Polixene de Trabudua y Aguirrezabal nació en Sondika, Bizkaia, el 23 de septiembre de 1912.
Hija de padre contratista y madre costurera, a sus 18 años se graduó como maestra en la “Normal” de Bilbao y ejerció en la primera ikastola de Sondika. Oradora de Emakume Abertzale Batza, jugó un papel especialmente significativo en la campaña pro-Estatuto. Fue detenida y encarcelada en la prisión de Larrinaga durante los años de la república, por reclamar en un mitin la Independencia.
En 1933 se casa con Jose Mandaluniz Ealo, uno de los mejores delanteros centro de la historia del Athletic de Bilbao, con el que tuvo 5 hijos, de Gernika, en junio de 1937 se exilia con toda su familia en París donde permanece durante la ocupación alemana colaborando en la ocultación de judíos.
Se trasladan a Venezuela en la década de los cincuenta, donde imparte clases en varios centros oficiales, privados y en la Cárcel de Sabaneta.
Colabora con sus artículos en el semanario “Panorama” y en la prensa vasca del exilio. Estos escritos han sido recopilados bajo el título de “Artículos de amama” en 1991, primero, en Venezuela y en 1992 en Euzkadi ampliados con más materiales por la Fundación Sabino Arana.
Actualmente vive en Zeberio, Bizkaia, es abuela de 12 nietos y bisabuela de 6 biznietos repartidos por Venezuela, Estados Unidos y Euzkadi.
POLIXENE ¡NUNCA MAS ESTÉS TRISTE!
Polixene es un nombre bonito. Muy raro. Sobre todo, muy raro en las primeras luces del siglo XX. Más extraño todavía en la escena íntima y recogida de un bautizo apresurado en Sondika, año 1912.
Polixene es un nombre mítico, espléndido. Signo de amor y de sacrificio. Heroína discreta de una tragedia épica que Hornero legó a todos los siglos de la Humanidad.
El cura de Sondika y Prudencio Trabudua sintonizaron, a través de los misterios del tiempo, con la mente del poeta griego. Decidieron aprisa que la recién nacida llevara el nombre de la hija de Príamo y de Hécuba, reyes de Troya, héroes de una larga resistencia construida sobre dos pilares invencibles: la soberanía consciente de un pueblo y su dignidad. El cura de Sondika, seguro, había leído La Ilíada. El padre, Pruden, probablemente no. Pero quedó sobre la pila bautismal de la iglesia de Sondika un nombre, Polixene, y un destino. Ese destino es lo que este libro relata.
Iñaki Anasagasti dijo: "Polixene Trabudua es un nombre histórico. Su nombre suena como un trueno, y lo fue". Iñaki suele explicar las cosas con realismo. A veces un realismo mágico, un tanto acentuado. Observa, analiza, asimila y cuenta para que se le entienda. Si le hubiera dado por la pintura, hubiera sido un pintor expresionista, porque tiende a describir los paisajes y las gentes con el alma. Pero el alma es duradera y el trueno es efímero. En eso, creo, se equivocó Iñaki, porque Polixene no puede ser algo que llega, atrona y se va. Podría haber sucedido así, y todos habríamos desperdiciado un poco de la misma naturaleza que nos ha hecho vivir y sentir aquí, como hijos de un pueblo viejo y noble.
Si piensa que así hubiera sido mejor, por favor, no lea este libro, no lo entienda, no se sumerja en las profundidades de su mensaje más auténtico. Ya lo leerán dentro de unos años, quizá cientos, y dirán... ¡qué bello relato de amor y sacrificio!
Pero como creo que Iñaki no atinó del todo en la metáfora, escribo este prólogo. Como creo que el trueno es breve, entiendo que Iñaki quiso plasmar la imagen como un latido pintado con el pincel del alma. Como creo que Polixene Trabudua de Mandaluniz es una vida intensa y muy rica en toda clase de matices, le invito, querido lector, a seguir adelante. A no parar. A conocer y a hacer propaganda de lo que ha conocido. Para eso sirve un prólogo. Un aperitivo que está llamado a abrir el apetito. Un pórtico que descubre un pedazo de la grandeza que se esconde dentro.
