Las dos Españas enfrentadas, los horrores del estalinismo y los trágicos acontecimientos de la Historia europea en los años 30 y 40 confluyen en la dramática biografía personal de Jesús Monzón, reconstruida ahora en un apasionante trabajo de investigación. El idealismo y la generosidad de este dirigente comunista emergen tras las oscuras sombras del pasado. Tras la derrota en la Guerra Civil, Monzón se refugia en el sur de Francia para combatir a los nazis y dirige un ejército guerrillero que penetra por los Pirineos para luchar contra Franco en 1944. Luego viene la cárcel, la expulsión del PCE, el exilio y su regreso a España en una apasionante peripecia que ahora sale a la luz.
Dandy, aficionado a la buena mesa, mujeriego, leal, valiente y, sobre todo, comunista. Todas esas cosas y muchas más era Jesús Monzón Repáraz, el hombre que dirigió el aparato clandestino del Partido Comunista de España (PCE) en Francia durante la ocupación nazi y que organizó una guerrilla para combatir contra el régimen de Franco.
Manuel Martorell, periodista e historiador, ha realizado un riguroso trabajo de investigación sobre este dirigente comunista, que, además de la cárcel franquista y el exilio, tuvo que sufrir una ignominiosa expulsión del partido. Jesús Monzón. El líder comunista olvidado por la Historia (editado por Pamiela) es el título de la esclarecedora biografía de Martorell, que estará en las librerías dentro de pocos días.
«El drama humano en que se convirtió la vida de Monzón y la importancia que tuvo en nuestra Historia reciente clamaban para que se recuperara esta figura condenada al ostracismo», escribe Martorell. Ciertamente, pocas figuras como la de Monzón reflejan mejor la tragedia de la Guerra Civil y las contradicciones de una generación, desgarrada entre sus ideales políticos y la obediencia a las dos grandes ideologías totalitarias del siglo: el fascismo y el comunismo.
Monzón había nacido en 1910 en Pamplona, en el seno de una familia acomodada navarra, profundamente conservadora y católica. Estudió con los jesuitas y se codeó durante su juventud con amigos como Estanis Aranzadi, Tomás Garicano Goñi, Ignacio Ruiz de Galarreta y otros que luego ocuparían relevantes cargos políticos y empresariales en la España de la posguerra.
Ni el tenso clima de enfrentamiento social que vivió la capital navarra durante la República en los años 30 ni los terribles sucesos de la guerra lograron romper los lazos de amistad entre este grupo de jóvenes, que habían jurado en la Plaza del Castillo mantener sus vínculos pasase lo que pasase en el futuro. El compromiso fue determinante para que Monzón, fundador de la sección navarra del PCE a principios de los años 30, pudiera salvar la vida en el juicio a que fue sometido en 1948 y que acabó con una condena a 30 años de cárcel.
Uno por otro
Al producirse el alzamiento de los nacionales en Pamplona, el carlista Francisco Lizarza, íntimo amigo de Monzón, le había escondido en su casa para evitar las represalias de los tradicionalistas que se habían hecho con el control de la ciudad. El joven revolucionario, líder del movimiento obrero navarro, logró escapar unas semanas más tarde. Lizarza fue fusilado por ayudar a su amigo.
«¿Es legítimo que personas radicalmente enfrentadas sigan siendo amigas mientras los sistemas políticos en los que creen luchan a muerte por destruirse? La tormentosa y dramática vida de Monzón suscita ésta y otras muchas preguntas», afirma Martorell, que destaca que los valores de la lealtad y la tolerancia siempre prevalecieron sobre el odio en aquella generación de políticos navarros.
Adelantándose varias décadas a la política de reconciliación nacional y al eurocomunismo de Santiago Carrillo, Jesús Monzón fue el primer dirigente comunista en proponer, nada más acabada la contienda, una alianza de todas las fuerzas políticas antifranquistas para restaurar la democracia en España.
Como recuerda Martorell, «Monzón siempre había creído que uno de los errores del PCE durante la guerra había sido el anticlericalismo. Ello provocó una división fatal para la República y empujó hacia el fascismo a sectores que no tenían nada que ver con estas ideas. Monzón también creía en 1940 que ese error todavía tenía arreglo. Franco y la Falange aparecían entonces como aliados de Hitler. Monzón pensaba que podía unir a sectores monárquicos y democráticos de la derecha con la izquierda republicana y comunista para derribar a Franco. Así es como Monzón decide crear la Unión Nacional».
