LA PÉRDIDA DE TODO SU PATRIMONIO DEL ARTISTA NIK KINTANA
Fue el 29 de Julio de 1967. Caracas sufrió un terrible terremoto. Falleció el Delegado del Gobierno Vasco Lucio Aretxabaleta y su esposa Miren Txintxurreta. Fue una pérdida clave en la comunidad vasca de Caracas.
El hijo del pintor, dibujante y retratista del PNV durante la República que firmaba como Nik y era hijo de Kintana, cuenta cómo vivió aquel terremoto. Es una descripción dramática y muy periodística.
A raíz de aquello, solíamos ver a Nik en el Centro Vasco, silencioso en el salón central. Creo que nunca se recuperó de aquella tragedia donde lo perdió todo.
Este es el relato:
Esta fecha fue trágica para la ciudad de Caracas que se encontraba en plena celebración de sus 440 años de fundada.
Estaba en plena final el campeonato copa Cuatricentenario con el Athletic de Bilbao en ella, al final la ganó.
Y algunos miembros de la comunidad vasca fallecieron en este terremoto entre ellos Lucio Aretxabaleta y su Señora (GB).
En noticias 24 apareció una nota sobre Luken Quintana la cual me parece interesante.
Sábado 29 de julio de 1967. 8:02 pm. Altamira.
Luken Quintana lleva cinco horas durmiendo en el apartamento 5-4 del edificio Palace Corvins, en la avenida principal de Altamira Sur. Estuvo toda la madrugada de parranda y está agotado. Debe descansar, porque esa noche tiene otro compromiso: una reunión en casa de Julio González, un amigo que vive en el edificio Mijagual de la 4ª transversal de Los Palos Grandes.
Luken es un joven estudiante de Derecho que vive con sus padres, pero ellos se fueron esa tarde al Centro Vasco de El Paraíso. “Ese día estaba solo en el apartamento y tenía miedo de quedarme dormido para la reunión. Así que le pedí a una amiga que me llamara por teléfono para despertarme justo a las 8:00 pm“, recuerda Luken. La compañera cumple, con un par de minutos de retraso.
Mientras cruza las primeras palabras por teléfono, Luken escucha un rugido lejano que crece hasta mover las paredes.
Responde a un instinto que lo impulsa a salir del apartamento. Abre el seguro con inusual rapidez y se lanza en busca de las escaleras, mientras las paredes se quiebran como si fueran galletas. Salta desde el 5º piso al 4º, al 3º, al 2º; hasta que siente una fuerte corriente de aire que le congela el cuello y un chaparrón de agua fría que cae sobre su cabeza. En ese momento, una de las torres del edificio Palace Corvins de Altamira se desploma por completo, justo a su lado; pero Luken no se entera.
Toda su inteligencia y su destreza física se concentran en un solo objetivo: sobrevivir.
Sale hasta la acera y se detiene en medio de la calle. Es allí, vestido sólo con una bata y un par de mocasines, que entiende lo que está ocurriendo: “Estaba todavía jadeando del cansancio y dominado por el pánico cuando, de pronto, vi a una mujer en un carro que gritaba desesperada: “¡Terremoto, terremoto!”. Entonces me di cuenta de que la torre de nueve pisos donde vivía con mis padres ya no existía; sólo quedaba una nube de polvo”.
Miles de cosas pasan por la cabeza de Luken en ese momento, pero tiene una única certeza: debe comunicarse con sus padres. Corre hasta el cafetín Copenhague, a media cuadra, y le pide al encargado un puñado de monedas para usar un teléfono público. Hay línea, pero no logra comunicarse con el Centro Vasco. “Allí entiendo que estoy medio desnudo en la calle“, recuerda. Resuelve irse corriendo a casa de su novia, a pocas cuadras, donde su suegro le presta un pantalón y una camisa.
En medio de su frenética carrera, Luken se acuerda de que esa noche, a esa hora, debía encontrarse con Alfredo Rojas para llegar a la reunión en casa de Julio González. Lo que no sabía es que Rojas llegó temprano al compromiso para ver el Miss Universo por televisión y que el edificio Mijagual, donde ellos estaban, también se desplomó durante el sacudón. En ese edificio quedaron enterradas aquella noche más de 40 personas, incluyendo a sus 2 amigos.
Una hora después del sismo, Luken está sentado frente a los escombros de lo que fue su apartamento. “Entendí que había perdido todo. No me quedaba ni un libro, ni un zapato, ni un mueble. Esa idea es brutal, pero no lo sentía tanto por mí, sino por mi padre, un inmigrante del País Vasco que había sufrido los rigores de la guerra e iba a tener que empezar de cero otra vez“, relata Luken.
Sus padres llegan al sitio, incrédulos ante el desastre, pero el joven trata de explicarles la proeza que había logrado en medio de la tragedia: ser el único sobreviviente del edificio Palace Corvins, donde esa noche murieron sepultadas, por lo menos, 24 personas.
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