AITOR LIZARAZU PÉREZ
Nacido en Los Corrales, destacó por su valor en la batalla previa a la caída de Bilbao durante la Guerra Civil.
Tras casi ocho décadas desde el final de la Guerra Civil, el interés por ella sigue muy presente. Los focos se centran habitualmente sobre los mismos temas, mientras otros aspectos se van apagando hasta casi desvanecerse. La labor de algunos investigadores para rescatar a personajes con cierta notoriedad y relevancia hacen que su luz no se apague por completo y, entre esos cientos de miles de personas que participaron en ambos bandos, hay un miliciano republicano, el cántabro Bustamante, cuyo comportamiento en la batalla previa a la caída de Bilbao le hizo destacar. Cada cierto tiempo, Natalio Bustamante Crespo recupera su importancia, de forma efímera esa es la verdad, hoy casi olvidada. Pero ¿quién fue este Bustamante y por qué se le recuerda? Natalio Bustamante es recordado por ser el comandante de un batallón que, en la desesperada defensa de la capital vizcaína, se distinguió por su valor y entrega. También porque de acuerdo a algunos testimonios fue la última persona en cruzar los puentes sobre el río Nervión que dividen la villa bilbaína. Natalio, nacido en Los Corrales de Buelna en 1908, pronto trabajó como otros de sus parientes y vecinos en la fabrica Quijano hasta que accedió en 1932 al recién creado cuerpo de Seguridad y Asalto, antecedente de la actual Policía Nacional y tras pasar por varios destinos acabó en Bilbao en 1933, con lo que participó activamente en la sofocación de la revolución de octubre de 1934. Tras el 18 de julio de 1936, su comportamiento y sus conocimientos militares hicieron que su importancia fuera creciendo y desde mayo de 1937 alcanzó la comandancia de uno de los batallones, el octavo de la UGT, que ese mismo mes había obtenido notoriedad por una batalla en el monte Sollube, junto a Bermeo, contra las tropas italianas. Paradójicamente algunos de los oficiales y miembros de ese batallón habían sido miembros de la revuelta de octubre de 1934 que la guardia de asalto había apresado. El Jean Jaures, otra de las formas en las que era conocido el grupo, alcanzó su cenit en la batalla de Archanda-Santo Domingo cuando a mediados del mes de junio, en una situación desesperada, ralentizó el avance del bando nacional. Las bajas, entre muertos y heridos, fueron abundantes, de forma que una cada vez más diezmada milicia (tuvo incluso que unirse con otro batallón, el Karl Liebknecht para poder conformar uno completo) se retiró recorriendo diferentes parajes de la geografía cántabra: Castro Urdiales, Alceda, Ontaneda, Puente Viesgo, Santander, donde la mayoría de los supervivientes fueron apresados. Bustamante no. Él y un pequeño grupo de milicianos lograron evadirse hacia la zona asturiana controlada por el gobierno republicano. De forma casi inverosímil, cuando Gijón, la última plaza con salida al Cantábrico, estaba próxima a caer, un puñado de milicianos, entre los que se encontraba Bustamante logró embarcar en un barco carbonero y, gracias a la mediación de un acorazado británico, sortear a los buques nacionales que cerraban el cerco del Musel. Tras un efímero paso por Francia, retornó a la zona gubernamental y allí permaneció, dentro del cuerpo de seguridad, hasta que poco antes del final de la guerra, tras la caída del territorio catalán, cruzó de nuevo la frontera gala. Empezaba un peregrinar por varios de los campos de refugiados que el gobierno francés había preparado para recibir a los españoles que, en masa, cruzaban la frontera huyendo de la guerra y sus consecuencias. Argeles, Gurs... fueron algunos de sus pasos. Estando en el país vecino le sorprendió la II Guerra Mundial mientras, enfermo, se lamentaba desde Perenas de no poder participar en la vendimia debido a su delicado estado de salud. En 1942, con medio mundo envuelto en conflictos, embarcó en un barco, el Nyassa, con destino a México, donde desde antes de la guerra se habían asentado algunos de sus familiares, y allí regentó una cantina en Tapachula, posteriormente trabajaría en una explotación agropecuaria en Guatemala. En la Transición retornó a España sin que ninguna noticia lo recogiese. Curiosamente, en uno de sus viajes le sorprendió el golpe de estado del 23 de febrero de Tejero en Barajas, tras aterrizar proveniente del país azteca. Pasó los últimos días de su vida en la capital de México, donde falleció en 1988 sin que nadie fuera consciente de sus hazañas. En la época se recordaba la medalla al valor, simbólica, que merecía y hasta algún ministro republicano estaba al tanto de sus hazañas. Hoy es sólo un nombre olvidado como otros muchos.
Soy nieto de Jesús otxoa chillida ,que lucho En eL Jan jaures me gustaría ver alguna fotografía si existe gracias
Publicado por: José Ángel Otxoa Satabia | 05/22/2020 en 08:57 p.m.