Desde la clandestinidad en Francia, Monzón había logrado aglutinar en 1944 una formidable guerrilla para combatir el régimen de Vichy y expulsar a los nazis del sur del país. Mientras Dolores Ibarruri, José Díaz, Santiago Carrillo, Vicente Uribe, Jesús Hernández y los principales dirigentes del Partido Comunista habían encontrado refugio en Moscú, Monzón dirigía la resistencia republicana en la Francia ocupada y se esforzaba por reconstruir una mínima infraestructura del partido en el interior de España.
Crecido por el éxito de sus incursiones contra el Ejército alemán, Monzón decide cruzar la frontera por el Valle de Aran con varios miles de guerrilleros. Estamos en octubre de 1944 y el comunista navarro piensa que puede liberar con sus tropas una parte del norte de España, asestando un duro golpe a Franco. Monzón creía que los aliados no iban a consentir un régimen político fascista en España, por lo que la caída de Franco esa sólo cuestión de unos meses. Pero no supo calibrar el comienzo de la Guerra Fría y el interés del Gobierno de Churchill por contar con un baluarte en la península Ibérica contra el comunismo.
Su acción militar, mal planificada y pésimamente ejecutada, fue desbaratada fácilmente por el Ejército nacional. Monzón tuvo que retornar a Francia y soportar los reproches de Carrillo, enviado por la dirección del PCE para poner fin a la intentona.
El fracaso de la Operación Reconquista marca el comienzo de los años más duros del dirigente navarro, al que se le acusa no sólo de aventurerismo sino además de alta traición, junto a su fiel colaborador Gabriel León Trilla. Nace así el monzonismo, sinónimo utilizado en adelante por la dirección del PCE para castigar el pecado mortal de la desobediencia a las consignas de la dirección.
Trilla es ejecutado por un comando enviado por la dirección del PCE y Monzón hubiera corrido la misma suerte, según relató muchos años después Enrique Líster, de no haber sido capturado por la policía en Barcelona cuando se dirigía a una cita concertada por los secuaces de Carrillo.
Martorell recrea las dramáticas circunstancias de la época: «Dado que la policía creía que Monzón era el principal responsable del PCE y de los maquis, su suerte estaba echada. La condena de muerte hubiera sido inevitable si no hubiera sido por el apoyo de sus viejos amigos, que utilizan su influencia en el sistema judicial franquista». Pero, además, la cúpula del PCE decide abrir un proceso paralelo contra Monzón, al que acusan de liquidacionista, agente del imperialismo y... de comer y beber bien.
En las cárceles de Barcelona, Bilbao y El Dueso, Monzón afronta en solitario no sólo lo que parecía una inevitable condena a muerte, sino el desprecio y el aislamiento al que le someten sus compañeros de partido, por orden directa del núcleo dirigente de Moscú.
Manuel Azcárate, colaborador de Monzón en Francia y víctima de la purga ordenada por Carrillo, escribe en Derrotas y esperanzas (séptimo Premio Comillas de biografía, autobiografía y Memorias, editado por Tusquets): «Al terminar la Guerra Mundial, se produjo una especia de ola liberalizadora y aperturista en los partidos comunistas occidentales. No así en el de España. Ocurrió más bien lo contrario. La venganza del Buró Político contra Monzón determinó que las personas que habían vivido la Resistencia de un modo directo fueran condenadas o eliminadas de todo cargo dirigente».
Afortunadamente, tras una rocambolesca peripecia judicial y gracias a la intervención de Garicano Goñi, Aranzadi y otros amigos, Monzón salva la vida y es condenado a 30 años de cárcel. Martorell afirma sobre aquella dura peripecia vital: «El periodo de prisión es también una reflexión sobre su pasado, sobre su labor en el PCE. Vuelve a buscar la relación con la vieja Iruña, con su ex mujer, sus amigos. Su madre está gravemente enferma, pero logra un permiso para visitarla gracias, de nuevo, a la mediación de sus protectores. Monzón, custodiado por una impresionante escolta, es llevado a Pamplona, al domicilio familiar, en el que la policía respeta la intimidad entre madre e hijo».
Indulto y punto final
Jesús Monzón es indultado a finales de 1959. El país ha cambiado mucho y un líder comunista y revolucionario como él no encuentra trabajo ni acomodo en la provinciana capital navarra de principios de los años 60. Aprovechándose de que desea recomponer la relación con su ex mujer, que se halla en México, Monzón, con sus 50 años cumplidos, viaja al otro lado del Atlántico para iniciar una nueva vida.
«En México, su vida da un giro espectacular. Encuentra trabajo en un instituto de formación de empresarios y vuelve a vivir con su ex mujer. Se convierte en un auténtico especialista en marketing y da clases de economía. Son momentos de esperanza y de felicidad», dice Martorell.
