es tan normal es que tenga que venir el ministro De Guindos para dar unos datos positivos sobre la situación económica navarra ante el estupor de sus compañeros de partido, que no le habían advertido de que el guion de la oposición consistía en pintar aquí un panorama económico desolador.
Entre las opiniones del ministro estaba una cierta relativización de las obras públicas, probablemente para justificar que el Estado hubiera parado las inversiones del TAV y el Canal de Navarra, pero pareciendo desconocer que la posverdad de UPN-PP consistía en repetir desde hace dos años, contra toda evidencia, que esas infraestructuras habían sido paradas por el actual Gobierno de Navarra. El inventario de las posverdades incluye también la imposición de la ikurriña, cuando no se ha hecho otra cosa que permitir que la coloquen aquellos ayuntamientos cuyo pleno en representación de la ciudadanía así lo decida. La otra imposición que se denuncia con ocasión y sin ella es la del euskera, en relación con el cual el Gobierno de Navarra, que únicamente ha pretendido tomarse en serio el carácter plurilingüístico de nuestra comunidad, reflejar mejor la realidad social y responder a las demandas de la ciudadanía.
LA DEMANDA SOCIAL
Estoy convencido de que esta política basura desacredita a la oposición, a la que solo le sirve para enervar a los ya convencidos y apuntalar un liderazgo que podría ser cuestionado con un discurso menos dramatizado y no digamos ya si implicara acuerdos con el Gobierno de Navarra. Lo que no consigue así la oposición es llegar al centro político donde crecen las posibilidades electorales y disminuye su credibilidad entre la gente menos ideologizada, que puede comprobar en su vida cotidiana la falsedad de tales afirmaciones. Creo que en el corto plazo el Gobierno de Navarra no queda erosionado por esa estrategia de la oposición, cuya brutalidad mejora la cohesión del cuatripartito.
El problema no es el corto plazo de unos y de otros sino el clima general que se produce. Hay una demanda social para recuperar la calidad de la vida política y de este modo no se puede producir. El cambio se reduciría a mera alternancia, cuando lo que necesitábamos era un cambio de cultura política en general, entre quienes sostienen al gobierno y entre los partidos de la oposición. Poco habríamos regenerado la convivencia democrática si no respetáramos la objetividad, primera condición para respetarnos entre nosotros a pesar de nuestras evidentes diferencias.
El respeto a la objetividad -que permite interpretarla de diversa manera pero no moldearla a nuestro gusto- es el primer paso para que no haya buenos y malos navarros, quienes se encargan de defender a Navarra frente a quienes al parecer desearían su desaparición. Como advierte Snyder en el libro citado, cuando la política comienza con una hostilidad hacia la realidad verificable, acaba convirtiéndose en una lucha entre el bien y el mal en vez de ser un debate acerca de las posibles soluciones a los problemas reales de la gente.
POR DANIEL INNERARITY
Recuerdo leer decir al senador que en politica las formas lo son todo. Harian bien PP-UPN-PSN en recordar este consejo. Pues a falta de incentivos económicos o obligaciones contractuales, como ocurre con votos en politica, es dificil que la gente te apoye si eres antipático.
Obvio? Pues parece ser que no tanto.
Si la táctica de estos partidos de acoso y derribo tienen como objetivo recuperar el poder me gustaria saber cómo lo van a conseguir.
Por un lado dudo mucho que consigan ningún apoyo del sector de los partidos del cambio. Pues como ya he dicho es imposible que alguien te apoye cuando has expresado abiertamente, como lo hacen a diario, que odias a ese sector.
Queda el sector de los votos de los que tradicionalmente se ha nutrido la derecha nabarra. Y este sector es el que les retiró el apoyo hace dos años.Conseguirán recuperar algunos de estos votos con estas tácticas de acoso y derribo? Está por ver si la ikirriña y el euskera son suficientes para hacer olvidar la corrupción de décadas.
Pero si no van a conseguir persuadir a nadie nuevo para que les voten y si no van a conseguir recuperar votos antiguos, no veo que vayan a volver al poder haciendose los antipáticos.
Publicado por: Txilinasti | 04/27/2017 en 09:19 a.m.
El tema es grave porque UPN y PP de Navarra son los más radicales de la caverna española.
Dios les dijo que Navarra era suya y en ello están, unas veces con mosquetones y otras con veneno.
Publicado por: CAUSTICO | 04/27/2017 en 10:14 a.m.
Cuando hablamos de derecha navarra no nos olvidemos de PSN-PSOE, no debiera ser así, pero así es, son el cómplice necesario sin lo que nada sería posible (unos tipos que han olvidado a los suyos en las cunetas), tienen tal ambición y tragaderas, que cualquier cosa es posible.
Publicado por: Sony | 04/27/2017 en 11:50 a.m.
Qué horror la vida de esa gente: tener que vivir en un sitio donde odias a la mayoría de tus propios vecinos y solo deseas que les den por culX.
Publicado por: -- | 04/27/2017 en 03:12 p.m.
Tienes razón Sony.Los del PSN son los amigos de los matones de barrio.
Publicado por: CAUSTICO | 04/27/2017 en 04:10 p.m.
Ellos pierden. A HB le ha pasado lo mismo.
Publicado por: takolo3 | 04/27/2017 en 10:56 p.m.
Mientras al PNV navarro le quedan dos telediarios,la espectacularizacion que menciona Innenarity nos la ofrecen el PNV bilbaino y el PP-PSOE en formato tripartito.
Publicado por: Iñaki | 04/28/2017 en 03:47 p.m.