El escritor y periodista Bernardo de Arrizabalaga presentó su discurso de ingreso en la Comisión de Vizcaya de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, con un tema titulado “Ignacio de Loyola, periodista”. Con esta faceta, prácticamente inédita del santo vasco, Arrizabalaga quiso marcar un nuevo camino de conocimientos para la juventud estudiosa, sacando a la luz el interés del autor de los “Ejercicios espirituales” por definir un auténtico libro de estilo, que sirviera a los miembros de la Compañía para enviar información «con brevedad y oportunidad» sobre aquellos lugares a donde les conducía su actividad misionera. Asimismo, el discurso servirá para destacar las cualidades pioneras del personaje, «lo que significa haber creado el hábito de acudir allí donde se produce la noticia», y las consecuencias que se derivaron para fortalecer la religión católica en un momento en que se veía amenazada por el movimiento reformista.
El trabajo de Bernardo de Arrizabalaga coincide con la conmemoración del V Centenario del nacimiento del santo de Loyola, y gira en torno a los interrogantes de si Ignacio de Loyola supo responder como periodista al privilegio de su oportunidad extraordinaria, o si se limitó a la acción, dejando para otros la misión informadora. El periodista Rafael Ossa fue el encargado de recibir al nuevo miembro de la Comisión de Vizcaya.
A juicio de Arrizabalaga, el autor de los Ejercicios espirituales debería ser considerado como uno de los pioneros de la labor informativa. «Medio siglo antes -comenta- de que el austríaco von Aizing publicara sus hojas semestrales destinadas a libreros, el Sumo Pontífice aprobaba las constituciones de la Compañía, donde se indicaba a los jesuitas la obligatoriedad de enviar correspondencia cada cuatro meses. De esta forma se contribuía a crear el hábito de estar presente allí donde se producía la noticia».
Comunicación epistolar
Toda la investigación acerca de esta faceta de Ignacio de Loyola «trata de probar que el enunciado del trabajo es algo más que una metáfora, lo que le confiere el calificativo de fenómeno precursor del periodismo moderno».
Según Arrizabalaga, «Ignacio de Loyola montó en su curia generalicia de Roma una 'oficina de información' o 'agencia de noticias', que contaba a mediados del siglo XVI con corresponsales o enviados especiales en todos los confines de la tierra. Además de esto, -matiza el autor- aquellos jesuitas situados en las avanzadas de la civilización, enviaban sus crónicas en virtud de un imperativo profesional: la obediencia jurada mediante el voto de acceso a la orden».
La manera de redactar las cartas también era objeto de especial atención. Bernardo Arrizabalaga asegura que, en uno de los escritos conservados, Ignacio de Loyola insta a los miembros de la Compañía a que «no abunden en la muchedumbre de palabras, sino de las cosas dichas con brevedad y oportunidad». A su parecer, la preocupación mostrada para llevar a cabo esta labor «hace pensar en un auténtico libro de estilo, como los que en la actualidad circulan por las redacciones de los periódicos».
Las cartas rescatadas de los archivos jesuitas revelan la vida y costumbres de los pueblos a donde se desplazaban los sacerdotes en su labor evangelizadora. «Resulta impresionante -subraya- el afán de conocimientos de aquella gente, que escribía sobre la vestimenta de los indios, su modo de comer, el clima, las costumbres, su localización y hasta la cosmografía particular de las regiones que visitaban. Leer este material es lo mismo que estudiar un tratado de enormes dimensiones, en el que se mezclan botánica, zoología o idiosincrasia».
Por otra parte, Bernardo de Arrizabalaga señaló la importancia de que la Compañía de Jesús haya guardado celosamente la cuantiosa hemeroteca que se fue acumulando al compás de esta actividad, lo que ha permitido conservar casi íntegros todos los correos de Italia, la correspondencia mensual de Portugal, España, Flandes, Alemania y Francia, así como documentación referente a las más de siete mil cartas de San Ignacio.
La ingente labor del fundador de la orden jesuita contribuyó en gran medida a fortalecer la postura del Papa frente al movimiento reformista encabezado por Lutero, lo que le motivó a instalar en su vivienda de Roma una imprenta, que no estuvo lista hasta seis días antes de su muerte. «De no haber sido por él, -concluye Arrizabalaga- toda Europa sería en la actualidad protestante».
El Correo (9 Junio, 1991)
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