Un veterano nacionalista recordaba recientemente cómo fue el primer Aberri Eguna que se celebró en 1932 en Bilbao. Eran recuerdos de juventud que por momentos se desvanecían en su memoria, pero no por ello restaba júbilo y emoción a su relato. Afirmaba con rotundidad que la cobertura fotográfica de los actos fue verdaderamente importante. Para despejar dudas, me remitió al diario Euzkadi de aquellos años y a una publicación del PNV sobre el acontecimiento. Comprobé aquellos datos en la hemeroteca y, en el periódico y las fechas que indicaba, no aparecía ninguna foto.
El espectáculo gráfico lo encontré finalmente en el Archivo del Nacionalismo que la Fundación Sabino Arana tiene en Artea. Allí pude acceder a la revista Aberri Eguna -es así como se titula la publicación que me indicaron-, donde de manera monográfica se recoge con todo detalle lo ocurrido en Bilbao aquel domingo de Resurrección de 1932, en que se conmemoraban las bodas de oro del nacionalismo vasco. El carácter del folleto es eminentemente gráfico. Tricornias, láminas a cinco colores, dibujos, orlas, viñetas o grabados que se acompañan de textos escritos por los dirigentes más relevantes.
La realización de las tomas fotográficas en los diferentes escenarios donde se desarrollaron los actos conmemorativos las hicieron Mauricio y Germán Zorraquín, Ruiz del Espinar, Esteve, Gordobil y empleados de las galerías Espiga, Amado o Lux. Un amplio equipo de profesionales para el centenar de imágenes, algunas de ellas viradas en color, que permitieron el relato icónico de aquella fiesta que duró tres días. La edición adoptó una forma cronológica. El criterio empleado dejó claro un conocimiento profundo de la función social de la foto. Incluso, puede decirse que la narración se planteó bajo la fórmula del reportaje moderno. No se trata de ilustrar un sujeto, se busca organizar en torno a una imagen principal, cargada de simbología, un cierto número de fotografías que describen los detalles y dejan claro que existe un principio y un final.
El relato en cuestión se divide en dos capítulos. El referente al fundador del nacionalismo, motivo central del acto, presenta once fotografías que descubren su entorno familiar y algunas de las vicisitudes que le tocó vivir. Un retrato familiar le presenta de niño junto a sus padres y hermanos. Luego siguen los de juventud y, en una imagen distendida, tomada en Arrigorriaga, está con un numeroso grupo de los que animaron la apertura del primer Euskaldun-Batzokija. Luego Sabino aparece detrás de las rejas de la cárcel y en su despacho. Finalmente, su entierro en Sukarrieta. Son fotografías sencillas, capaces de contar una vida, algunas de ellas realizadas en el siglo XIX. Su interés documental es indudable, son ejemplo de un estilo que recurría a luces difusas y a poses preconcebidas con cierto aire romántico, pero carentes de originalidad.
El segundo grupo de fotos narra de manera ordenada una historia de tres días. Arranca con el edificio que se inaugura como sede del partido y continúa por los grupos de niños, espatadantzaris e hilanderas, que actúan en el teatro Campos. La bendición de los locales dan paso a la concentración del día siguiente. Los vaporcitos de pescadores llegan por la ría al lugar de reunión. Las calles que llevan hacia el Sagrado Corazón están abarrotadas. De allí, arranca el desfile precedido por una banda de txistularis. Siguen las autoridades y, detrás de ellas, una multitud de personas. Mujeres y hombres llevan estandartes al hombro. Luis Arana Goiri lanza un discurso.
El lunes el escenario está en Begoña. En su plaza se baila un aurresku y un alarde de 300 dantzaris da paso a un banquete en Artxanda que cierra los festejos. Sin duda alguna un gran reportaje testimonial. Una recopilación de imágenes fotográficas que representan una vivencia parcial no manipulada por los fotógrafos y que hablan de cómo cubrir un gran acontecimiento.
JOSU BILBAO FULLAONDO
(El País, 13 de Abril, 1998)
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