Conocí a Polixene en Venezuela. Tierra amiga. Madre-tierra de tantos vascos que conectamos con la Patria, intensamente, antes de haber puesto los pies en ella o, como en el caso de Polixene, muchos después de haberlos desprendido de su definitiva atracción. Es una mujer de carácter y firme. Engaña fácilmente y, como los muros de Troya, robustos e inaccesibles, esconde una entrañable realidad de amor, de sensibilidad, de desprendimiento, de coraje, de dulzura... Una mujer capaz de afrontar angustia y dolor inimaginables, mientras lavaba bajo el chorro los pañales sucios de alguno de sus hijos, a la sombra de los obuses, bajo el silbido de las bombas.
En cierta ocasión la Fundación Sabino Arana presentaba uno de sus libros. Como siempre, cuando la fundación alumbra una nueva publicación o una iniciativa de reflexión sobre el nacionalismo vasco, celebramos el acontecimiento con ilusión y con alegría. Es una forma de creer en lo que somos. De desarrollarnos por el conocimiento y por la reflexión en los ideales que dan sentido a lo que nos corresponde hacer. Aquella mañana estaban en la mesa, recuerdo, Xabier Arzalluz y el bueno de Jesús Insausti "Uzturre". Ante numeroso público, Polixene.
Arzalluz habla casi todos los días de futuro. Y muchas veces del pasado, para que aprendamos a prepararnos, creo yo, para los días que nos vienen. Es un hombre que mira siempre hacia pasado mañana. No hay muchos... pero Euzko Alderdijeltzalea ha tenido el necesario en cada tiempo histórico. El último, Juan de Ajuriagerra. Antes, tres generaciones. Antes, por ejemplo, José Antonio Agirre y, con él, Leizaola. T todos los que entregaron su vida a la justa causa de un buen pueblo. Los que sembraron entre nosotros la semilla de la propia identidad. Los que la cultivaron en los foros políticos. Los que regaron con su sangre las montañas y los valles por un ideal. Las mujeres y los hombres, los niños, nuestros más mayores, los mugalaris, los periodistas, los oficiales, los soldados, los de la Iglesia y los de fuera de ella, los de aquí y los de allá... ¡Tantas gentes! ¡Pido perdón porque no es posible, en tan breve espacio, recoger tanta historia!.
También Polixene. Entre todos. También Polixene Trabudua de Mandaluniz.
Aquella mañana de la fundación, en la presentación de aquel libro, Xabier Arzalluz habló del pasado, para el futuro. ¡Dificilísima técnica para un dirigente político en los tiempos que corren! Polixene estaba entre el público. Arzalluz le hizo una propuesta que, según se entendiera, era parte deseo, parte invitación y parte pedagogía. Le dijo: "Polixene, ¡cuéntanos tu vida, escríbela para que sepan los de hoy y los de mañana lo que habéis hecho los de ayer y los de hoy por nuestro pueblo!
El caso es que Polixene aceptó, en sus adentros, la invitación. La incitación, diría. Y ha escrito, a sus más de 80 años, unas memorias que se difunden a través de este libro. Memorias de una vida para unas gentes que siempre hemos hecho, en Euzkadi, honor a la palabra. La palabra del relato, de padres a hijos. Y, cómo no, la palabra del compromiso, hasta que el otro no cumpla.
En algunos países en los que la memoria histórica funciona como un permanente elemento de referencia, los libros como éste suelen alcanzar importantes cifras de difusión, hasta influir decisivamente en los esquemas funcionales de la sociedad y, sobro todo, en los comportamientos de las generaciones más jóvenes. Irlanda o Alemania son ejemplos bien recientes. Antes hay otros muchos.
