HACE hoy diez años nos dejaba El escritor de la torre, el padre de Autores vascos, entre su más de medio centenar de obras. Cuando no se hallaba -cosa de lo menos frecuente- sentado ante la mesa de su despacho, acompañado de música clásica a gran volumen y concentrado en alguno de sus textos, podíamos encontrarlo paseando por la terraza que rodeaba su casa-torre, La Pagoda, como la llamaba cariñosamente Javier Urquijo. De cuando en cuando recibía, obsequiando al invitado con sus últimas obras, y raramente salía de su bunker literario tapizado de miles de libros, para asistir a un acto público o pronunciar una conferencia.
Lo que está claro es que escribir, lo que se dice escribir, escribió a destajo y sin límites, llegando a ser la pluma vasca más prolífica, al recopilar además la relación de textos de sus semejantes en su ingente colección Autores vascos (1984-1996), donde censara a mano -sí, mucho antes de la existencia de Internet- a más de 12.000 mujeres y hombres, junto a sus obras. Acto este de lo más generoso, por aquello que le restó tiempo para crear, para seguir haciendo teatro, preparar artículos, conferencias, prólogos... Aún así, parecía desafiar al tiempo, logrando redactar mil y un textos en paralelo. Porque Elias Amézaga Urlézaga (Bilbao, 9-VIII-1921; Getxo, 13-IV-2008), autor vasco que se expresara en castellano, como otros lo hacen en euskara o en francés, era un "escritor las 24 horas del día", como lo definió con tino Pelay Orozco. Durante varios años, entre finales de los 70 y hasta casi los 90, los lectores de DEIÁ encontraban su firma prácticamente cada semana en las páginas de Opinión de este diario, en torno a valores como los fueros, la fe, la vasconidad, el amor, la política... Temas la mayoría atemporales que, cambiando tres o cuatro nombres, continuarían estando de perfecta actualidad, los de este hombre profundo, de carácter, enamoradizo, como su nieto, quien esto suscribe, y que tuvo el privilegio de ser su secretario personal entre 1992 y 2002. Unamuniano, sabiniano, oteizano, salaverriano (de José María)... A todos estudió con la misma pasión e interés, destacando lo que aportaron a la cultura de este pueblo tan poco grato con sus insignes. Sin carné de partido político, voz libre y heterodoxa que, de usar arma alguna, se valía de la pluma y la palabra. Por esto y por mucho más recibiría el Premio Manuel de Lekuona en 2006.
En estos diez años, la cultura vasca ha seguido dando frutos, expresándose en cualquiera de sus tres lenguas, de sus tres patrimonios, porque todo suma; se han ido otros de sus colegas y en más de un caso amigos, como Ramiro Pinilla, Adrián Cela-ya, Rafael Ossa Echaburu, José Luis Álvarez Enparantza, Txillardegi', Xabier Lete, Piarres Charritton..., y hemos visto cómo por empeño de un grupo de inquietos por la cultura, la asociación Sotavento, se pusieron en pie los Premios Elias Amézaga, que son entregados anualmente; así como figura una placa que lo recuerda en el centro de Bilbao, en dirección a la casa en la que naciera en General Concha. Uno de los últimos actos en los que participara el recordado alcalde de Bilbao Iñaki Azkuna, y que tuvo lugar hace poco más de un lustro. Fue precisamente ese, cuando inaugurábamos en plena plaza Pedro Eguillor la placa que reza así: A Elías Amézaga (1921-2008), escritor, polígrafo, gran bilbaíno. Azkuna, el intelectual y sobre todo amigo, quien en 2001 le nombraba bilbaíno ilustre, en la primera edición de tan distinguido galardón, así como había prologado varios de sus libros. Queda pendiente el reconocimiento que aprobara el Consistorio de Getxo en 2008, dando nombre a un ente cultural del municipio o mejor aún, como alguien sugería con acierto, aprovechando para rebautizar tres calles de la localidad con los nombres de Jon Bilbao (1914-1994), el mencionado Ramiro Pinilla (1923-2014) y Amézaga; justo las calles del barrio getxotarra de Andra Mari en las que este ilustre trío residiera. Para que nuestras jóvenes generaciones y las venideras conozcan primero a estos grandes, el legado de estos caballeros andantes de las letras, honrándoles más tarde con el que es y será siempre el mejor de los posibles homenajes: leer sus obras. •
Por: Abraham de Amézaga*
*El autor es nieto, exsecretario del escritor, así como autor de su última biografía.
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