14 de agosto del año 1978 en Iratxe.
Verano del año 1949 en Donostia, no recuerdo mes ni día.
En Iratxe:
Al enterarme por la prensa de la salida de Juan Ajuriaguerra del hospital, llamé por teléfono a su domicilio el día 6 de agosto para felicitarle sus 75 años, que cumplía precisamente aquel día.
"Me gustaría hacerle una visita", dije a una de sus hermanas que me salió al teléfono. Ésta, después de comunicarlo a Juan, "Sí, sí; venga venga", —me contestó, "pero el miércoles vamos a Iratxe. No sabemos si a apartamento o a hotel".
Así me presenté en Iratxe el día 14 último, con un matrimonio bergarés, que quiso acompañarme. Le encontramos en el hotel con sus hermanas y en compañía de Sabin Zubiri y señora.
Al poco de entrar nosotros, se ausentaron los Zubiri y quedamos con Ajuriaguerra y una de sus hermanas.
Al entregarle el matrimonio vergarés una caja de rellenos de Vergara, "se me ha olvidado comer", —dijo—. "Hasta hace poco me ha repugnado. Ya no, pero no puedo comer. Se me ha olvidado comer. Se me ha olvidado hasta andar; tengo que aprenderlo".
Entonces, recordando yo su espíritu luchador, ¿"se le ha olvidado también luchar?" "Burrukan ere aztu egin al zaizu", le pregunté en euskera, porque nuestra conversación era en euskera, aunque ahora la trascriba en castellano, para que sea mayor el número de lectores.
Juan, sonriente, me contesta con una frase en castellano: "eso, se supone". "Nolaz, ¿se supone? Bai ala ez?" —le contesté, porque no le comprendí bien su sentido. "¿Sí o no?"
Juan, sonriente otra vez, nos dice: "Cuando se va a la mili, existe una pregunta ritual: ¿Valor? Y la contestación es también ritual, siempre la misma: Se supone".
Entonces comprendí el sentido de su respuesta: ¡Ah! se supone que no se le ha olvidado luchar. Se supone".
La respuesta de Juan fue otra sonrisa.
Así era Juan: luchador hasta la muerte.
Al final le vino otra visita, la del hijo del que fue alcalde de Estella, fusilado por Franco; Fortunato de Aguirre. Le fusilaron el día de San Miguel. "Hoy no te salva ni San Miguel", le dijeron los que le iban a fusilar. Es que San Miguel era una de sus grandes devociones. Los hijos de Fortunato siguen la huella de su padre. El menor, hijo póstumo, es presidente del UBB de Estella.
Nuestro encuentro duró cerca de 3/4 de hora. No nos imaginábamos, al salir, que de allí a unos días iba a ser cadáver. Le habíamos encontrado físicamente débil, pero era normal después del tratamiento a que había sido sometido. Pero moralmente estaba entero, y creíamos en su vitalidad física.
En Donostia, año 1949
Fue en el bar Guria del teatro Victoria Eugenia. Existe aún el bar. El clero vasco —hay que matizar el concepto, porque son muchos que aún desconocen la historia— el clero vasco no entendido geográficamente, sino históricamente, el que se enfrentó a la cruzada de Franco, después de la tragedia del 36 y a consecuencias de ella, con la dispersión de 800 curas, se hallaba decapitado.
Hacia el año 46 habían empezado a volver algunos de sus hombres de las cárceles y del exilio. Y al encontrarse con la inquietud de los que nos encontrábamos en el país con nuestro pueblo, surgió la preocupación y se vio y palpó la urgente necesidad de volver a estructurarnos en la clandestinidad, para dar testimonio a nuestro pueblo de que el clero vasco no le había abandonado.
Eran los años sin pasaporte, sin salvoconducto ni pases de favor. No había posibilidad de atravesar la frontera legalmente. La acción clandestina, por otra parte, era durísimamente perseguida y la represión muy violenta.
Un buen número de curas, precisamente los que podían aglutinar alguna acción, se encontraban en el exilio. Nuestros contactos con ellos eran clandestinos y muy esporádicos. Uno de los medios de encuentro era el río Bidasoa, en medio del río o de la bahía, en pequeñas lanchas.
En una de ellas se llegó a un acuerdo: había que sacar una publicación. Ellos redactarían e imprimirían las hojas en el Estado francés. Nosotros, los del interior, les enviaríamos información y distribuiríamos las hojas en Euzkadi Sur. La publicación se llamaría "Egiz", "publicación de sacerdotes vascos". Era el año 49.
Pero nos encontramos con un problema de muy difícil solución: el pase de frontera de las hojas.
En aquellas circunstancias me encontré con un joven, hermano de un amigo, con quien compartía mis problemas de la lucha del C. V. El joven había venido al interior con una misión clandestina permanente, que yo ignoraba. Con la "garantía de mi amigo, empecé a comunicarle nuestras inquietudes y nuestros problemas.
Al cabo de cierto tiempo me manifestó que su jefe deseaba hablar conmigo. Y así, el verano del año 49, tuve mi primer encuentro con Juan Ajuriaguerra en el bar Guria del teatro Victoria Eugenia, de San Sebastián. Yo ignoraba su identidad, aunque su habla vizcaína —habitualmente hablábamos en euskera—me hizo sospechar su identidad, como así resultó en realidad.
Expuesto nuestro plan en aquel primer encuentro, manifestó inmediatamente: "Nosotros os solucionaremos el problema. Espero conseguir que los paquetes sean colocados a este lado de la frontera en cada una de las cuatro capitales vascas. Vosotros tenéis que indicarnos los buzones donde colocarlos". Y añadió: "Una advertencia, en vuestras hojas no os metáis en nuestro terreno. La política la haremos nosotros. Nosotros no nos meteremos en vuestro terreno. Por otra parte, bienvenida la publicación".
Como esto encajaba perfectamente en nuestra mentalidad, porque era una de las características más fundamentales de nuestro grupo, la de no pertenecer a la disciplina de partido político alguno, llegamos inmediatamente a un acuerdo.
Así surgió "Egiz", publicación clandestina de sacerdotes vascos. Duró alrededor de tres años. Se distribuyeron unos 1.000 ejemplares, casi mensualmente. Hubo tiradas extraordinarias de muchos miliares de copias sacadas en el interior. Fue objeto de gran persecución por parte de la autoridad civil y eclesiástica. Fue objeto de dos condenas de parte de los obispos de las diócesis vascas, como consta en los boletines oficiales diocesanos de aquel tiempo.
La historia de "Egiz" es una página importante de la historia del clero vasco, que merece ser conocida y exige un tratamiento más amplio, y cuyos detalles esperamos serán publicados con más extensión, para conocimiento de los que niegan la existencia de este grupo.
Desde estas líneas, a Juan Ajuriaguerra, nuestro agradecimiento póstumo, el de aquel grupo de sacerdotes vascos, por el servicio que nos prestó.
Así era Juan: eficaz y servicial.
¡GRACIAS!
Donostia 4-IX-78
Por: Serafin Esnaola
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