Hace algún tiempo que la Prensa publicó la noticia de las actividades de la Brigada Vasca en la lucha por la liberación de la zona de Burdeos, con el nombre de su comandante, el irunés Pedro de Ordoki.
Pedro de Ordoki es una figura representativa del gudari vasco en Francia; su vida en los últimos años, una de tantas entre los vascos residentes en aquel país, expuesta en todo momento generosamente por la causa de la liberación francesa, comprobando una vez más el carácter de nuestra lucha y su encadenamiento a la guerra de las Naciones Unidas, en defensa de los mismos principios de democracia y libertad que nosotros, antes, y abandonados por algunas de estas naciones, habíamos defendido y que hoy, después de la victoria de aquéllas, continuamos defendiendo.
Vivía en el año 1936 Pedro de Ordoki en su ciudad natal de Irún, con 24 años, dedicado a su profesión de albañil-contratista y disfrutando de un hogar recientemente fundado. Nunca hubiera sospechado, con aquel su carácter alegre y nada jactancioso, aquella madrugada del 18 de julio, cuando fue llamado por Acción Nacionalista Vasca, organización a la que pertenece, que iba a empezar una nueva vida de lucha, de peligros, en los que el hoy fuera el límite ante un mañana siempre incierto e inseguro.
San Marcial, cuya heroica defensa, sin apenas armas ni municiones, defendida en ocasiones con tan sólo dinamita, contra el Tercio y Regulares moros perfectamente armados y equipados, constituyó una de las epopeyas más gloriosas de nuestra lucha. Guadalupe, Jaizkibel, Txoritokieta, Ventas de Zarate, fueron los lugares de sus primeras armas, como más tarde Mendata, Sollube, donde fue herido, Trucios y Treto, donde con el grado ya de capitán y en defensa del puerto que facilitara la evacuación de las fuerzas vascas cercadas en Santander, fue hecho prisionero.
Su familia, apresada en el "Galdames" en viaje de Francia a Euzkadi, se hallaba igualmente encarcelada. Una hermana de 22 años pasará siete en las cárceles de Saturrarán, Burgos e Islas Canarias; otra hermana, de 15 años, dos en las de Saturrarán y San Sebastián, y sus padres, dos años y medio en diferentes prisiones, sin otro delito que ser sus familiares. ¡Así es la justicia de Franco!
El 3 de septiembre de 1937 es condenado a muerte en la cárcel de Santoña, donde diariamente se ejecutaba a gran número de prisioneros, hasta mediados de diciembre, que es trasladado a la cárcel de Bilbao, donde las ejecuciones continúan con el mismo ritmo. En una sola semana, y de una sola sala, fueron fusilados 170 prisioneros. Ordoki estuvo incluido unas cincuenta veces en la lista de fusilamientos, pero su ejecución fue siempre aplazada por diversas circunstancias y gestiones, entre ellas la de Monseñor Verdier, cardenal-arzobispo de París. Conmutada la pena de muerte, es trasladado, juntamente con otros prisioneros, a Burgos, en donde son incomunicados y apaleados en forma brutal. Germina en él entonces la idea de evasión, que lo intenta dos veces, sin éxito.
Trasladado de nuevo a Santoña, es objeto de un nuevo proceso, en el que el fiscal vuelve a solicitar la pena de muerte. Comprende el fin que puede esperar y proyecta una vez más su fuga. El día 28 de julio de 1.939 se escapa con el único compañero que se atreve a seguirle ante el temor que las represalias se cebaran en sus inocentes familiares, como era norma en estos casos.
Un mes de penosa marcha por los montes. Hambre y sed. Lejos de todo poblado. Huyendo de las fuerzas en persecución, evitando cualquier encuentro que pudiera provocar una delación y temerosos de que la ayuda que algunas veces recibían de los campesinos se trocara en desgracia para los que tan generosamente así procedían, por el régimen de terror que imperaba por donde pasaban.
En las inmediaciones de San Roque encuentran a un evadido de Bilbao que llevaba nueve meses en el monte, y los tres inician el camino a Francia, provistos de unas bombas de mano que, restos de la guerra, encuentran en un paraje abandonado. A los 32 días de evasión, y después de un fuerte encuentro con la guardia civil en Oyarzun, atraviesan la frontera por debajo del puente de Endarlaza, del río Bidasoa, donde son sorprendidos, consiguiendo Ordoki y su compañero llegar a la orilla francesa, no así el tercero, incorporado a ellos en el camino, quien, herido de un disparo, cae al agua, pereciendo ahogarlo.
Detenidos inmediatamente, son trasladados al campo de concentración de Gurs, de donde, ante el temor de ser enviados a España, se escapa, refugiándose en una aldea hasta el 16 de noviembre, en que, a consecuencia de la iniciación de la guerra y del ofrecimiento del Gobierno de Euzkadi, emigrado en Francia, al Gobierno francés, del esfuerzo de los vascos exilados, que constituían una valiosa mano de obra para la defensa nacional, Ordoki pasó a trabajar en el arsenal en construcción de Lannemesan en calidad de jefe de equipo, siendo su trabajo de tal calidad que gana el elogio del director, quien en una orden a su sucesor dice: "El arsenal ha sido terminado gracias a los vascos. Si no es por ellos, todavía estaríamos en los cimientos”.
Llega el armisticio. Ordoki intenta embarcarse en Bayona para Inglaterra, pero era ya tarde. Piensa luego dirigirse a Suiza por Lyon, sin que tampoco le fuera posible. Entonces se decide atravesar los Pirineos por Huesca para dirigirse a Bermeo y embarcar clandestinamente a Inglaterra, pero en un pueblecito de la zona libre le acogen con simpatía, le ayudan y se queda a trabajar.
