El centenario de la Academia de la Lengua Vasca a es buen motivo para recordar avatares que acosaron al euskera en un pasado no tan lejano, pero también para encarar un futuro que demanda implicación social
La conmemoración del primer centenario de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia constituye mucho más que el homenaje merecido a una labor de preservación y rescate del euskera en los que ha tenido que experimentar los momentos más dramáticos de su milenaria existencia.
Hace un siglo, las instituciones representativas del pueblo vasco tomaron conciencia de la necesidad de aglutinar, consolidar, preservar y modernizar la lengua, como garantía de supervivencia de unas características sociales y culturales específicas que se veían seriamente amenazadas.
En este tiempo, las estadísticas no llegan a ser reflejo de las dificultades que ha habido que superar para cumplir ese cometido. Más aún cuando, con la consolidación y normalización de la actividad de la Academia de la Lengua Vasca y la restauración de las instituciones propias, estructuradas territorialmente en los herrialdes de la Comunidad Autónoma Vasca y la Foral Navarra, parece diluirse la percepción social de las nuevas generaciones sobre la necesidad de seguir defendiendo una lengua que padece el acoso de las grandes corrientes de comunicación en inglés y castellano. Evidentemente, el euskera dista mucho de estar políticamente acosado como lo estuvo en el pasado, pero no está libre de la colonización lingüística que ha llenado de extranjerismos nuestra comunicación diaria de la mano de términos importados que llegan vinculados a los usos y costumbres que son mediatizados a diario por las nuevas tecnologías y la globalización de la comunicación y las tendencias de consumo.
En este entorno, la Euskaltzaindia de dentro de un siglo probablemente tendrá que haber hallado el modo de integrar al euskera en esas corrientes que, lejos de ralentizarse, habrán adquirido previsiblemente un ritmo vertiginoso de intercambio. Esa labor, aunque requiera un pilotaje que adapte la lengua vasca a esos usos y la convierta en herramienta práctica y capaz de asimilar los neologismos que están por llegar sin perder en el tránsito las características que la diferencian, demanda de una implicación firme en los ámbitos institucional y social. Los principales agentes de la protección y extensión del uso de la lengua están en la calle. Su papel, el de todos, es mantenerla como un instrumento ágil, vivo y de futuro.
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