TRAS un solemne funeral que algunos hubieran preferido sustituir por una versión contemporánea de aquel “Cautivo y desarmado...”, la disolución de ETA ha vuelto a poner de manifiesto que a ese final le va a acompañar durante años una batalla dialéctica y mediática para tratar de imponer un relato sobre el pasado. Se trata, según sea el relato, de que se hable de algunas cosas para no tener que hablar de otras. Porque tan significativo como lo que se cuenta, es lo que se calla. Así, el argumento del “cambio de ciclo histórico”, al que viene recurriendo ETA, trata de obviar que el desistimiento no fue la consecuencia de un debate ideológico o moral, sino que tras las ilegalizaciones, sin poder hacer política, ni en la calle ni en las instituciones, e incapacitada para seguir atentando, tras la desarticulación masiva de su aparato militar, el MLNV no pudo mantener su estrategia político-militar, y en consecuencia, el cambio de ciclo resultaba inevitable.