Producir un documental es tarea complicada; hacerlo en Euzkadi con un protagonista histórico de carácter local lo es aún más. Se tienen que alinear los astros para que las ideas se transformen en imágenes
UN REPORTAJE DE KARMELO VIVANCO
Una mañana del invierno de 2016, el periodista Franck Dolossor, colaborador habitual de Baleuko, entró en nuestra oficina de Durango proponiendo un documental sobre la figura de Estitxu Robles Arangiz.
¡Estitxu! ¡Joder! Qué flash. Tengo que reconocer que como productor la idea me cogió por sorpresa. Tras unos instantes pensé: ¿Por qué aquella figura con una voz sobrecogedora que en otro momento había sido importante con hits incluso internacionales estaba tan difuminada en mi memoria?
En algún tiempo, en el tocadiscos monoaural de casa, sus canciones habían sonado sin parar y cuando venían nuestros tíos mexicanos, Estitxu nos servía para presumir de nivel musical patrio… Y todo un cúmulo de recuerdos reaparecieron súbitamente casi de la misma forma que cuarenta años antes habían desaparecido.
Tuve mis dudas, una hora de televisión es muyyyyy larga y se necesita de mucho y buen contenido para mantener al espectador delante de una historia. Como ocurre en los momentos de dudas, uno acude a sus referentes, y para mí Joxe Mari Iriondo es una de las más importantes. Mi admiración por su trabajo y dedicación viene de lejos, desde que le conocí en DEIA como cronista, entre otras cosas, de herri kirolak, y en Zarautz estuvimos unas horas hablando de Estitxu. Él dio un par de ideas que resultaron sugerentes y que complementaban el argumento que Franck trajo como idea fuerza para el documental. Las dos ideas que robé a Joxe Mari fueron:
1º-Los Robles Arangiz, cuando en los 50 cantaban como Soroak, terminaron por introducir la guitarra española en el universo cultural vasco del momento no sin controversia por parte de los folcloristas más ortodoxos.
2º-En los 60, con Franco aún vivo, Bilbao fue un foco cultural euskaldun nunca valorado suficientemente.
Aquello arrancaba de forma interesante. El documental sobre Estitxu se consolidaba. La primera acción, la de proyectar la idea inicial, el claim del documental, era OK, y la segunda, la de vislumbrar si el tema era capaz de una segunda y una tercera lectura que permitiera mantener la atención del telespectador por encima de los cincuenta minutos, presentaba premisas interesantes y novedosas. Definitivamente, la propuesta de un documental sobre Estitxu tenía potencia.
El primer paso estaba dado pero ahora venía lo más complicado. Hacerlo realidad. Para mi sorpresa, lo que parecía una idea sugerente -suelen llegar algunas cada semana- comenzó a tomar efecto bola de nieve. Primero, por la figura artística de la protagonista, sin duda una de las cantautoras vascas con mayor proyección internacional, y seguidamente, por la dimensión que como comunicadora tuvo en los difíciles años del posfranquismo. Franck comenzó con el guion; Idurre Cajaraville, nuestra productora, con las cuentas; Iban, el realizador, a construir un universo propio para el documental, y yo, a por la financiación.
Alineación astral Con Estitxu se produjo esa alineación de astros a la que antes aludía. Recuerdo que a la mayoría de las personas a las que acudí con la idea la recibieron con interés y sinceramente creo que es en parte por la sensación que colectivamente tiene nuestra sociedad de haber apartado aquellos años de nuestra memoria y con ellos, injustamente, a algunos de sus protagonistas.
Especialmente sensible con la historia fue Koldo Narbaiza, concejal responsable del Área de Euskera del Ayuntamiento de Bilbao. Me atrevería a decir que sin su impulso hubiese resultado imposible poner de pie el proyecto. Buen conocedor de la euskalgintza bilbotarra, se mostró muy interesado en poner en valor aquella movida proeuskaldun que se vivió durante los sesenta y setenta en la capital vizcaína y que protagonizaron en buena parte los Robles Arangiz, la familia Trapp, tal y como los denominaron algunos periodistas de aquella época. De su mano vino el estreno del documental en la Sala BBK dentro del Zinebi de aquel año y que a la sesión acudieran el alcalde de Bilbao; el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, y la diputada de Cultura, Lorea Bilbao. Fue allí cuando Aburto adquirió el compromiso que se acaba de cumplir: Estitxu merecía ese pasealeku que lleva su nombre en el corazón de Bilbao replicando así la calle que desde hace algún tiempo tiene en la capital de Lapurdi, en Baiona. En el documental contamos con todos a quienes propusimos la idea de intervenir… Especialmente reseñable resultó la participación de Gontzal Mendibil, otro gladiador de nuestra cultura, curtido en mil escenarios y que nos dio nuevas claves, alguna de ellas reveladora: “Estitxu era de las artistas que se prestaban a colaborar con quien le llamara, lo hacía desinteresadamente y eso, por paradójico que suene, al final te terminaba restando más que sumar. Te llamaban cuando no había dinero y, por supuesto acudías, y cuando lo había te decían que estabas muy visto”. Gontzal sabe de lo que está hablando… Muchos programadores culturales de entonces respondían a criterios obtusos que no permitían desviarse ni un centímetro de la línea oficial, eso hizo que algunos cantautores resultaran malditos. Ahora la tendencia va despareciendo aunque perviven algunos tics.
