Por: Mitxel Unzueta
Este fin de semana, el PNV va a celebrar una nueva Asamblea General, que está concebida como un marco para la reflexión.
La importancia del momento es inequívoca no sólo porque se está celebrando el centenario de una existencia al servicio de Euzkadi, como también por la circunstancia de que ésta efemérides está, a su vez, coincidiendo con el hecho de encontrarnos en el umbral de un nuevo milenio, el año 2000. Todo ello es un escenario lleno de acontecimientos e incertidumbres de relieve, ya que el cambio que se está produciendo, afecta a toda la humanidad y es de tal naturaleza, que presumiblemente va a ser el milenio en el que este planeta va a experimentar una transformación más general y profunda.
La ruptura de las reglas de juego que hemos utilizado hasta hoy, van a afectar, están afectando, a los hechos nacionales y, por lo tanto, a los nacionalismos.
Hasta ahora, los hechos nacionales se desenvolvían en espacios generalmente cerrados. Las naciones convertidas en Estado, han venido manteniendo su identidad con el apoyo de las fronteras, cuyas barreras han sido puntos de apoyo para proteger identidades culturales e intereses económicos.
Las naciones que no han llegado a ser Estado, a su vez tenían que desenvolverse en el espacio cerrado y marcado por la nacionalidad que trataba de absorberles.
Hoy es casi infantil hablar de espacios cerrados en el mundo y más en Europa. Si hoy se habla de espacios cibernéticos, o de redes informáticas mundiales, etc., que en un instante nos sitúan en cualquier lugar de la tierra, tales circunstancias colocan en la necesidad de defender la identidad nacional a través de nuevas estrategias, hasta ahora no diseñadas.
Para mayor complejidad, esta transformación se produce en el ámbito de sociedades cada vez más complejas, por la pluralidad de su entramado.
Situadas así las cosas, parece que los conceptos de los espacios abiertos y el pluralismo social, van a configurar las reglas de juego del futuro de los nacionalismos; tanto de los que se han constituido en Estado, como de los que no lo han conseguido. Los nacionalismos, a lo largo de la historia, han articulado sus objetivos y estrategias en función de las circunstancias y, ahora, me ofrece pocas dudas que hemos entrado en un momento de cambio.
De estos dos conceptos definitorios del futuro nacionalismo, el punto que me parece más próximo y urgente, es el del pluralismo social y sus consecuencias. A él me refiero en estas notas.
Decir que la sociedad vasca es plural hoy en día, es decir bien poco, en la medida en que es un dato aceptado por todos. Prácticamente, todas las sociedades son plurales. Lo realmente importante es saber cómo opera esa pluralidad dentro del Pueblo Vasco. Ahí está el quid de la cuestión.
Así, si una sociedad plural o compleja es capaz de aglutinarse en torno a su propia diversidad, el esfuerzo realizado da origen a un cuerpo social vivo y activo.
Por contra, si la sociedad se recrea en su propia diversidad, acaba ahondando sus diferencias y entrando en una etapa de decadencia.
Entiendo que éste es el reto y el riesgo de esa pluralidad de la sociedad vasca.
También entiendo y asumo el riesgo de decirlo, que desde la calle se tiene la impresión de que ningún Partido político se ha tomado en serio el propósito de superar esta situación. Uno tiene la sensación de que la preocupación fundamental de cada cual es conservar su propia parcela electoral y, consiguientemente, de poder político. Las divergencias entre unos y otros se nos presentan como causa de un debate en corto, en general, bastante lejos del debate que necesita nuestra sociedad.
Algo así tiene que estar pasando en nuestra estructura colectiva, cuando se repite el estancamiento electoral que vivimos. Nadie parece tener el suficiente peso específico como para hacer bascular la situación.
Alguno podría pensar que esta situación es buena, en la medida que origina una aparente estabilidad. Opinión que pudiera ser razonable si no hubiere por medio una crisis importante y una cuestión nacional pendiente.