Rara vez se trata de obras con supremo valor literario, aunque la calidad de las formas no suele estar reñida con el valor de los contenidos, como sucede en algunas partes de estas memorias. Su aportación principal reside en el testimonio de unas vidas, construidas sobre unos valores muy firmes y moldeadas al rojo por una cadena de vicisitudes y experiencias que se sitúan, a menudo, en los límites de los soportable. Polixene recuerda unas palabras de su amatxu: "¡Que Dios no nos castigue con todo lo que el hombre puede resistir de dolor!", un buen pie para la foto de la vida de ella y de tantos otros miles de personas y de familias vascas.
Sin embargo, quiero detenerme muy brevemente en la riqueza literaria del relato. No se configura en la perfección de la palabra. Tampoco en la armonía de una sintaxis absolutamente depurada. El libro puede no ser un modelo académico de relato, pero tiene una formidable fuerza plástica. Polixene escribe con imágenes, como un guionista de primer nivel. Cada palabra es un plano. Cada adjetivo un viaje al interior de los protagonistas. Este libro mezcla la sobriedad del vasco con la elegancia parisina y la fecundidad de los modos narrativos de Latinoamérica.
En sus páginas podrá disfrutar sucesivamente de pasajes idílicos, brotes de ternura incontenibles, episodios de brutal crudeza y lances que despiertan las sonrisas y, en algún momento, incluso la sana carcajada. Vivirá ambientes de tensión suprema y respirará atmósferas de enorme excitación vital. Compartirá, con Polixene, la ingenuidad, la felicidad, la exaltación, la fama, la gloria, la reflexión, la improvisación, la angustia, la miseria, la lejanía, el calor y el frío, la fe y la ausencia de la fe, la pasión, la perseverancia, la dimensión de los actos heroicos, la gratitud. Pernoctará en los refugios del miedo y observará muy de cerca la muerte y sus antesalas. Y... al final...
Al final la pluma de Polixene le conducirá por un universo de sensaciones. Con toda naturalidad. Con precisión. Con agilidad. Con la claridad de un cicerone que nos adentra por un periplo que conoce perfectamente.
Estas memorias son un largo paseo. Comenzaremos en la Sondika de principios de siglo. Idílica y rural. Retazo en la memoria de un mundo que se va. Sondika de caseríos, de labranza, de romería y de tabernas, de vendeja y ermitas. Sondika de un tiempo en el que las horas y los hábitos de las gentes venían marcados por la inexorable voz de las campanas. Sondika del euskera, del tren, de la avioneta de Pombo y de los primeros partidos de fútbol en las verdes campas. Sondika del trabajo duro y de la solidaridad de siglos: Sondika de "auzolan". De las "txarribodas". De Felabeltz, de La Fermina, de Borlín, de Simondrogas, de Gondra, de Juaniko y de Sekor-atzo, la vieja-toro, la que quizá no fue una mujer, sino un águila camuflada de negro.
Pasearemos por el tiempo y las voces de las famosas y arrebatadoras oradoras nacionalistas. Por la Euzkadi de los mítines y de la fortificación de un profundo sentimiento nacional. Con la propia Polixene, apasionada; con Haydée Agirre, bella y elegante; con María Teresa Zabala, sobria y aristocrática; con Julene Urzelai, la encantadora muchacha de los ojos verdes. "El descubrimiento de la gran injusticia nacional y del terrorismo hacia los miembros del Partido y, sobre todo, la persecución herodiana al idioma de mis padres y abuelos -afirma Polixene- hizo de mí, no solo afiliada, sino también propagandista fiel de las ideas del separatismo vasco y de la soberanía de Euzkadi».
Asistiremos a "la boda del siglo", en la Basílica de Begoña, entre la más popular de aquellas oradoras, Polixene Trabudua, y el célebre delantero del Athletic de Bilbao, José Mandaluniz. Ceremonia multitudinaria con txistus, tamboriles, almuerzo para 250 personas y noche en la joya nupcial del María Cristina, en Donostia.
