— ¿Qué vasco dejó de conocer a George Steer? El afecto debido al amigo con ser inmenso, queda superado por deber obligado para el mejor defensor del nombre vasco durante la guerra civil española.
Steer era corresponsal de "The Times". Como tal fué enviado a Bilbao. Es la primera voz que sonó en el mundo exterior, para denunciar el embuste de la destrucción de Gernika por los rojos. Presentó nuestra lucha tal cual fué, con sus afinidades genéricas y diferencias específicas del mundo demócrata republicano español. “The Tree of Gernika", el libro de Steer, constituye aun hoy un documento expresivo de nuestra lucha, en lo que tiene de republicana y en lo que representa de nacional, en lo que nos une a todos I03 hombres y a todos los pueblos demócratas de la tierra, y en lo que nos separa para resaltar nuestra propia idiosincrasia nacional. El libro de Steer espera a que termine su traducción para ser publicado por Ekin en Buenos Aires. El último acto de su autor fué el de cedernos todos sus derechos en favor de la editorial vasca, para que pueda ver la luz su edición en lengua castellana.
Licenciado en Oxford, periodista, escritor y soldado, ha terminado sus días como Teniente Coronel del ejército británico en Birmania, víctima de un accidente de automóvil sufrido en actos de servicio cuyo detalle ignoramos. Nacido en Sud África, conocía los problemas de aquel país, hoy Dominio Británico, que trató en libros y artículos varios. Muy amigo del Negus, pasó largas temporadas en la capital etíope. La señora viuda de Steer que nos distingue a los vascos con un gran afecto, es hija del último Embajador Británico acreditado en Addis Abebba antes de la ocupación del país por las tropas italianas. Steer puso su nombre y su pluma al servicio de la causa etíope, como más adelante había de hacerlo para Euzkadi y para la República.
Steer murió como había vivido: defendiendo sus dos grandes amores: la libertad y su patria. La pluma le iba mejor que la espada. Su puesto estaba en la editorial, en el periódico, en el club de la intelectualidad y de la acción. La guerra, el gran monstruo, le alcanzó con sus tentáculos. Su cuerpo quedó allí en Burma. En sufragio de su espíritu fueron celebrados funerales en la Iglesia de San Salvador, de Londres. El recuerdo de su amistad y de sus excelentes servicios a la causa vasca persistirá con nosotros, mientras nuestro cuerpo aliente un soplo de vida.
Manuel de Irujo
Mayo, 1945
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