Por: Lorenzo Sebastián (Historiador)
Acaban de cumplirse en octubre 80 años de los fusilamientos de 57 presos en Santoña por parte de las tropas franquistas. Con este motivo la Diputación foral de Gipuzkoa y el Gobierno vasco han realizado sendos actos de homenaje. El primero, en el municipio de Deba, se centró en la figura de su alcalde, el dirigente del PNV Florencio Markiegi, ejecutado el 15 de octubre en la playa santoñesa de Berria. El segundo fue organizado en Bilbao por Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno vasco, y estaba dedicado a todos los presos fusilados en Santoña ese mismo mes de 1937. No era esta la primera vez que se recordaba a estas víctimas. Ya en 1965 el Gobierno vasco en el exilio instituyó esta fecha como el Gudari Eguna, y en 1998 la Fundación Sabino Arana organizó la exposición 'Espetxean, Semilla de libertad 1937-1942'.
La mayoría de los presos del santoñés penal de El Dueso procedía de las tropas y responsables políticos vascos que se habían entregado a finales de agosto al Ejército italiano en el marco del denominado Pacto de Santoña. Sobre este controvertido episodio se han publicado este año dos libros: 'El otro Pacto de Santoña', de Iñaki Anasagasti y Koldo San Sebastián, desde una óptica nacionalista; y 'El PNV y la rendición de Santoña', de Carlos Ma Olazábal, director de la Fundación Popular de Estudios Vascos. En síntesis, se trataba de la rendición de las fuerzas de Euzko Gudaroztea (Milicias Nacionalistas Vascas) y de algunos batallones de ideología del Frente Popular (FP) y anarquista al Ejército italiano a cambio de poder evacuar por mar a los dirigentes políticos y responsables militares, mientras que la milicia quedaría bajo custodia italiana, sin obligación de incorporarse el Ejército de Franco. Tras el fracaso del pacto, la mayoría de la tropa fue enviada a campos de trabajo u obligada a alistarse en el Ejército sublevado, y los dirigentes fueron encarcelados, juzgados, y en muchos casos, condenados a muerte.
El primer fusilamiento tuvo lugar el 4 de octubre en la persona de Manuel Eguidazu Garay, comandante del batallón Perezagua (PCE). Once días más tarde, el 15, se produjeron los fusilamientos más conocidos y significativos, que acabaron con la vida de seis nacionalistas vascos, seis del FP y dos anarquistas. Los nacionalistas fueron: Ramón Azkue Gorostiaga (burukide del BBB y jefe del Euzko Gudaroztea), José Ibarbia Unzueta (dirigente de Solidaridad de Trabajadores Vascos en Gipuzkoa), Felipe Markaida Maurika (militante del PNV/STV y maquinista del bou Gazteiz de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi), Felipe Tomás López Otamendi (jefe del Gabinete telegráfico de la Presidencia del Gobierno vasco, Jesús Zabala Iriondo (dirigente vizcaino de STV) y el ya citado Florencio Markiegi Ibarzabal.
Los militantes de los partidos del Frente popular fusilados fueron dos socialistas, dos comunistas y otros tantos republicanos. Los socialistas ejecutados eran Críspulo San Miguel Cubero (comandante del batallón González Peña, PSOE/UGT) y el cántabro Manuel Natividad López. Los comunistas fueron el malagueño residente en Gipuzkoa, Francisco Rabaneda Postigo (jefe de la Brigada del XIV Cuerpo del Ejército del Norte) y el segoviano Martín Subtil Sanz, vecino de Tolosa.
Los republicanos seleccionados fueron el abulense y residente en Bilbao Federico Sánchez Martin (militante de Izquierda Republicana y comisario político de una compañía de la UGT) y el burgalés Ciriaco Sanz Casamayor. Y los anarquistas, Isidro Nieves Sagasti (teniente del batallón Malatesta, de la CNT) y el vallisoletano Martín Ramos de la Viuda, vecino de San Sebastián.
Los fusilamientos del 15 de octubre ejemplificaron la ejecución selectiva de personas que se habían opuesto a la sublevación militar contra el Gobierno de la II República bajo el criterio de la ideología que profesaban. Es decir, su objetivo principal no era eliminar físicamente a estos presos, sino que se trataba de escarmentar al enemigo y de desautorizar a los mandos legionarios italianos, quienes no consiguieron impedir estos fusilamientos, aunque sí evitaron que se ejecutasen otras penas de muerte, como la de Juan Ajuriaguerra, presidente del BBB y máximo bruñidor del Pacto de Santoña.
El grupo más numeroso de fusilados se produjo el 28 de octubre y alcanzó a 42 personas, de ellas la mitad cántabras y el resto de otras provincias, generalmente limítrofes. Entre ellas había al menos tres vascos: los republicanos José Ma Díaz de Espada Portearroyo (IR) y Claudio Charramendieta Solano, y el miliciano de las Juventudes Socialistas Unificadas Juan Bautista Unibaso Gorrochategui.
La selección ideológica de las víctimas del 15 de octubre no fué la primera que se practicó. El mismo 31 de marzo de 1937, en el inicio de la ofensiva de Mola sobre Bizkaia, se produjo la saca de presos más importante que se dio en Vitoria: 16 personas fueron extraídas de la cárcel y “paseadas” en el Puerto de Azáceta. De ellas, 15 pertenecían al FP y a la CNT y una al PNV.
Con el tiempo, sobre todo gracias al impulso de los nacionalistas, los fusilamientos del 15 de octubre se convirtieron en un icono de la represión franquista contra los vascos. Los homenajes institucionales de la Diputación de Gipuzkoa y del Gobierno vasco tienen la virtud de recordar a las víctimas con sus nombres y apellidos. En el caso del organizado en Deba se aprovechó la ocasión para sacar del olvido a los 19 regidores y ediles municipales guipuzcoanos de ambos bandos fusilados en la Guerra Civil. Este gesto es poco común, y más en estos tiempos en los que el término Memoria es sinónimo de una parte de la historia.
Salvador Moreno, militar marino golpista, franqusta sanguinario que gozaba bombardeando población civil y ministro muchos años del genocida tenía una calle en Pontevedra.
El franquista Rajoy vivía en ella.
El jefe de la banda se pregunta por qué le han cambiado el nombre. Dice que él la seguirá llamando igual.
Assco de pais.
Publicado por: CAUSTICO | 12/01/2017 en 12:51 p.m.