Con una magnífica moral, con una visión real de los acontecimientos venideros, Ordoki y los que como él se hallaban en aquella situación comprenden que la lucha contra Franco no ha cesado y que la lucha contra los alemanes, causantes de las ruinas de Gernika, es la misma, y se aprestan a esta lucha en la medida de sus fuerzas. Ya no es el fusil lo que hay que manejar: es el enlace, la ayuda, el sabotaje, la prensa clandestina y en todo momento la habilidad, el disimulo y la sangre fría. Saben a lo que se exponen en esta lucha donde no hay cuartel para el caído. Los traidores, los espías, la Gestapo, acechan siempre. Un descuido implica una delación, la detención, la tortura, para terminar en una muerte solicitada mil veces como alivio a sus sufrimientos. Pero no duda y empieza Ordoki su misión ayudando a pasar la frontera a numerosos franceses que por España intentaban pasar a Argelia o a Inglaterra. Cuando sobrevino la ocupación total de Francia por los alemanes, recibió orden de establecer contacto con los ocupantes para el mejor servicio de la causa, pero sus maniobras fueron descubiertas y denunciadas a la Gestapo, y hubo de huir al Maquis y permanecer en él desde fines de 1942 hasta la liberación. Eran los "maquis" organización de fugitivos de la persecución de la Gestapo que se escondían en los bosques, formando guerrillas y realizando golpes de mano, sabotajes, servicios de propaganda y enlace. Vivían amparados por los campesinos, a quienes ayudaban en sus faenas agrícolas por las noches y en sus días de descanso. Alternaban las acciones más peligrosas, como dinamitar los puentes y trenes de sus enemigos, con las más pacíficas de construcción de lavaderos, fabricación de carros, etc.. a sus amigos y protectores los campesinos.
Perseguidos constantemente por la Gestapo, las patrullas alemanas y milicias francesas. Luchas de emboscadas en un cambio constante de cuarteles y refugios, en una vida llena de inquietudes, en los que la audacia y serenidad eran las bases de un triunfo que significaba continuar luchando. En esta lucha fue Ordoki tres veces detenido por los alemanes.
La primera vez fue arrestado por transporte de prensa clandestina. Los alemanes le maltrataron brutalmente, obligándole a comer siete ejemplares del periódico clandestino "Combat” que llevaba consigo. Ordoki logró huir deslizándose desde un segundo piso por una cañería que descendía al río.
La segunda vez fue detenido por la Gestapo en Bagneres de Luchon. Los alemanes le sorprendieron en la cama. Estuvo tres meses detenido y sufrió toda clase de torturas. Por medio de una prensa le machacaban los dedos. Colgado de las manos atadas a la espalda recibió en una sola sesión más de 150 garrotazos, sin que obtuvieran de él las declaraciones que anhelaban. En compañía de tres oficiales franceses, también de la Resistencia, fue conducido al desfiladero de Peyresoude para su ejecución. Descalzos y maniatados, les llevaban hacia la peña, lugar donde serían fusilados. Cuando Ordoki se dio cuenta del fin inminente que les esperaba, propuso la huida a sus compañeros, pero los franceses se hallaban destrozados por las palizas recibidas. Por toda contestación, uno de ellos se puso a rezar. Era precisamente el que marchaba del lado del barranco, único lugar por el que se podía intentar la huida. Su actitud resignada era un obstáculo que había que vencer, y dándole un empujón se tiró por las laderas, perseguido a tiros por los alemanes y franceses que le escoltaban. Con las manos atadas por la espalda pudo rodar por el barranco, y destrozándose entre zarzas y guijarros, después de tres días de angustias y sufrimientos, subió por un desfiladero, donde se encontró con un pastorcito, que le desató y auxilió.
La tercera vez fue detenido en una aldea, a cuyas fiestas había sido invitado. Estando cenando en una habitación, se abrió de pronto la puerta y apareció un oficial alemán, pistola en mano. Era el terrible Emil, quien se titulaba a si mismo duque de Val d'Aure por el poder que ejercía en dicha comarca, donde disponía de vidas y honras a su capricho. Emil se dirigió, sonriendo sarcásticamente, a Ordoki, y le tendió la mano, diciéndole en francés: "Bon soir, monsieur Ordoki." Éste contestó rápidamente con un puñetazo vigoroso, cogió la pistola ametralladora, saltó a la calle, dando la señal de alarma, huyendo de nuevo al monte.
El temible Emil hubo de retirarse avergonzado, dejándose el gorro, que había saltado por el aire y que sirvió de trofeo en el baile que a continuación se celebró en la aldea y que ocasionó el que algunos que lo exhibieron fueran trasladados al día siguiente al campo de concentración.
Ordoki continuó la vida del Maquis, prestando grandes servicios a la resistencia hasta que, llegado el momento de la liberación, re-agrupó a sus compatriotas y por orden del Gobierno de Euzkadi constituyó la Brigada Vasca que con tanto éxito, citada en diversas órdenes y objeto de un especial homenaje por las autoridades militares francesas, contribuyó a limpiar de alemanes el estuario de la Gironde.
Ordoki no ha sido el único; en cada organización política vasca se pueden contar hombres que como él supieron continuar la lucha con tal valor y dignidad que dieron a conocer al mundo el espíritu de un pueblo que jamás se resignará a la esclavitud franquista. (Mario Antelo)
Por Joseba de Agerrena
Este hombre se merece un monumento junto al patético Memorial de Gasteiz.
Publicado por: CAUSTICO | 06/27/2018 en 09:36 a.m.
No sólo un monumento. Libro, guión y película. Esta gente era de otra pasta, de hierro y roble, de dignidad, principios y espíritu de lucha inquebrantable. Gora Euzko Gudariak!!!
Publicado por: Silber | 06/27/2018 en 10:07 a.m.