En el Laurak Bat
El día 26 del actual mes, fecha del aniversario de la destrucción de Guernika, nuestro buen amigo don Pedro de Basaldúa, pronunció en los locales del Centro Vasco Laurak Bat una notable conferencia alusiva a dicho hecho luctuoso.
Hizo la presentación, en términos de elogio para la persona del conferencista, distinguido publicista y figura destacada de nuestra colectividad, el señor Presidente del Laurak Bat doctor Isaac López Mendizabal. Ante un público numerosísimo y distinguido y en presencia del Ministro del Gobierno Vasco y Delegado del mismo Gobierno en la Argentina doctor Mamón Mª de Aldasoro, desarrolló el conferencista su interesantísimo tema que pocos como él podrán tratar con tanta autoridad, porque, como secretario particular del Presidente vasco doctor José Antonio de Aguirre, siguió muy de cerca todos las acontecimientos de la guerra civil española, y de modo especial los acaecidos en el frente vasco. Esa circunstancia coloca al señor Basaldua en la destacada situación que supo aprovechar para comunicar a los oyentes su emoción, la intensa emoción de quién vivió aquellas horas dramáticas, que siguieron inmediatamente a la destrucción de la ciudad vasca, símbolo de nuestras libertades y símbolo también desde aquél día aciago del dolor y del más atroz de los sufrimientos. Muchos fueron los testimonios citados por el conferenciante, respecto al caso de Guernika, que quiso aprovecharse por los adversarios, para lanzar ignominia sobre los vascos fieles a la causa de la República española y de la libertad en la guerra civil promovida para sustituir la República por un régimen totalitario, pero para nosotros fue lo más elocuente la descripción emocionada que hizo en párrafos brillantes del espectáculo de desolación desarrollado ante su mirada atónita cuando horas después del bombardeo y acompañando al Presidente Aguirre, visitó el lugar de la catástrofe. Espectáculo dantesco, como decía el conferenciante, cuya dramaticidad no puede aperarse.
Y como quiera que se trató con insistencia verdaderamente diabólica de echar sobre los mismos vascos el sambenito de haber sido ellos quienes consumaron la destrucción de su ciudad santa, esa calumnia que hirió la sensibilidad de cuantos visitaron a las pocas horas de producirse el bombardeo el escenario macabro de tan horrible destrucción, afectó grandemente al señor Basaldúa, dando lugar a que éste se extendiera en largas consideraciones e hiciera un documentado relato de lo ocurrido, demostrando cumplidamente, de una manera inconclusa, que sólo la mala fe totalitaria, en su sistemática campaña de diabólica propaganda preconizada por su jefe máximo pudo ser capaz de inventar semejantes infamias, que, aunque desmentidas rotundamente por la sana crítica, añadieron aflicción al afligido en aquellos tristes momentos en que las autoridades, al mismo tiempo que acudían en auxilio de las víctimas, rechazaban indignadas la calumnia con que se pretendió empañar el buen nombre y fama inmaculada de aquéllas.
Al final de la disertación, el señor Basaldúa lamentó que no fuera la suya una conferencia de carácter polémico, en la que el adversario pudiera refutar las afirmaciones hechas y los documentos exhibidos. Dijo que estando en posesión de la verdad, no tenían los vascos temor ninguno a ser rectificados. La verdad se ha abierto camino, pero eso no satisface a nuestro pueblo plenamente. A la muerte de tantos centenares de hermanos en Guernika siguió la difamación y esta difamación en buena moral requiere una retractación. Se hizo intérprete de un pueblo en desgracia, de las viudas y huérfanos de Guernika, de un pueblo en exilio, e hizo con ese motivo un requerimiento a los escritores católicos, seglares o clérigos, que por falta de información o por haber sido engañados, se encuentran en conciencia en el caso de rectificar y de vindicar el buen nombre del pueblo vasco. Terminó diciendo que no arriaremos la bandera de protesta y de combate en tanto que ésta buena fama no nos haya sido restituida. Muchos vascos eran los muertos, todos los que hemos perdido la libertad, pero ningún vasco está dispuesto a ver mancillado el honor que heredamos de nuestros antepasados.
Fue por todos conceptos notable la conferencia del señor Basaldúa en la que resaltó esa nota de emoción que destacamos. El numeroso y selecto público premió con prolongada ovación el trabajo del conferenciante, no sólo al finalizar, sino también en distintos momentos de la interesante disertación.
Buenos Aires, 30 de Abril de 1946 (Euzko Deya Nº 252)
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