Eduardo Robles Piquer fue un arquitecto republicano exiliado en Venezuela que además solía hacer caricaturas para el diario El Nacional. Firmaba sus "rasguños" con el seudónimo RAS. Con un trazo definía a un personaje. La caricatura que ilustra éste artículo es expresiva. Le pone a Franco en su gorra, la esvástica nazi. Con esto estaba todo dicho.
Este hombre tenía un hermano. Se llama Carlos Robles Piquer, fue censor del franquismo, es cuñado de Fraga y padre de un diplomáticos llamado José María Robles Fraga, que cuando era progre ser del PSOE lo fue, y cuando el PP iba hacia arriba, les dejó compuestos y sin novia.
Don Carlos, todo un dinosaurio de la derecha hispana, nos definió de ésta manera una vez en Dublín, cuando le preguntaron quiénes éramos nosotros: "cuasi socialistas".
Pues bien. Al cuerpo diplomático español le sentó fatal que al hijo le hicieran hecho embajador en Moscú, sallándose todas las vallas.
Los diplomáticos de carrera dicen que no tiene currículo, pues sólo ha sido secretario de embajada en Tegucigalpa y cónsul adjunto en París.
Eso de falta de currículo es discutible. Lo tiene frente al nacionalismo. Este fue el angelito que nos sacó de la Democracia Cristiana, el que se negó a condenar el régimen de Franco y el mismo personaje cuya última intervención parlamentaria como diputado del P.P., fue tirar a la basura las enmiendas que presentamos al Tratado de Niza en relación con las Comunidades Autónomas.
Cuando tuvimos que defender la necesidad de la presencia de las Comunidades autónomas en los consejos europeos le recordamos la doctrina del Tribunal Constitucional cuando le dio la razón al Gobierno Vasco sobre la oficina en Bruselas. Le dijimos asimismo que Europa es política doméstica y no exterior, y argumentamos, con el programa electoral de Fraga en las pasadas elecciones gallegas, sobre la necesidad de ésta presencia para defender las Pymes, la ganadería y la pesca. Les cogimos fuera de juego. En plena campaña electoral gallega sacarles su programa electoral para Galicia en éste asunto era ponerles demasiado en evidencia.
Pero ésta gente tiene el rostro de cemento. Sin inmutarse me dijo, entre otras cosas, ésta perla: "me temo que esta reunión de la Comisión no es la ocasión que ustedes han elegido para corregir sus desviaciones soberanistas y replantear la política del PNV en términos de sentido común y de lealtad constitucional en el sentido de patriotismo constitucional y no del patriotismo disgregador. Por eso no tengo más remedio que anunciarle mi voto en contra. Evidentemente la cita que usted me trae de Galicia es buena, pero su intención aviesa. Si ustedes continúan planteándolo donde no es, quizás les sirva para su pequeña campañita de reivindicación doctrinaria, de agitación nacionalista, pero no la resolución del problema, que tiene una solución compleja si se abandonara esa pretensión rupturista del orden constitucional y se volviera al sentido común de la lealtad constitucional". Toma del frasco.
Pero lo malo no fue eso. Lo malo fue que el partido socialista, ese mismo partido socialista que votó con Atutxa en las reuniones de presidentes de Parlamentos Autonómicos, votó esta vez con Robles Fraga cuyos servicios fueron pagados con una embajada, nada menos que en Moscú. ¡Pobre Putin!. ¡Pobre diplomacia!.
BESAR LA MANO A LA GUARDIA CIVIL
Mayor Oreja cometió a finales de diciembre de aquellos años un desliz que no fue más que la exteriorización de lo que sentía. Ofreció a los frustrados del PSE su abrazo acogedor y para eso dijo que había que ser más popular y más vasco. Los del PSE le dijeron que les dejara en paz y que se fuera de aquí cuanto antes.
Y es que desde el 13 de mayo, a pesar de anunciar la vasquización de su partido, ha trabajado en la línea contraria. En su creciente españolización. Y no es de extrañar.
Hace poco aparecía un libro sobre su persona escrito por Isabel San Sebastián. Allí aparecía Mayor Oreja como el Cid Campeador contra todos los demonios del nacionalismo. Curiosamente el relato finalizaba el 12 de mayo. Na hablaba nada de lo que ocurrió la noche del 13.
En una de sus páginas se relataba una curiosa anécdota. Es esta:
"El día era lluvioso, la seguridad, una preocupación constante y la presencia del Sumo Pontífice en Guipúzcoa una circunstancia excepcional. Tal vez por ello Mayor Oreja hizo algo que muy pocas veces repetiría a lo largo de su vida: se puso nervioso y perdió los papeles. En un momento dado su mujer le vio acercarse a ella en estado de gran agitación y confesarle:
- Isabel ¡No sabes lo que he hecho, no sabes lo que hecho!.
- ¿Que has hecho Jaime?
- Le he besado la mano al General de la Guardia Civil.
Ante la presencia de una multitud de cardenales acompañantes del Papa y la abundancia de autoridades civiles y militares de la región, el delegado del Gobierno, en su precipitación, había confundido en los saludos al General Rodríguez Medel con uno de los purpurados vaticanos y para estupor del Jefe de le Benemérita, le había besado la mano. Un gesto que repetiría años después con un sacristán de Vejer de la Frontera al que tomó por el cura párroco de la localidad, para mofa, beja y escarnio eternos de cuantos le acompañaban."
Sinceramente la anécdota no es muy original. Lo original hubiera sido que hubiera besado la mano a un Ertzaina. Pero en eso, Mayor Oreja, no se equivoca.
No conocía la anécdota del Belarri besando la mano de un compañero de armas de Galindo.
Buen sketch para una película,biopic le llaman ahora,sobre la vida de este insigne depredador franquista.
Quizás se anime Borja Cobeaga o Terol.
Entre payasos se entienden bien
Publicado por: CAUSTICO | 08/29/2017 en 08:34 a.m.