La ineficacia frente a los problemas ciudadanos, los cambios constantes de opinión, la histerización del discurso, la corrupción y la ‘partitocracia’ deterioran la credibilidad de las política y, por tanto la confianza de la sociedad en quienes la ejercen.
LA democracia representativa se sustenta en la elección por sufragio universal, directo o indirecto, de manera libre y secreta, de los representantes que, previamente a su elección, han defendido una ideología y presentado un programa que se comprometen a promover y/o a aplicar una vez elegidos. Esto supone otorgar cierta credibilidad a los candidatos, basada en sus competencias y habilidades a la hora de suscitar la adhesión de la población, generar una dinámica política o expresarse en público; en sus trayectorias vitales, profesionales y militantes; así como en la coherencia de sus pensamientos y acciones. De la misma forma, implica una sólida confianza entre los votantes y sus representantes, sustentada en la constancia de sus posicionamientos, la correspondencia entre sus discursos y actuaciones y el respeto de la legalidad vigente.