Decía Jorge Oteiza que la aventura podía ser loca pero el aventurero había de estar cuerdo. No se si estábamos cuerdos o no pero sí que montar una radio clandestina desde Venezuela en tiempos de la dictadura y que esta funcionara diariamente emitiendo un programa de media hora tres veces en onda corta, fue desde luego toda una aventura. Funciono de 1964 a 1977, cuando empezó aquella defectuosa transición. Y emitíamos en nombre del Gobierno Vasco que estaba en el exilio y lo presidía Jesús María de Leizaola y era en París donde llegaban los informes de escucha y donde teóricamente teníamos la sede ya que la llamábamos La Txalupa para dar a entender que podía estar en un barquichuelo por el Cantábrico. Lo que si sabía el franquismo que aquello funcionaba y se empleaba a fondo para ponerle una interferencia de caballo pero a pesar de esto, lográbamos mantener aquella llama y que todos los marinos vascos estuvieran al día y mucha de una juventud ávida de tener algo de luz en aquel túnel de la dictadura.
El equipo lo formábamos unas treinta personas donde cada uno tenía su encomienda y el fin de semana, por grupos se visitada a un antiguo gudari, un tipo singular que aguantaba la soledad de unas instalaciones a sesenta kilómetros de Caracas donde estaban los transmisores que eran dos viejos aparatos que utilizó en su día la compañía petrolera Shell para comunicarse con sus refinadoras en las islas del Caribe. Los llamábamos Pedro y Pablo y cuando empezaba la emisión aquel medio salvaje comenzaba sus imprecaciones contra Franco y su régimen. Era un tipo singular. Bravucó decía que le había robado la novia al cura del pueblo y cogía tales borracheras que parecía imposible que a las horas establecidas aquellos potentes cacharros comenzaran con las primeras notas del "Gora Ta Gora". De ahí que los fines de semana había que ir a visitarle, llevarle cervezas, revistas y cosas y jugar una partida de mus mientras el olor de la barbacoa lo impregnaba todo. Catorce años estuvo aquel individuo en aquel paraje. Una historia tan o más interesante que la de Radio Pirenaica, ya que a esta le ayudaban los distintos partidos comunistas y a nosotros la venta de quinielas en un barrio de Caracas llamado La Candelaria lleno de gallegos, canarios y vascos.
Yo estuve en esa aventura de 1969 a 1975 simultaneando la confección de los programas, con mis estudios de economía y de comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello y cada día teníamos que alimentar aquel monstruo y mantener la moral de la tropa. Un trabajo apasionante donde seguíamos el día a día del régimen y de las distintas resistencias por lo que la figura del Príncipe de España, así le llamó Franco porque el instauraba una monarquía, no la restauraba y por tanto no era el Príncipe de Asturias la seguimos muy de cerca y le llamábamos Juan Carlos EI Breve. Para nosotros aquel pasmarote siempre pegado al dictador, nombrado a dedo sucesor a título de rey, que leía lo que le ponían delante, y que se peleaba con su primo Alfonso y con su padre, no tenía el menor futuro. De ahí el apelativo de El Breve. Nunca pensamos que semejante operación pudiera consolidarse ni que aquel bobalicón pudiera superar al propio dictador en su reinado. Y es que nunca contamos con lo que podían hacer Felipe González y Santiago Carrillo por la supervivencia de la monarquía a cuenta de un Juancarlismo que se in ventaron.
Felipe González en agosto de 1976 se reunió con Adolfo Suarez en la casa de Abril Martorell. Este Suarez le dijo al entonces socialista republicano. "¿Queréis una transición a la democracia?. Pues entonces tenéis que aceptar la figura del rey a todos los efectos". Y así fue. Quizás González pensó que aquel florero no le iba a hacer sombra y que la estructura de la dictadura aunque podrida, estaba en pie y valía la pena aceptar aquel compromiso que luego se consolidó porque el carácter del Borbón, juerguista y su pericial, además de mujeriego, casaba con aquel abogado laboralista sevillano que se había cargado a toda la vieja guardia de su partido a quien trató a patadas. Si Juan Carlos había traicionado a su padre, González lo había hecho con el socialismo histérico que reivindicaba la república pues no en vano, el partido socialista había sido uno de los perdedores de la sublevación militar y la mayoría de sus dirigentes y militantes fusilados gritaban antes de morir aquello de Viva la República/!. ¡Pobre gente!. ¡Pobres ingenuos!.
El campechano y el Señor X tenían una complicidad especial porque su catadura moral es muy parecida.
Los que murieron defendiendo la repíblica desde las filas socialistas se removerán en sus tumbas al ver el garito mafioso pueblerino en que se ha transformado su partido, defendiendo a los fascistas en sus políticas.
Publicado por: CAUSTICO | 03/28/2018 en 07:41 a.m.
Sobre Carrillo recomiendo la biografía que hizo Paul Preston. Preston lo retrata como un trepa sin escrúpulos, un ególatra de los grandes. En sus épocas más estalinistas no dudaba en cargarse compañeros del partido si creía que se desviaban de la línea oficial. Y Claudín no era mucho mejor.
Por esto no me extraña que Carrillo se llevara bien con un inmoral como el borbón.
Publicado por: Señor Negro | 03/30/2018 en 09:36 a.m.