Con Juan Manuel de Epalza, quien falleció en 1988 en Bilbao a la edad de 79 años, desaparece no sólo una de las figuras históricas que nos quedaban del nacionalismo vasco sino, también, un hombre que vivió en un comprometido primer plano los acontecimientos de su tiempo, desde los años republicanos a los actuales de democracia, pasando por el trance amargo de la guerra civil.
Hijo, en sus propias palabras, de «Don Domingo de Epalza, gran patrón del Banco de Bilbao, de Saltos del Duero y de esto y de lo otro». Juan Manuel, siguiendo la huella paterna, entró jovencísimo en la política siendo, ya antes de julio de 1936, jefe de los mendigoizales de Matico. Al estallar la contienda intervino en la adquisición de armas en el extranjero, realizando un peligroso viaje a Francia a bordo de una merlucera, y posteriormente en múltiples actividades.
Ayudó a Ramón Azkue Gorostizaga a organizar el Eusko Gudarostea y tuvo un papel muy destacado en la rendición del Ejército vasco, en Santoña, donde fue detenido y más tarde canjeado. Su último cargo fue el de jefe de Orden Público y del SIM de la Comandancia de Figueras, en Cataluña.
Embajador en Praga
Participó en la reorganización de las fuerzas vascas en Francia y en su involucración en el esfuerzo bélico aliado contra el nazismo alemán, siendo designado representante oficial del Gobierno de Euzkadi en el batallón Guernica. Delegado de ese mismo Gobierno cerca del de Checoslovaquia, se hizo cargo, en funciones, de la embajada de la República Española en Praga.
En el Consejo General Vasco se ocupó del control electoral desde el Departamento de Gobernación.
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