A pesar de los argumentos que puedan darse en apoyo de este diagnóstico, soy de los que creo que Euzkadi, más que permanecer haciendo equilibrios, lo que tiene que hacer es arrancar de una vez, para entrar en el umbral del futuro, en posición de ventaja. Frente a esta tarea, me atrevo a opinar que el PNV tiene una responsabilidad específica. Responsabilidad que consiste en la aportación de un plus a la dinámica social y política vasca, que nos permita conseguir aquella aglutinación social, base para un hacer creativo a partir de la pluralidad.
A mi juicio, esta responsabilidad específica le corresponde en buena parte al PNV, en tanto que es un partido nacionalista, con todo lo que ello significa; porque es la fuerza nacionalista vasca más veterana y porque, además y sobre todo, es el Partido que representa a una mayor cuota de la ciudadanía.
El PNV no puede ignorar que en este difícil País, han confiado y confían en él, incluso quienes le critican, no le votan, o lo hacen circunstancialmente.
A fin de cuentas, si el PNV proclama que el pueblo vasco es una nación, ello conlleva la responsabilidad de liderar sus consecuencias.
Reconozco que no es nada fácil diseñar los mecanismos que induzcan a la sociedad vasca a encontrarse a sí misma, a aglutinarse en torno a proyectos y objetivos atrayentes, capaces de suscitar entusiasmo. Hacer que los vascos, en general, sintamos la satisfacción de serlo, es un objetivo que se puede conseguir en la medida en que podamos tener conciencia de que nos distinguimos de los demás, por nuestro buen hacer.
Cierto que la tarea es de todos los componentes de nuestra ciudadanía, pero alguien debe hacer de catalizador del proceso y esto, como he dicho, le corresponde en buena medida, al PNV.
Tomar concienciar de ello puede ser una buena reflexión para esta Asamblea.
Hace ya varios años, el PNV celebró una Asamblea análoga a la actual. De allí surgió el llamado «espíritu del Arriaga».
Por unas u otras razones, aquellos propósitos se han ido difuminando. No es impropio hablar de una cierta atonía.
Tengo pocas dudas de que hay que volver a reactivar los espíritus.
Es cierto que las cosas no son fáciles para nadie y sin ir más lejos, para comprobarlo, basta mirar a nuestros entornos, del Norte y del Sur. Problemas por doquier y algunos, bastante más graves que los específicos de Euzkadi (ruptura del Estado de derecho, etc.).
Quizás estamos viviendo las cosas desde una perspectiva muy a corto plazo. Quizás algunos hechos, como la pelea por las transferencias, violencia callejera, corrupción y GAL, Mesa de Ajuria-Enea, etc., pese a su innegable importancia, nos están impidiendo dedicar mayor atención a otras cuestiones que sospecho son más vitales. Quizás debamos comprender que una parte de estos problemas son propios de Euzkadi, pero otros muchos son comunes a las actuales estructuras sociales. Me pregunto si hacer los diseños en función de una perspectiva en corto, nos crea distorsiones en la valoración de los problemas; si todo esto nos distrae la atención. Parece que el día a día agota las posibilidades de intuir el futuro.
No nos engañemos creyendo que lo que nos pasa es excepcionalmente distinto, con referencia a otros escenarios.
Pero aún sabiendo que bastantes de estas cuestiones seguirán conviviendo con nosotros, durante bastante tiempo, en la medida que son problemas estructurales, el reto de la situación actual está, precisamente, en dar los pasos necesarios para que los esfuerzos sociales empiecen a producir saldos positivos, en la solución de aquéllas.
Una de las pocas ventajas que tenemos en este momento, es nuestra escasa dimensión demográfica, que si bien es un dato negativo bajo ciertos aspectos, por contra, nos puede permitir una mejor capacidad de acción y una movilidad notables, tanto para arrancar, como para corregir rumbos, en la medida en que lo exijan las cambiantes circunstancias que nos rodean.
