Antón Aurre Elorrieta
Se celebró un homenaje en honor a Gregorio Arrien organizado por la «Asociación de Jubilados Evacuados de la Guerra Civil». Hora era ya de que los reconocimientos a las personas destacadas de Euzkadi se hagan cuando todavía se encuentran realizando lo mejor de sus aportaciones a esta sociedad. Como es el caso de Gregorio Arrien, volcado en su trabajo de investigación y con múltiples proyectos, entre ellos un estudio para la Fundación Sabino Arana sobre los vascos refugiados en Cataluña durante la última guerra tras la conquista de nuestra tierra por los militares sublevados. También pronto aparecerá, desde Eusko Ikaskuntza, una obra sobre Eleizalde y Landeta como renovadores del sistema educativo en Euskadi. Estos trabajos se añadirán a una prolija lista de obras que sobre el pasado del Pueblo Vasco ha desarrollado este autor. Las referentes a épocas más pretéritas han sido dos biografías realizadas en el marco del programa «América y los Vascos» del Gobierno vasco. Una estuvo dedicada a Juan de Lezika y Torrezuri, fundador en el siglo XVIII de la villa de Lujan, y la otra al Padre Francisco M.a de Aramburu. También ha orientado sus esfuerzos investigadores a la orden a la que pertenece, fruto de los cuales se publicó su obra titulada «Los pasionistas en el primer centenario de la provincia del Sagrado Corazón de Jesús, 1887-1987».
Su tesis doctoral, por la que obtuvo en la Universidad Complutense la máxima calificación, abordó la cuestión educativa. Sus resultados vieron la luz en 1990 en el libro titulado «Educación y escuelas de barriada de Bizkaia (escuela y autonomía, 1898-1936)», que dedicó a su madre, Celestina Berrojaetxebarria.
Sin embargo, en esta incesante labor de reconstrucción de nuestro pasado, la faceta que a mí me parece más destacada, sin menospreciar las anteriores, es la referente a los niños vascos que fueron evacuados en la pasada guerra. Aquellas criaturas a las que, como decía el locutor del documental «Los hijos de Gernika», «El fascismo les separó de sus padres».
Mientras se veían proyectadas las imágenes de aquellos niños diminutos junto a las alargadas figuras de los gudaris, que los llevaban de la mano a los barcos que los iban a salvar de la guerra. Quedando junto a las verjas del muelle sus familiares. Padres, abuelos, que veían con ojos nublados por el llanto en muchos casos por última vez a sus hijos, a sus nietos.
En 1983 Arrien publicó «La generación del exilio. Génesis de las Escuelas Vascas y las Colonias Escolares (1932-1940)». Cinco años más tarde vio la luz un precioso álbum histórico titulado «Niños vascos evacuados en 1937», selección de más de seiscientas fotografías presentadas y ordenadas de acuerdo con el relato y la cronología de las evacuaciones. Empezando por su organización y los viajes por mar, siguiendo por las colonias establecidas en Francia, Gran Bretaña, Bélgica y la URSS, y concluyendo con el tema de la repatriación y de los evacuados que quedaron en los países de acogida.
En 1991 apareció «Niños vascos evacuados a Gran. Bretaña. 1937-1940», obra monográfica sobre la expedición británica conformada por casi cuatro mil niños, noventa y cinco maestras, ciento veinte auxiliares y quince sacerdotes que fueron llegando a Inglaterra en mayo de 1937 a bordo del «Habana».
Gregorio Arrien desde entonces ha continuado investigando esta apasionante historia, preocupándose además de que los frutos de su trabajo pudieran transmitirse a la sociedad vasca con actividades tan interesantes como la realización de una exposición sobre este tema por sus alumnos de la ikastola «Lauaxeta».
Se presentó en el Centro Cívico «La Bolsa», de Bilbao, por la «Asociación de niños evacuados el 37», con la que la Fundación Sabino Arana ha tenido el honor de colaborar.
Esta muestra de agradecimiento honra tanto al homenajeado como a los homenajeadores, aquellos niños, ahora hombres y mujeres, que tanto saben del sufrimiento humano y que tanto pueden enseñarnos a las generaciones presentes. Empezando por los niños de hoy, a los que ojalá, en ningún lugar del mundo, nada pueda separar nunca de sus padres.
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