Despidiendo el año le comenté a Luis María Retolaza que, este año, no había recibido la felicitación navideña de Fredy que, con el estilo típico de los ingleses, siempre llegaba puntualmente. Se ha muerto hace unos días, fue su triste respuesta. Lo he sentido.
En nuestro ámbito, muy pocos han tenido la suerte de conocer a este hombre y, sin embargo, creo que es un acto de reconocimiento y agradecimiento el dedicarle estas líneas.
Fredy Beith fue, en su vida activa, uno de los hombres claves del M.I.5; el Santa Santorum de los Servicios de Inteligencia de Su Majestad Británica. Los aficionados a las películas de James Bond recordarán esas escenas, que ocurren en unos señoriales despachos londinenses, en los que los diálogos y las órdenes van acompañados de las imágenes de una larga mesa sobre la que se ven las manos de los interlocutores; nunca sus rostros. Ese es el M.I.5, en versión película.
Aunque enormemente discreto, le gustaba conversar. Su visión de la historia del pasado europeo y de nuestro futuro; su capacidad de síntesis de los conflictos en el mundo, de los juegos del poder y los intereses; su conocimiento de la cara oculta de episodios que la prensa raras veces acierta a enfocarlos, en su genuina dimensión, todo ello era una lección permanente de lo que es la política profunda. Los acontecimientos iban acompañados de los detalles que explican la otra dimensión de muchos de ellos.
Pero lo verdaderamente importante es que toda su visión de las cosas, estaba presidida por una inquebrantable fe en la libertad y en la convicción de que había que defender los derechos humanos y los principios democráticos. Sabía muy bien cuál es la miseria a la que llevan las dictaduras, de derechas o de izquierdas, o las miserias de la gestión política.
Quizás, este perfil apresurado de nuestro personaje, produzca desilusión a quienes justa de encontrar el morbo que imaginan en ciertos ambientes, pero ya se sabe que cualquier parecido entre los relatos y la realidad, es pura coincidencia. El famoso novelista John Le Carré, trabajó a sus órdenes; Beith solía comentar que había utilizado sus conocimientos profesionales para novelarlos, alterando la realidad. En estas novelas, «Smiley» es el protagonista que pretende reflejar la personalidad de Beith.
Le tocó padecer en el cumplimiento de sus misiones, especialmente cuando descubrió la red de topos que los soviéticos tenían introducidos en la inteligencia británica, a través de intelectuales, ocultamente marxistizados. Cuando tiró de la telaraña, surgieron los escándalos de Burgges y McLean.
Pero con ello no acabaron sus tribulaciones, porque nuestro amigo seguía empeñado en desenmascarar al «gran topo», aún oculto. El drama de Beith estaba en que su dedo señalaba a un importante personaje de la corte de Buckingham. Al cabo de los años, los hechos le dieron la razón.
Entró en contacto con los vascos, en plena guerra mundial, en la isla de Trinidad. En los sistemas de navegación, comercio y seguridad de aquella época, ésta isla del Caribe, era un punto neurálgico. Un buen día se le presentó una persona, que se le identificó como vasco, en el exilio. Estaba en Trinidad, en un amarre del barco en que viajaba y, por una serie de circunstancias, el barco zarpaba antes de que arribara el otro, en el que llegaba a América, José Antonio Aguirre. Necesitaba estar con Aguirre para hacerle entrega de una ikurriña que, había presidido una hazaña de guerra, de un batallón al que él había pertenecido. A Beith le impresionó el hecho y el relato de aquél exiliado, aceptando el encargo. Así conoció a Aguirre y, en directo, la historia y los problemas de los vascos. Después vino la clandestinidad de Londres, Manuel de Irujo, y una serie de acontecimientos, que ahora no hacen al caso. Así también empezó una historia de hermandad entre personas que, con orígenes e historias distintas, confluían en la lucha contra sistemas políticos que se basaban en la opresión, la iniquidad y la dictadura. Desgraciadamente, después vino la guerra fría que implantaron Stalin y sus seguidores, obligando a un reajuste de estrategias. A partir de entonces, las exigencias de la estrategia sustituyeron, en buena medida, a los ideales; las consecuencias de esta parte de la historia las aprendieron, en sus propias carnes, una generación de nacionalistas vascos que supo, por su categoría y su altura personal, granjearse las simpatías y el apoyo de tantas gentes; algo que después no se ha repetido.
