Por: Damián Agirre
Tras Setién, la pieza de caza mayor parece ser Xabier Arzalluz. No hay tertulia, opinión garbancera, artículo de fondo y editorial de la prensa madrileña que al presidente del PNV no se le deje de tildar de fanático, cabreado, racista, radical, xenófobo, arbitrario, loco, ayatolá o peligroso. Y así todos los días.
Y da la casualidad que en ese concierto de improperios no hay voz sensata que diga lo contrario o señale la verdad; que se trata de una campaña contra Arzalluz, para cargarse al PNV. Pero el método no es nuevo ni original. Es más viejo que la Chelito y se aplicó en su día a Suárez y ahora al presidente del EBB.
A los españoles les gusta exportar su transición como modelo de lo que hay que hacer en política y lo mismo la presentan en Moscú que en Santiago de Chile; no quieren ni oír hablar del proceso irlandés en comparación con el vasco. Y salvando las distancias, el asunto tiene sus similitudes. Por ejemplo en el caso Arzalluz-Hume, líder socialdemócrata católico, una especie de PNV hablando inglés.
El 23 de octubre de 1993 el IRA colocó una bomba en una pescadería de Shankill Road, suponiendo erróneamente, según explicó en un comunicado posterior, que en el piso superior se celebraba en aquel momento una reunión de la Asociación para la Defensa del Ulster. Murieron once personas, incluido uno de los miembros del IRA que colocó la bomba, y resultaron heridas otras 58. Transitaban por la arteria del barrio protestante en el mediodía de un sábado. La consternación por la masacre dio paso a un aluvión de críticas a Hume en Inglaterra, en Irlanda del Norte y en la República de Irlanda. Políticos y comentaristas le recordaron la jubilación, la dimisión, le tildaron de ingenuo, necio y oportunista. La imagen de San John se resquebrajaba y a sus pies florecía la del cómplice del terrorismo.
John Mayor y Albert Reynolds decidieron apartar a Hume del epicentro de la política norirlandesa en el plazo más breve posible. El 29 de octubre, en el curso de una cumbre comunitaria, John Mayor y Albert Reynolds mantuvieron una serie de reuniones bilaterales que les permitieron acordar un comunicado que parecía enterrar finalmente el plan Hume-Adams. Cualquier iniciativa sobre el futuro de Irlanda del Norte debía partir necesariamente de los gobiernos, decían en el comunicado. Los gobiernos responderían con generosidad si las organizaciones terroristas renunciaban a la violencia. Pero solamente declaraban que, en la persecución de la paz, ninguno de los gobiernos hablaría con terroristas o con sus asociados.
Al día siguiente, los Luchadores por la Libertad del Ulster, nombre utilizado como bandera de conveniencia por la Asociación para la Defensa del Ulster, interrumpían las celebraciones de la fiesta carnavalesca de Halloween en el bar The Rising Sun, en la localidad de Greysteel. Los encapuchados entraron en el bar y gritaron al público que lo llenaba el saludo tradicional en la noche de los disfraces: «¿Truco o regalo?». La descarga de sus ametralladoras dejó un saldo de siete muertos y trece heridos. Dos días después, en uno de los entierros por las víctimas, la hija del fallecido se acercó a John Hume, que se encontraba entre los asistentes, y, ante los micrófonos y cámaras de la prensa, le abrazó y le demostró su apoyo y el de su familia a sus intentos de llevar la paz a Irlanda del Norte. John Hume retrocedió llorando. Al día siguiente sufrió un colapso y fue internado en un hospital. El auto de fe fue puesto en escena por la élite política y mediática tuvo un final imprevisto. El santo transformado en hereje era ahora el mártir. Los sondeos publicados en la misma prensa que días antes publicaba comentarios editoriales que exigían a Hume la retirada de la vida pública mostraban un apoyo enorme de la población a sus empeños. Las asambleas políticas prorrumpieron en aplausos ante la mera mención de su nombre. Los críticos quemaron sus apuntes. Los elogios se escribieron como elegías.
Mientras se recuperaba en su cama de hospital, quizás John Hume oía aún el eco de la condena moral de los gobiernos. No hablaremos nunca con terroristas ni con sus asociados.
Hoy John Hume es Premio Nobel de la Paz y el proceso irlandés camina con dificultad hacia su consolidación.
¿Veremos dentro de unos años a Ussia, Ansón, Carlos Herrera felicitar a Arzalluz por el Premio Nobel? Todo es cuestión de tiempo.
DEIA. 31 de Enero de 2000
Desde luego Damián Aguirre era un águila … aunque, claro, en su descargo hay que decir que escribía esto antes de que se supiera lo del árbol y las nueces ¿O no?
Publicado por: Iñakitroll | 08/09/2017 en 09:46 p.m.