Los parlamentarios reciben fichas con indicaciones sobre el uso correcto del castellano.
Por: José F. Beaumont
Las lechugas, los zapatos o el alquiler de los pisos no tienen buena o mala conducta, no se comportan ni bien ni mal. Sin embargo, es muy frecuente oír a los políticos referirse al comportamiento de los precios de este tipo de producto o actividades, cuando en realidad lo que ha sucedido es que “han bajado”, se han mantenido” o “se han abaratado”. Eso es sólo un ejemplo que consta en el Informe sobre el lenguaje que han comenzado a recibir en forma de fichas los parlamentarios españoles “con el fin de luchar contra el deterioro del castellano”.
"Lo que pretendemos", señalan los periodistas Luis Manuel Duyos y Antonio Machín, promotores, con el patrocinio de Telefónica, de esta iniciativa, en "más que presentar unos informes de perfección académica, es sembrar el interés por la utilización del lenguaje con un mínimo de corrección. En muchas ocasiones, parlamentarios y periodistas coincidimos en conversaciones de pasillo en calificar la situación de lamentable. Y ambos nos sentimos culpables de ello”.
Ahora unos y otros tienen la oportunidad de reflexionar sobre sus propias incorrecciones y mejorar el lenguaje. Con este fin, las fichas -3.000 copias distribuidas cada 15 días- se dirigen de forma gratuita a políticos, sindicalistas y periodistas. En una segunda etapa es probable que sean incorporados a la lista los parlamentarios regionales.
Detrás del uso del lenguaje no solo se esconde un problema estético. “El lenguaje tiene una función política y, por tanto, no se utiliza impunemente”, señala Marina Fernández, profesora de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid y autora de una tesis doctoral sobre el léxico de los políticos republicanos españoles. “Los políticos de las dos repúblicas se caracterizaron sobre todo por el uso cuidadoso de la retórica. Naturalmente existían diferencias de matiz ideológico, por ejemplo, entre las formas expresivas de Castelar y de Pi i Margall, pero todo confluía en el uso de un lenguaje claro, dominado por la racionalidad”.
El economista escritor y académico de la lengua José Luis Sampedro recordaba de su etapa de senador, en los albores de la democracia, “que en general, se hablaba mal”, y echa de menos, en parte, el lenguaje parlamentario de los años 10 y 20, cuando se hablaba de forma espontánea, “mientras que ahora se dice todo con papeles delante”. Sampedro afirma que la solución para mejorar el lenguaje solo puede venir de una mejor educación en todos los órdenes y a todas las edades.
Circunloquios
La comparación con el pasado de algunos expertos y diputados, no es completamente válida para estos tiempos. Eso es al menos lo que piensa Luís María Cazorla, letrado desde hace años en La Corte y autor del libro La oratoria parlamentaria “Tendemos a comparar el lenguaje parlamentario de hoy con el del siglo XIX y parte del presente siglo, y esto no es del todo correcto, porque han cambiado mucho las circunstancias”, dice. “La oratoria actual se caracteriza por ser más directa, más coloquial; pero sufre otras invasiones, como los extranjerismos, tecnicismos, y sobre todo, circunloquios y expresiones carentes de contenido que tienden a disfrazar una realidad”.
Gregorio Salvador, académico de la lengua, abunda en esta última idea: “Muchas veces, el lenguaje de los políticos es pretendidamente ambiguo, y esto va en contra del nexo que debe existir entre la claridad del pensamiento y su expresión”. Salvador defiende el supuesto de que la gente –llámese en este caso electorado- estima el buen hablar, la capacidad oratoria, y en definitiva, que la persona pública hable en un registro del idioma más alto que el propio. “Un político que hable bien”, señala el académico, “acabará haciendo hablar bien a los que le votan y apoyan”.
El diputado socialista Manuel Nuñez Encabo, profesor de Ciencias de la Información en la universidad Complutense, estima que el lenguaje de los políticos es como el de la población “porque el Parlamento tiene que ser paradigma no necesariamente del lenguaje (para eso está la Real Academia) sino de otras cosas”. “No son estos momentos los más Adecuados para la retórica” añade Nuñez Encabo. “Lo que se le debe exigir al parlamentario de hoy son contenidos profundos y claridad”.
