Jorge de Oteyza
La imagen de Bolívar ha estado muy unida, se ajustaba muy bien, a nuestra imagen sobre nosotros, sentimental romántica, en el siglo pasado. Pero vivimos un verdadero cambio, nuestra imagen tradicional se desajusta de nosotros y con ella la imagen de Bolívar se debilita, se nos aleja. Este para mí es el tema de reflexión fundamental sobre Bolívar, hoy para nosotros.
Claro que reflexiones importantes nos resultarían todas. No sé si ha sido bien aprovechada la reflexión por Bolívar para aportación, en cierta medida posible, a un «idearium» vasco, para unos arquetipos o modelos sobre nuestros comportamientos con la voluntad de reconocer y mejorar estilo de vivir, de luchar, de proyectar, de organizamos. Porque lo que hemos creído saber de nosotros lo hemos proyectado como comprobación del nosotros fuera, en lugar de atender, para destacarlo y aprender, lo que de original nos hubiera resultado y surgido.
Digo que cambiamos, creíamos que éramos de un modo, perdemos esa imagen, parece que ya no somos o no seguimos siendo de ese modo, pero, ¿cómo somos? Porque tampoco, por fortuna, somos como en esta confusión actual que sufrimos, y que muchos tratan de que así somos. Digo que la imagen de Bolívar se aleja de nosotros que pierde interés. Como va a perder interés todo lo que ha sido secundariamente historia nuestra como historia de otros. La historia de España se nos aleja. Demasiado pendientes de los intereses de otros y luchando fuera, desviando historia nuestra, nos hemos desatendido a nosotros gravemente como país y como pueblo. Esta crisis en totalidad de ahora es que empezamos una historia nueva, Una historia conscientemente nuestra, junto con una historia vieja, nuestra también, a descubrir y re imaginar, en la que hemos de reconocernos y apoyarnos. Afirmar nuestra Patria es descubrir y contar con nuestra historia interna, con su oculta riqueza de señas de identidad más cerca de nosotros cada vez, en su oscuridad y aparente lejanía. Nos vemos así como tratando, sedimentos de algo nuestro, en nuestra noche cultural sin nada, con un pequeño cubo recogiendo al pie del muro el cultivo mágico original de imágenes, signos, señales, mitos, sonemas, caballos del primer matriarcalismo cultural aquí y nuestro. Tratamos de explicarnos nuestra primera historia, que tampoco se quiere que sea nuestra. Nos sucede siempre, es la España que se prefiere roja antes que rota, prehistoria general o de nadie, antes que prehistoria vasca (Pensamos que esto cambia, y nos tendrá que ir muy distinto).
Hay una fotografía, la tengo a la vista en casa, de nuestro primer lendakari Agirre en el parque Bolívar, en Bogotá, junto al busto del libertador. Me ha interesado todo de nosotros, pero hoy (quizá debo decirlo o ya se advierte) solamente a través, concretamente, obsesivamente, de algo. Es por esto que he tenido que ir graduando la herramienta débil de mi visión para poder enfocar esos sectores reducidos a mi casi exclusivo interés, con la máxima precisión posible. Es así como se me van desenfocando, debilitando imagen, voy perdiendo otras cosas, historia, gentes, que incluso tenía cerca y quiero. En esta fotografía se me acerca la imagen de Agirre, en aquellos momentos vencido pero de carne y volviendo. Y la imagen del libertador, aquí para siempre pero de piedra, la pierdo, lejana, ausente.
Pero lo que casi, por este culpable desenfocar, olvido, perdonarme, es de señalar la reflexión con Bolívar más inmediata, entrañable y posible, la de nuestras relaciones que hoy precisamos profundizar, estrechar, con nuestra América. Que por gran fortuna para nosotros, ya marchan, ya se saben, ya están.
Comentarios