Por poner un ejemplo, la canción de Bai, bai Estatutoari bai terminó siendo un lastre para Estitxu. Una parte de su público no le perdonó nunca su toma de postura mientras que la otra, la que teóricamente tenía a favor, no fue capaz de reivindicar su figura como cantante o intérprete… En fin, este país sobre esta materia sabe un rato. Por una cosa u otra lo cierto es que la figura de Estitxu se fue languideciendo… hasta el final.
Repasando las imágenes, documentos y testimonios que recuperamos, algunos de ellos inéditos en esta parte de la muga, como las imágenes de INA (el Instituto francés del audiovisual) en las que veíamos a Estitxu cantando en el show de Jacques Chacel, un programa de máxima audiencia que se emitía los sábados por la noche en TF1, eran imágenes que mostraban su categoría y la dimensión de su carrera. La gira por México y Estados Unidos que en principio iba a ser de dos meses terminó siendo de seis…
Aquel concierto en Irún... Pero sin duda, de todos los archivos me viene a la memoria la grabación que conseguimos del concierto que hizo junto a su sobrina Naia en Irún, en enero de 1993, apenas unos días antes de morir como consecuencia del cáncer.
Se trataban de unas imágenes de poca calidad pero grabadas con intención. Recuerdo que visionándolas junto a Iban González, el realizador, nos dimos cuenta de que teníamos entre manos unos minutos importantes que recogían con precisión lo que fue aquel concierto y el reconocimiento que tuvo de su público a pesar de que llevaba alrededor de diez años sin actuar. Las huellas de la enfermedad que la tenía atrapada sin remisión eran evidentes en su rostro pero ella tuvo el coraje para aguantar el recital y exhibir la mejor de sus sonrisas… En la sala de editaje, repitiendo las secuencias, Iban descubrió algunos gestos y momentos que solo con la posibilidad que da la tecnología digital de volver a repetir la secuencia una y otra vez y congelar la imagen, podían apreciarse en toda su dimensión. En algunos frames, su dolor era tan fuerte que su eterna sonrisa se transformaba en mueca… y a pesar de todo aguantaba ante su público. Hubo un par de momentos de autentica crisis… En un instante interminable se hizo el silencio, Estitxu no llegaba a alcanzar el tono y fueron los gritos de aliento del público y, por supuesto, su sobrina Naia quienes acudieron en su ayuda de forma que el concierto transcurrió de forma muy profesional, pocos en aquella sala se percataron de cuál era su estado y de que su final estaba muy cerca. Fue así, en unas imágenes de vídeo casero, donde aprecié la auténtica dimensión de aquella gladiadora de la canción que se batió en mil y un escenarios desde platós de televisión hasta ermitas perdidas en cualquier barrio.
En sentido contrario, en el lado de las decepciones, está el infructuoso esfuerzo que el equipo desarrolló durante semanas con la idea de recuperar la grabación de un programa concreto de Televisión Española: Galas del sábado de 1969. El programa, que copresentaban Joaquín Prat y Laura Valenzuela, terminó por no emitir una actuación que Estitxu llevó a cabo en los platós de TVE. Tras grabar un par de temas de la cantante de Beskoitz, el comisario de turno decidió censurarlas y nunca salieron al aire. Buscamos y buscamos por distintos archivos, pero no tuvimos suerte y las imágenes cortadas siguen en algún lugar indeterminado, quizá perdidas para siempre.
Estitxu no lo tuvo fácil, desde muy joven vio cómo los censores del régimen le prohibieron actuaciones en festivales y concursos por ser hija de un nacionalista fundador de ELA-STV y, por supuesto, por cantar en euskera. Algunos siguen empeñados en adulterar la historia pero al profundiza un poco se descubre la dimensión del atropello cultural que se ejerció sobre nuestro país. Espero que las nuevas generaciones sean capaces de poner en valor lo que esta sociedad ha sido y es capaz de generar, para eso y como objetivo, desde una productora audiovisual nos ponemos manos a la obra a la hora de arrancar proyectos que tienen que ver con la memoria de la historia de Euzkadi.
Un recuerdo para Estitxu. Tenía sus discos.
Voz preciosa y categoría personal.
El nacionalismo español inculto, sectario y violento no dejó escuchar su voz en su estado franquista. Ellos se lo perdieron.
Publicado por: CAUSTICO | 01/25/2019 en 05:26 p.m.
"Ikusten nebanian
izar argitxo bat zeru zeruko gauean
zuretzat bakarrik
nere gogua zan
baina orain zeu barik
negar negar egin dot gauean"
Publicado por: Silber | 01/26/2019 en 11:31 a.m.