Uso populista
Emilio Olabarria, diputado del partido Nacionalista Vasco y profesor de la Universidad de Deusto, comparte la idea de que “el Parlamento puede cumplir una función educativa”, y no se asusta, como otros, del uso populista del lenguaje que a veces hacen los políticos.
El diputado vasco lamenta, no obstante, que se esté deteriorando el lenguaje de los políticos “debido a un cúmulo de agresiones que provienen entre otras fuentes, de la invasión de extranjerismos, de los medios audiovisuales”.
El auténtico problema es, según Olabarria, el hecho de que se está generando un lenguaje especial de los políticos, obligados probablemente por las materias que tratan. “Se produce de esta forma un cierto lenguaje autóctono, endógeno. Y eso si que puede causar el alejamiento del elector”.
“El lenguaje de los políticos está afectado de una jerga que tiende a especializarse”, señala en esta misma línea el médico y diputado del CDS Carlos Revilla. “Pero esto plantea al menos dos interrogantes: ¿puede ese lenguaje ser asumido por el resto de la población? ¿Es correcto desde el punto de vista gramatical y léxico”. En opinión de Revilla tampoco hay que dramatizar sobre los cambios de lenguaje. Las mejores lenguas son las que se desarrollan de forma biológica y sobre la base de lo permanente, consiguen una mejor adaptación a los tiempos”.
Guía del diputado mal hablado
Gramática
Exceso de adjetivos sin ningún enlace.
"Cuota íntegra, ajustada, positiva".
Adjetivos derivados en -orio, de matiz arcaizante.
"Lisas cobratorias; informe ampliatorio".
Transformación continua de la terminación -ado en -ao.
."Su señoría me ha replicao, se ha sentao y ha cambiao con el diputao".
Galicismos.
"Nombramiento digital", refiriéndose a nombramiento a dedo. Pero no es lo mismo digital (de los dígitos) que dactilar (de los dedos). "Es por eso que" (calco sintáctico del francés). Nombre + a + infinitivo "documento a presentar".
Anglicismos.
"En base al dictamen"(en vez de "basado en").
Gerundio en lugar del relativo.
"Resolución sancionando"(en vez de "resolución que sanciona").
Uso anticuado del participio del presente.
"De tos antecedentes obrantes".
Léxico culto.
Latinismos crudos corno "petitium", "contra legem", "curriculum" y latinismos adaptados como "débito, sito, incurso, intestado, óbito".
Hipérbaton o alteración del orden habitual de las palabras en la oración. "Por el presidente de esta Cámara se ha dictado una circular".
Circunloquios.
"Los diputados giraron visita de inspección (en vez de visitaron); ejerció
presiones (presionó)".
Laísmos (uso de la en vez de le), leísmos (Le en vez de lo) y loísmos (lo en vez de le).
Dequeismo ( uso superflúo de la preposición de).
"Pienso de que"
Uso arcaico del futuro.
"En el supuesto de que no existiere postor" (no exista).
Uso del verbo en infinitivo al comienzo de una frase o alocución.
"Saludar a todos los presentes" (saludo a todos los presentes).
Sentido de las palabras
"Alternativa de cambio" (opción de cambio).
"Deuda externa" (deuda exterior).
"Ayuda de emergencia" (ayuda de urgencia).
"Reunión informal" (reunión extraoficial).
"Relanzamiento de la demanda" (reactivación de la demanda).
"Especulación" (Suposición).
"Valorar positivamente” (estimar, tener en cuenta).
"Valorar negativamente" (estar en desacuerdo, rechazar).
"Finalizar" (acabar).
"Incidir" (influir, afectar).
"Dar luz verde" (aprobar, autorizar).
"Posicionarse" (situarse, definirse).
"Problemática" (problema).
"Puntual" (concreto).
"Vergonzante" (en vez de vergonzoso).
"Liderar" (en vez de dirigir).
El País, 8 de Julio de 1991.
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