Crónica de París
Por: Pedro de Basaldua
En los distintos congresos de carácter federalista europeo celebrados en Estrasburgo, hemos podido apreciar un fenómeno significativo y, a nuestro juicio, exponente indubitable del clima que impera en la conciencia de los rectores políticos: un temor exacerbado ante la amenaza soviética.
Ese temor que hemos observado en discursos, ponencias ya cuerdos, nos ofrece una Europa desmoralizada y temerosa. En este encuentro de dos civilizaciones opuestas, peligra Europa en su carne y en su alma. Quienes, con la mejor intención y esfuerzo meritorio, conscientes de la hora trágica y decisiva que vivimos, buscan el bloque y la unidad, limitando en parte la propia soberanía de sus países, en atención al bien común, se nos antoja que corren el riesgo grave de estar dominados por el miedo, el cual puede llevarles a solucionar precipitadas incompletas e injustas. El miedo no es un buen consejero. No basta aferrarse a la vida. Es preciso saber y defender las razones de vivir. Si Europa debe crearse como el buen sentido y los acontecimientos lo exigen, no basta que se constituya la unidad política, sino que es indispensable, fundamental, que ésta se haga en función del hombre, en cuanto suponga una garantía y en defensa eficaz de los derechos naturales e imprescriptibles de la persona humana.
Hay que crear una Europa pero basada en una moral, en sus principios doctrinales sin contaminación en la mística totalitaria, sin que contagiada en su espíritu por el mal mismo que se pretende enfrentar, sea la negación y antítesis de la democracia. Una Europa integrada por quienes se comprometan a que esa libertad de hombres y pueblos, sea una realidad hecha carne y no simple enunciación constitucional. Si el pánico observado en las asambleas, en la conversación inquieta que hemos vivido estos días, en contacto con los más diversos grupos políticos y étnicos, puede reducir a la formación de un bloque que sea valladar antixxxxx pero sin preocupación del contenido filosófico, moral y político, sin la esencia de una democracia auténtica, de un humanismo cristiano, Europa con aquella podredumbre que roerá sus entrañas, aun en el supuesto de que triunfara momentáneamente, está llamada a desaparecer envuelta en la guerra civil y la revolución.
Al bloque soviético, sometido a una disciplina rígida y mecánica, en la que el hombre no pasa de ser un instrumento, sin autonomía ni independencia, no cabe enfrentar un conjunto cualquiera de grupos humanos, sino un bloque de pueblos y hombres libres vinculados por un ideal común. La diferencia y oposición entre ambos bloques, no puede ser un problema de latitud, nombre o número. El hecho diferencial esencial debe ser el concepto filosófico del hombre, la libertad inherente al mismo. Sin libertad, no hay hombre. Sin libertad no habrá paz. Y aquella no puede ser sacrificada por ésta.
El hombre de la espada luminosa.
Así se titula el poema sinfónico que con emoción hemos escuchado en el Theatre des Champs-Elysees, en esta jornada de gala a la que ha asistido el cuerpo diplomático, representación oficial y el gran mundo, social y artístico. El ambiente era magnifico.
La obra del joven y brillante poeta Randal L. Escalada, que en versos pulidos, preñados de emoción y fervor, va presentando las acciones más destacadas de la vida del insigne Libertador, general San Martín. Su paso por los mares frente a una España convulsa que le reclama en tanto que su corazón se abraza por la libertad del país natal y lejano; la tenacidad de su acción constructiva; la preparación guerrera del paso de los Andes; la batalla libertadora de Chacabuco; la noticia victoriosa en Buenos Aires; la muerte de su esposa y luego el renunciamiento generoso del triunfador. . .
Escalada, descendiente de la esposa del Libertador, que forjó su niñez y juventud en tierras catalanas, ha sabido interpretar con arte depurado y singular inspiración la historia, encarnándola con su poesía en los siete cuadros que interpreta la obra.
El compositor Jacques Dupont, ha logrado un gran éxito. Y así ha sido reconocido. El crítico de "Le Monde", dice que el autor ha triunfado plenamente y que debe ser alabado sin reservas. El de "Figaro", afirma que Jacques Dupont "es uno de los raros temperamentos musicales de su generación". Para nosotros ha sido un regalo espiritual.
La Orquesta Nacional, los Coros y el recitado, así como los cantos individuales han cumplido a maravilla.
El público ha aplaudido con sincera satisfacción.
Nos dicen que la obra se hará pública en Buenos Aires, en mes de Mayo.
Es una joya.
Tal es el título del film francés en el que el galán J. Pierre Aumont, somete a interrogatorio los hombres significativos de nuestro tiempo: Gide, Picasso, Sartre, Le Corber etc.. Se pretende satisfacer la curiosidad anobista de una generación que devora los ''Digest'', creyendo así adquirir una cultura en píldora, sin esfuerzo intelectual.
Nada tiene que ver el título con el contenido. Los personajes de la "ciencia, arte y letras", presentados en la intimidad de su trabajo, no pronostican, sino que, en una vulgarización pretenciosa, profetizan un humanismo científico. No hay argumento. El film está bien realizado, no obstante los balbuceos inadmisibles, por ejemplo de Gide.
A pesar de todo, atrae al público. Uno se da el gusto de conocer así a las figuras principales de una época absurda y pintoresca como la que vivimos.
Euzko Deya (Nº 404)
15 Diciembre de 1950
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