¿Cómo conocí a Fredy Beith?
Fue el año 1979, en plena campaña de apoyo al Estatuto de Autonomía. Pocos días antes de celebrarse el Referéndum del 25 de octubre, al llegar del Senado me encontré con un aviso en el que, sin más explicaciones, se me decía que aquél mediodía tenía que estar sin falta en el restaurante Lasa, para comer con un grupo de ingleses. Allí fui y me encontré con media docena de ingleses, que oficialmente componían una delegación de tipo comercial, presidida por un determinado Lord, aunque, era evidente que, además de las cuestiones comerciales, les interesaba saber lo que estaba pasando en Euzkadi. Después de los saludos y comentarios obligados, nos sentamos a comer y me tocó hacerlo junto a una persona que era, físicamente, hermana gemela de Sir Alee Guinness, el conocido actor inglés de cine. La conversación fue sorprendente, porque aquel hombre tenía una cultura impresionante y, como el lector puede sospechar, unos conocimientos no menos impresionantes. Creo que conectamos enseguida y la tertulia fue un verdadero deleite. Su castellano era perfecto y, en un momento dado, me dijo conocer algo de euskera; ante mi asombro, antes de que le contestara nada, dijo unas cuantas frases que me parecieron correctamente expresadas. Su padre había sido ingeniero de una importante empresa minera y sus veranos transcurrieron en Zarauz. Su primera bicicleta, una BH.
En un momento dado, me dijo que le parecía oportuno que yo conociera su verdadera identidad. De él mismo, supo quién era.
Valorando en aquella mesa la situación vasca, hizo un análisis que nunca lo he olvidado. Literalmente me dijo: «Dentro de unos días van a aprobar Vds. un Estatuto de Autonomía que es importante, pero ahí no se termínala historia. Europa sabe perfectamente que tiene varias cuestiones por resolver y una de ellas es el tema vasco. Tengan paciencia, vayan despacio, no se desanimen cuando haya dificultades o se sientan perdidos. Vayan despacio y solos; Europa sabe quiénes son Vds. No se mezclen con otros problemas nacionales, que son distintos (citó varios partidos y cuestiones nacionales europeas, que omito por razones obvias). Llegará un momento, en que Vds. obtendrán el reconocimiento que les corresponde».
Algunos meses más tarde, obtuvo la jubilación de los Servicios Secretos y a partir de ese momento ayudó a Luis María Retolaza, con su experiencia, a organizar la Ertzantza. Empezó a venir con gran frecuencia y, siempre que podía, me llamaba para charlar un rato. Pocas veces hablábamos de la política vasca o de la de Madrid. Prefería hablar de la política europea o de la mundial, de la que tenía unos grandes conocimientos, algo que en nuestro entorno era prácticamente desconocido; conocía Europa, como la palma de la propia mano. Creo que nunca he recibido mejores lecciones de geopolítica. Siempre se lo he agradecido.
El matrimonio Beith decidió adquirir un piso en la zona de Algorta, para pasar grandes temporadas, en su nueva vida de retirados. Le ayudé a dar los primeros pasos para la compra, que no llegó a consumarse porque una imprevista hemiplejía le dejó afectado. Después de varios años, hace pocas fechas que se ha ido de entre nosotros.
Amigo Fredy, allá donde estés, Goian Bego eta Eskerrik Asko.
Mitxel Unzueta
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