Además de Ignacio de Loyola y Valentín de Berrio-Otxoa, los vascos tenemos otro santo. Desde el 6 de julio de 1947 tenemos los vascos una razón más de sentirnos contentos y orgullosos de pertenecer al pueblo que ha dado a la Iglesia y al mundo un santo, y un hombre insigne, cuya vida prodigiosa, y virtudes heroicas serán siempre y para todos un modelo a imitar y una gloria a honrar. Entiendo que lo escrito le interesará a los católicos vascos, a quien no lo sea, mis respetos.
El Papa Pío XII después de seguir los largos trámites, que preceden a la canonización de los santos, procedió a la imponente ceremonia, única en la vida de la Iglesia, para proclamar ante los cristianos que nuestro compatriota Michel Garikoitz debía ocupar un puesto en la lista de santos, y su memoria debía ser honrada por todos los fieles.
En la apartada barriada de Ibarra de St. Just radica la casa Garaikoetchea, donde nació Michel, primogénito de una familia vasca, dedicada a labrar las tierras que rodean el caserío y cuidar del pequeño rebaño, como sus vecinos. Era el año 1797. Los padres se encargaron de educar cristianamente al niño, y sin pensar en otros ideales más elevados esperaban destinarle a seguir su vida de labrador y pastor. Luego, muy joven, le envían como criado a la familia de los Anghelu de Ónix, hasta que a los 16 años a petición propia le dirigen a una preceptoria de latín, sin más bagajes que su educación cristiana y su carácter laborioso pues ignoraba hasta el francés.
Cursó sus estudios eclesiásticos en St-Palais y Dax, para terminar la carrera siendo profesor en el Seminario de Larresoro. Sacerdote ya, llega como coadjutor a la Parroquia de Cambó, donde su celo y caridad sacerdotales dejaron profundas huellas en muy poco tiempo, pues el Obispo le nombró profesor del Seminario diocesano en Betharram y luego Rector a los 34 años. En Betharram quedó como superior del Santuario al ser trasladado el Seminario de Bayona, y allí concibió la idea de fundar una nueva Congregación de sacerdotes, para misionar las parroquias, abrir colegios cristianos, dirigir las almas, y servir a la Iglesia con los votos religiosos.
En ese santuario mariano, de pie desde las tres de la mañana hasta las 11 de la noche, dispuesto a no negar nada a Dios y sus hermanos trabajó en las labores más arduas. Todos los días durante 33 años fue a celebrar misa al monasterio de Igon, donde formó espiritualmente a las hijas de la Cruz, tan bien que se le da el título de co-fundador de este Congregación; explicaba clases de teología, daba conferencias, predicaba, confesaba, fundó colegios y nuevas casas religiosas, creó orfelinatos agrícolas. Siguiendo su lema de estar siempre dispuesto a todo y no negar nada se le vio personalmente presente en toda labor que exigiera un gran esfuerzo. Su vida es verdaderamente una «vida llena» de buenas obras que hizo decir a Pío XII: «No se puede comprender cómo un sólo hombre ha podido dar cara y terminar tanta labor».
El secreto está en su unión a Dios y en su laboriosidad, pues no dedicó durante 40 años más de cuatro horas diarias al sueño.
S. Michel Garikoitz es un santo vasco por su carácter: corto en palabras y largo en obras, amante de su país y con un espíritu emprendedor comparable al de nuestros grandes navegantes y descubridores, tenaz como nuestros caxeros que luchan con la tierra para arrancar de ella su sustento, respetuoso de la autoridad hasta el exceso, acogedor como los etcheko jaunes de nuestras montañas, suave y vigoroso como los auténticos representantes del pueblo vasco; por todo ello un biógrafo suyo, Gaetan Bernoville, no dudará en afirmar, que «su doctrina, sus obras, sus palabras, y toda su vida han recibido de la tierra vasca la tonalidad y la fuerza, que han hecho de su vida lo que fue».
Santo vasco que buscó su modelo en otro insigne hijo de la tierra de sus antepasados, Iñaki de Loyola. Sintió un fuerte atractivo hacia la Compañía de Jesús; pero, convencido de que su vocación era de fundar una nueva Congregación, quiso crearla cimentada en el espíritu ignaciano, y las Constituciones de S. Ignacio sirvieron de base para escribir las destinadas a los Betharramitas. Como Ignacio en el tiempo de la Reforma, Michel Garikoitz en los años que siguen a la Revolución se levanta con el estandarte de la doctrina cristiana, para proclamarla en las iglesias, en las escuelas, en los colegios, en las asociaciones de beneficencia, en las misiones y en todo lugar que pidiera un apóstol de Cristo; siempre adelante y siempre dispuesto, eran sus consignas.
Como el hijo de Loyola puso como fundamento principal de su familia religiosa la obediencia total y absoluta. Garikoitz cumplió la maravilla de obediencia totalmente a su obispo, que no quería más que una congregación diocesana, fundarla con espíritu universal, y llevar la tenacidad hasta el otro mundo, pues lo que no pudo conseguir en el presente lo consiguió después de una manera admirable, haciendo de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram una Congregación que dependiera del Papa solamente.
Santo vasco fue S. Miguel Garikoitz: por eso quedó profundamente impresionado al saber que sus hermanos vascos en las Américas perdían la fe que recibieron en sus pueblos. No se sumó a la campaña que en el año 1852 se abrió en el País Vasco de este lado del Pirineo contra la emigración a América, sino que encontró la solución en la emigración de sacerdotes del país, que siguieran a sus hermanos de pueblo a las tierras americanas. Envió varios grupos de misioneros a distintas regiones de la Argentina y Uruguay según las posibilidades de la nueva Congregación; y él mismo quiso ser miembro del primer grupo que salió de Bayona para la Argentina y solicitó de rodillas al Sr. Obispo la licencia para embarcarse, licencia que le fue denegada, porque su presencia en Betharram era necesaria.
Murió santamente en Betharram el 14 de mayo de 1863, a los 66 años de edad. Quiera el santo continuar ocupándose de sus hermanos vascos, para que todos ellos cumpliendo a su ejemplo todos sus deberes sean una gloria y honor del pueblo que les ha dado la vida. Michel Garikoitz Saindua, zaindu Euskalerria.
Mitxel Altuna
(03.07.1996)
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