Conoceremos la "movida" política nacionalista de unos tiempos de exaltación e ilusión. La prensa, los mítines, el Jagi-Jagi, la crecida en Nafarroa... "El patriotismo se divulgó y extendió tanto -dice Polixene- que llegó a ser moda-, por lo tanto, un poco superficial".
Y entraremos en la guerra. La viviremos con Polixene. La sentiremos. Entraremos en el infierno del caos y del miedo. En los refugios, en la desesperación, en la falta de lo más imprescindible. Bombas y muerte: Música de fondo para la entrega a la Patria. "¡Con qué entusiasmo!, ¡con qué fe se alistaban los muchachos, muchos de ellos adolescentes! -exclama Polixene-. ¡Cuánto heroísmo! ¡Cuánto sacrificio! ¡Cuántos enterrados anónimamente en los montes que tanto amaban!".
Veremos, desde una colina, el bombardeo de Gernika por la élite de la aviación nazi... Cuando Polixene dejó de creer hasta en Dios, "porque en nombre de Dios juraba Franco que Gernika la destruyeron los separatistas vascos".
Viajaremos al exilio. El itinerario por el Nervión, sembrado de obuses, hasta Santurtzi. Luego Santander, Issoudan, St. Jean Pied de Port, Rouen, París, Rouen de nuevo... El intrincado periplo francés. La gloria del fútbol para José y la melancolía del exilio para todos. Los viajes clandestinos a Euzkadi. La colaboración con los aliados. El círculo parisino de los vascos, con sus penas y sus glorias, con sus canciones y su esfuerzo para sobrevivir como una realidad política a la intemperie.
Sabremos de "la Juana de Arco planetaria" y de "los martes de la tía Polixo". De las reuniones y largas sobremesas con Alberro, Landaburu, Lezo y tantos otros. De la ocupación nazi y de la liberación. Y de cuando el general Moscarda cesó a José Mandaluniz como entrenador del Athletic. Y vuelta a Francia.
Luego iremos, en un cuatrimotor llamado "Constelation" hasta el aeropuerto de Paranimbo, vía Dakar. Y con Polixene, empezaremos a ser un poco venezolanos.
En este punto terminan estas primeras páginas de sus memorias. Queda una segunda parte, intensa parte, que aún no ha escrito. Son las crónicas pendientes de otros cuarenta años que deseo, fervientemente, conocer.
En las páginas finales de este libro leerá estas palabras: "Al terminar de escribir estos últimos recuerdos, una gran tristeza me invade el ánimo. Siento profundamente que el tiempo se está acabando. El tiempo siempre se está acabando y siempre empieza otro nuevo. Desde aquí pues... con más calma para reflexionar, veo el mundo del presente como un rompecabezas complicadísimo, lleno de oscuridades y negros nubarrones... Guerras religiosas, nacionalistas, económicas por todas partes... Odio, fanatismo, miseria... Y, sobre todo, dominándolo el supremo egoísmo individual, rehusándose a participar en la integración de la especie, ignorando así su propio interés global... Pero esta etapa quedará definitivamente superada, relegada, pues, y a pesar de todo eso, el individuo humano reflexivo ya no busca, aisladamente, mejoras y triunfos para sí solo".
Polixene ¡nunca más estés triste! Desde la esperanza que se derrama en las palabras que escribiste, allá por abril de 1994, en Maracaibo, ayúdanos a conocer el pasado para construir el futuro.
Arantzazu Amezaga
Mi reconocimiento y agradecimiento a estas mujeres. Todavía guardo la carta que le escribió a mi padre para poder regresar a Euzkadi de nuevo.
Publicado por: Bat | 11/06/2017 en 09:47 a.m.
Hace poco mi amama me habló de ella, había sido andereño suya en sondika y he leído sobre ella, una figura muy interesante
Publicado por: Jagoba Gorriñobeaskoa Rodríguez | 01/19/2018 en 11:24 p.m.