En las páginas finales del libro, de gran contenido emotivo, Martorell narra los últimos años de la vida de Monzón en España, a la que regresa en 1969 para fundar, en Mallorca, el Instituto Balear de Estudios Empresariales, pionero en su género y que jugará un papel esencial en el desarrollo económico de las islas.
Cuatro años más tarde, Jesús Monzón muere de cáncer en Pamplona. Acababa así la trayectoria vital de unos de los personajes políticos más apasionantes de la España contemporánea. «Allí estaban —concluye Manuel Martorell— en torno a su ataúd personas de las ideologías más opuestas y enfrentadas, pero unidas por una figura que intentó la reconciliación nacional antes que nadie. En realidad, estaban enterrando a alguien que ya había muerto mucho tiempo antes, apartado por el curso de la Historia».
ATEO HASTA LA MUERTE Y PESE AL OPUS DEI
En el verano de 1973, Monzón y su mujer Aurora deciden trasladarse de Mallorca a Pamplona. El dirigente comunista tiene un cáncer de pulmón terminal. Monzón ingresa directamente en una clínica, donde es tratado con quimioterapia. Varios sacerdotes del Opus Dei le conminan a que se confiese y vuelva a la fe católica.
Entonces Aurora, también muy enferma, y Jesús realizan una última promesa: ninguno de los dos permitirá que el otro reciba asistencia religiosa contra su voluntad y en ausencia de sus facultades mentales. Desde su juventud en los jesuitas, Monzón no había pisado las iglesias. Movido por el afecto y tras el fallecimiento de su madre, consintió en unirse silenciosamente a su hermana en una oración ante el lecho de muerte. Pero Monzón no era creyente. Quería morir como había vivido.
Pese a ello, se suceden las presiones sobre ambos y, finalmente, un cura se cuela en la habitación del comunista navarro para pedirle que se arrepienta de sus pecados. Nadie sabe de lo que hablaron el comunista moribundo y el sacerdote, pero se dice que el cura salió exclamando de la habitación: «Al menos podremos gritar juntos iViva México!».
Lo vuelve a intentar Urmeneta, un viejo amigo de la infancia. Pocos días antes del final, Urmeneta, que había sido alcalde de la ciudad, visita a Monzón que ya no puede moverse ni hablar. Urmeneta le escribe en un papel. «¿Te arrepientes de algo en tu vida?». Monzón entiende la pregunta, coge un bolígrafo y contesta: «No. Estoy tranquilo».
Por: Pedro G. Cuartango
Me viene la imagen de los buitres del OPUS ante el moribundo comunista y me recuerda a los curas de la Inquisición administrando los últimos sacramentos a los herejes antes de encender la pira.
Publicado por: CAUSTICO | 06/13/2017 en 06:32 p.m.
Cuarenta días en prisión por viajar a Palmira.
Un arquitecto navarro fue detenido y encarcelado en EE UU por haber visitado Líbano y Siria (antes de la guerra...). Ha sido deportado a España sin explicaciones.
http://politica.elpais.com/politica/2017/06/10/actualidad/1497115785_182365.html
Publicado por: Sony | 06/13/2017 en 10:30 p.m.
Hay un documental muy bueno sobre Monzón realizado en colaboración entre EiTb y TV3:
https://www.youtube.com/watch?v=Oj16mzrzA1s
La verdad es que muchas de los hechos de la vida de Santiago Carrillo nos lo pintan como un auténtico psicópata. Ordenó la muerte de León Trilla y de Monzón y además se dedicó a torturar la secretaria de Monzón en Francia. La biografía de Carrillo escrita por Paul Preston es demoledora.
Publicado por: Señor Negro | 06/14/2017 en 12:08 a.m.
A mi lo que me viene a la imagen es la orden dada por Santiago Carrillo mandando a sus secuaces a matar a Don Jesus Monzón. Que sangre fría y maquiavelísmo !!!
Publicado por: santiago José Martínez Arróniz | 05/08/2018 en 09:41 p.m.
Los comunistas hablan del fascismo sin querer admitir que son ellos los verdaderos fascistas, los que tienen mas asesinatosva sus espaldas que ninguna otra ideologia, pero igual no vale la pena perder un segundo con este colectivo.
Publicado por: Juan Antonio | 01/13/2020 en 11:09 p.m.
Los de los comentarios menosprecias el gusto que da leer estos blogs diciendo si este es bueno o malo.
Publicado por: Carlos | 11/25/2021 en 08:45 p.m.