¿Por qué algunas empresas —desgraciadamente aún son pocas— parecen haber encontrado nuevas formas de renovar su actividad y, por ello, riqueza, mientras otras parecen estar estancadas? ¿Qué tendríamos que fabricar y vender, para empezar a generar una disminución en la cuota de paro? ¿Qué tendríamos que hacer para resolver el problema de la natalidad? ¿Qué medidas de formación profesional y educacional tendríamos que poner en marcha, para que la respuesta a las anteriores preguntas, sea rápida y eficaz?
UNA ASAMBLEA PARALA ILUSIÓN
Los problemas de dos millones de habitantes, a escala mundial o europea, son nimios. ¿No vamos a ser capaces de enderezarlos?
Se pueden hacer aún más preguntas. Encontrar la respuesta a todas ellas, es una tarea que, de por sí, debe generar ilusión y confianza.
Pero, atención, sería un error pensar que la respuesta es política o sólo política. Las respuestas son, fundamentalmente, de otra naturaleza.
Como he señalado ya, ahora los espacios en los que se produce la acción social, son abiertos y esto, a la vez que facilita tal acción, también la dificulta.
Todo es cuestión de mentalidades, de comprender que hoy las cosas ya son distintas que hace un lustro. Que las formas de actuar de entonces, hoy ya no producen los mismos resultados. Es importante que así lo aprecien los políticos, pero también los intelectuales, la Universidad, los empresarios y sindicatos, los trabajadores y, por supuesto, las mujeres y hombres de a pie.
La verdadera ventaja del momento es que todo el mundo acepta que la principal fuente de riqueza es el trabajo, unido al conocimiento, algo que está al alcance de todos. Lo único que hace falta es saber aprovecharlo.
El éxito depende de que toda la sociedad se dé cuenta de ello; no bastan unos pocos, aunque su tarea sea importante.
Hoy la difícil acción de gobierno es una sutil combinación de información, de identificación de las necesidades reales, de impulso de voluntades, de corrección de desequilibrios, de administración de recursos escasos y, en definitiva, de capacidad de propuesta con objetivos ilusionantes; no en base a metas inalcanzables, sino a soluciones equilibradas y racionales; ya nadie pide milagros. Es cuando la sociedad se siente gobernada, cuando se siente segura. Entonces no es difícil transmitirle la ilusión.
Poco a poco, sociedad y acción política se empiezan a interrelacionar bajo formas distintas a las conocidas hasta ahora. La propia idea de la democracia tantea nuevas maneras de manifestarse. Hoy los Parlamentos deben admitir que la compleja sociedad moderna utilice también otras formas de expresión, al mismo tiempo que las libertades de expresión e información empiezan a peligrar en manos del «negocio de la noticia». Las incertidumbres son enormes. A pesar de ello, las sociedades, al igual que el agua, buscan su camino. El éxito es ayudarlas a que lo encuentren.
Si la sociedad funciona y se aglutina, las formulaciones políticas vendrán por añadidura. No hay que renunciar a ellas y menos despreciarlas. Son necesarias, pero lo que quiero decir, es que hay que intuir el momento de su aplicación, para que enraícen en la sociedad y ésta se identifique con aquéllas.
Si contemplamos el desolador panorama político español, a poco que se haga, habremos conseguido, cuando menos, devolver la confianza a la sociedad vasca.
Para el PNV, esta Asamblea General es una oportunidad excepcional para adoptar las medidas que le permitan asumir con eficacia las responsabilidades derivadas del reto del futuro. Sería una equivocación caer en la tentación de limitarse a modificar algo, para que nada cambie.
Que nuestra ciudadanía aprecie que el PNV coge el testigo, para liderar el cambio social, es una forma de traernos la ilusión, para el propio PNV y para la sociedad vasca en general. Difícil, pero excepcional.
Éste debiera ser el objetivo de la Asamblea: la ilusión. ¡Ojalá que sea la Asamblea de la confianza y la ilusión!
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